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de que la Junta por ahora corre un denso velo por todo lo pasado, pero que al mismo tiempo velará incesantemente sobre sus operaciones y conducta, y que si en ésta se advierte alguna culpabilidad voluntariamente criminal, ningun pretexto los excusará del rigor de la ley que condena á los sediciosos.

JEFES Y OFICIALES MILITARES! Estad prontos con las tropas de vuestro mando para defender los sagrados derechos que protejemos: uníos con nosotros para sostenerlos. Tenemos todos un mismo interes y defendemos una misma causa, y de este modo podremos con sobrada satisfaccion decir á cualquier enemigo oculto que nosotros nos burlamos de sus dañadas intenciones.

PASTORES Y MINISTROS DEL SANTUARIO! Vosotros sabeis que vuestro ministerio sagrado no se reduce solo á predicar la palabra de Dios; se extiende tambien, sí, á hacer conocer á aquella clase de gentes á quien la Providencia ha escaseado sus luces, lo que debe á su gobierno; por tanto, hacedles saber y repetidles en todas ocasiones: que Dios quiere y bendice al pueblo que ama, sirve y se sacrifica por el bien y defensa de su Religion, de la Patria y de su Rey. Estos son los únicos y verdaderos sentimientos de la Junta Superior Gubernativa de Santa Marta, explicados por el débil órgano de uno de sus miembros.

Santa Marta, 14 de Agosto de 1810.

Doctor RAMON DE ZÚÑIGA Y NÚÑEZ.

LX.

ALOCUCION del Consejo de Regencia de España é Indias, por la cual invita á los Hispano-americanos á mantener con la Metrópoli española la union más sincera y estrecha.

Á LOS ESPAÑOLES VASALLOS DE Fernando vii en LAS INDIAS.

El Supremo Consejo de Regencia de España é Indias injustamente se atribuiria este último timbre, tan grande y tan glorioso, si no tuviese por objeto de sus paternales desvelos el bien y conservacion de esos preciosos dominios y de la Metrópoli juntamente. Sus obligaciones son muchas y de difícil cumplimiento en las críticas circunstancias en que la primera necesidad de rechazar al enemigo orgulloso, le fuerza á no poder atender, tan prontamente como desea, á los votos y última prosperidad de esos leales vasallos del Rey, cuya autoridad soberana representa, y cuyos sagrados derechos defiende en ambos mundos, que componen el indisoluble Imperio español y su grande y poderosa Familia.

Cada noticia que llega á España de la constancia, fidelidad ó entusiasmo patriótico de esos buenos vasallos y hermanos, es de una inexplicable satisfaccion al Supremo Gobierno que rige la Monarquía, combatido en medio de la mayor tormenta que ha padecido una Nacion y han visto los siglos, y un júbilo universal de gratitud y de esperanzas en los

corazones españoles. Grandes prendas tiene ya, y nunca desconfió de tan nobles pruebas en los faustos avisos y auténticos oficios que desde su instalacion ha recibido sucesivamente del reconocimiento y obediencia de diferentes Provincias de las que componen esa España ultramarina, sintiendo que la gran distancia que la separa de esta Península, no les haya dejado llegar juntos en un mismo dia.

Estas demostraciones solemnes de amor y fidelidad á su legítimo Rey y Señor Don Fernando VII, y de respeto y obediencia á los representantes de su soberana autoridad, son el testimonio más insigne y glorioso de que la Nacion española en uno y otro hemisferio es una sola y que lo será eternamente en cualesquiera casos de la fortuna.

