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cargos, y que mirase qué alojamiento era aquél, aunque no atendiese más que á las niñas solteras que llevaba; á que contestó: "que un hombre que se habia portado como yo en Mompox, era criminal á la Patria, y que ni aquel alojamiento merecia; que él no incomodaba á ningun vecino por un delincuente," á que tuvo el Oficial que callar por prudencia. En dicho Turbaco conseguí con el Oficial que nos detuviésemos para poder hablar despacio con el Teniente general Narváez; me recibió el expresado con bastante aspereza, le recordé el cuerpo en que habia servido y los sentimientos que deben acompañar á un militar y cómo debe cumplir con su primer deber y fidelidad al Soberano, haciéndole patente que mi oposicion habia consistido en haber visto cartas de Piñérez y su hijo Juan en que decian á su hermano el de Mompox, que lo que se trataba era de sustraerse de la España. Estas razones, el estado y situaciones en que me veia y que verdaderamente antes le debí mucha estimacion, concepto y afecto, le movieron á escribir con su hijo á varios individuos de la Junta, ó á la Junta entera á mi favor, diciéndome me detuviese aquella noche. A las diez y media de ella se me presentó dicho hijo de parte de su padre y me dijo: "Lo pasado es pasado: la Junta ha determinado se vaya U. á su casa en Cartagena, pues aunque el Teniente de Rey, que despachando de Gobernador interino, queria fuese U. preso al cuartel del Fijo, todos se han opuesto y determinado lo dicho, por lo que no debe U. tener cuidado."

Al llegar al Pié de la Popa al otro dia vino una ordenanza de parte del Teniente de Rey, con la órden de que al anochecer entrase en la ciudad con mi familia y nos fuésemos en derechura á mi casa. A ella vinieron á visitarme los más de los visibles de la ciudad, tanto los rebeldes como los leales, y solo uno no vino hasta que me vió libre del suplicio á que creyó se me destinaba; el mismo que en Cartagena dijo á los del partido de la buena causa: "huyo de Talledo," pues no calla nada contra la revolucion, y temo verme mezclado y que me pierda....

Pasados algunos dias de mi llegada á Cartagena y viendo que nada se me decia, representé á la Junta diciendo que ignoraba los motivos y modo como se me habia mandado ir á mi casa, al tiempo de mi llegada, pues yo no creia haber hecho en Mompox otra cosa que mi deber, como veria por las copias que presenté, y que no consideraba fuese delito el haber cumplido con mi obligacion como militar: estas y otras proposiciones que expuse les hicieron tanta sensacion á los que componian la Junta, que inmediatamente vino á mi casa el Escribano á notificarme tenia la ciudad y cuatro leguas al rededor por arresto, y que la Junta á la mayor brevedad habia mandado se sustanciase y sentenciase mi causa, como se verificó y se me dió el testimonio número 41, en donde se ve me atreví desde Mompox con los cuarenta hombres á hacer frente y no solo desobedecer al intruso Gobierno de Cartagena, sino que lo traté de desautorizado é ilegítimo; lo que no se atrevió á hacer ninguno de los militares de este Reino: véanse los procederes de todos ellos, y solo se encontrará un Marañoza.

VICENTE TALLEDO Y RIVERA.

LIV.

OFICIO del Gobierno de Cartagena por el cual ofrece al Comisario de la Regencia suministrarle los informes que le pide acerca de las quejas que la Ciudad tenga de las autoridades que gobiernan, y sobre otros particulares importantes.

Impuesto el Muy ilustre Ayuntamiento del oficio de U. S. de 8 del corriente, en que solicita una noticia ó razon circunstanciada de las quejas que la Ciudad tenga de las autoridades que gobiernan; de lo que haya mediado para la libertad concedida al señor Don Baltazar Miñano y Don Antonio Nariño; y un extracto de los sumarios que contribuyeron á la deposicion del señor Don Francisco de Montes, ha determinado, en acuerdo del dia de ayer, decir á U. S, en contestacion: que á la mayor brevedad posible satisfará la solicitud de U. S., franqueándole las noticias. posibles y sobre que pueda dicho Ilustre Cuerpo prestar los conocimientos que se demandan.

