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sentimiento de los dos respetables adjuntos, y esto dió lugar á que se pensase seriamente en separarle del Gobierno y remitirle á España. En efecto, se trató de adelantar más la opinion del pueblo y la confianza en el empeño con que García de Toledo conducia los intereses del país. Se buscaron varias personas que se acercasen á la multitud y la fueran disponiendo para las ulteriores medidas que era necesario adoptar. El sefor Juan José Solano y el señor Pedro Romero fueron encargados en el barrio de Jimaní de atraerse un gran número de hombres de valor y de resolucion, que estuvieran prontos al primer llamamiento de García Toledo. El señor Pedro Romero se vió en estas circunstancias en el más grave comprometimiento. Su subsistencia y la de una numerosa. familia casi dependia de su ocupacion en uno de los talleres auxiliares del Arsenal, en el cual se hallaban empleados él y unos hijos suyos. Yo he sabido que luego que García Toledo le manifestó el plan de separar á Móntes del Gobierno, le pareció una empresa imposible y la miró como la cosa más extraña que pudiera intentarse contra un Magistrado de S. M. Un hombre honrado, educado en la mús completa ignorancia, como todos nosotros, acerca de las relaciones políticas que nos ligaban con la Metrópoli, era necesario que se admirase al oir un proyecto semejante. Pero Romero era un apoyo de importancia en la ciudad: él quedó convencido de la justicia del proyecto, y dispuesto á cooperar con su influjo, con sus bienes y con sus hijos. Por su intervencion, juntamente con la de Solano, quedó todo el barrio de Jimaní comprometido á sostener cuanto hiciera García Toledo en beneficio de su Patria.

Del mismo modo fueron designadas otras personas para el mismo objeto en los barrios de la Catedral y de Santo Toribio. (*)

Se dispuso para un dia en que habia de reunirse el Cabildo, que fué el 14 de Junio, que los comisionados tuvieran preparados algunos hombres armados de machete, y que con cierto órden estuvieran presentándose en el frente del Palacio del Gobernador, que era el mismo local en que el Cabildo celebraba sus sesiones. Así se verificó, y estando reunida aquella Corporacion, y presidida por el mismo Gobernador Móntes, García de Toledo hizo presente que proponia que se separara el Gobernador de la Sala, pues existian en su juzgado y en el de su compañero Granados, hasta catorce sumarios que se le habian formado por infracciones á la fé prometida y jurada de observar y cumplir el Acuerdo del 16 de Mayo. El Cabildo acordó que el Gobernador se retirara, mientras se trataba de la materia. Así se verificó. En seguida los Al caldes dieron cuenta de los hechos que resultaban por cargos contra el Gobernador, y á consecuencia de ellos quedó resuelto que éste fuera separado del Gobierno; que quedase arrestado en Palacio, y fuese remitido á España con las causas que habian motivado el procedimiento. (**)

(*) Es sensible que no hubieran sido expresados los nombres de los que fueron designados ó recomendados en esos dos barrios. Los de los Regidores que asistieron al Cabildo del 22 de Mayo de 1810, constan del documento inserto en las páginas 70 á 73 de esta Coleccion, (N. del E.)

(**) Seguramente por haber intervenido el señor García de Toledo de una manera tan diligente y activa en este asunto, fué que se le hizo cargo cuando se le juzgaba por el Consejo de Guerra en 1816, de la deposicion del Gobernador Móntes, y por el que dió sus descargos en la defensa, que hemos leido en esta Capital, (N. del E.)

En nada se opuso Móntes, ni tampoco se hallaba en aptitud de dar una sola órden que pudiera contener los progresos de aquellos acontecimientos. Se presentó en el balcon de su gabinete, y desde allí quedó convencido de que ya no le era posible sostener más su autoridad, ni hacer uso de ella. El pueblo se habia reunido en número muy crecido y armado á los alrededores de palacio, manifestando desde estos momentos la resolucion de sostener con sus vidas y propiedades al Cabildo y sus resoluciones: ya no le embarazaba el temor; entreveia los luminosos rayos de la libertad en medio de los cañones y de las bayonetas; y ya sentia disminuirse el peso de las cadenas en que habia nacido, viéndolas caer rotas á sus piés. Era preciso, pues, que Montes cediera bajo el peso de la nube que se descolgaba sobre su existencia física y política.

