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tiempo lo grave de la situacion que vamos bosquejando es estampar los siguientes párrafos en que se encerraba su vitalidad, el pensamiento domi

nante.

Los destinos del Vesubio y del Guadiana se han decidido sobre las riveras del Boristones: aqui es donde encontrará España su libertad, que defiende con tanto teson y heroismo en un siglo de flaqueza y cobardía. Si el Norte imita el ejemplo sublime que ofrecen los valerosos castellanos, alli se acabará el duelo del mundo. Y despues de estampar estas tan significativas palabras del emperador Alejandro, decia la Tribuna:

«Y el duelo del mundo se acabó, porque el pueblo español hizo ver á esas poderosas naciones de Europa, que hoy quisieran que la España yaciera en entera abyeccion, que los pueblos para ser libres necesitan ser valientes, y los españoles ofreciéronles un ejemplo que nunca olvidar debieran. »

«Es el mismo pueblo, pues, el que durante la guerra de la libertad contra el despotismo ha ofrecido rasgos de heroismo, no menos dignos de admiracion que los que dejaron consignados en la guerra de sù independencia. >>

«Los pueblos que asi se conducen, los que asi pelean cuando por su libertad lo hacen, ó vencen ó perecen envueltos entre la causa que no pudieron hacer triunfar; y el despotismo y la esclavitud suceden: pero si la nacion española ha sabido vencer sin mas auxilios que su constancia, su sufrimiento y heroismo; si ha sabido humillar al despotismo y á la rebeldía, ¿ será fácil que al despotismo se le conduzca? ¿ deberá dejarse arrastrar sin resistencia por la mano que ha de conducirle al fondo de un abismo en donde no puede encontrar sino la ignominia y la muerte? No; si un momento ese pueblo durmiese en la inaccion y ofreciese una esperanza de victoria á sus enemigos, un recuerdo solo bastaria para hacerle levantar de su abatimiento: una mirada hácia las épocas en que á su indiscreta confianza sucedieron las proscripciones, los calabozos y los cadalsos.»

«La nacion española no puede borrar la página de su historia que le recuerda la ingratitud del último de sus reyes. Triunfó la causa de la independencia y el rey que habia sido conducido á pais estraño, tornó, á ocupar el trono en el cual le habia colocado el pueblo proclamandole rey antes de la muerte de su padre. Su regreso á la nacion que ofrecia sus campos yermos, y cubiertos de sangre y de cadáveres, fué mirado como un rayo de paz y de ventura, porque nunca creyó la nacion que la ingratitud fuese el premio de sus afanes y sacrificios; pero el rey á quien el pueblo habia arrancado de su cautiverio, señaló su llegada decretando la abolicion de la carta constitucional formada entre el estrépito del cañon y promulgada con

entusiasmo. A este funesto acontecimiento siguió la persecucion de aquellos que todavia mostraban abiertas las heridas que habian recibido luchando por la causa del mismo cuya mano firmaba su desgracia. Los patíbulos se alzaron, y en ellos perecia la virtud y el heroismo de los que habian salvado el trono mismo que con su sangre se regaba. »

«Señora: este ejemplo inaudito de ingratitud, que nunca se reproduzca en el pueblo que solo produce héroes cuando defiende su independencia, su libertad y el trono legitimo, de sus reyes: que no se repita, porque los pueblos niegan su afecto á los ingratos.»

Y como si temiera que estas palabras llegaran á olvidarse, despues de aconsejar á la Reina y hacerla ver que de escuchar los consejos de los que la rodeaban podia aparecer como ingrata concluia diciendo:

«Nunca esto suceda, señora, porque si la ingratitud de los reyes sucede al sufrimiento y lealtad de los pueblos, los pueblos niegan su afecto á los ingratos. >>

No es necesario hacer comentarios, no es preciso analizar estos periódos ni hablar de sus tendencias, que en ellos se encuentran suficientemente marcados. Era la voz de la revolucion, la voz de la revolucion que levantaba erguida la cabeza y amenazaba con su imponente poderío. Pocos dias habian de trascurrir sin que estallase y cundiese cual fuego eléctrico á trastornar la faz de los negocios del Estado.

