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IX.

NOTA por la cual se da aviso al Virey de la llegada á Cartagena de Indias del Gobernador nombrado para dicha plaza y su Provincia, Don Francisco de Móntes, y de otros particulares.

EXCELENTÍSIMO SEÑOR.

Mi venerado señor y de todo mi respeto :

De órden del señor Gobernador de esta plaza, Don Francisco Móntes, que llegó el 5 del corriente en la corbeta "Paloma" con el nuevo Comandante de Marina Don Andres Uribe y Contador Don N. Palácios, que viene á encargarse del ministerio de aquel Cuerpo, sale hoy este extraordinario.

El caballero Gobernador manifiesta el carácter de un Jefe completo y de muy buenas intenciones. Ayer ha tomado posesion y dado á reconocer. Su recibimiento ha sido de público regocijo.

De palabra nos ha asegurado la buena situacion de nuestra Península y prósperos sucesos que se nos esperan, cuya confirmacion aguarda en breve en dos embarcaciones que estaban para dar la vela, con destino á este puerto. Me dijo que con ansia deseaba comunicarlas á V. E., porque sabia cuánto las habia de celebrar V. E.

Incluyo el pliego único que trajo la goleta para V. E. y otro de la Habana que vino en embarcacion de Portobelo.

Deseo á V. E. la mejor salud, y ruego á Dios Nuestro Señor conserve la vida de V. E. muchos años.

Cartagena, Octubre 8 de 1809.

Excelentísimo señor.

B. L. M. de V. E. su más reconocido súbdito.

MIGUEL DÍAZ GRANADOS.

Excelentísimo señor Don Antonio Amar y Borbon, dignísimo Virey de Santafé.

X.

TÍTULO de Consultor del Santo Oficio de Inquisicion de Cartagena de Indias, para la ciudad de Santafé, á favor del Doctor Don Crisanto Valenzuela, Abogado de la Real Audiencia y Cathedrático de Filosofía que fué en el Colegio Real Mayor y Seminario de San Bartolomé en dicha capital, y Escribano y Secretario de Cámara de dicha Real Audiencia.

Nos los Ynquisidores Apostólicos contra la herética pravedad, y apostasía en esta ciudad y Obispado de Cartagena de Yndias, y su distrito, por autoridad Apostólica, Real y Ordinaria &."

Por quanto para la buena expedicion de los negocios y causas de Fé que pueden ocurrir en este Santo Oficio de Ynquisicion, conviene que

* Se ha conservado la ortografía del original.

haia personas de letras, y netas conciencias, con cuio acuerdo, y parecer, determinemos y hagamos justicia. Por tanto confiando de vos el Doctor Don Crisanto Valenzuela, Abogado y Secretario de la Real Audiencia de Santa Fé, y Cathedrático de Filosofía que fué en el Colegio Real Maior y Seminario de San Bartolomé, que sois tal persona, en quien concurren todas las buenas partes de Letras y Virtud, con las demas necesarias que se requieren. Por el presente os nombramos, creamos y deputamos Consultor de este Santo Oficio, para que exerzais dicho Empleo en las causas á él tocantes y pertenecientes, haciendo primero y ante todas cosas el juramento de fidelidad y secreto acostumbrado ante nuestro Comisario en esa capital. Y rogamos y encargamos á los S. S. Ynquisidores, que por tiempo fueren en esta dicha Ynquisicion, os tengan por tal Consultor, y usen con vos dicho oficio, guardandoos, y haciendoos guardar todas las gracias, exenciones, libertades, prerrogativas é inmunidades, que por razon de este os deben ser tenidas. Dado en la Ynquisicion de Cartagena de Yndias, sellado con el sello de nuestras armas, y refrendado por uno de los Secretarios del Secto. á veinte dias del mes de Septiembre de mil ochocientos nueve años.

Doctor Don Juan José Odériz.-Doctor Don Prudencio de Castro y Sarralde.-Doctor Don Pedro Alvarez.

Por mandado del Santo Oficio,

FERMIN PANIZA Y NAVARRO.

En la ciudad de Santafé, á seis de Diciembre de mil ochocientos nueve, habiendo comparecido el Doctor Don Crisanto Valenzuela, Abogado de esta Real Audiencia y Secretario de Cámara del mismo Tribunal, y presentado al señor Comisario el antecedente título de Consultor del Santo Oficio: visto y leydo por dicho señor Comisario dijo: que lo obedecia y obedeció en la forma ordinaria, y dandole su cumplimiento recibió juramento de fidelidad y secreto al expresado Doctor Don Crisanto Valenzuela y que desde luego le ponia en posesion del empleo y exercicio de tal Consultor con todas las preeminencias y exempciones que deben gozar y gozan los Ministros de su clase. En fe de lo qual yo D. D. Pedro Ximenez nombrado para el efecto de Notario doy fe haberse así executado.

Doctor Raphael Lasso de la Vega. -Doctor Crisanto Valenzuela.Ante mí, Pedro Ximenez.

