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CAPITULO IX.

Escursion de la faccion aragonesa mandada por Palacios.-Ventajosa accion de las Olmedillas.-Reunion de las facciones de Palacios y Balmaseda.-Correrías de estos dos cabecillas. Paso del Ebro del ejército carlista.-Llegada de SS. MM. á Lérida, acompañadas del DUQUE DE LA VICTORIA.-Entrada de Cabrera en Berga.-Estado de sus fortificaciones.-Fuga de Sagarra.

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L coronel carlista D. Manuel Salvador Palacios, de quien antes de ahora hemos hablado, habia tomado a el mando de la division del Turia en 24 de marzo y se ocupaba en hacer correrías por el pais con el objeto de acopiar víveres y remesarlos á los depósitos, segun las órdenes que recibia de su superior Cabrera; mas como las últimas instrucciones que éste le remitió por tres diferentes mensageros, no llegasen á su poder por haber sido fusilado el uno, acobardádose el otro, y el tercero pasádose á las tropas de la Reina y vendídolos el secreto, Palacios viéndose incomunicado y sin saber qué resolucion tomar, reunió á todos los gefes subalternos en el pueblo de Castelfolit y despues de haberles hecho presente el estado en que se encontraban determinó emprender la retirada hácia Francia, dejando antes una corta guarnicion en los fuertes para que los constitucionales no conociesen el movimiento, á cuyo efecto dirigió á los gobernadores la circular siguiente: «El mejor servicio de S. M. y las actuales circunstancias exigen emprender una larga espedicion. Si en este tiempo fuese atacado por los enemigos el fuerte que tiene á sus órdenes, tratará de sacar todas las ga

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rantías posibles à fin de salvar la guarnicion que se le tiene confiada, y dejar con honor las armas de la legitimidad.-Señor gobernador de...... El segundo comandante general, Manuel Salvador y Palacios. »

A consecuencia de esta comunicacion abandonaron los fuertes varias guarniciones concentrándose en la montaña toda la fuerza que mandaba Pa_ lacios la cual estaba reducida á los batallones titulados Guias del Conde de Morella, los dos primeros del Cid, el cuarto y sesto de Valencia y el de la Fidelidad que se acababa de cangear, y por esta razon marchaba desarmado: los regimientos primero y tercero de Aragon, Valencia, Cid, Toledo, y un escuadron de lanceros de la Mancha, componian la caballería carlista, reuniendo entre todos 1,200 caballos. Toda esta faccion abandonó el Aragon y se trasladó á Castilla por los pinares de Soria con intencion (segun unos) de unirse á Balmaseda que vagaba por las cercanías de Ontorria del Pinar, y segun otros (y estos son los mas) con la de poner en apuro á la régia comitiva, pues aunque su situacion no fuese la mas á propósito para lison gearse con la probabilidad de intentar un golpe de mano contra la corte, á quien debian suponer como en realidad iba, amparada y convoyada de fuerzas respetables, con todo lograban alarmarla, que no era poco en verdad tratándose de la misma Reina, hacer ese último alarde de valor y llevar á la emigracion ese lauro: pero las tropas constitucionales supieron castigar esta vez, como siempre, sus locos proyectos ó su crasa torpeza.

Llegado que hubo la regia comitiva á Medinaceli se supo la grande proximidad de la fuerza facciosa mandada por Palacios y se concibieron temores por la proximidad de Balmaseda, á quien no sin fundamento se suponia de acuerdo con aquel. Ademas de la respetable escolta de SS. MM., guiada por el teniente general D. Gerónimo Valdés y de la fuerte brigada dirigida por el brigadier D. Rafael Mahy, destacado de órden del DUQUE é incorporado á las Reinas poco antes de su llegada á Medinaceli, se habia dado órden al general D. Manuel de la Concha para que el dia 12 estuviese con la division de su mando sobre Torija para continuar cubriendo la derecha del camino. Cumplió Concha exactamente las órdenes que se le habian comunicado y marchando á Guadalajara á recibir otras nuevas al paso de la córte por aquella ciudad, volvió á ponerse á la cabeza de su division, por cuyo frente pasaron SS. MM. y A. hallándola formada en columnas sobre dos líneas con la fuerza de tres batallones de infantería, dos de milicias provinciales, cuatro compañías de artillería de marina, seis escuadrones, y una batería de á lomo á la derecha del camino, apoyando su izquierda en Alcolea, en una posicion ventajosa.

