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que entonces se hallaba ya casi sofocada por las defecciones, ingratitud y deslealtad de los que poco antes le aplaudian con mentido entu

siasmo.

Salió de Córdoba el 19 de julio por la tarde en medio de un gentio inmenso, y fué recibido en órden de parada por las tropas espedicionarias. Mucho debió sufrir entonces el ánimo esforzado del DUQUE al ver los únicos restos que le quedaban para combatir à tantos traidores, á tantos ingratos y á tantos ilusos que de consuno trabajaban para derrocar al hombre que representaba en España la libertad y la Constitucion. Ni una ni otra han podido sostenerse sin su apoyo. No se observó entonces en el DuQUE DE LA VICTORIA àquel aspecto de arrogante alegría con que tantas veces animó á sus soldados á marchar al combate, ni aquel aire de franqueza y confianza con que siempre se presentó en medio de sus gloriosos compañeros. Llevaba al contrario marcado en su frente el sello de la meditacion y del dolor que no podia menos de sentir al contemplar el cuadro desolador que ofrecian las provincias. El que poco antes dirigia con su voz el movimiento de 200,000 guerreros y llenaba con su fama y su renombre las ciudades, los pueblos y los campos que à porfia le aclamaban por libertador y el pacificador del Reino, marchaba ahora en una humilde silla de postas, con escaso séquito y custodiado la lealtad de escasos batallones incapaces de contener el torrente que bien pronto habia de arrastrarlos á todos,

por

El 22 llegaron las tropas á Alcalá de Guadaira, desde donde salió para el puerto de Santa María una pequeña brigada compuesta de los provinciales de Madrid y Segovia y un escuadron de húsares. El resto de las tropas se reunió con las que formaban el bloqueo de Sevilla.

Se habia hecho en San Fernando una intentona de pronunciamiento que no llegó á tener efecto, y para conservar aquel punto tan interesante en el caso inminente de tener que replegarse á Cádiz las fuerzas que sitiaban á Sevilla, se destinó al provincial de Madrid para que lo ocupase, como así lo verificó el 27 de julio. La oficialidad del segundo bátallon de la Milicia Nacional de Cádiz que se hallaba alli, hizo una brillante acogida á la del provincial de Madrid, en la cual veian con gusto representado el patriotismo amor à la libertad que profesaban á la Milicia Nacional de Madrid, que tantas simpatías tenia con la de Cádiz. El digno gefe que mandaba el provincial manifestó á los milicianos de Cádiz la firme resolucion que él y sus subordinados habian formado de sostener con todas sus fuerzas al gobierno del REGENTE, y los de Cádiz aseguraron hallarse resueltos á seguir tan noble conducta. En la isla dominaba el espíritu de insurreccion, pero estuvo comprimido por las fuerzas que la guarnecian.

Vivíase alli en una incomunicacion absoluta y en una completa ignerancia de los acontecimientos que habian ya tenido lugar en Madrid y en Sevilla, hasta que en la madrugada del 30 una repentina generala hizo tomar las armas á la guarnicion para oponerse à las fuerzas de Concha que Hlegaron hasta muy cerca del puente de Zuazo persiguiendo las últimas reliquias del ejército del gobierno. El buen espíritu en que se hallaba el brillante provincial de Madrid sirvió para contener á los pronunciados que recibidos á balazos tuvieron que replegarse á Puerto Real. En aquellos momentos de conflicto, cuando se ignoraba completamente el fatal desenlace de aquel drama estraordinario, y cuando todo estaba ya perdido, el brillante provincial de Madrid que participaba de los sentimientos que animaban á los habitantes de la corte y a su decidida Milicia Nacional, quiso ser fiel á sus juramentos y desoyó con arrogancia la intimacion que se le hizo para que se entregara.