AÑO DE 1810.

XI.

ALOCUCION de la Junta Suprema Central Gubernativa de España é Indias al resignar su autoridad en el Consejo de Regencia.

ESPAÑOLES :

La Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, siguiendo la voluntad expresa de nuestro deseado Monarca y el voto público, habia convocado á la Nacion á sus Cortes generales, para que reunida en ellas, adoptase las medidas necesarias para su felicidad y defensa. Debia verificarse este Gran Congreso en primero de Marzo próximo, en la Isla de Leon, y la Junta determinó y publicó su traslacion á ella, cuando los franceses, como otras muchas veces, se hallaban ocupando la Mancha. Atacaron despues los puntos de la Sierra y ocuparon uno de ellos; y al instante las pasiones de los hombres, usurpando su dominio á la razon, despertaron la discordia, que empezó á sacudir sobre nosotros sus antorchas incendiarias. Más que ganar cien batallas valia este triunfo á los enemigos, y los buenos todos se llenaron de espanto oyendo los sucesos de Sevilla en el dia 24; sucesos que la malevolencia componia y el terror exajeraba para aumentar en los unos la confusion y en los otros la amargura. Aquel pueblo generoso y leal, que tantas muestras de adhesion y respeto habia dado á la Junta Suprema, vió alterada su tranquilidad, aunque por pocas horas. No corrió, gracias al Cielo, ni una gota de sangre; pero la autoridad pública fué desatendida, y la Majestad nacional se vió indignamente ultrajada en la legítima representacion del pueblo. Lloremos, españoles, con lágrimas de sangre un ejemplo tan pernicioso. ¿Cuál seria nuestra suerte si todos le siguiesen? Cuando la fama trae á vuestros oidos que hay divisiones intestinas en la Francia, la alegría rebosa en nuestros pechos y os llenais de esperanza para lo futuro, porque en estas divisiones mirais afianzadas vuestra salvacion, la destruccion del tirano que os oprime. ¿Y nosotros, españoles, nosotros cuyo carácter es la moderacion y la cordura, cuya fuerza consiste en la concordia, iriamos á dar al déspota la horrible satisfaccion de romper con nuestras manos los lazos que tanto costó formar y que han sido y serán para él la barrera más impenetrable? No, españoles, no : que el desinteres y la prudencia dirijan nuestros pasos, que la union y la constancia sean nuestras áncoras, y estad seguros de que no pereceremos.

Bien convencida estaba la Junta de cuán necesario era reconcentrar más el poder; mas no siempre los Gobiernos pueden tomar en el instante las medidas mismas de cuya utilidad no se duda. En la ocasion presente parecia del todo importuno, cuando las Cortes anunciadas, estando ya tan próximas, debian decidirla y sancionarla. Mas los sucesos se han principiado de modo que esta detencion, aunque breve, podria disol

ver el Estado, si en el momento no se cortase la cabeza al mónstruo de la anarquía.

No bastaba llevar adelante nuestros deseos ni el incesante afan con que hemos procurado el bien de la Patria, ni el desinteres con que la hemos servido, ni nuestra voluntad acendrada á nuestro amado y desdichado Rey, ni nuestro odio al tirano y á toda clase de tiranía. Estos principios de obrar en nadie han sido mayores, pero han podido más que ellos la ambicion, la intriga y la ignorancia. ¿ Debiamos acaso dejar saquear las rentas públicas, que por mil conductos ansiaban devorar el vil interes y el egoismo? Podiamos contentar la ambicion de los que no se creian bastante premiados con tres ó cuatro grados en otros tantos meses? Podriamos, á pesar de la templanza que ha formado el carácter de nuestro Gobierno, dejar de conseguir con la autoridad de la ley las faltas cometidas por el espíritu de faccion que caminaba imprudentemente á destruir el órden, introducir la anarquía y trastornar miserablemente el Estado ?

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La malignidad nos imputa los reveses de la guerra; pero que la equidad recuerde la constancia con que los hemos sufrido, y los esfuerzos sin ejemplo con que los hemos reparado. Cuando la Junta vino desde Aranjuez á Andalucía, todos nuestros ejércitos estaban destruidos; las circunstancias eran todavía más apuradas que las presentes, y ella supo restablecerlos y buscar y atacar con ellos al enemigo. Batidos otra vez y deshechos, exhaustos al parecer todos los recursos y las esperanzas, pocos meses pasaron, y los franceses tuvieron enfrente un ejército de ochenta mil infantes y doce mil caballos. ¿Qué ha tenido en su mano el Gobierno que no haya prodigado para mantener estas fuerzas y reponer las enormes pérdidas que cada dia experimentaba? ¿Qué no ha hecho para impedir el paso á la Andalucía por las Sierras que la defienden? Generales, Ingenieros, Juntas provinciales, hasta una Comision de Vocales de su seno han sido encargados de atender y proporcionar todos los medios de fortificacion y resistencia que presentan aquellos puntos, sin perdonar para ello, ni gasto, ni fatiga, ni diligencia. Los sucesos han sido adversos, pero la Junta tenia en su mano la suerte del combate en el campo de batalla.