Entretanto el Cabildo llamó una compañía del Regimiento "Fijo " cuyo Capitan, Don Miguel Caraballo, habia quedado comprometido al efecto. Este Capitan la sacó del Cuartel sin la menor oposicion, y tambor batiente la presentó al frente del Palacio. Móntes, que á la sazon permanecia en el balcon de su gabinete, hizo esta pregunta: "Señor Oficial, ¿á dónde se dirige esa compañía ?"-"No viene á las órdenes de U. S., sino á recibirlas del M. I. C., Justicia y Regimiento." Así fué: se dirigió á la Sala en que se hallaba reunido el Cabildo, y le hizo presente que venia á recibir sus órdenes. García de Toledo, que presidia la Corporacion, le dirigió la palabra: "Intime Usted órden de arresto al Gobernador desde este momento, dentro de su gabinete, quedando bajo la custodia de Usted, con centinela de vista, y á disposicion del M. I. C. que se halla reunido."

Caraballo, en ejecucion de esta órden: "Señor Gobernador: el M. I. C. acaba de disponer que U. S. quede arrestado en este mismo lugar bajo mi custodia, y con un centinela de vista, que es el mismo que dejo en vuestra presencia: someteos y respetad esta resolucion."

Bien se deja comprender cuál seria la indignacion y el furor con que un Jefe español veia estos procedimientos y los experimentaba en su persona, de parte de los americanos, mirados hasta entonces como unos miserables colonos, creados por la naturaleza y destinados por la Providencia á sufrir el yugo de la España eternamente. En medio de su ira, exclamó: "Pues se ultraja mi autoridad y mi persona, ahí teneis mi baston;" y arrojándole en presencia del Capitan Caraballo, se sometió á sufrir el destino que se le preparara; y fué llamado para reemplazarle el Teniente de Rey, Don Blas de Soria, como á quien por ordenanza correspondia el mando, del cual quedó encargado, con la obligacion de sujetarse al acuerdo del 16 de Mayo.

El mando del Regimiento "Fijo" estaba a cargo del Coronel Don José Castillo, español. No se notó de parte de éste oposicion alguna en estos acontecimientos. Se hallaba en su casa al tiempo de la marcha de la compañía de Caraballo, y por lo mismo en la imposibilidad de haberla impedido. Sin embargo, fueron tales las precauciones con que la prudencia y tino de García Toledo y de Granádos dispusieron sus pasos, que es creible que aun cuando el Jefe del Regimiento hubiera tratado de impedir el órden de los sucesos, sus esfuerzos habrian sido ineficaces. Una

(*) Léase la Exposicion que en 1864 publicó el señor Manuel Marcelino Núñez.

gran parte de la oficialidad y sargentos se hallaban comprometidos en ellos, como los otros dos Caraballos, los tres Garcías, &c.

