Imágenes de páginas
PDF
EPUB

lo verificasen al anochecer. El astro enemigo de la humanidad que le habia protegido durante algun tiempo se ocultaba ahora para siempre y el abandonado conde de Morella marchaba en retirada, seguido de los batallones segundo y tercero de Tortosa, tres de Mora, cinco de Aragon, y algunas fuerzas catalanas del mando del canónigo Tristani, entre las cuales se contaba el batallon de Pep del Oli. Los defensores del santuario de Hort bien fortificado con seis piezas de artillería debian sostenerse siquiera para entretener un poco à las tropas constitueionales que picaban vivamente la retaguardia de los que se retiraban; mas no bien divisaron la temible. lanza del general Leon abandonaron el fuerte que este general ocupó sin oponerse. Los tercios que seguian á Cabrera iban enteramente derrotados y en la desmoralizacion que era consiguiente à su fatal estado. Las deserciones que de algun tiempo á aquella parte habian sido frecuentes se multiplicaban ahora estraordinariamente y los gefes se veian en la necesidad de tolerarlas conociendo que habia llegado la hora de la completa disolucion del ejército carlista. Los restos de este pasaron aquella noche en unos pueblos pequeños del Pirineo, distantes de Berga unas cuatro ó cinco leguas.

No es dificil de adivinar el único partido que restaba á Cabrera, y éste que no lo desconocia, que se veia abandonado de la salud, de la suerte, y de las simpatías, ó cuando menos, aquiescencia y docilidad de los pueblos, habia determinado seguirle abandonando ahora el suelo catalan como antes por idénticas razones habia tambien abandonado los de Aragon y de Valencia. Con todo como esta resolucion habia de serle costosa, porque no se desprende el hombre con tanta facilidad del poder, del prestigio y de la fama, y como por otra parte la posicion que él ocupaba ofrecia una segura evasion en caso de apuro, determinó esperar noticias de las divisiones de Polo y Llangostera, de cuyos gefes nada habia sabido desde su salida de Oliana. Poco tardaron en llegar á sitio muy inmediato al en que se encontraba su general en gefe; pues habiendo sabido en Tiurana que el cabecilla Bosque, imitando el ejemplo de Segarra, se habia pasado a los de la Reina con dos compañías de tiradores y obedeciendo las órdenes que con toda anticipacion habian recibido de su general en gefe, para un caso apurado, abandonaron aquel pueblo siguiendo la marcha por las montañas que estan á la derecha de la Seo de Urgel, para evitar encuentros que pudiesen comprometerlos, hasta llegar á la frontera de Francia.

[ocr errors]

Asi que Cabrera supó la gran proximidad de la division aragonesa y su 'residencia en punto donde nada debia temer del enemigo se dirigió á él á conferenciar con los gefes de aquella fuerza. Conseguido su objeto y deter minada la resolucion definitiva que habian de adoptar, regresó al pueblo que antes ocupaba, de donde volvió á salir á la mañana siguiente, con los

batallones de Tortosa y Mora y llegado que hubo á la raya de Francia mandó hacer alto y que los soldados descansasen con las armas en pabellon. A este tiempo se vieron coronadas de gente armada las alturas que dominan el punto en que se hallaban los carlistas, y como estos no sabian que clase de gente podia ser aquella, difundióse rápidamente la alarma entre sus filas. Estaba bien reciente la leccion que acababan de darlos las fuerzas del ejército leal y bastaba, como suele suceder en tales casos, la circunstancia mas insignificante para introducir el desaliento y el desorden. Cabrera mandó inmediatamente en clase de esploradores á las compañías del 2.° y 3.o de Tortosa, las cuales no tardaron en regresar trayendo la noticia de que las fuerzas que se divisaban no eran enemigas sino los restos de los batallones catalanes que á ejemplo de sus compañeros trataban de refugiarse en la nacion vecina. Esto bastó para que volviese la calma á aquellos pechos consternados. Pero lejos de ser un motivo de alegria la llegada de los nuevos huéspedes lo era de tristeza y aun desesperacion para los individuos del fraccionado ejército, que en algo estimaban su propio decoro y el de la bandera que habian sostenido. Pocos eran de aquellos catalanes recien llegados los que se conservaban en un mediano estado de organizacion y disciplina: la mayor parte formaban pelotones diversos, sin enlace, sin inteligencia, sin órden alguno entre si; sugetos a los mismos de entre ellos que mas se habían distinguido por sus hazañas criminales en los puntos que habian recorrido, y compuestos finalmente de partes tan heterogéneas, como soldados procedentes de antiguos batallones, otros de partidas, y muchos paisanos que venian á constituir un todo informe. Los que levados de su genio discolo, de su poco amor al trabajo, de su adhesion al robo y al pillage, habian abrazado la bandera carlista; los que manchados con delitos anteriores la habian seguido por sustraerse á la accion de los tribunales mal avenidos con todo lo que tuviese tendencia al órden, á la regularidad que suele observarse aun en el mecanismo de los mismos asesinos; todos estos componian aquella turba de foragidos, que en una bien prolongada serie de crímenes á cual mas escandalosos, dejaba marcada en los pueblos de aquella comarca la memoria de las proezas de los carlistas y se despedian de ella de una manera muy digna de los que cifraran toda su gloria en empapar la tierra con la sangre de sus hermanos.

