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CAPITULO XV.

Estado d1 partido progresista y de su opinion acerca de la cuestion de regencia.-Unitarios y trinitarios.-Comunicado dirigido al Eco por el brigadier Linage.-Nombramiento de ESPARTERO para regente único del Reino y su juramento solemne en las Córtes.

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ESPEJADO campo es el que ahora se presenta al partido liberal progresista para desarrollar sus principios de gobierno y llevar adelante la obra de la revolucion inaugurada en el dia 1.° de setiembre. Si nosotros hubieramos de escribir su historia, entrariamos en la enumeracion de los medios con que contaba, en el cotejo de estos con los bienes que proporcionó al pais y el resultado nos daria á conocer hasta que punto supo corresponder à la importante mision que estaba llamado á realizar. Pero mas modesta nuestra tarea, incumbenos solamente el descubrir aquellos de sus carácteres, el señalar aquellos de sus actos que tienen intima analogía con los que han de abrazarse en esta crónica. Sentaremos, pues, que la representacion nacional de 1841 era una verdadera personificacion del partido progresista, puesto que habiéndose abstenido el moderado de tomar parte en la lucha electoral no contaba en aquella legislatura sino con alguno que otro senador procedente de

las anteriores y con los diputados nombrados por las provincias Vascongadas. Débil y poco alarmante debia de ser la oposicion que de parte de estos se hiciese sentir en el parlamento; no habia de inspirar por entonces mayores recelos la que suscitara la prensa: el partido moderado carecia de elementos propios; apenas le quedaba esperanza de arrebatar algunos á sus contrarios: así estos sin obstáculo alguno que combatir debian marchar á su sabor por el inmenso terreno que se ofrecia á su vista.

Una cuestion delicada, vital, la cuestion de Regencia era la que ahora debia ocupar la atencion de los progresistas; de su acertada resolucion, pendian el crédito, el interés, el porvenir del partido: pero esa cuestion era tan espinosa como delicada y vital, entraban por mucho en ella consideraciones nacidas de la índole misma de las circunstancias atendibles para todos los llamados á resolverla, cualesquiera que fuesen sus opiniones en la materia. La activa parte que habia cabido al general ESPARTERO en el pronunciamiento último, sus hechos y esclarecidos servicios militares, su posicion de presente, todas estas circunstancias y otras mil que se reunian en derredor suyo, parecian llamarle al rango y elevado cargo de la Regencia: en este punto la opinion era unánime. Pero la Constitucion del Estado dejaba al arbitrio de las Córtes el nombrar uno, tres ó cinco regentes: la cuestion del número de personas habia de preceder á la de eleccion de individuos, y aqui era donde aquella unánime opinion divergia creyendo unos que debia ser Regente único ESPARTERO, opinando otros que la Regencia deberia componerse de tres ó cinco personas. De aqui nació la famosa division entre unitarios y trinitarios, en cuya última denominacion venian á quedar comprendidos los partidarios de la regencia quintuple, division que pareció quedar concluida con la resolucion de las Córtes sobre el particular, pero que no dejó por eso de ser el síntoma precursor de la que mas tarde habia de fraccionar al partido vencedor en setiembre. Con alguna anterioridad á la reunion de las Córtes empezó á agitarse en los círculos políticos y en la prensa esa cuestion incidental que acabamos de apuntar la del número de personas. La alternativa y libertad que ofrecia el articulo 57 de la Constitucion de 1837 llamaban el debate à un terreno de pura conveniencia, de cálculos mas o menos acertados fundados en las lecciones de la historia, en los avisos de la esperiencia y en las probabilidades del porvenir. No habia disposicion alguna en virtud de la cual pudiera decidirse la materia, vacío nada despreciable, en nuestro concepto, que ofrecia la ley política de 1837, la cual debiera haber designado los casos en que habia de ser única ó multiple la regencia para evitar al pais los conflictos en que pudiera verse envuelto en asunto de tamaña trascendencia, donde tantos y tan respetables intereses se en

