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prueba, un hecho solo de mi vida que deben haber escudriñado, que les autorice à la calificacion de que represento el principio revolucionario. El hombre honrado que debe à la providencia el don de la fortaleza para resistir el influjo de las mas caras afecciones, puede marchar seguro de no hollar la justicia, y no ofrece ningun flanco descubierto, cuando sus acciones son examinadas por quien ama la virtud. Asi se han estrellado hasta ahora las maquinaciones. >>

«El juicio que uno forma cuando se ventilan intereses comunes no sirve de nada para la resolucion, porque esta debe pender solo de los poderes constituidos que tienen la facultad emitida y consignada. Una opinion particular no es el tipo de un principio: la mia aunque me hubiese ofuscado hasta el estremo de procurar robustecerla, nunca adoleceria de un vicio desorganizador. Quédese esto para esa bez inmunda y despreciable que sin títulos, sin virtudes, sin convicciones ni interés por la salud de la patria, solo consultan el suyo y se apandillan para devorarla. Hay partido nacional que quiere la Constitucion de 1837, el trono de Isabel II y la regencia de su augusta Madre. En este partido yo comprendo á todos los españoles honrados por mas exageradas ó pasivas que sean sus ideas, con tal de que ni ataquen ni perjudiquen aquellos caros objetos; con tal de que justifiquen su liberalismo siendo justos y tolerantes, y con tal que amen la independencia de la nacion y trabajen por ella. Esta es mi fé politica, y tengo sobrados datos para estar persuadido de que el DUQUE DE LA VICTORIA no piensa de otro modo. Pero esa pandilla que no ha podido conseguir enredarle en su trama y que ve en sus gloriosos hechos un fuerte muro que se opone al directo ataque contra su reputacion, quiere socabarla dando á cntender con malicioso rebozo que auxilia el principio revolucionario. »

Linage trataba de hacer ver que no le estaba aplicado con oportunidad el dictado de favorito DEL DUQUE DE LA VICTORIA Con el que continuamente le apellidaban los diarios ministeriales: «Un favorito, decia, si se atiende solo al genuino significado, es aquel que con preferencia se aprecia ó estima, mas tambien por los ejemplos de la historia se considera al favorito con tal ascendiente sobre el superior, que basta su voluntad para dominar las acciones, escalar el poder, manejarlo todo á su antojo, y ejercer un funesto ó saludable influjo, segun sea la índole del protejido; si á esto se une el moti vo que sirve de pretesto, cualquiera comprenderá cual es la tendencia, y el rastrero modo de que se valen para desacreditar al general en gefe de los ejér– citos. Que yo obtengo su confianza, es un hecho que me favorece, y que me complazco en confesar; pero es una maliciosa suposicion que sea apreciado con preferencia á otros. El DUQUE DE LA VICTORIA, saben muy bien sus detractores que no tiene favoritos: que no le sujeta nadie á su carro, y eso es lo

que les pesa: que obra por propia conviccion y conocimiento de causa: y que si la bondad de su carácter permite la general confianza de aquellos con quien está en inmediato contacto, se la retiraria al menor abuso ó licencia indebida que se tomasen. Por mi destino y por la seguridad de una conducta sin tacha, y de un afecto jamás desmentido, puedo tener alguna intervencion en los negocios; pero esta siempre es pasiva y enteramente subordinada al juicio superior. La rigidez de mis principios en esta parte llega hasta el estremo de sacrificar los sentimientos de la amistad á los respetos á la autoridad, que pocos entendieran como yo, y todavia no ha llegado el caso de solicitar una mediacion del Duque para que mis parientes fuesen atendi– dos, librándolos del rigor de la suerte y de la injusticia de los hombres. >>

Pero la parte mas interesante de la contestacion de Linage y la que mas que todas probaba la grande animadversion al gabinete era sin duda la en que declaraba que en el manifiesto del mes de diciembre no habia obrado de cuenta propia, y que no podia existir por consiguiente motivo alguno racional para fundar en aquel acto la negativa á la accesion de la propuesta. Decia asi Linage:

