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ral en gefe de los carlistas entró en medio de aclamaciones y seguido de sus divisiones, las cuales despues de haber formado en la plaza marcharon á suз respectivos alojamientos.

Rodean á la villa de Berga catorce torres y una serie dilatada de parapetos; pero de aquellas, solas tres eran las que ofrecian seguridad de resistencia. Un antiguo castillo amurallado por la misma peña viva en que está situado, cuya elevacion es tal que por algunas partes llega á cincuenta palmos, está sentado sobre una colina muy escarpada; y ademas de un pequeño foso tenia tres líneas de muralla, de modo que bastaban 150 hombres para la defensa y máxime teniendo buena artillería como alli sucedia, pues venian á reunirse veinte y cinco piezas de varios calibres, entre ellas dos de hierro de Ripoll y un obus. Otro fuerte de construccion mas moderna se eleva al oriente de dicho castillo: su objeto es el de limpiar las avenidas pero su obra era tan poco sólida que á impulso del viento habia ya caido un trozo de muralla de mas de cuatro varas. Este fuerte situado en la falda de la sierra llamada de la Petita estaba tambien artillado: en la cumbre de esta misma sierra habia otro castillo grande construido con cierta magnificencia que dominaba todas las obras de defensa, escepto las de la vírgen del Queralt que venia á estar al O de dicho castillo. Grande era la importancia que al de la Petita daban los carlistas por lo perfecto y bien concluido de sus fortificaciones y grande estension, pues cabian en él unos 2,000 bombres de infantería y 200 caballos. Berga estaba completamente artillado y era fama que la última pieza que se habia construido pesaba setenta y cuatro quintales. El fuerte denominado de las Forcas estaba situado sobre el camino de Barcelona á la parte del mediodia y sobre una peña fortificada que cubre la villa por aquella parte; á semejanza de este habia algunas otras fortificaciones situadas en distintas eminencias, de muy poca importancia, pero inspiraban gran confianza á los carlistas, quienes en caso de apuro pensaban incendiar la villa y retirarse á estos fortines.

El local destinado para la maestranza era uno de los claustros del convento de San Francisco donde trabajaban algunos vizcainos y varios mozos del pais, los cuales no solo se empleaban en la recomposicion de fusiles sino que tambien concluian algunos nuevos; la pólvora se elaboraba en la casa inmediata al castillo; la fábrica de balerío y proyectiles para cañon estaba situada à corta distancia de la villa en la misma carretera de Barcelona.

Guarnecian á Berga un batallon llamado del Pep del Oli, otro de Grisset, una compañía de zapadores, otra de artilleros y la titulada del general, un batallon de voluntarios realistas de 600 plazas, otro situado en Avia con menos fuerza y finalmente varios mozos de la escuadra. Los 23

TOMO III.

moradores de la villa aunque carlistas acérrimos estaban cansadísimos con los del Pep del Oli porque todos ellos eran muy ladrones y á la luz del mismo dia robaban indistintamente á paisanos, militares, eclesiásticos y cuantas personas se les presentaban. En general contaban muy próximo el término de la guerra aun antes de que se rindiese Morella, sin embargo de que algunos ilusos creian que este destrozaría al ejército de ESPARTERO; mas despues de aquel acontecimiento fué tanto lo que desmayaron que la desanimacion y el terror se leian en los semblantes y se desechaban con enfado las paparruchas que les contaban sobre la próxima llegada de su rey Carlos V al frente de 6, 000 franceses.

Tal era el estado de la villa de Berga á la llegada de Cabrera. Este despues de haber tomado el mando de las facciones, empezó á tomar algunas determinaciones para dar nuevo giro á la guerra, las cuales no agradaron mucho á los carlistas, sobre todo la destitucion de la mayor parte de los empleados y el nombramiento de otros de toda su confianza. El general gefe principal de las fuerzas carlistas D. José Segarra habia ya abierto tratos secretos con los constitucionales para proporcionar el desenlace de aquella sangrienta guerra, los cuales no habia podido llevar a cabo, sin embargo de hallarse acordados, porque temia el furibundo carácter de la junta de Berga, y porque se habian presentado dificultades que él no habia podido superar. Ahora que no solo se veia pospuesto y sujeto á Cabrera, sino que temia sus iras por la enemistad que hacia algun tiempo les desunia y principalmente desde la muerte del conde de España, de que se le acusaba á Segarra, habia de acelerar su proyecto sin dar lugar à que fuese descubierto por el temible tortosino. Con este objeto, pues, salió de Berga al dia siguiente de la entrada de Cabrera acompañado de solos dos ordenanzas y tomó la direccion de San Bartolomé del Grau: el general Carbó debia reunirse con él en una casa distante media hora de dicho pueblo y determinar el dia de la presentacion, con todas las fuerzas catalanas de que pudiera disponer: pero como los ordenanzas llegasen á desconfiar de las intenciones de su general al ver que cada vez se acercaba mas al enemigo, le exigieron esplicaciones, à las cuales contestó Segarra picando espuelas al caballo Y saliendo á todo escape á reunirse á los constitucionales; sus ordenanzas volvieron al campo á dar á Cabrera parte de lo sucedido jactándose de haberle herido y disculpando el no haberle muerto con la ventaja que á sus caballos llevaba el del gefe carlista. Llegado Segarra al pueblo de San Bartolomé hubo de esconderse para evitar la persecucion de la gente que habia destacado Cabrera en su busca, pero el gefe constitucional antes mencionado luego que se enteró de esta circunstancia hizo adelantaren guerrilla sus cazadores y estos libertaron á Segarra y le condujeron á Vich,