Llegó Concha al parador de San Francisco de Medinacek, que era el pun-to en que estaban alojadas las Reales personas, y puesto allí de acuerdo con el

conde de Cleonard, ministro de la Guerra, marchó al frente de su division hácia el pueblo inmediato de Orra, en donde se encontraba Palacios y con la resolucion de batirle: pero este cabecilla que sin duda no creia que aquella division habia de abandonar el cuidado de escoltar á las Reinas y echársele encima, viéndose sorprendido, evacuó el pueblo á paso acelerado y se dirigió á tomar posicion à las alturas de Olmedilla. El temor de que estos rebeldes lograran esquivar el combate ganando alguna jornada, decidió á Concha á marchar al trote por espacio de una hora con la caballería y compañías de cazadores de infantería, las cuales fuerzas empeñaron el ataque y le sostuvieron con ardor hasta la llegada de los provinciales de Lugo y Sevilla, que acabó de decidirle en favor de los constitucionales. La demas fuerza cooperó dignamente marchando segun se espresa el general Concha en su parte con toda la celeridad de que es capaz una infantería deseosa de combatir. Largas horas duró la pelea siendo tal el fuego, las cargas de infantería y caballería y los demas medios empleados por las tropas de la Reina y de la otra parte la tenacidad de los carlistas, que parecia que en aquel choque debía quedar reducido á polvo uno de los dos ejércitos beligeran

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tes. Triunfó por fin el primero y los rebeldes castigados por las descargas de la infantería y algunos disparos que hizo con todo acierto la batería de montaña, lanceados y acuchillados despues por la caballería, huyeron con precipitacion dejando bastantes cadáveres en el campo y muy cerca de mil prisioneros (entre ellos tres gefes y ciento cinco oficiales) en poder de los leales. El escuadron de lanceros de la guardia, y uno del quinto de ligeros fueron los que rindieron el mayor número de aquellos, sin embargo de que pocos momentos habian sido rechazados dos veces por los rebeldes atrincherados en unos parapetos propios del terreno. La compañía de tiradores del tercero ligero de caballería y dos mitades del mismo cuerpo cargaron tambien con indecible valor é hicieron algunos prisioneros, y por último el escuadron de francos de Soria rivalizó con estas fuerzas en valor y arrojo, marchando siempre à vanguardia y tomando una parte muy activa en las glorias de este dia. No fueron pocas en verdad las que descendieron sobre las tropas constitucionales, las cuales trastornaron del todo los planes de los rebeldes y burlaron las esperanzas que sobre las ventajas de aquella espedicion habian concebido. Háselas culpado, sin embargo, de no haber sacado todo el fruto de aquel brillante encuentro acosando y persiguiendo vivamente á los rebeldes, lo cual si hubieran hecho, en sentir de algunos, la faccion habria sido tan completamente batida que ni uno solo de los individuos que contaba hubiera podido pasar el Ebro. Sin atrevernos nosotros á presagiar cuáles habrian sido los efectos de la persecucion que se habria apetecido, diremos que la falta de aquella nunca puede servir de cargo á las tropas leales y al general que las mandaba, si se atiende á que no componian una division, cuyo único punto de mira fuese la persecucion de Palacios, sino que estaban destinadas á la escolta de la real comitiva y no podian prescindir del cumplimiento de este deber, sin faltar á las instrucciones que tenian recibidas, y sin dar lugar á comprometer la seguridad de aquella habiendo otras fuerzas enemigas á no muy larga distancia.

