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de artillería al santuario de Hort y establecer los molinos en el mismo sitio, con lo cual indicaba suficientemente que no tenia la mayor confianza en la fortificacion y estado de defensa de la plaza de Berga.

Entretanto el DUQUE DE LA VICTORIA dictaba tambien desde su cuartel general las medidas que consideraba necesarias para su ocupacion, de cuyos detalles nos haremos cargo en el capítulo inmediato, pero no concluiremos este sin decir (para acabar de bosquejar con toda exactitud la situacion de los carlistas al emprender contra ellos las operaciones el grande ejército) que la mayor parte de las personas de compromisos, procedentes del Aragon que residenciaban en Berga, apenas tuvieron noticia del movimiento de las tropas leales, empezaron á desfilar en direccion à la frontera; unos á pretesto de exigirlo asi su salud y otros pretestando cualquier comision en el vecino reino estrangero. Cabrera que no podia hacerse ilusiones sobre su estado llegó á conocer que no debia quedarse en aquel suelo sino la gente útil de guerra y deseando salvar á sus hermanas las hizo disfrazar y conducir á Perpiñan, en cuyo punto fueron conocidas y detenidas por la policía francesa y conducidas á Burg, en Borgoña.

Desembarazado de obstáculos el caudillo tortosino salió de Berga al frente de unos 8,000 hombres en direccion de Puigcerdá y se situó á cuatro leguas de este punto, decidido á oponer una fuerte resistencia, despues de haber enviado los batallones de voluntarios realistas de Gandesa, Cervera, Mora, y Batea, dos escuadras de miñones y algunas partidas de montaña á recoger dispersos al otro lado del Ebro y llamar la atencion de las tropas leales. Mas viendo que estas fuerzas que no hacian otra cosa que sacri-` ficar despiadadamente á los pueblos cometiendo todo género de atrocidades y violencias, se iban desordenando y presentando á las autoridades legitimas, determinó Cabrera reconcentrarlas y se replegó á Berga al frente de nueve batallones. Alli se dirigia tambien el ilustre caudillo de los constitucionales ganoso de hacer pesar su espada sobre la cabeza del genio destructor que tantas lágrimas habia hecho verter en el pais que fué víctima de su aciaga dominacion.

CAPITULO X.

Toma de Berga.-Movimiento del ejército constitucional.-Entrada de Cabrera en Francia.Terminacion de la guerra.- Reflexiones generales sobre este importante acontecimiento.

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PRESTADO todo el tren necesario para la nueva conquista que iban á emprender las tropas leales partió al frente de ellas el DUQUE DE LA VICTORIA en la madrugada del 4 de julio desde Caserras, en donde habia tenido situado el cuartel general despues de su salida de Manresa. Apenas llegó á la vista de los numerosos. baluartes en que se parapetaban los carlistas resueltos á hacer el último esfuerzo para la resistencia, animados por su general Cabrera, que no escaseaba las ofertas, las exortaciones, las súplicas y las amenazas; llamó el DUQUE á su lado al conde de Belascoain, cuya bizarría y denuedo tenia en gran estima, y le encargó del principal y mas dificil ataque con la primera division de su mando, ordenando al propio tiempo que en reserva de ella marchase la brigada de la Guardia Real provincial. Sin reparar en la posicion del enemigo, ni en

los obstáculos que ofrecia el camino se dispuso el intrepido general Leon á ejecutar con la fuerza de su mando el movimiento que se le habia prevenido, mas apenas hubo llegado al alcance de los fuegos de los carlistas cuando rompieron estos uno tan vivo desde la altura de la sierra de Nuet, que causó alguna desgracia á los leales. El cuartel general de esta division habia llegado á la masía llamada de la Creu de la Peña, en donde formó la primera brigada situándose á su derecha é izquierda y teniendo á retaguardia los húsares, observando los movimientos de dos escuadrones enemigos que ocupaban la izquierda del camino. Déjase conocer cuan crítico y apurado seria el estado del cuartel general en esta posicion que le presentaba en primer término á las hostilidades del enemigo. Pero no arredrando estas al bravo general que dirigia la arriesgada maniobra, hizo que sus tropas contestasen con un fuego doblemente vivo, protegiendo asi el establecimiento de una batería de á lomo en la falda de la montaña. En vano trataron los carlistas de impedirlo con sus repetidas descargas, pues constituida, rompió un fuego certero sobre ellos y dió lugar á que las octavas de la Reina avanzasen con celeridad y entusiasmo hacia la primera linea de parapetos. A vista de tanta decision y bravura el enemigo los abandonó y se replegó á la segunda, pero alli fué tambien atacado por los soldados constitucionales; trabándose una refriega que aunque de poca du

racion fué formidable y sangrienta.