Ahora es fácil concebir que el pueblo de Cartagena desde estos momentos comienza á sentir la importancia de su dignidad y valimiento. Desde la degradacion más humillante ya empieza este pueblo una gloriosa carrera que al fin le habia de conducir al elevado rango de un pueblo libre de cuyo seno veremos muy pronto habian de germinar las más preciosas semillas de virtud, honor y patriotismo. Este pueblo, que hasta ahora ha sido una masa heterogénea de nobles, de plebeyos; de hombres orgullosos, engreidos los unos con su nacimiento, otros con sus grandes riquezas; otros envilecidos en los oficios mecánicos, que en el régimen colonial eran mirados con desprecio: - este pueblo, digo, va á presentarse en el teatro del mundo, dirigiendo su suerte y sus destinos, dándose leyes é instituciones para su felicidad. De este pueblo vamos á ver Legisladores, Magistrados y Guerreros y los principios más sanos de equidad, de justicia, de conservacion y de fraternidad, y las acciones más gloriosas del valor y de la prudencia, del entusiasmo y del amor á la Patria; todo, todo está contenido en este pueblo que ahora se transforma, para producir efectos los más extraordinarios en la historia de pueblos que han peleado por su independencia y libertad. Un caudillo es la confianza de este pueblo. García Toledo, desembarazado ahora de la molestísima vigilancia del Gobierno, se consagra á inspirar á sus compatriotas todos aquellos nobles sentimientos que deben operar en las transformaciones políticas, le instruye en sus verdaderos y más justos derechos concedidos por la naturaleza y la razon á todos los pueblos de la tierra; derechos que por cerca de tres siglos habian estado sepultados en las bóvedas espantosas del despotismo y de la inquisicion, ó mejor dicho, que hasta entónces eran ignorados, atacados y perseguidos. García Toledo ya conocia muy bien la delicada posicion en que le habian colocado las circunstancias; sabia que todo buen resultado debia depender del conocimiento que adquiriera el pueblo acerca de la justicia de su causa, y no pierde tiempo en promover y hacer que se difundan los rayos más penetrantes de luz y de verdad. Uno solo era gérmen suficiente, y éste era, que la suerte del pueblo de Cartagena estaba ya en sus propias manos; que la naturaleza habia creado libres á todos los seres dotados de inteligencia, y que Cartagena debia serlo. Esto solo bastaba para hacer caer la venda de los ojos del pueblo de Cartagena, para que hiciese su tránsito de las tinieblas á la luz. Estas importantes verdades debieron producir, y en efecto produjeron, los más felices resultados, como lo veremos, porque tal es la fuerza de la verdad y de la justicia, y tal la predisposicion del género humano. Así lo ha dicho posteriormente un célebre orador de la Cámara de Diputados de Francia: "Cuando un pensamiento justo y útil es lanzado en el seno de una gran Nacion, el gérmen de este pensamiento fermenta, crece y se desarrolla." Ea, pues, rompió Cartagena sus cadenas; rayó la aurora de nuestra libertad Î.

Los patriotas de Santafé habian fundado sus esperanzas para promover y ejecutar su pronunciamiento de libertad, en la conducta y en los esfuerzos de los de Cartagena, de donde temian, y con razon, que el Virey sacase auxilios para la Capital; y por lo mismo Cartagena era la que de

bia preceder en pronunciarse, pues de este modo quedaban perdidas las esperanzas del Virey, para no contar con el apoyo de la plaza y fuerzas que pudiera hacer mover en defensa de su autoridad. Esta conducta de los patriotas de Santafé era la más prudente, pues no hay duda de que si se hubiesen adelantado á cualquiera innovacion política, el Virey quedaba seguro en su retirada y en aptitud de regresar reforzado, ó en cualquier otro acontecimiento siempre el Gobernador de Cartagena hubiera hecho marchar fuerzas de la plaza á restablecer el Gobierno de la Capital. Así estaba en el órden de las cosas y así lo habia acreditado ya la experiencia en el año anterior, cuando á consecuencia de los sucesos de Quíto, el Virey habia hecho salir de Cartagena para Santafé un refuerzo de cuatro compañías, que en efecto llegaron en el mes de Noviembre de 1809. Esta fuerza subió al mando del Sargento Mayor Gómez de Cos, y se componia de una compañía del Regimiento "Fijo," su Capitan Don Miguel Gutiérrez, español; de dos de milicias de blancos, sus Capitanes Don José María Berrueco y Don José del Villar; y otra de milicias de pardos, su Capitan F. Santana; todos tres naturales de Cartagena.

Tales fueron las circunstancias que reservaron á Cartagena la gloria de ir en la vanguardia de la transformacion política de las Provincias comprendidas en el Distrito de la Real Audiencia de Santafé, que es el mismo que hoy comprende el territorio de la República de la Nueva Granada. En efecto: la noticia del arresto del Gobernador de Cartagena y de las medidas de seguridad que adoptaba el Cabildo voló á la capital, cuyos patriotas se animaron vigorosamente, y á muy pocos dias despues, ya sin los temores que les detenian, proclamaron su libertad el viernes 20 de Julio, dia de Santa Librada, en cuya noche quedó instalada la Junta que proclamó los derechos del pueblo de Santafé, y quedó jurada por el Virey, en calidad de su Presidente, y por todas las Corporaciones civiles, militares y eclesiásticas de la capital. Por el correo inmediato se tuvo tambien noticia en Cartagena de los acontecimientos de Santafé, y se procedió inmediatamente á instalar una Junta, que es el asunto de que vamos á hablar.

LVII.

CERTIFICACIONES con las cuales se comprueban los importantes servicios prestados por el señor Don Antonio Villavicencio á la causa de la Independencia, y todo lo que la Patria debe á ese Mártir ilustre de la Libertad. (*) I.