«La manifestacion que firmé en el mes de diciembre del año anterior, saben mejor que nadie los señores ministros que fué manifestacion espontánea del DUQUE DE LA VICTORIA, y no creo yo que lo ignoren los periodistas que en aquella época escribieron de una manera acorde con los sentimientos de los miembros del gabinete. Suponer ahora que algunos de estos hicieron la dimision sin mas causa que la que el Correo determina, es lo mismo que insistir contra las propias convicciones, en que yo abusé torpeménte de la confianza y del nombre del Duque: es sancionar ante la nacion Y el mundo todo el consentimiento de una falta de gravedad y consecuencia: es querer justificar la aseveracion de que soy su favorito puesto que me la ha tolerado; y es la censura mas terrible de sus actos como general en gefe. Poca meditacion, escesiva ligereza de parte de un escritor público es dar á la cuestion que se llama sencilla un sesgo tan contrario á la realidad de las cosas, o por lo menos hubiera hecho bien si no tenia especial encargo, presentar como dudoso el origen de la dimision empleando el dicese que salva la responsabilidad de los escritores. Como por lo dicho resulta que no fuí yo la parte activa de la manifestacion que se toma por pretesto, sino que lo fué el DUQUE DE LA VICTORIA, Y como su espíritu se quiere sentar que el autor se ha mostrado en hostilidad abierta y declarada con el gabinete, fuerza es justificar que no hubo tal agresion.

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«Nadie puede dejar de reconocer sin notoria injusticia y sin perjudicar los intereses de la nacion con el lustre del trono, que el DUQUE DE LA VICTORIA ha sido el primer escudo, el primer campeon que ha tenido la suerte

de asegurar el triunfo y de hacer esperar á todos los españoles la ventura de que son dignos. Soldado leal, ciudadano benemérito, ha logrado adquirir títulos superiores que le dan un derecho incuestionable á la admiracion pública, al real aprecio y á las consideraciones de los primeros funcionarios. Su reputacion acrisolada no puede consentir se debilite por accidentes que no le sean propios: celoso de su conservacion creyó necesario vindicarse, y lo hizo como pudiera el último español que publica una opinion aislada y enteramente particular. Esto es suficiente por ahora. >>

Déjase conocer fácilmente cual era el papel que ya en esta época desempeñaba el general Linage. De nada sirvió que los ministros anduvieran reacios y significasen su oposicion à la gracia propuesta por el general en gefe; de nada que con su influencia alcanzaran la negativa del gobierno francés à la propuesta para la cruz de la legion de honor hecha por aquel á favor de los brigadieres Linage y Zabala en atencion á los méritos que habian contraido en el convenio de Vergara; que decidido el Duque de la VicTORIA á dispensar todo género de proteccion al primero de estos dos gefes y queriendo como indemnizarle de la oposicion que encontraba en las altas regiones, espidió á principios de mayo una órden general, cuyo primer artículo estaba concebido en estos términos:

<«<Se reconocerá por segundo gefe del estado mayor general de los ejércitos reunidos al general D. Francisco Linage, sin perjucio de desempeñar como hasta el dia las funciones de secretario de campaña del Exmo. Sr. capitan general en gefe de estos ejércitos. »

Mientras tenian lugar estos hechos, las fuerzas que operaban en Cataluña al mando del capitan general de aquel principado, D. Antonio Van-Halen, enriquecian con trinnfos señalados el catálogo de las glorias de las armas nacionales y secundaban noblemente los trabajos de sus bravos y esforzados compañeros, los soldados de los ejércitos reunidos. Fué entre ellos sin duda alguna el mas notable el brillante ataque del 24 de abril á toda la faccion catalana, reunida en número de 24 batallones, toda la artillería y caballería, mas los 400 de esta última arma que acababan de llegar de Aragon. Todas las posiciones que ocupaba la faccion desde antes de Peracamps basta mas allá del Boix, multitud de casas fortificadas y dos reductos construidos en las cumbres, fueron tomados por los leales sin que fuese capaz de contener su marcha vencedora el singular empeño con que los defendieron los carlistas. Incapaces estos de resistir el arrojo y estraordinario valor de los constitucionales, sufrieron una derrota completa, perdiendo mucha gente, un cañon de bronce con su cureña y otros muchos efectos de guerra. El triunfo de las armas nacionales costó la sangre verti– da del bizarro general D. Antonio Azpiroz y de otros muchos valientes que

cayeron á su lado. Entre los heridos facciosos lo fué su general en gefe el cabecilla Segarra, que habia mandado la accion, y aunque su herida no fué de consideracion le obligó á retirarse á Berga para ser curado, y á resignar el mando en el titulado general Burjó.

La Reina Gobernadora á propuesta de ESPARTERO galardonó al general Van-Halen con el título de conde de Peracamps por el importante y señalado servicio que acababa de prestar.