La Reina Gobernadora recompensó como era justo el servicio que acababa de prestar el general Concha, al cual se debió que despejado ya el frente y libre de enemigos el territorio pudiese la espedicion cortesana continuar su marcha sin novedad alguna hasta llegar al término de su viage. Pero no anticipemos sucesos de que luego nos hemos de ocupar.

Los restos de las fuerzas carlistas que mandaba Palacios, vinieron á concurrir y rehacerse en Makazobel, pasando por Bello, Caltoger, Casilla, Ciruela y Valderrodilla, de cuyos puntos se llevaron rebaños enteros de ganado lanar, dinero y otros efectos: pues cuantos se presentaban á su vista, otros tantos eran declarados presa de guerra por aquellos carlistas, que batidos, y desesperados volvian las armas contra las indefensas poblaciones, no

pudiendo ya medirlas con las triunfantes de los constitucionales. El grueso de aquellas á las órdenes inmediatas de Palacios cruzó el 46 el Duero por el puente de Andaluz, pernoctando en Rioseco de Soria y llegando á Ontorria del Pinar, donde se reunió con Balmaseda, á quien hizo entrega del mando como gefe de superior graduacion. Reunidas ambas fuerzas trataron de atravesar el Ebro para buscar guarida en las provincias del Norte, y al efecto marcharon en direccion del pueblo de Barbadillo. Guarnecíale el provincial de Toro, á quien los carlistas tuvieron la necia resolucion de atacar; pero aquel brillante regimiento que tantos laureles habia recogido en toda esta guerra, los rechazó con pérdida de diez muertos y algunos heridos.

Siguiendo en sus correrías y talando euanto encontraban al paso llegaron los rebeldes de Balmaseda á las inmediaciones del pueblo de Estramiana (de la Rioja) donde los salió al encuentro la columna de Rivero, cargándoles con uno de los escuadrones de la guardia cuyo comandante, el coronel Estrandi, pereció víctima de su desmedido arrojo. Frustráronse por entonces sus intentos, pero no pasó mucho tiempo sin que los realizaran, logrando burlar la vigilancia de las tropas leales y atravesar el Ebro por Santa Gadea en la noche del 19.

Llegado que hubo á provincias la fuerza carlista se dividió en dos columnas, una al mando de Balmaseda y otra al de Palacios. La primera fué á situarse al pueblo de Lezaun (Navarra) y la segunda á Abarzuza. La mayor facilidad para encontrar raciones y alojamientos habian dictado esta momentánea division, despues de la cual debian reunirse otra vez ambas columnas y formar como antes una sola division, pero habiéndose interpuesto las tropas constitucionales, se lo impidieron. Balmaseda fué sorprendido la noche del 24 en el pueblo de Munarriz y Palacios en Lizarraga donde recibió órden de aquel para volver á las Amezcuas, que era el punto de la reunion; pero cuando se disponía á cumplirla, la fuerza que le seguia, que con la vida de merodeo y brigandaje se hallaba enteramente demoralizada, se insurreccionó contra su gefe, diciendole que se marchaban á Francia y le dejó solo con el batallon de guias. Reducido Palacios á tan poca fuerza, sumamente escasa para ser entretenida en otra atencion que en la de huir por el camino mas corto, puso en libertad á los prisioneros que llevaba, que eran 64 individuos de tropa, 4 oficiales, el juez de primera instancia de Salas de los Infantes y un eclesiástico; y él se dirigió á esperar á Balmaseda en el punto que le habia indicado, mas en vano; porque este cabecilla tropezó con la columna de Concha al llegar al puente de Miranda de Angulo al anochecer del 25, y sufrió tan completa derrota que se vió precisado á internarse en Francia con 400 de aquellos caribes, que dignos discípulos y hasta émulos de las proezas de su general, dejaban

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