No podia Cabrera, á pesar de todos sus esfuerzos contener los desórdenes que llegaron al estremo de asesinar á uno de los comandantes de bataHon por suponerle traidor; los demas gefes menos pudieron aun, pues la soldadesca se prevalia de lo montañoso del terreno, de la confusion que reinaba en aquellos instantes y de la falta de oficiales subalternos que mezclados entre sus filas hubieran tal vez podido contenerlos. Por fin, aunque

con alguna dificultad y valiéndose del auxilio de los batallones de Tortosa y Mora que se conservaban disciplinados y obedientes á su general en gefe consiguió este que cesase en parte la alarma y la confusion, y que se con-tinuase la marcha lfasta la estrema frontera, como se verificó, campando en la misma falda de los cerros de Puigcerdà. Triste, aterrador era el cuadro que ofrecia el ejército de Cabrera. Quebrados los lazos de la union y la disciplina, é introducida la desmoralizacion mas compléta en las masas; buscá– banse unos á otros para robarse mútuamente lo que tenian y venderlo a fin de remediar las mas urgentes necesidades. El aspecto siniestro de aquellos rostros cadavéricos la mayor parte, à causa del hambre y el de las ropas desgarradas, los trages diversos ya de soldados, paisanos, frailes, mugeres, daba á aquel cuadro un realce doblemente horrible. Los que menos criminales no se entregaban à tales escesos permanecian cavizbajos, llorando unos la suerte que les esperaba, desprovistos de todo auxilio en pais estrangero, los otros deploraban la suerte de sus armas y se desesperaban al ver deshechas las ilusiones tras cuya realidad habian corrido tanto tiempo. Dos aragoneses armaron los fusiles de bayoneta y sin disputa ni disension alguna se atravesaron los pechos de comun consentimiento. Todo era alli desórden; todo crímenes y horrores en este dia que era el 5 de julio.

Cabrera que contemplaba atento aquella multitud, conocia que era llegado el caso de poner fin à tanto conflicto y despues de haber conferenciado con el gêneral francés Castellane, reunió por la tarde á todos los gefes y oficiales que se conservaban obedientes é introduciéndose en el círculo que formaron sobre el mismo campo, les habló del modo siguiente:

«Compañeros si bien he servido para hacer la guerra en un principio con quince hombres armados por mitad de palos y escopetas, no creo ya posible el continuarla atendiendo á que los pueblos ya no prestan su apoyo como lo hacian antes, y asi creo es mi deber el salvaros en el reino vecino, pues el rey no me ha autorizado á transigir con el enemigo: asi es que capitularé con el general francés Mr. de Castellane para que no os falten los socorros que concede el derecho de gente á los emigrados. Os doy las gracias en nombre del rey, y en el mio muy particularmente por la fidelidad y buen comportamiento que habeis guardado durante la guerra; mas si alguno quiere continuar haciéndola le autorizo para que se reuna á los que quieran seguirla. Por último, si alguno me cree traidor, ó tiene algun resentimiento conmigo, aqui estoy los que sean pueden vengarse en mi

persona. >>>

Esta manifestacion de Cabrera fué acogida con estraordinarios aplausos y vivas repetidos. Lejos de pronunciar una sola queja contra él, se hallaban tan persuadidos de que habia hecho todo lo posible por prolongar la

guerra y llevarla á un éxito venturoso y acabábales de convencer tanto las últimas palabras con que el gefe de los carlistas ofrecia satisfacer los resentimientos que cualquiera pudiera tener contra él, que muchos de aquellos derramaban lágrimas abundantes. Aquella noche la pasaron las facciones en sus respectivos cantones, entretanto que su general concluia las capitulaciones que habia entablado con las autoridades francesas.