El rebelde Balmaseda, de carácter inquieto y feroz, exaltado por temperamento y mucho mas aun por las persecuciones que con harto merecimiento por su parte habia sufrido en el Norte de los Marotistas, habia partido de Cataluña por disposicion de Cabrera á reforzar las facciones de Guadalajara y Cuenca al frente de mil infantes y doscientos caballos, y vagaba en estos dias por estas provincias cometiendo todo género de tropelías y atentados, y esquivando la viva persecucion del general D. Manuel de la Concha, comandante general de Albacete, Guadalajara y Cuenca. Los pueblos de Atienza, Nava, y Nava de Roa sufrieron las atrocidades de aquel mónstruo, que solamente en el último incendió doscientas setenta y seis casas y dejó sumidas en la orfandad á mas de ochenta mil almas. Ni el respeto que naturalmente inspiran la ancianidad y los achaques, ni la inocencia de la infancia, ni los miramientos al sexo fueron tenidos en cuenta para nada por los caribes que seguian al tigre Balmaseda. Los ancianos y los jóvenes que por lo avanzado ó tierno de su edad ni pertenecian á la Milicia Nacional, ni eran capaces de sostener las armas, fueron tratados con la misma crueldad que los individuos de aquella institucion. Fusilados muchos con estos y con el alcalde del pueblo, á quien cupo tan triste suerte, fueron hechos prisioneros los restantes en número de cuarenta, despues de haber sufrido toda clase de malos tratamientos, de tortura y de martirio. Las jóvenes, solteras y casadas, buscadas en sus casas, perseguidas y destinadas por los caribes á servir de pasto á sus brutales y salvages pasiones en la presencia de sus mismos padres y esposos, huian despavoridas á esconderse en los sitios mas ocultos de la poblacion ó se arrojaban á los pozos y balcones, prefiriendo la muerte à la deshonra. En una palabra, cuanto mas santo y respetable hay entre los hombres otro tanto fué hollado, escarnecido por aquella turba salvage, que proclamando religion profanó tambien con su impura mano los mismos objetos destinados al culto divino. Los bizarros nacionales de la Roa escarmentados con este ejemplo, hicieron una brillante resistencia en que tomaron parte los ancianos y las mismas mugeres, y aunque lograron rechazar á Balmaseda y su gente, no por eso se libraron del saqueo y del incendio de las casas que lograron ocupar los rebeldes. Seguiremos los movimientos del cabecilla Balmaseda, pero

como aquellos estén enlazados con el viage de SS. MM. á Barcelona, daremos antes cuenta de él á nuestros lectores.

La oposicion del cuartel general manifestada sin rebozo alguno en esta época, ponia en gran conflicto al gobierno, no tanto por lo que era ella en si misma, sino porque venia á robustecer la oposicion de un gran partido, el progresista, fuerte, nacional, que contaba en su apoyo con los instintos de la clase mas numerosa, con el ansia de las reformas que en ella se habian inoculado y con el temor al retroceso y al despotismo, odioso siempre. en si mismo y aun mucho mas ahora que estaba personificado en un principe llamado á vengar odios, resentimientos y hasta las mismas opiniones en el caso hipotético de su triunfo. Esto en cuanto al ensanche y favorable acogida que debian encontrar las ideas de progreso, y prescindiendo ahora de los medios materiales que en su apoyo tenia para verificar un cambio de política y colocar las cosas á su sabor, cuando quiera que lo considerase oportuno. Las municipalidades, las diputaciones provinciales, la Milicia Nacional, instituciones todas que no podian sin contravenir á su naturaleza dejar de serle devotas constituian aquellos medios, y eran otras tantas sólidas garantias de triunfo para cuando la lucha política llegara á materializarse.

Este partido estaba altamente descontento con la marcha del ministerio y con el sistema emprendido, que no era seguramente de progreso liberal en la verdadera acepcion de esta palabra. El nuevo proyecto de ley electoral, el de libertad de imprenta, la creacion de un consejo de Estado, organizacion de las diputaciones provinciales, imposicion de un cuatro por ciento sobre los productos decimales, eran á juicio de los progresistas otros tantos pasos dados en la senda del retroceso; pero ninguno tan avanzado como la nueva ley de ayuntamientos, autorizada por las Córtes, que infringia notablemente el artículo 70 de la Constitucion del Estado, estableciendo que los alcaldes hubiesen de ser nombrados por el gobierno ó sus agentes, y suprimiendo por este hecho la libre eleccion vecinal que aquel artículo sancionaba. Esto sin contar con otras muchas variaciones que introducia, depresivas todas ellas de las facultades que antes ejercian los ayuntamientos, como la de cometer á solos los alcaldes la formacion de las listas electorales, la de atribuir el conocimiento de las reclamaciones al gefe político con absoluto é inapelable fallo, finalmente la de reservarse el gobierno la facultad de disolver los ayuntamientos y destituir los concejales. Bastaba esto para alarmar, para justificar los vaticinios que se habian anticipado. sobre proyectos y planes retrógrados, para arrancar un grito general unánime de reprobacion hacia una ley que escedia las facultades de las Córtes y del gobierno, puesto que no siendo doctrina admitida la de la omnipotencia

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