desde cuyo punto dirigió á los carlistas armados la siguiente proclama: «Compatriotas armados aun contra la causa de S. M. la Reina. Largo tiempo he permanecido á vuestra cabeza. Mis conatos se han dirigido siempre al bien de la patria y en particular al de esta provincia. Mientras crei que esto podia conseguirse defendiendo la causa del ex-infante D. Cárlos, lo he hecho con decision, y me habeis visto à vuestro frente arrostrando todo género de peligros. He dulcificado los males de una guerra civil que algunos de mis antecesores habian llevado á un estremo vergonzoso y horrible. Las contiendas civiles entre hermanos deben tener un término razonable. Este no puede ser otro que una mútua reconciliacion, mucho mas cuando uno de los partidos se ha sobrepuesto sin dejar á su antagonista mas esperanza que la de derramar inútilmente sangre compatricia, y esparcir el llanto y la desolacion. Aquel bien lo apetecen y claman por él todos los pueblos y hombres honrados de Cataluña en el fondo de sus corazones. El mio no podia ser indiferente à un deseo tan general como necesario ya en el órden y marcha actual de las cosas, y desde luego me decidí á procurar á toda costa aquel beneficio á mi pais. >>

<< Sometidas las provincias Vascongadas y Navarra, vencidas las fuerzas de Aragon, y próximas à entrar en este principado las numerosas é irresistibles del Excmo. señor DUQUE DE LA VICTORIA, el problema está resuelto, mucho mas cuando el príncipe á quien habíamos aclamado ha tenido que buscar asilo en una nacion aliada de S. M. la Reina, donde se halla en estado de arresto, é imposibilitado de tomar parte en la lucha que sosteneis á su nombre. No tiene ya esperanzas. El objeto de una guerra es por tanto mantener ya una causa y unos principios que son insostenibles. Se dirige á satisfacer venganzas y miras particulares, y á eternizar si dable fuera los males del desgraciado pueblo, á los que no me era decoroso contribuir, cuando debia combatirlos. »>

«Estas reflexiones y el bien de mi pais que nunca he perdido de vista, me han impulsado á abreviar sus padecimientos haciendo cesar el derrainamiento de sangre que corre ya sin fruto. Al efecto tomé mis disposiciones, y dentro de breves dias os hubiera dado el dichoso que tanto anhelamos, reuniéndonos unos y otros en el regazo de nuestra madre comun la Reina doña Isabel II, llena de amor y de solicitud hácia sus pueblos, para ocuparnos en cicatrizar las heridas públicas, si mis pasos no se hubiesen malogrado por una traicion que no podia esperar de personas que juzgaba muy predispuestas al bien general. Vuestros sufrimientos van á prolongarse inde ́finidamente si no mirais por vosotros, si no escuchais la voz de un gefe á quien habeis estimado siempre. La causa que sosteneis está perdida sin remedio. Desoid las sugestiones sangrientas de esa turba de hombres perdi

dos, que despues de asolar el pais que los vió nacer, han entrado ahora en nuestro suelo á concluir de arruinarlo, á sacrificar mas vidas y á cubrir la Cataluña de desastres, para saciar odios y venganzas, y poner en salvo lo que acaben de esquilmar à vuestros bienes. »

«Está es la verdad. Preservaos de estos males que tan de cerca os amenazan, no creais la venida de estrangeros en vuestro apoyo. Deponed las armas. Contribuid à la pacificacion general uniéndoos al único centro de ventura y de felicidad de los españoles, el trono de Isabel II y la Constitucion del Estado. Presentaos á las autoridades militares de S. M., os esperan con los brazos abiertos, y sereis recibidos por ellas, por las tropas, y por los pueblos con la cordialidad y buena acogida que me han dispensado á mí, y de que está recibiendo contínuos testimonios de esta ciudad de Vich vuestro paisano y compatriota-José Segarra.-Vich 13 de junio de 4840. »