Pero en medio de este gozo tan puro y tan macizo, ha sabido con sumo dolor y sobresalto que en alguna ciudad y territorio de ese continente, como si no fuesen hijos de una misma madre, se han experimentado conmociones de descontento y desobediencia, bajo el falso velo de seguridad y buen Gobierno, promovidas por almas inquietas, ambiciosas ó alucinadas con doctrinas y máximas políticas de libertad, que han convertido á los que las predicaban en Europa en esclavos del tirano Napoleon. Se habia creido en tales engañados países, que con la invasion de las Andalucías quedaba extinguido el Gobierno Supremo y aún, que España no existia. Estas primeras noticias, abultadas por el temor ó la ignorancia, ó falsificadas por la malignidad, fueron luego creidas por hombres revoltosos ó impacientes, á quienes convenia creerlas para turbar el sosiego de los buenos, y levantarse al soberbio título de reformadores, bajo la hipócrita salva de leales vasallos. El exceso de Carácas es tan escandaloso, que su misma enormidad acabará de enajenarle los países de su comprension, y de abrir los ojos á los incautos y de arrepentirse á los mismos promovedores de tan osada novedad, de un hecho tan antipolítico y tan antinacional. En Buenos Aires ha obrado más la ignorancia del verdadero estado de la Península, ó la perplejidad y el temor, que la malignidad ó indiscrecion de un nuevo sistema. Ya habrán salido del error aquellos vacilantes ánimos y habrá amanecido la luz de la verdad y de la esperanza.

Estos hechos inesperados han cubierto de amargura y espanto á todos los españoles, que con pecho de acero, sufren imponderables trabajos, peleando por la libertad y felicidad de todos; y que no esperaban este pesar, sobre tantos, cuando más necesitaban de algun consuelo para soportar con el nuevo aliento, que ahora les anima, la calamidad que tan largo tiempo resisten por salvar la comun Patria. Espera la afligida y heróica España, que tiene vueltos los ojos y el corazon á esas felices regiones, y se promete el Supremo Gobierno que tiene el cuidado de todos, que un ejemplo tan abominable será detestado de todos los habitantes de ese hemisferio español, sufocado por sus propias manos si fuese necesario y borrada para siempre hasta su memoria. A esto ayudará tambien el poder y fuerza de las potestades superiores é inferiores que en nombre del Rey gobiernan esas Provincias, para hacer respetar las leyes, el buen órden la justicia vulneradas, y conservar la union, concordia y fidelidad mantenidas dichosamente tantos siglos.

y

¿Qué importa que suenen las juramentos y las voces más generales de execracion contra el tirano de la Europa, si con semejantes excesos

le sirven indirectamente, acaso sin conocerlo, los mismos que abominan su nombre? Para la Europa usa este hombre infernal de una guerra; para la América se ha de servir de otra; sin costarle un hombre,, ni poner en ello sus manos sino las vuestras, amados españoles! La libertad que os conviene en este momento, es la de libertar vuestro país de semejantes perturbadores, que bajo el velo de reformas. erigiéndose en legisladores, quieren precipitaros en uná anarquía, ántes que lleguen los remedios de la Metrópoli, que tiene librada su salud en el próximo Congreso nacional, á cuya participacion estais llamados.

La independencia de una Nacion se funda en no depender de otra: por ella peleamos. Su libertad consiste en conservar sus derechos contra toda tiranía doméstica y extranjera: para conseguir este bien están convocadas las Cortes; pues aquí hace la Nacion estos sacrificios por nosotros y por vosotros, ¿podrá haber quien no agradezca la grandeza de estos servicios con la paciencia aconsejada de la esperanza de mejor fortuna? Los males que la Nacion sufre tantos años hace en ambos mundos, no han sido obra de un dia; y así tampoco podia serlo el remedio: imitadnos en la moderacion y confianza, mientras que entre el estruendo de las armas se preparan los medios para el bien comun de todos. La impaciencia y la violencia nada edifican, mas sí destruyen: y la primera felicidad es tener paz los hombres. Vosotros gozais de este inestimable bien, que ha perdido la mal avenida Europa.

Si os llamais hijos de la madre España, ¿cómo podreis dejar de amar y obedecer á vuestra madre, y evitarle todo pesar en ocasion en que más necesita de vuestros socorros? No basta que seais españoles, si no sois de España. Nunca es nuestra madre más digna de nuestro amor, de nuestro reconocimiento y de nuestra concordia, que en el trance en que trabaja derramando su última sangre por la salud de todos sus hijos. Os alabais de obedecer á FERNANDO, de defender sus derechos y de hacer parte de su corona; y FERNANDO os dice que quien no reconoce y respeta al Gobierno que representa su Real persona y soberana autoridad, no le ama sino de boca.