Arredrados los ministros con los peligros que ofrecia la situacion y considerando que no contaban con elementos bastante à propósito para conjurarlos presentaron sus dimisiones á muy poco de haber llegado á Valencia, y S. M. la Reina Regente se las admitió nombrando con fechas 28 y 29 de agosto un ministerio presidido por D. Modesto Cortazar, regente de la audiencia de Valladolid, á quien se encargaba ademas la cartera de Gracia y Justicia. Los demas ministros eran: el mariscal de campo D. Francisco Javier Azpiroz, de Guerra; D. Fermin Arteta, gefe político de Navarra, de Gobernacion y D. Juan Antonio y Zayas, encargado de negocios en la córte de Bruselas, de Estado.

No se necesitaba mas para producir un movimiento revolucionario. El nombramiento del nuevo ministerio anunciaba el empeño de no variar de sistema político, de plantear la nueva ley de ayuntamientos tan mal recibida por el pais y tras ella otras muchas que habian de conducirle á una situacion que no era la creada por la Constitucion del 37 y las leyes orgá nicas dictadas en su conformidad, y ya veremos. en el capítulo siguiente, como esta fué la señal que indicó el momento de enarvolar el estandarte de la insurreccion.

CAPITULO XII.

Pronunciamiento de Madrid el primero de setiembre.-Es secundado este movimiento por todos las demas provincías del reino.-Conducta de la corte de Valencia.-Célebre esposicion del DUQUE DE LA VICTORIA.-Constitucion de un nuevo ministerio.

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UCIA el sol del dia 1.° de setiembre en Madrid, cuando las gentes inquietas By desasosegadas esperaban la salida de la Gaceta para ver confirmada la noticia que habia circulado en la tarde y noche anterior acerca del nombramiento del nuevo ministerio. Con efecto, el papel oficial de este dia contenia seis decretos, por los cuales S. M. la Reina admitia la dimision á los secretarios anteriores sustituyéndolos con las personas que en

el capítulo anterior quedan nombradas, y nada mas se necesitó para que el triste desengaño sobrevenido despues de un interregno tan largo, produjese en la capital el efecto que nadie dejaba de preveer. Un grito general, una opinion comun indicaba que las instituciones corrian peligro, que el plan de reaccion se queria llevar adelante á toda costa, que se preparaba TOMO III.

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otro desenlace tan funesto como los de 1814 y 1823 y que nadie podía considerarse seguro si todos no acudian á salvar la patria y á sí propios del comun peligro. Cundian estas voces y circulaban con admirable rapidez entre los grupos que desde la primera hora de la mañana recorrian las calles; no era ya posible desconocer que habia llegado el instante de romper los lazos entre el pueblo y el gobierno, á quien tantos y tan siniestros designios se atribuian.

