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Se inauguró el año de 1843 con la discordia mas completa en el partido liberal, con el desenfreno mas punible y escandaloso en las filas del bando retrógado y en fin con un alarde de hostilidad violenta y apasionada.

Las patrañas mas ridículas, los dicterios y calumnias mas infundadas y maquiavélicas.... se pusieron en juego para desacreditar la administracion constitucional y progresista del Conde-Duque.

Si bien el ministerio Rodil, ora por efecto de las circunstancias, que los caudillos de la oposicion parlamentaria llegaron á crear, ora por la imprudente conducta de algunos funcionarios públicos, merecía justa censura, no era esto un motivo razonable para que los disidentes progresistas desencadenados y furiosos, ciegos de rabia, se confundiesen con los enemigos de las instituciones, hasta el punto de abogar por su causa con mas celo que en favor de los intereses de la nacion.

Cuando despues hemos visto á los Peñafloridas, Portillos, Brabos, Quintos, Nocedales y otros que apostataron de sus antiguas banderas, comprendemos el germen de traicion que encerraba la famosa y malhadada liga.

El ministerio, observando la sombría y amenazadora faz de los negocios públicos, aconsejó oportunamente la disolucion de las Cortes, el 3 de enero, convocándolas para el 3 de abril, y disponiendo al mismo tiempo con arreglo al artículo 19 de la ley fundamental la renovacion de la tercera parte de los senadores. Asiéronse del decreto de disolucion los disidentes progresistas y los furibundos retrógrados para increpar la conducta del gobierno, y suponer planes que solo existian en el furor de que estaban poseidos.

Una guerra sin tregua, una lucha encarnizada se hacia por los partidos y apenas quedaba espacio para contestar diariamente á las infundadas alarmas que con jesuítica astucia ocasionaron al pais los falsos apóstoles del órden y de la moderacion.

Los siguientes párrafos del diario oficial revelan bien à las claras la situacion embarazosa y crítica en que se hallaba el Gobierno.

«No, no: la noble España no debe recelar una traicion, ni un engaño; la noble España no puede sospechar de los que siempre han sido sus mejores amigos y defensores; la noble España en fin, debe desoir, y desoirá, los clamores interesados de quienes asi usan en su provecho los mismos principios que en otra situacion proscribian.

«Lo que hemos proclamado siempre proclamaremos ahora; el dominio. el imperio franco y absoluto del código que nos rige; nada tiene este que temer de los que para conservar su pureza se levantaron en 1.° de setiembre. Sus enemigos son los que le combaten con máscara ó sin ella; sus euemigos son los que impiden su aplicacion mas amplia, y los que

obligan alguna vez al poder á apartarse de su letra para asegurar su es-tabilidad y su firmeza.

«Tres son los hechos que de aqui se desprenden, y que queremos dejar consignados: la imitacion de la conducta que se llamó revolucionaria, por los mismos que en otra ocasion eran blanco de ella; la falta de fundamento de esos pretendidos y aparentes recelos; y por último la seguridad que damos de que el REGENTE DEL REINO no ha olvidado ni olvidará nunca la fórmula de su juramento.

«Conozca la nacion á unos y otros; califique ella con su imparcial é inapelable juicio las doctrinas y los principios de todos. >>

No era fácil atender à la gobernacion del Estado porque este se hallaba constituido en una hoguera de pasiones, y el ministerio ante este escollo no podia dar un paso sin que la mas inocente disposicion fuese torcidamente interpretada sirviendo de pábulo al encendido enojo de sus furiosos adversarios.

Así que la disolucion de las Córtes, medida acertada y de imprescindible necesidad atendido el lamentable estado de la nacion, fué objeto de los mas sañudos ataques.

El ministerio tembló á la idea de verse apasionadamente combatido en las Córtes, y á la consideracion de que el congreso llegase à convertirse en un campo de indecorosas contiendas, como ya lo fué antes de los sucesos de Barcelona.

El ministerio, pues, obró cual convenia á los intereses del estado y á la dignidad de la nacion y de las mismas Córtes.