Nunca ha estado más encendido ni más extendido el fuego de nuestra sagrada guerra en esta Península que ahora: nunca más arraigadas la ira nacional, el odio y la venganza, como despues que se han derramado los enemigos por las Andalucías y han pisado más terreno. La tierra parece que brota patriotas armados; y las tropas de los ejércitos se han vuelto veteranas con los reveses y la experiencia y con la nueva disciplina dictada por la necesidad y el desengaño. Apurados están los recursos del erario de Napoleon para continuar la guerra en España: desde que introdujo con la más detestable perfidia sus tropas en la Península, ha perdido más de doscientos mil hombres. Inventa nuevos planes y nuevos arbitrios para sostener y reforzar sus legiones, y nunca ha sido más declarado el descontento en ellas, ni más frecuente la desercion, que va propagándose en la oficialidad. ¿Y cuál es la fuerza que ha conservado y conserva la España en esta guerra tan terrible y en una lucha tan desigual? La unidad del Gobierno soberano generalmente reconocido, y la union de las voluntades conspiradas contra los enemigos, en defensa de una misma causa.

Sírvaos, pues, españoles ultramarinos, esta unánime conformidad y

firmeza de vuestros hermanos rodeados del formidable aparato de las armas del más poderoso enemigo, de leccion, admiracion y ejemplo. Nunca ha tenido otra esperanza el gran tirano de dominar esta Península, que la de la desunion entre las partes que la componen; solo éste seria su último triunfo; pero han quedado frustradas sus trazas. Esta union, como de dura peña, es la que teme en España: y la que desen que se deshiciese en América.

No pudiendo desunir las voluntades, que contra sus armas es una sola, ha trabajado por todos los medios más atroces y abominables de sumergir la Nacion en una absoluta anarquía; y en esta empresa han sido tambien burladas sus esperanzas. En España nunca ha faltado la autoridad de un Gobierno Supremo reconocido por la Nacion, el cual no ha tenido otra mudanza que la de mudar de nombre, de manos y de lugar. Las Provincias no vacilaron un momento en reconocer el Consejo de Regencia, y cada español, deponiendo su particular opinion é intereses, ha abrazado el general, porque en esta concordia ha visto afianzada la existencia de la Nacion, su poder y salud. Y¿quién puede dudar en las Indias de la existencia y legítima autoridad suprema de un Gobierno no solo obedecido por los vasallos de Fernando VII á quien representa, sino reconocido por el Rey de la Gran Bretaña, por el de las dos Sicilias, por el Regente de Portugal, y cerca del cual residen sus respectivos Ministros y Enviados? De un Gobierno que conserva con la Puerta otomana, con el Rey de Marruecos y con las Regencias Berberiscas sus relaciones diplomáticas y buena amistad? Y afectando la no existencia de un centro comun de Gobierno en España, y la necesidad de gobernarse por su capricho, cubierto con la máscara de seguridad, ¡ proclaman la independencia una porcion de cabezas turbulentas, destrozando los vínculos eternos de union universal entre unos y otros españoles, sin negarnos, como dicen, la hermandad, para hacer ménos detestable su atentado!