Dios guarde á U. S. muchos años.

Sala Capitular de Cartagena, Julio 20 de 1810.

Blas de Soria-Thomas Andres Thorres-Jose Maria de Castillo.*

Señor Comisario del Supremo Consejo de Regencia, Don Antonio de Villavicencio.

LV.

NOTA OFICIAL tomada del número 9 de "El Argos Americano" papel político, económico y literario de Cartagena de Indias, del lúnes 12 de Noviembre de 1810.

Cartagena, Noviembre 12 de 1810.

Por el bergantin inglés que entró en este puerto el 4 del corriente, ha recibido este Gobierno el siguiente oficio del Vice-almirante de Jamaica, en contestacion al que le dirigió el Muy Ilustre Cabildo de esta ciudad, noticiándole la deposicion del Gobernador Don Francisco Móntes.

A bordo del navío de S. M. B. "Sharke," en Port-Royal de Jamaica 11 de Agosto de 1810.

Señores:

El 3 del corriente he tenido el honor de recibir vuestra carta de 28 de Junio, con los papeles que venian inclusos en ella, relativos á los sucesos ocurridos en esa ciudad, y exponiendo las circunstancias con que fué privado de su autoridad el Gobernador Don Francisco Montes.

La lealtad que manifestais à vuestro legítimo soberano Don Fernando VII, y la gratitud y afecto que os servís expresar para con la Inglaterra, por los auxilios que ha dado á la España en el presente conflic

** El Regidor señor Castillo reemplazó al Regidor señor Narváez en el carácter de Co-administrador, durante la ausencia del segundo. (N. del E.)

to, son las pruebas más satisfactorias de que las medidas que habeis tomado no han sido causadas por la influencia é intrigas de los franceses; y así podeis estar seguros de que mientras el Gobierno de Cartagena continúe fiel á su Soberano, obrando conforme á los leales principios que ha profesado, y renunciando la influencia de la Francia, las fuerzas navales de mi mando estarán siempre prontas á darles el mismo auxilio y proteccion contra el comun enemigo, que debo dar á las Colonias de S. M. B. que están mas inmediatamente á mi cuidado.

Tengo el honor de ser, señores, vuestro más obediente y humilde servidor. B. S. ROWLEY, Vice-almirante.

Al Muy Ilustre Cabildo de Cartagena.

LVI.

APUNTAMIENTOS para escribir una ojeada sobre la historia de la transformacion política de la Provincia de Cartagena. *

Cautivado el Rey de España, Don Fernando VII, en el año de 1808, y habiendo quedado acéfala la Monarquía española por semejante causa, se estableció un Consejo de Regencia que llevase las riendas del Gobierno, durante la cautividad del Rey. Las Colonias españoles reconocieron la autoridad de aquel Consejo, o mejor dicho, fueron las autoridades españolas establecidas en estos países las que le prestaron obediencia, pues los pueblos de América no ejercieron en este punto ningun acto libre, por el cual, de su voluntad y con conocimiento de las circunstancias, reconocieran la autoridad de la Regencia.

La Provincia de Cartagena, que se hallaba entonces dentro de los límites del Vireinato del Nuevo Reino de Granada, estaba á cargo del Gobernador Político y Militar, Don Francisco de Móntes, Jefe de Escuadra de la Marina española. Desde el año de 1808 hasta mediados de 1810 permaneció el Gobierno de Cartagena bajo la autoridad no sólo de la Regencia, sino de la que se llamó Junta Central de Sevilla; pero en este tiempo comenzaron á promoverse en el Nuevo Reino cuestiones muy importantes, aunque con la más prudente reserva, acerca del partido que debieran tomar las Provincias en tales circunstancias, para asegurar su suerte. En efecto: á consecuencia del cautiverio del Rey de España, los granadinos se hallaban penetrados del mayor sentimiento, temiendo al mismo tiempo caer bajo el yugo de la dominacion de Napoleon Bonaparte, Emperador de los franceses, á quien, segun pública voz en ese tiempo, eran bien adictos los Jefes españoles que mandaban este país. El Gobernador de Cartagena parecia no estar exento del contagio, lo mismo que el Virey Don Antonio Amar.