El Espectador decia á este propósito:

«El dia de ayer fué el primero de la nueva era que se abre para el pais. El Gobierno, conociendo al fin los intereses de la patria y lo crítico y premioso de las circunstancias, ha disuelto el Congreso de Diputados, y acordado la renovacion de la tercera parte de Señores Senadores, con arreglo á la Constitucion. El Gobierno ha comprendido la situacion, ha visto de lleno sus necesidades, y ha principiado á proveer á ellas. Conocidas son estas de todos los españoles: notorias tambien las reformas que urge plantear en todos los ramos de la administracion pública; y sin embargo de ser tan manifiestos estos males, el remedio era en vano esperado. La nacion ha visto trascurrir una larga série de meses en la penúltima legislatura, sin que su representacion se haya ocupado de las calamidades que la afligen, posponiendo los intereses del pais á miserables rencillas personales, á los impulsos de las pasiones mas innobles, que por tanto tiempo han sido el móvil de sus operaciones. Si recordamos escenas que pasaron, si volvemos los ojos à la marcha del Con

greso que ayer finó, se agolpan á nuestra memoria mil recuerdos que quisiéramos desechar por desconsoladores. Varias veces nos hemos ocupado de analizar la naturaleza de las últimas Córtes, porque su agitada existencia nos ha obligado à ello con bastante frecuencia: varias veces hemos espuesto nuestro modo de ver sus tendencias, marcadas en tantos y tantos de sus actos; y varias veces, en fin, hemos concluido de tan detenidas observaciones, que su continuacion seria siempre un obstáculo insuperable al curso de un plan de mejoras, reformas y alivio porque tanto clama la nacion. Y afortunadamente nuestros votos, eco de la eterna verdad y de la eterna justicia, no han sido desoidos por el poder, que convencido de lo mismo que nosotros pensábamos respecto á la existencia del actual Congreso, ha acordado disolverlo.

«No podia menos de suceder asi, porque la mayor edad de S. M., que está próxima á cumplirse, reclama el arreglo general en la administracion, el establecimiento del órden y de la regularidad, para que al entregarla el mando el virtuoso REGENTE, al cesar en sus penosas funciones el héroe en que estriba nuestra felicidad, durante la minoria, pueda hacerlo cual deseaba y cual corresponde al honor español. Los diputados que formaron la última mayoría del Congreso, inconexos é inconcilia bles entre sí, animados de pasiones impropias de su carácter, y que debieron sofocar en favor de sus comitentes, fueron desde su aparicion el mayor obstáculo que se ofreciera á la realizacion de aquel pensamiento. Infatigables en su plan de ataque destructor, resueltos á no cejar un punto en su propósito de destruir, sin pensamiento para el porvenir, sin combinacion alguna de Gobierno, y hasta sin posibilidad de crear á la par que aniquiliban, no por eso se contuvieron nunca en la emprendida car.. rera; antes al contrario, les vimos lanzarse en ella cada vez con mas vio lencia. Asi es que la nacion ha menester multitud de mejoras que están desatendidas, y desdeñados los muchos elementos que hay de llevarlaš á cabo. Y los códigos y el sistema tributario, los ayuntamientos y diputaciones provinciales, el jurado y la Milicia ciudadana, todo está abandonado, todo tambien reclamando la atencion del Gobierno y las Córtes. ¿Y qué diremos de las ciencias y las artes? ¿Qué del comercio, la industria y la agricultura? ¿Qué de nuestros montes y plantios, de nuestros canales, nuestros puertos y nuestros caminos? ¿Qué en fin de tantos otros objetos que exigen los desvelos de los cuerpos colegisladores y del poder ejecutivo?»

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Pasada la primera impresion del decreto sin calmar por eso la virulencia de los ataques, todos los partidos se lanzaron á la arena electoral ganosos de la victoria, y no sin profunda estrañeza vióse al bando cris

tino-afrancesado tomar parte en la lucha con un coraje estraordinario, y con la mas refinada hipocresía.

Le formó una comision central compuesta de los sugetos que á continuacion se espresa:

El marqués de Casa-Irujo; D. Francisco Javier Isturiz; D. Manuel de la Rivaherrera; D. Pedro Pidal; D. José María Alvarez Pestaña; D. Alejandro Olivan; D. Juan José Garcia Carrasco; D. Antonio de los Rios Rosas; D. Luis José Sartorius.