Todavia esperaba poder sostener aquel punto impo.tante, confiado à su valor y decision. Mandóse á Cádiz un ayudante (1) con pliegos para el gobierno, dándole la seguridad de que en San Fernando no penetrarian las fuerzas rebeldes, y prometiendo sostener aquel punto hasta el último estremo, pero Cádiz tambien se pronunció el 30 y el gobierno y el REGENTE no pisaban ya la tierra española. En semejante situacion, sin gobierno ya, y sin objeto que justificase una resistencia inútil por mas gloriosa que fuese, el provincial de Madrid teniendo al frente la nacion sublevada y victoriosa, y á la espalda el Occéano, en cuyas olas se ahogó la libertad, se decidió por fin à someterse satisfecho de haber cumplido con sus deberes militares y cívicos. Por esta estraña coincidencia logró Madrid que una parte de sus hijos predilectos fuesen los últimos que opusieron una tenaz resistencia al bastardo pronunciamiento, que nos ha conducido á la situacion lamentable en que nos encontramos.

En fin, como triste presagio de la esclavitud de España, el vencedor de cien combates, el héroe de Luchana y de Morella à bordo del Bétis, y rodeado de algunos ministros fieles y caballeros, de generales ilustres y de sus jóvenes y bizarros ayudantes, cuya hidalga lealtad es superior à todo encarecimiento, firmó en union de tan esclarecidos españoles, el siguiente documento, que le presentára el digno ministro de la Gobernacion don Pedro Gomez de la Serna.

(1) Þ. Antonio Navarro Zamorano, jóv. n'oficial tan benemerito como ilustrada,

TOMO III

100

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PROTESTA.

D. Pedro Gomez de la Serna, Ministro de la Gobernacion de la Península, encargado del despacho del ministerio de Gracia y Justicia, y en tal concepto notario mayor de los reinos.

Certifico que en este dia y hora de las diez de la mañana se ha hecho por el Sermo. Sr. D. Baldomero Espartero, conde de Luchana, duque de la Victoria y de Morella, Regente del reino, una protesta que estendida en el mismo acto es como sigue:

En el dia 30 de de Julio de 1843, y hora de las diez de la mañana, hallándose S. A. S. D. BALDOMERO ESPARTERO, conde de Luchana, duque de la Victoria y de Morella, Regente del reino, en el vapor español Betis, en la bahía de Cadiz, y á su presencia el mariscal de campo D. Agustin Nogueras, Ministro de la Guerra D. Pedro Gomez de la Serna, Ministro de la Gobernacion de la Península; el teniente general D. Antonio VanHalen, conde de Peracamps; los mariscales de campo D. Francisco

Linage, D. Facundo Infante y D. Francisco Osorio; el brigadier D. Juan Lacarte; D. Salvador Valdés, oficial del ministerio de la Guerra; D. Cipriano Segundo Montesino, oficial del de la Gobernación de la Peninsula, y los coroneles D. Ignacio Gurrea, D. Pedro Falcon y D. Ventura Barcaistegui, Dijo: que en el estado de insurreccion en que se hallaban varias le poblaciones de la monarquía, y la defeccion del ejército y armada, obligaban á salir, sia permiso de las Córtes, del territorio español antes de llegar el plazo en que con arreglo à la Constitucion debia cesar en el cargo de Regente del reino: que considerando no podia resignar el depósito de la autoridad Real que le fue confiado sino en la forma que la Constitucion permite, y de ningun modo entregarlo á los que anticonstituciopalmente se erigieron en Gobierno, protestaba de la manera mas solemne contra cuanto se hubiere hecho o se hiciere opuesto à la Constitucion de la monarquía. Svend

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Seguidamente previno S. A, que se estendiese acta de esta protesta por el Ministro de la Gobernacion de la Peninsula, encargado, del: Despacho de Gracia y Justicia, y en tal concepto notario mayor de los reinos, y que por el mismo se certificasen y autorizasea las copias que oportunamente dehen pasar a las Córtes, sin perjuicio de darle desde luego publicidad. Y para que conste firma S. A. esta acta original con los testigos presentes antes mencionados en papel comun por no haberlo del sello correspondiente. El Duque de la Victoria. Agustin Nogueras. Pedro Gomez de la Serna. El conde de Peracamps. Francisco Linage. Facundo Infante. Francisco Osorio, Juan Lacarte. Salvador. Valdés.