volvian donde las pasiones habian de presentarse como en ningun otro exigentes á demandar la parte á que cada cual se creyese con derecho. Esta falta de disposicion espresa, esa libertad, como antes la hemos nombrado, hacia que no se pudiesen tachar de ilegales, ni de injustas las razones aducidas por unos y otros contendientes. En el terreno legal combatian los que clamaban por la regencia única, como los que apetecian la multiple. Pero los primeros eran pocos y fuera de alguno que otro diputado que residia en Madrid, todos los que iban llegando estaban por la triple, conforme en esta parte con las opiniones y sentimientos de sus respectivas provincias, algunas de las cuales no solo lo habian publicado paladinamente sino tambien fijado en las candidaturas como condicion imperiosa á que irremisiblemente habian de sujetarse sus representantes. La prensa progresista (á escepcion del periódico titulado la Constitucion, que era el órgano de las ideas del gobierno) sostenia tambien esta opinion que manifestada tan generalmente en los primeros dias de suscitado el debate parecia llamada á obtener un triunfo decisivo. Las lecciones de lo pasado, lo acaecido con la Reina Cristina, eran el grande arsenal donde acudia á buscar las armas que habian de sostenerla; pero esas armas no dejaban de embarazar algun tanto la mano que las empuñaba, tropezando en el obstáculo de esponerse á desagradar al general ESPARTERO, revelando recelos de que fracasara en los mismos escollos que habian sido causa de la impopularidad y caida de la Reina Cristina. Pocos fueron los que en un principio se atrevieron á manifestar este que era el gran motivo, la razon poderosa para clamar por la regencia triple, encapotando la desconfianza, con el celo por el lustre é interés del general ESPARTERO. Decian que su nombramiento esclusivo habia de acarrearle grandes riesgos y dificultades y esponerlo á perder la popularidad de que gozaba, dejándole espuesto á los ataques que siempre tiene el poder y á las acusaciones de los partidos, las cuales sentiríanse entonces mas que nunca destempladas, producidas por los Jovellanistas que no omitirian la ocasion de esplotar este medio de desquiciar enteramente el poder lanzando de él al Duque para ver de sustituirle con la Reina Madre. Decian que siendo solo ESPARTERO el regente, sus enemigos habian de achacar á ambicion su elevacion al poder y señalar en esa misma pasion la causa impulsiva de la conducta que habia observado en esos mismos acontecimientos y aducian por fin otros argumentos de esta clase que en el terreno de la ley no estaban muy conformes con los principios del gobierno representativo, segun los cuales no es el rey ó regente el responsable de los actos de su gobierno sino los ministros; y que fuera de aquel terreno nada probaban porque no por tener acompañados ó coTOMO III.

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regentes ESPARTERO habia de carecer de adversarios ni dejar estos de em. plear todos los medios que á su imaginacion ocurrieran.

La debilidad de estas razones no podia ocultarse á los mismos que las producian; habia de llegar el caso en que otras de mejor ley las sustituyesen y no tardaron mucho en hacerse esperar, quedando planteada la cuestion de un modo mas franco. Los trinitarios manifestaron entonces sus recelos de conferir la regencia á una persona sola. Cuando un gobierno, decian, cuenta algunos años de vida; cuando ha logrado vencer completamente los obstáculos que se oponian á su establecimiento; cuando los principios y las máximas en que se funda estan generalizadas; cuando la mayoría de los ciudadanos se ha identificado en intereses con la revolucion, y cuando la esperanza de volver al despotismo ha desaparecido, entonces bien puede mirarse sin prevencion el que un rey ó regente ocupen el poder ejecutivo porque su voluntad en caso de propender al despotismo se estrellará contra los elementos de perpetuidad y conservacion que quedan referidos. Pero cuando esto no es asi, cuando la revolucion no está concluida; cuando sus efectos no han podido sentirse en toda su estension y sus intereses no son los intereses de todos. los españoles; cuando hay enemigos que la combatan y se piensa en reacciones como las de 1823, no puede haber la misma confianza y descanso para entregar á un hombre solo el ejercicio del poder real del que tan fáciles abusos pueden cometerse.