El Capitan efectivo de navío, Rafael del Castillo y Rada, empleado extraordinariamente en la Secretaría de Estado en el despacho de Guerra y Marina del Gobierno de la República de la Nueva Granada &.

(*) Estas certificaciones han sido tomadas del expediente que la señora Gabriela Barriga, viuda del señor Villavicencio, creó en 1838, para acreditar ante el Congreso de la Nueva Granada los servicios prestados por su marido á la causa de la Independencia; y aunque están fechadas en el año citado, se colocan en este lugar, por referirse ente ramente á los acontecimientos del año de 1810, en que el señor Villavicencio tuvo una parte activa. (N. del E.)

Certifico y juro en debida forma: que conocia al General de Brigada Antonio Villavicencio y Berástegui, desde el mes de Diciembre de mil ochocientos uno, en cuya época servía el General Villavicencio en la Real Armada española, en el empleo de Alférez de fragata, con destino á la escuadrilla guarda-costa de Tierra-firme, con el título de Conde del Real Agrado, que habia heredado de su familia, á tiempo que el que certifica servia en el mismo Cuerpo como Guardiamarina, con destino en la fragata de Guerra "Santa Sabina": que á mediados de mil ochocientos dos regresó el que habla á la Península española, y el General Villavicencio continuó sirviendo en Cartagena en la clase expresada ántes: que á fines de mil ochocientos tres volvió á ser destinado el que expone á la Comision hidrográfica de Costa-firme, bajo la direccion del Capitan de navío Don Joaquin Francisco Fidalgo: que en mil ochocientos cuatro ascendido sucesivamente el General Villavicencio á los empleos de Alférez de navio y Teniente de fragata, regresó á la Península española para continuar allí sus servicios y no lo volvió á ver el que habla hasta Mayo de mil ochocientos diez, en que ascendido el General Villavicencio al empleo de Capitan efectivo de fragata en su misma carrera, lo vió llegar y desembarcar en Cartagena con el carácter de Comisionado regio del Supremo Consejo de Regencia de España é Indias, cerca de las autoridades del antiguo Vireinato del Nuevo Reino de Granada, viniendo al mismo tiempo en su asocio y con el mismo carácter, cerca de las autoridades de la Provincia de Quito, el Teniente Coronel de tropas ligeras españolas Don Carlos Montúfar. Para principios de Mayo de mil ochocientos diez, varios patriotas ilustres de Cartagena habian concebido la magnánima resolucion de empezar á hacer invasiones á la autoridad que el Gobierno español ejercia en esta parte de América, como un medio que facilitase, primero la transformacion política del antiguo Nuevo Reino de Granada, y despues su absoluta independencia. Al efecto, se principió por incorporar en el Cabildo de Cartagena hombres denodados, que profesando los mismos principios que el Doctor José María García de Toledo, Alcalde ordinario en aquel año, y Jefe por lo mismo de la empresa, pudiesen facilitarla por medios aparentemente legales, que eran los únicos de que se podia hacer uso entónces. Al efecto, previa la difusion de algunas ideas halagüeñas á la masa del pueblo, convocó á Cabildo extraordinario para el diez y seis (*) de Mayo de mil ochocientos diez, el Doctor García de Toledo, y pidió concurrencia á él el Comisionado régio, entonces Capitan de fragata, Don Antonio Villavicencio y Berástegui. Reunido el Cabildo en aquel dia, principió el señor García de Toledo, por hacerle presente la necesidad de que se designasen dos miembros del Cabildo, para que sirviesen de adjuntos al Gobernador de la plaza y Provincia de Cartagena, Jefe de escuadra de la Real Armada, Don Francisco de Móntes, apoyando tal medida en una ley municipal, (†) Y EN EL CONSENTIMIENTO DEL COMISIONADO REGIO, quien ostensiblemente adhirió á la medida, como un medio de calmar el fermento público, que se hizo ostentar en aquel dia, en la plaza mayor de la ciudad, con la concurrencia de más de dos mil quinientos hombres armados, á quienes se les suponia

(*) Veáse la nota del Editor á la página 126 de esta Coleccion. (†) Veáse la Ley que se cita á la página 71 de esta Coleccion.

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