En el mismo dia y para neutralizar sin duda los efectos que pudiera haber producido la proclama de Segarra, dirigia Cabrera á sus tropas la que sigue:

<«<Voluntarios: vuestro general en gefe os dirige la palabra no para hacer ostentacion de sus principios, pues los deja ya marcados en los campos de batalla. Vuestro general os habla no para aumentar vuestro valor, porque en los pechos de los valientes jamás halla cabida el desmayo. Os dirijo, sí, mi voz para que quedeis enterados de la verdadera urgencia que me ha impulsado á pasar el Ebro con una parte de mis fuerzas que se hallaban reunidas en Aragon y Valencia; comunicaciones oficiales interceptadas al enemigo llegaron á convencerme de que en este principado corria eminente riesgo la causa de la religion y del monarca legítimo. Manejos de la revolucion ocultos á la par que combinados, iban à enarbolar entre vosotros el negro y asqueroso pendon de la perfidia. Se movian todos los resortes para burlar vuestro valor; y los vencedores en el campo de batalla iban á quedar vencidos no por la fuerza de las armas, sino por el refuerzo vil de la intriga. Gracias al Señor está descubierta ya la trama; queda ya burlada completamente la traicion soez del masonismo; y adoptando las medidas que he creido oportuna acabo de arrancar la máscara al hipócrita Segarra. Sí: este ingrato general con el honor en la boca y la infamia en el corazon, no ha podido ocultarla por mas tiempo: lo hallareis ya en Vich fraternizando con los enemigos de Carlos V. Este es un triunfo para las armas del rey, pues la causa de la lealtad acaba de arrojar de su seno á un general fementido. No dejaré la obra incompleta; y al traidor que pretenda abrigarse entre vosotros, no le queda otro recurso que la fuga, si primero no le alcanza la severidad de las leyes. Acabo de ejecutar la que os prometo en las per

sonas de D. Luis Castañola, primer comandante del 18, fusilado ayer en. esta plaza. Por comision particular del Rey Nuestro Señor (Q. D. G.) he debido pasar tambien á Cataluña por vengar el asesinato del señor conde de España. Obraré con imparcialidad; pesaré el asunto en la balanza de la justicia; examinaré los datos, y descargando únicamente el golpe sobre el perpetrador del crímen, haré ver á la Europa entera que el estravío de algun simple particular en nada puede mancillar la causa de Carlos V. Catalanes: la rectitud de mis intenciones os es bastante conocida; sabré recompensar el mérito; pero inexorable me tendreis con el delito. Voluntarios: sé que me amais, y que os hallais persuadidos de que vuestro general os ama; mucho me prometo tambien de vuestro valor y constancia: no se me oculta que la cabala de la revolucion es la que en diferentes periodos ha puesto en estado de inercia la robustez de vuestros brazos; pero sé tambien que deseais batir al enemigo, y que vuestro elemento natural es el lugar del combate: yo me pondré à vuestro frente; yo mismo en persona os conduciré al campo del honor y con el auxilio de Dios á la victoria, conservando la union y el amor fraternal que veo reinar entre vosotros, me cabe el dulce placer de no descubrir en todo el ejército de mi maudo mas que soldados de Carlos V: asi es como á no tardar triunfaremos completamente de la revolucion impía; y cuando esta se cree haber llegado al apogeo del poder, verá deshacer sus ordas y burlados tambien sus planes de cohecho, de ambicion y de intriga.-El Conde de Morella. »

Quiso Cabrera que los hechos acompañaran á las palabras y aunque mal parado no podia participar de las esperanzas que pretendia infundir en el ánimo de los suyos, trató de moralizar un poco aquella gente para que en todo caso fuese un tanto mas honorífica su derrota. La primer medida que él creyó indispensable á conseguir este fin y dar cabal cumplimiento á su palabra fué la averiguacion é inmediato castigo de los autores de la muerte del conde de España. Tanta fué la actividad que se propuso y adoptó en este asunto que no contento con el fusilamiento del comandante Casasola, del que ya hablaba en su alocucion anterior, prendió á cuatro individuos de la junta facciosa de Berga y los hizo conducir al Santuario de Queralt, de donde indudablemente no hubieran salido sino para sufrir la muerte, si el rumbo (fatal para el general) que habia tomado la guerra no le hubiese precisado á pensar en medidas de salvacion antes que ocuparse en castigar delitos pasados. Con efecto, encargado à una comision militar ó consejo de guerra el conocimiento de la causa que se abrió en averiguacion de los autores y cómplices del asesinato del antiguo general carlista del principado, se ocupó Cabrera de la adopcion de algunas medidas puramente militares, entre las cuales fué la mas notable la de hacer conducir 10 piezas

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