Era este primero de setiembre, dia en que el ayuntamiento constitucionál de Madrid debia celebrar sesion ordinaria á puerta abierta con arreglo à la ley, y esta circunstancía llamó á las casas consistoriales una parte muy crecida de la poblacion de Madrid, la cual despues de haber ocupado el gran salon de columnas, los demas inmediatos y hasta las mismas escaleras, llenaba la plazuela de la Villa en que está situado el edificio y todas sus avenidas. Debíase dar principio á la sesion por el despacho de los negocios ordinarios; pero un rumor general, una agitacion sorda y zozobrosa indicaron bien pronto, que asuntos mas urgentes y trascendentales reclamaban en aquel dia la atencion del ayuntamiento y la de los concurrentes. Varios de estos por fin, rompieron el silencio y manifestaron que hacia dos meses que la nacion carecia de gobierno, que los ciudadanos no tenian otras autoridades en quienes confiar fuera del ayuntamiento y á éste acudian para que adoptase los medios de salvacion en tan violenta crisis. Entonces el primer alcalde constitucional D. Joaquin María Ferrer manifestó que la corporacion que tenia el honor de presidir habia dado pruebas de constitucionalismo y sabria sostener á costa del sacrificio de las vidas de sus individuos las instituciones que regian en la nacion; pero que sus facultades eran limitadas y solo podia tomar medidas en el caso de que lo exigiese la tranquilidad pública. No agradó mucho esta contestacion del presidente, replicando con energía y fuego uno de los asistentes al acto, que el peligro era tan inminente que 24 horas perdidas harian inútiles los esfuerzos que se reuniesen á conjurarlo; que era preciso purgar á la España de las influencias estrañas que la encaminaban á su perdicion, que se trataba de decidir la lucha entre la libertad y el despotismo, y que para todo esto se necesitaba fuerza y organizacion; fuerza y organizacion, no para unos descamisados como tal vez se trataria de calificar á los que componian aquella reunion, sino para hombres de la clase del Estado que soporta sus cargas, que paga, calla y sufre; fuerza y organizacion para crear un sistema de órden; para constituir un gobierno, pues no le habia; para restituir la paz en los corazones. Asi se esplicaba uno de los concurrentes, mientras que el presidente pesaba en su interior la fuerza de sus palabras y se hacia cargo del estado de los ánimos, de las significantes y

claras manifestaciones que acababa de escuchar y de los peligros que pudieran sobrevenir de no dirijir y regularizar el inevitable movimiento del pueblo madrileño. Contestó, pues, con gravedad que no podia desatender las justas exigencias del pueblo reunido en aquel local y otros muchos puntos de la poblacion, y que serian satisfechas no permitiendo que se infringiese uno solo de los artículos de la ley fundamental, y pereciendo antes mil veces si para ello fuese necesario.

A tal altura llegaban las cosas cuando recibió el ayuntamiento un oficio del general Buerens, gobernador y gefe político de Madrid, concebido en los siguientes términos:

«Ha llegado á mi noticia que tanto en la plazuela de la Villa como en la Puerta del Sol, se reunen grupos que no pueden menos de llamar la atencion de las autoridades, con tanto mas motivo, cuanto se ignora el objeto que se proponen en semejantes reuniones. En su virtud y sin embargo de las disposiciones que por mi parte he adoptado para la conservacion del orden y tranquilidad pública, he creido conveniente dar á V. S. conocimiento de esta novedad para que se sirva adoptar todas las medidas que juzgue conducentes para que se consiga el objeto que llevo indicado, sirviéndose V. S. participarme las que sean a fin de obrar de consuno para lograr el que no sufra alteracion alguna la tranquilidad pública. Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 4.° de setiembre de 1840.-José de Buerens.-Sr. alcalde primero constitucional de esta M. H. villa. »

El alcalde primero contestó al gefe político manifestándole cuanto habia ocurrido y la protesta que habia hecho de sostener á toda costa las instituciones, que reiteraba de nuevo, participándole al mismo tiempo que para evitar que se alterase la tranquilidad pública de una manera que pudiera producir fatales resultados, pensaba convocar la Milicia Nacional y desde luego habia dado las órdenes convenientes para que los alcaldes regidores, y alcaldes de barrio cooperasen á aquel fin con la ronda municipal.

A seguida de este paso llamó á los comandantes de los cuerpos de la Milicia Nacional á una conferencia que dió por resultado el convenir todos ellos en adoptar una actitud hostil y severa para resistir en nombre de la libertad los ataques dirigidos por el gobierno á la Constitucion.

Mientras esto sucedia, volaban por las calles infinitos milicianos nacionales armados à reunirse en el punto designado para la formacion de sus respectivos batallones y escuadrones. A muy luego las bandas de tambores que baten generala, anuncian la resolucion tomada por el ayuntamiento y los gefes de la Milicia. Cruzan presurosos los milicianos en distintas direcciones, ciérranse estrepitosamente las tiendas y talleres, y no trascurren muchos minutos sin que la pacífica poblacion de Madrid pre

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