Los batallones de la Reina marchaban impávidos sobre los parapetos enemigos; el bizarro general que tenian á su frente los animaba á avanzar dando el primero el ejemplo, mientras que el terrible Cabrera observando tanta heroicidad en su adversario y no queriendo ser menos, rugia como una fiera y se dirigia á todas partes impulsando á su gente y precisándola á sostener un fuego vivo que diezmaba las filas de los contrarios. Con tanto denuedo se sostenia el combate por una y otra parte cuando creyendo el intrépido Leon que duraba demasiado se puso al frente de su cuartel general, la escolta y varios ginetes de la de ESPARTERO y acometiendo con impetu nunca visto atropelló con los caballos los parapetos enemigos y decidió la accion acuchillando á estos y obligándoles á abandonar los tres reductos de Nuet, en medio del asombro que les habia causado el arrojo nunca bien ponderado del bravo gefe de la primera division de los constitucionales. Estos por su parte tuvieron pérdidas de consideracion; pues la mayor parte de los que rodeaban á Leon fueron muertos y heridos: el caballo de este bizarrísimo general recibió cuatro balazos, no siendo el primero que habia montado en la accion y que hubo de abandonar por igual motivo. La desesperacion que producia en Cabrera la triste rota que sufria, la conviccion de ser ya cierta su ruina y el destrozo total de la

causa que habia sostenido, le pusieron fuera de sí y obligaron á arrojarse como un tigre en los puntos donde mas encarnizado, veia el combate buscando una presa en quien saciar su rabia, ó una bala enemiga que terminase su existencia y con ella el furor que le dominaba. Olvidando sus males, adquiriendo á pesar de ellos un vigor estraordinario agitado por un movimiento febril, trabajó con actividad estraordinaria, contribuyendo asi con su esfuerzo y con tenacidad tan decidida, á hacer mas remarcable el trionfo de los constitucionales y mas esplendorosa la gloria de que se cubrieron sus armas en este dia.

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Ejecutado con tanta heroicidad del conde de Belascoain el movimiento ordenado por el DUQUE DE LA VICTORIA, fueron ocupando sucesivamente sus tropas, ademas de los tres referidos reductos de Nuet, todos los demas que defendian a Berga, y por último tambien esta villa que el despechado CaTOMO III.

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brera mandó abandonar a su gente. No obedecieron esta disposicion dos compañías carlistas, que llevadas de su ardor continuaron haciendo fuego a los constitucionales desde uno de los prados estramuros de la villa; entonces el bizarrísimo Leon mal enojado de tanta audacia salió al escape seguido de algunos ginetes, bajo la proteccion de los tiradores y dió tan tremenda carga á las dos compañías, que cuando estas quisieron huir se encontraron cortadas y prisioneras. Dueños de esta suerte los constituciona les de la poblacion, baluartes y castillo de Berga, hallaron en todos estos puntos considerables cantidades de municiones, fusiles, pólvora, la maestranza, parques, fundicion y diez y seis piezas de varios calibres que Cabrera no habia tenido tiempo para retirar ni inutilizar, como anteriormente lo habia hecho con otras varias. Al abandonar Cabrera aquellas fortificaciones, último baluarte en que se habia refugiado su esperanza y el esfuerzo de la gente carlista, le siguieron varios habitantes de la villa de Berga, a impulsos de sus simpatias los unos, y los otros por miedo al ejército vencedor, de quien tanto temian, sojuzgados sin duda en esto por el grito de su conciencia que les advertia muy próximas las tornas fatales de los desastres que habian causado con su cooperación directa y eficaz ó con su criminal consentimiento. Humana y amiga ésta vez tambien la voz del DUQUE DE LA VICTORIA, convidó de nuevo con la paz y el respeto de las personas a las turbas fugitivas dando un bando en el que escitaba á los emigrados à volver a Berga y amenazaba á los que asi no lo hicieren en el término de tres dias, con la pena de confiscacion de sus bienes á favor de la nacion, en justo castigo de la rebeldía en que se pronunciaban contra el trono legitimo de la segunda Isabel y de la causa nacional. Muy pocos sin embargo obedecieron esta escitacion, prefiriendo el sinsabor de la espatriacion y de la pérdida de sus fortunas, al sufrimiento de los horrores que suponian iban á sufrir en poder de los constitucionales. Estos, sin embargo, no podian mostrarse mas generosos para con sus tenaces adversarios, los cuales tuvieron la prueba á la vista en la persona de los curas de la villa, quienes a pesar de hallarse bien mareados y comprometidos por sus opiniones carlistas, no sintieron el mas leve daño.

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No bien escarmentados los carlistas con la batalla anterior en que ademas de muchos muertos y heridos habian perdido dos de sus mejores compañias, continuaron haciendo fuego con las de preferencia y sostuvieron la retirada con tal calor que al sentir de algunos parecia que trataban de reconquistar el baluarte perdido. En vano las cornetas dieron algunas veces el toque de retirada que enfogados aquellos cazadores no escucharon señal alguna hasta que el mismo Cabrera se puso al frente de ellos y dirigiéndose á los de Tortosa les dijo. Ea muchachos, retirarse. Con lo cual consiguió que

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