(*) Nos hemos decidido á insertar entre los Documentos históricos que forman esta Coleccion, estos" Apuntamientos," encontrados en el archivo particular del señor Don Antonio Villavicencio, hechos por una persona á quien suponemos fué testigo presencial, y por tanto, bien instruida de los sucesos que narra, por la mucha conformidad que hallamos entre esa narracion y varios de esos documentos; y porque contiene relaciones y episodios interesantes. La segunda parte no la hemos hallado. (N. del E.)

En las transformaciones políticas, y cuando se preparan sucesos que interesan á toda una generacion, las menores sombras producen las sospechas más vehementes. No fueron, sin embargo, tan débiles los motivos que hicieron entónces confirmar á los hombres ilustrados de Cartagena, y á quienes tocaba velar por la suerte de su patria, en la opinion ya indicada de adhesion de los mandatarios españoles al Gobierno frances y aumentar sus temores de que aquella plaza fuera tambien la presa de su ambicion. La Junta de Regencia, ó la de Sevilla, habia ordenado al Gobernador de Cartagena y al Virey de Santafé, que se hicieran las economías posibles en los gastos del Gobierno, omitiendo aquellos que no fuesen de primera necesidad, con el fin, sin duda, de atender à la guerra en que estaba empeñada la España. En consecuencia, se desarmaron las murallas de Cartagena, desmontándose la artillería; operacion que con el mayor disgusto presenció aquella ciudad por el mes de Mayo

de 1810.

Por este tiempo se hallaba en Cartagena el Doctor José María del Castillo Rada, que habia bajado de la capital, con conocimiento de las disposiciones que tenian las personas de saber y de influjo en ella, para promover un cambio en el sistema político, debiendo aprovecharse al efecto las circunstancias que más favorecieran el proyecto, en el cual quedaban de acuerdo los de la capital. Aunque es preciso confesar que la opinion pública no se habia formado tan completamente para un acontecimiento de tamaña importancia y tan nuevo para nosotros, no faltaron circunstancias ni sucesos que, derramando sobre el pueblo una luz regeneradora, le condujeran al conocimiento de la justicia de la gran causa en que iba á comprometerse tan gloriosamente. Los españoles nos habian pintado en Cartagena en 1806 como el escándalo más inaudito, la desgraciada expedicion del General Francisco Miranda en la costa de Venezuela; acontecimiento que se hizo entónces bien trascendental, y que siendo bien sabido su objeto, prestó materia y la luz suficiente para que los muchos hombres de ilustracion y de influencia en nuestro país reflexionasen sobre los destinos que le estaban reservados á Cartagena y á todo el Nuevo Reino de Granada. Ya se hallaba cargado de cadenas en el castillo de San Fernando de Bocachica Don Antonio Nariño, verdadero apóstol de la causa de la libertad é independencia de este país, que con Don Baltazar Miñano, Oidor de la Real Audiencia de Quito, habia sido remitido preso á Cartagena; y aun ya habiamos conocido preso en años anteriores, por la misma causa, al Doctor Ricaurte, natural de Santafé. Ya habia pasado la sangrienta escena de la ciudad de Quito, en que fueron sacrificadas tantas víctimas por la libertad: se habian hecho trascendentales las ejecuciones con pena capital que habian sufrido en la Provincia de Casanare los dos jóvenes Rosillo y Cadena; y, en fin, prescindiendo de otras circunstancias que habian tenido lugar en años más remotos y que hoy son bien sabidas, se conocia muy bien el espíritu que animaba la capital y la firme elocuencia con que habian manifestado sus opiniones los hombres ilustrados de ella, en la Junta que convocó el Virey en el año de 1809, con el objeto de penetrar sus ideas, más bien que con el de aconsejarse; y cuyo resultado fué una declaracion enérgica y valerosa, sobre que la suerte del Nuevo Reino debia someterse á

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una Junta de Diputados de las Provincias, á la manera que ya lo habian hecho varias de la Metrópoli.