Al rayar el alba del dia siguiente descendian del Pirineo mohinos y cavizbajos los soldados del fragmentado ejército carlista al pueblo del Palau, donde depusieron las armas y caballos. Acompañólos hasta la misma frontera, el cabecilla Tristani, que obstinado aun en su rebeldía ó creyendo tal vez que las circunstancias en que se encontraba su patria eran todavia á propósito para probar fortuna en la vida guerrillera, retrocedió aquende los Pirineos, rodeado de algunos dispersos que se ofrecieron à seguirle. Los aragoneses que mandaba Polo siguieron la suerte de sus compañeros, pero fué tal su osadía que habiendo sido hostilizados por los constitucionales en el pueblo de Termoros se defendieron haciendo fuego dentro del territorio francés hasta que las autoridades y tropas de este reino se las arrancaron de las manos. Aun esta prudente medida trataban de rechazarla muchos de aquellos desalmados hombres, que ignorando el derecho de las gentes reputaban por agresion la conducta de los estrangeros é inutilizaban sus armas antes de entregarlas, si es que mas desatentados no las volvian, como tambien sucedió contra los pechos de sus gefes, de sus compañeros, y aun de sus mismos amigos. Las autoridades francesas se hicieron cargo de cuatro obuses, dos morteros de montaña y 400 caballos.

Los generales carlistas que siguieron la suerte de Cabrera y se internaron en Francia fueron (ademas de Polo de quien ya hemos hablado) don Domingo Forcadell, comandante de la division de Valencia; D. Luis Llangostera y Casadevall de la de Aragon; Morales, tambien lo era de las de Valencia; Burjo comandante de las fuerzas catalanas Arnau; gefe de Estado Mayer y otros varios gefes y comandantes de batallon..

El Duque de la VICTORIA despues de haber ocupado la última fortifi→ cacion en que el carlismo habia provocado el singular arrojo de las fuerzas leales, dirigió á sus soldados la siguiente alocucion:

<«<Soldados: La gloriosa campaña de Aragon terminada con la conquista de Morella, debió haber puesto fin á la guerra fratricida, si los hijos bastardos de nuestra patria, de esos hombres sanguinarios por sistema, de esos monstruos, azote de la humanidad, fueran capaces de abrigar un sentimiento que los retrajera del camino del crimen. Ellos sin embargo de ver perdida la causa que sirvió de ostensible pretesto á sus robos, incendios y asesinatos, procuraron en su desesperacion hacer el último esfuerzo. El feroz

Cabrera huyendo con parte de los suyos, creyó poder ocultar su derrota y dar nuevo ser á las facciones catalanas, mientras que destacando à Castilla la Vieja el tigre Balmaseda, poniendo á sus órdenes los rebeldes que habian quedado en las provincias de Albacete, Cuenca y Guadalajara, concibió la idea de sublevar de nuevo el pais que fué teatro de la guerra, y que ya disfrutaba el beneficio de la paz. >>

«Sabedor de estos proyectos pude anticiparme à contrarestarlos haciendo las prevenciones oportunas á los dignos generales, à quienes tocó la suerte de ofrecer nuevas glorias á la causa nacional. Al mismo tiempo á la cabeza del ejército espedicionario del Norte, me dirigí á Cataluña. La reunion de los aprestos necesarios para que esta campaña completase el triunfo, permitió tuviésemos el honor de recibir á SS. MM. y A., de asegurar su tránsito á Barcelona, y de acompañar la regia comitiva hasta el punto de donde debian partir las operaciones. >>

«El brillante estado en que encontré las tropas del ejército de Cataluña, que me fué posible revistar, justificó su bien adquirido concepto por sus señalados combates y por su perfecta armonía con las demas fuerzas que militan á mis órdenes, todas virtuosas, valientes y disciplinadas à la vez, que poseidas de un puro entusiasmo por la consolidacion del trono de Isabel II, de que es digna regente su augusta madre por la constitucion de 1837 y por la independencia nacional. Con ejércitos animados de tan nobles ideas, y robustecidos con tan sublimes virtudes no podia menos de ser pronta y segura la pacificacion que anuncié en mi órden general de 30 de mayo en la plaza de Morella. El del centro que tanto contribuyó á la feliz campaña de Aragon, esterminó en breve los grupos que quedaron errantes. La division que operaba sobre Albacete, Cuenca y Guadalajara obtuvo una señalada victoria en Olmedilla contra las fuerzas que infestaban aquellas provincias al marchar á incorporarse á Balmaseda. Lanzado este cabecilla en la Sierra de Burgos, fué batido en Zalduendo por el ejército que opera en el Norte. Perseguidos los restos de su faccion por todas las tropas destinadas á su término, tuvieron que buscar en trozos un asilo en Francia, ent cuya raya fueron desarmados.»

«El último golpe que debian recibir los enemigos era en esta plaza de Berga, centro y apoyo de las facciones catalanas, donde tenian su junta de gobierno y todos los elementos de seccion. Para que el éxito fuese rápido y feliz, destiné la fuerza de dos divisiones á cubrir el flanco inquierdo la primera y segunda del ejército de Cataluña el derecho, y yo con el resto de las tropas emprendí desde Manresa el movimiento sobre Berga. La briIlante jornada del 4 nos dió la posesión de esta plaza, su castillo y considerable número de fuertes con 1.7 piezas de artillería. La rica maestranza,

« AnteriorContinuar »