Esta comision dió el siguiente programa:

«Constitucion de 1837, franca y religiosamente guardada: firme resistencia á toda infraccion de ella ó á toda modificacion que prive á los españoles del derecho que han adquirido á que reine la excelsa é inocente Doña Isabel II á la edad de sus 14 años; é independencia del pais de cualquier influjo estrangero que tienda á menoscabar su decoro, ó á perturbar la tranquila consolidacion de sus instituciones, ó á contrariar el desarrollo de su industria, y la conciliacion de los reciprocos intereses de todas las provincias, cual corresponde entre hermanos. »>

Estos hombres, es decir el partido moderado, cubriéndose con la máscara del patriotismo pedian la Constitucion de 1837, franca y religiosamente guardada para despues de su triunfo escarnecerla, rasgando de sus páginas los indisputables derechos de la nacion.

Clamaban por la independencia del pais de cualquier influjo estrangero, y cuando subieron al poder se humillaron servilmente á los caprichos del rey de los franceses.

Pedian la unidad constitucional y la conciliacion de los recíprocos intereses de todas las provincias, y hoy significan su predilecion hacia el pais vascongado, no de otra suerte que al desatender y proscribir á un sin número de beneméritos oficiales del ejército libertador, prefieren con singular distincion á los gefes que pelearan en las filas de D. Carlos y de Cabrera.

Pedia á voz en grito el bando retrógrado el respeto á la imprenta y á la seguridad individual, y durante su dominacion vemos que se decretan las mas injustas é impolíticas restriciones contra la emision libre del pensamiento, se llenan las cárceles de inocentes y honrados ciudadanos y do quiera existe humeante la sangre de ilustres patricios sacrificados por su ambicion y tiranía.

¡Qué ceguedad la del partido progresista!... ¡Qué empeño tan funesto por derribar del mando á ciertos hombres para envolver en su caida las instituciones, la paz y ventura de los pueblos!....

El maquiavelismo de los moderados estaba conocido, y solo el ciego

espíritu de pandillage pudo trastornar la razon de ciertos hombres, de aquellos de quienes menos se esperaban tan indisculpables errores.

Podriamos citar numerosos consejos, leales avisos de patriotas, que desnudos de pasion conocieron las tendencias del partido de la soberanía del trono.

Véase como se esplicaba un periódico de provincia respecto de las intenciones de los octubristas.

Lamentando el Amigo de los labradores, diario de Murcia, la division del partido liberal, y significando á los hombres que introducian en él la discordia, entre otros, insertaba este notable párrafo.

«Los enemigos de nuestras positivas y útiles reformas; aquellos que no quisieran ver á nuestra patria caminar hacia donde el impulso del siglo y el de la civilizacion la conduce; los que para detenerla en su carrera promovieron todos los trastornos de que el pais ha sido testigo, y recibieron un funesto desengaño, esos son los que infatigables han trabajado y trabajan por introducir en el partido progresista la desunion que deploramos todos los que de buena fe nos alistamos en sus banderas. El partido moderado, que despues de conseguir tan funesto proyecto, se lanza lleno, hasta cierto punto, de confianza á la lucha electoral, debiera ser el blanco hoy dia de las miradas de sus contrarios. No la conservacion de las garantías constitucionales, que ellos supuestamente consideran en peligro, es lo que les conduce á tomar parte en la próxima eleccion: ellos, al usar de este derecho garantido por el código del 37, otro objeto se proponen, otro interés de mucha mas cuantía que el que hipócritamente han consignado en su programa: asi los vemos trabajar asíduamente en todas partes por llevar adelante el plan que de entemano tenian combinado: por esta razon no dejan pasar desapercibida ni aun la mas pequeña circunstancia que pueda contribuir al logro de sus pretensiones. >>

El vértigo que se apoderó de los gefes progresistas, únicos culpables, les tenia sordos y ciegos porque no prestaban oidos á los prudentes consejos de acrisolados patricios, ni velan las infernales tramas de los vencidos en setiembre. El mal era ya irremediable: los pueblos desconocedores de las intrigas de los pérfidos cortesanos, de sus ambiciosos caudillos, se hallaban en un terrible desasosiego, y como desconocian las intenciones de los enemigos de la libertad no pudieron preveer los tristes resultados de su credulidad, y arrojándose en brazos de los que se apellidaban sus campeones; y ellos mismos, los infelices pueblos, fueron el instrumento de su propia desventura...

Las elecciones eran el campo de batalla y á él acudieron los partidos, las autoridades y el mismo REGENTE que desconsolado al ver el rumbo que

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