=

Cipriano Segun

do Montesino. Ignacio Gurrea.Pedro Falcon.-Ventura Barcaistegui. Como notario mayor de los reinos, Pedro Gomez de la Serna.

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Concuerda à la letra con el acta original de protesta á que me refiero; y de orden de S. A. doy esta copia certificada en papel comun por no haberlo del sello correspondiente, à bordo del vapor español Betis, en la bahía de Cádiz á 30 de Julio de 1843. Pedro Gomez de la Serna. "

El gobierno provisional, con el espiritu eaccionario que le distinguia, al recibir tan legítima, ó por lo menos tan inofensiva condenacion del malhadado pronunciamiento, espidió un furibundo: decreto cuyo único y atentatorio articulo era el siguiente:

A

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4

1

«Articulo único. Se declara á D. BALDOMERO ESPARTERO y á cuantos han suscrito la protestá de 30 de julio último privados de todos sus títulos, grados, empleos, honores y condecoraciones.d

Dado en Madrid á 16 de agosto de 1843.-Joaquin María Lopez, presidente. -Mateo Miguel de Aillon.-Francisco Serrano. Joaquin de Frias.Fermin Caballero. >>

Dónde estaba la razon, el derecho, la necesidad. la couveniencia pública para que el ministerio de las apostasías se escudase con estas consideraciones al dar un paso tan injusto como despótico?¿ Era este el espíritu de fraternidad de que hipócritamente hizo alarde en su programa el célebre tribuno?

¿Qué crimen cometió al abandonar el suelo patrio el benemérito EsPARTERO ni sus leales amigos para que de ese modo tan indigno se ensañase el ministerio de la fusion y de la anarquía. Unicamente las inspiraciones palaciegas, que à todas horas recibia, y el deseo de complacer á los mas encarnizados enemigos de la libertad, pudieron moverle á espedir un decreto á todas luces injusto, y hasta vengativo y cruel.

No era bastante la amargura que sentia el caudillo de Luchana al ver la ingratitud de muchos españoles y la ceguedad de los que servian de instrumento á la reaccion mas espantosa; no era bastante el triste desconsuelo de buscar un asilo en un pais estraño, lejos de su querida patria pcr cuya libertad habia derramado valerosamente su sangre, siendo su nombre en Europa la garantía del sistema constitucional de España;...... todo esto no parecia suficiente à satisfacer la rabiosa sed de venganza que respiraban los realistas, y como el ministerio de los antiguos tribunos, de los demagogos escritores, del antiguo Eco del Comercio, se esmeraba en complacer á los partidarios del absolutismo, espidió tan impudente como escandaloso decreto.

En tanto que sumido en el mas triste desconsuelo sureaba los anchos mares en busca de un asilo hospitalario en la humanitaria y liberal nacion Inglesa, mientras el noble, aclamado y popular campeon del ejército constitucional se mecia en las magestuosas olas del Oecéano, la discordia presentaba su cabeza y su puñal amenazador en medio de los festines con que solazaban su triunfo los gefes de la insurreccion coalicionista.

Las predicciones de ESPARTERO se habian cumplido: los pueblos gemian ya bajo las amenazas de los partidarios del fanatismo, y sus gritos de venganza estremecian á los incautos y alucinados liberales.

Como la ambicion, la infernal ambicion fué tambien uno de los motores de aquel alzamiento anárquico y estraordinario, que llevaba en su seno el gérmen del desórden y de una pronta muerte, los que no pudieron ver satisfecha su hambre de destinos fueron los primeros á declararse en abierta rebeldía, pues la ambicion, señaladamente en el bando retrógado no tenia límites y todo esto á pesar de que ellos, (los cristinos o afrancesados) se apoderaron como por asalto de los mas importantes destinos de la Nacion.

ESPARTERO no podia menos de llorar el tardio desengaño de los libe

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