Y ya que la voz del dolor recuerda tan amargamente los infortunios, ¿por qué ha de olvidarse que hemos mantenido nuestras íntimas relaciones con las Potencias amigas, que hemos estrechado los brazos de fraternidad con nuestras Américas, que éstas no han cesado jamás de dar pruebas de amor y fidelidad al Gobierno, que hemos, en fin, resistido con dignidad y entereza las pérfidas sugestiones de los usurpadores ?

Mas nada bastaba á contener el odio que desde ántes de su instalacion se habia jurado á la Junta. Sus providencias fueron siempre mal interpretadas y nunca bien obedecidas. Desencadenadas, con ocasion de las desgracias públicas, todas las pasiones, han suscitado contra ella todas las furias que pudiera enviar contra nosotros el tirano á quien combatimos. Empezaron sus individuos á verificar su salida de Sevilla con el objeto tan pública y solemnemente anunciado de abrir las Cortes en la Isla de Leon. Los facciosos cubrieron los caminos de Agentes que aminaron los pueblos de aquel tránsito á la insurreccion y al tumulto, y los Vocales de la Junta Suprema fueron tratados como enemigos públicos,

detenidos unos, arrestados otros, y amenazados de muerte muchos, hasta el mismo Presidente. Parecia que dueño ya de España, era Napoleon el que vengaba la tenaz resistencia que le habiamos opuesto. No pararon aquí las intrigas de los conspiradores: escritores viles, copiantes miserables de los papeles del enemigo, les vendieron sus plumas, y no hay género de crímen, no hay infamia que no hayan imputado á vuestros gobernantes, añadiendo al ultraje de la violencia la ponzoña de la calumnia.

Así, españoles, han sido perseguidos é infamados aquellos hombres que vosotros elegísteis para que os representasen; aquellos que sin guardias, sin escuadrones, sin suplicios, entregados á la fé pública, ejercian tranquilos á su sombra las augustas funciones que les habeis encargado. Y quiénes son, gran Dios, los que los persiguen? Los mismos que desde la instalacion de la Junta trataron de destruirla por sus cimientos, los mismos que introdujeron el desórden en las ciudades, la division en los ejércitos, la insubordinacion en los cuerpos. Los individuos del Gobierno no son impecables ni perfectos; hombres son, y como tales, sujetos á las flaquezas y errores humanos. Pero como administradores públicos, como representantes vuestros, ellos responderán å las imputaciones de esos agitadores, y les mostrarán dónde ha estado la buena fé y patriotismo, dónde la ambicion y las pasiones que sin cesar han destrozado las entrañas de la Patria. Reducidos de aquí en adelante á la clase de simples ciudadanos por nuestra propia eleccion, sin más premio que la memoria del celo y afanes que hemos empleado en servicio público, dispuestos estamos, ó más bien ansiosos de responder delante de la Nacion en sus Cortes, ó del Tribunal que ella nombre, á nuestros injustos calumniadores. Teman ellos, no nosotros: teman los que han seducido á los simples, corrompido á los viles, agitado á los furiosos: teman los que en los momentos de mayor apuro, cuando el edificio del Estado apenas puede resistir al combate extranjero, le han aplicado las teas de la disension, para reducirle á cenizas. Acordaos, españoles, de la rendicion de Oporto. Una agitacion intestina, excitada por los franceses mismos, abrió sus puertas á Soult, que no movió sus tropas á ocuparla hasta que el tumulto popular imposibilitó la defensa. Semejante suerte os vaticinó la Junta despues de la batalla de Medellin, al aparecer los síntomas de la discordia que con tanto riesgo de la Patria se han desenvuelto ahora. Volved en vosotros, y no hagais ciertos aquellos funestos pensamientos.

Pero aunque fuertes con el testimonio de nuestras conciencias, y seguros de que hemos hecho en bien del Estado cuanto la situacion de las cosas y las circunstancias han puesto á nuestro alcance, la Patria y nuestro honor mismo exigen de nosotros la última prueba de nuestro celo, y nos persuaden dejar un mando cuya continuacion podrá acarrear nuevos disturbios y desavenencias. Sí, españoles: vuestro Gobierno, que nada ha perdonado desde su instalacion de cuanto ha creido que llenaba el voto público, que fiel distribuidor de cuantos recursos han llegado á sus manos, no les ha dado otro destino que las sagradas necesidades de la Patria, que os ha manifestado sencillamente sus operaciones, y que ha dado la muestra más grande de desear vuestro bien en la convocacion de Cortes, las más numerosas y libres que ha conocido la Monarquía, resigna gustoso el poder y autoridad que le confiásteis, y los traslada á las manos del Consejo de Regencia, que ha establecido por el de

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