Tales fueron, entre otras muchas, las circunstancias que precedieron á las transformaciones de Cartagena, de que bien pronto vamos á hablar. Volviendo á cojer el hilo en el desarme de las murallas, como que fué lo que más vivamente hirió el patriotismo de mis compatriotas y el celo de las autoridades municipales.

Rayó la aurora, siempre gloriosa para Cartagena, del día 16 de Mayo de 1810, (*) siendo Alcaldes de primer voto el Doctor José María García de Toledo, natural de la misma ciudad, y de segundo el Doctor Miguel Díaz Granados, de la de Santa Marta, y ámbos abogados de la Real Audiencia de Santafé. En este día se celebró un Cabildo á que concurrió el Gobernador Móntes, como su Presidente. Luego que se aprobó el acta de la sesion anterior, el Alcalde de primer voto hizo presente al Cabildo el estado de inquietud en que se hallaba el vecindario de la ciudad, á causa de las medidas que actualmente se estaban ejecutando, siendo, por lo mismo, muy justos y fundados los temores que se habian concebido de que una pequeña fuerza mandada por José Bonaparte, que entonces era Rey de España, y tambien se titulaba de las Indias, fuese suficiente para ocupar la plaza, sus fortalezas y toda la Provincia, con peligro de extender su dominacion en todo el Nuevo Reino. Era muy regular que á este hecho y á esta reflexion se añadiera la impropiedad y extrañeza de una medida tan contraria á los usos que el pueblo de Cartagena estaba acostumbrado á observar en los casos en que la Nacion española se hallaba en guerra con otra Potencia europea, y aun con la misma Francia, de que habia ejemplos muy recientes, poniendo la plaza para tales casos en estado de defensa y ofensa. Por consiguiente, á propuesta del mismo Alcalde de primer voto, se acordó por el Cabildo que el Gobernador ejerciera su autoridad, acompañado de dos Adjuntos, de la confianza de la ciudad, y que no se obedeciese acto alguno de su autoridad que careciese de este requisito. La eleccion de adjuntos recayó en el Excelentísimo señor Teniente general de los rea. les ejércitos, Don Antonio de Narváez, natural de Cartagena, y en Don Tomas Andres Tórres, de los Reinos de España, comerciante rico y muy relacionado en el país. Aunque el Gobernador no se prestara á esta innovacion, él se sujetó á ella y juró cumplirla. De este modo cesaron las inquietudes que afectaban á la ciudad, y se aprovechó una ocasion bien favorable para dar principio á una regeneracion política, que era el objeto principal á que aspiraban los dos Alcaldes, el Cabildo, la mayor parte de los abogados, muchos oficiales de la guarnicion y varios individuos del comercio y casi todos los hombres de ilustracion y de influencia.

El Gobernador Móntes no fué tan exacto como debiera en el cumplimiento de su promesa de fidelidad al acuerdo del Cabildo. Se le notaron muchas infracciones, expidiendo órdenes de importancia, sin el con

(*) Aunque aquí se cita el 16 y no el 22 de Mayo de 1810, como lo hacen en sus certificaciones los señores Canabal y Castillo Rada, que en seguida hallarán nuestros lectores, el oficio de las páginas 70 á 73 no deja lugar á duda alguna de que la nueva forma de Gobierno se adoptó en la segunda de las dos fechas citadas.

(N. del E.)

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