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Poco se necesita discurrir para conocer que estas razones, si alguna fuerza tenian, llevaban la cuestion á un punto mas avanzado de aquel en que Östensiblemente se sostenia. Con efecto, esos abusos de poder, esa tendencia al despotismo, esos peligros, esos recelos que se descubrian, vendrían á probar en último resultado la ineficacia del gobierno representativo tal al menos cual entonces se conocia; pues por lo demas la misma facilidad habia para que se realizase, constando la representacion del trono de una que de tres personas. Si la responsabilidad de los ministros, si la vigilancia de las cámaras y la libertad de la prensa no bastaba á evitarlos, á otra parte era preciso acudir á buscar el remedio. Claro era por demas que esos argumentos venian á argüir contra la naturaleza de la institucion, no el número y circunstancias de sus individuos. No es nuestro propósito el referir cada una de las alegaciones que se producian á favor de la trinidad de la regencia, tampoco el de refutarlas para probar la escelencia de la opinion contraria; si incidentalmente nos hemos ocupado aqui de esa tarea ha sido para indicar el rumbo de la opinion, sentar precedentes que pueden servir de mucho en las diversas oscilaciones que sufrió y diversos cambios á que se vió sujeta, y finalmente para poder calificar con al

gun acierto la participacion que en este delicado negocio habia de caber al DUQUE DE LA VICTORIA. Por lo demas nosotros no avanzaremos demasiado ni diremos hasta que punto revelaban esos raciocinios un espíritu de emancipacion del influjo de una espada demasiado ponderosa, para no ser mirada con algun recelo.

Entretanto que de este modo se manifestaba la opinion pública, el gobierno guardaba un significativo silencio, mas no por eso se descuidaba en trabajar asiduamente á fin de que este asunto viniese á la solucion que él apetecia. Los órganos del partido moderado aunque desdeñaban la situacion y proclamaban que no tomarian parte en ninguna de las cuestiones que hu-., biesen de ser decididas por poderes á su juicio incompetentes, procuraban sacar de ellas todo el partido posible presentándolas de tal modo resbaladizas y peligrosas, de tal manera complicadas y alarmantes que hubieran de producir un conflicto ó por lo menos gran zozobra entre los que estaban llamados á resolverlas. Conociendo perfectamente la fuerza de aquel maquiavélico principio divide et impera dirigian en estos dias sus conatos á introducir la division entre los partidarios de la regencia trina que eran casi todos los del progreso, y el DUQUE DE LA VICTORIA: Cuantos mediós podia sugerir una imaginacion preocupada de una idea única, cuantos ardides es capaz de crear el resentimiento del vencido, el rencor del ultrajado, la fascinadora esperanza del ambicioso, otros tantos fueron esplotados y esplotados con habilidad. Aprovechando hábilmente los muchos cabos sueltos que los dueños de aquella nueva situacion no habian podido ó sabido ligar, interpretando sus recelos, amplificando y dando colorido á sus mal encubiertos descos, presentaban á los progresistas como supeditados al colosal poder del CONDE DUQUE y sin fuerzas para romper una tutela omimosa mientras que dirigiéndose á este le hacian ver la aflictiva posicion á que le habia llevado su desmedida protección á un partido que ya en nada pensaba sino en emanciparse completamente y relegar al olvido la espada que habia vigorizado su brazo. El general ESPARTERO era á sus ojos el hacha que la revolucion arrojaba rota despues de haber herido con ella; pero el general ESPARTERO contaba todavia con medios suficientes para sobreponerse á ella; el general ESPARTERO tenia al menos la ambicion suficiente para no consentir en desempeñar el miserable papel de segunda víctima de la revolucion triunfante. Asi con muy corta diferencia se espresaban los órganos del partido moderado, y aunque sus intenciones fueren bien claras y tuvieren por objeto escitar mañosamente la ambicion del general á quien al mismo tiempo se manifestaba la imposibilidad de satisfacerla sino en sentido adverso á la revolucion, en una senda de verdadera reaccion, cosa que á decir de paso debia lisongear los deseos de estas gentes dado que con

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