Vosotros debías apreciar la dicha, que acaso no conoceis debidamente, de que el monstruo de iniquidad y ambicion que se hace llamar omnipotente por los franceses, nada puede en esas remotas y vastas regiones. Debiais tambien lisonjearos de que aquel á quien la Europa llama el tirano del Continente, nunca lo será de la América, si no le abrís las puertas á sus depravados designios, rompiendo vuestra firme union. Esta es la gran libertad, la verdadera, la imcomparable, que jamás debeis perder. Pero ¿qué importaria que tuvieseis vuestra tierra feliz, libre del furor de sus armas, si no la tuviéseis del estrago de sus asechanzas y maquinaciones? Esta fiera, lo que no puede tragarse lo destroza; y lo que no puede alcanzar con sus garras lo apesta con su aliento. Jamás este perturbador de las Naciones tendrá poder en los mares mientras exista la Inglaterra. Esta aliada y amiga nuestra protejerá el Poder español en todas partes, en la mar y en la tierra, mientras vivamos unidos: esta universal union de la Monarquía española no interesa ménos á ella que á nosotros. El país que se desuniese de este gran cuerpo, quedaria desamparado y enemigo de todos, se consumiria dentro de sí mismo, y sus recursos y esperanzas serian anonadados.

La Regencia os convida con paternal solicitud á uniros desde hoy más estrechamente con la Metrópoli, pues á los vínculos de la sangre, de la religion y del sistema político, del interes de ambos países, quiere que se

añadan los de la representacion nacional en las Cortes generales, para consolidar el bien y prosperidad de todos.

Cádiz, 6 de Septiembre de 1810.

(Aquí las firmas).

LXI.

ACTA DE INSTALACION de las Cortes generales y extraordinarias, en la Isla de Leon, el 24 de Septiembre de 1810.

Don Nicolás María de Sierra, Secretario de Estado y del Despacho universal de Gracia y Justicia, é interino de Hacienda y Marina, Notario mayor de los Reinos, &c. &c.

Digo: que constituido en esta Real isla de Leon el Consejo de Regencia desde el dia 22 del corriente á esperar el momento deseado de la instalacion de las presentes extraordinarias Cortes generales, despues de haber reiterado la convocatoria acordada ya, y circulada por la Junta Central, y prefijado para su apertura el presente dia; habiendo hecho que precediera una solemnísima rogativa pública por tres dias, para implorar del Padre de las luces las que exigen para el acierto los sublimes objetos de un Congreso, de que no hay ejemplar en los siglos que han antecedido, por la generalidad y universalidad de la representacion nacional con que se ha procurado convocar y organizar; habiéndose dispuesto que para llenar en la posible lo que corresponda á las Provincias desgraciadamente ocupadas por el enemigo, se practicasen elecciones de Diputados suplentes entre los emigrados de ellas, presidiéndolas los primeros Magistrados de la Nacion; subsiguiéndose á esto el implorar de nuevo la inspiracion divina por medio de la misa del Espírita Santo, que acordó el Consejo de Regencia, y debia celebrar de pontifical el Cardenal de Scala, Arzobispo de Toledo, en virtud de un decreto formal del dia de ayer, con otros actos de Religion análogos al intento; llegado ya el instante en que debia realizarse la instalacion, se dispuso que congregados todos los señores Diputados de las Provincias libres, y Suplentes de las ocupadas, en el Real palacio de la Regencia, saliesen formados con el Consejo Supremo, y se dirigiesen á la Iglesia parroquial de esta Isla, donde habia de celebrarse la misa votiva del Espíritu Santo, cantarse antes ó despues el himno Veni Sancte Spiritus, y en seguida precediendo una ligera insinuacion exhortatoria, se hiciese por los señores Diputados y Suplentes la profesion de la fé y el juramento que debian prestar. Todo lo cual se preparó y ejecutó con el aparato majestuoso que requeria el interes y sublimidad del objeto, habiéndose congregado en dicho palacio y casa destinada para su recibo los señores Don Benito Ramon de Hermida, Diputado por el Reino de Galicia; Marqués de Villafranca, por el de Murcia; Don Felipe Amat, por el Principado de Cataluña; Don Antonio Oliveros, por la Provincia de Extremadura; Don Ramon Povér, por la isla de Puerto Rico; Don Ramon Sans, por la ciudad de Barcelona; Don Juan Valle por Cataluña; Don Plácido de Montolni, por la ciudad de Tarragona; Don José Alonso y López, por la Junta Superior de Galicia; Don José María Suárez de Rioboo, por la Provincia

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