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abuso que se ha hecho en este punto como en otros, en el anterior Reinado; - ha resuelto S. M., que sin pérdida de tiempo prevenga á usted con la mayor reserva, informe de todos los sujetos que están desempeñando los cargos y empleos militares, eclesiásticos, politicos y de Real Hacienda; expresando el tiempo de servicios de cada uno, su desempeño, luces, esperanzas, conducta, patriotismo y concepto, como sabiamente lo disponen las leyes de esos dominios, cuya observancia se ha transgredido, en las cuales hallará usted excelentes prevenciones que le sirvan de regla, y particularmente en la del Libro 3.o, título 14, la 7.2, 10, 13, y la 34 del título 2 del propio Libro.

No duda S. M. que penetrado usted de todas estas consideraciones, desempeñará este delicado é importante cargo con toda la fidelidad y circunspeccion, prescindiendo de todo otro respecto que el del interes general, y contribuyendo así al logro de las rectas y justas miras que se ha propuesto el Gobierno.

Dios guarde á usted muchos años.

Real Isla de Leon, 15 de Febrero de 1810.

HORMAZAS.

Se circuló esta Real orden á los Vireyes, Gobernadores é Intendentes de la España Ultramarina.

XIX

OFICIO del Gobernador de Cádiz, con el cual remite una Proclama al Real Consulado de Cartagena.

Los pequeños movimientos que se suscitaron en Sevilla y algunos otros pueblos de esta Andalucía, dimanados del terror que infundia en aquellos primeros instantes la invasion de los enemigos, y verificados al tiempo mismo en que la Junta Central se trasladaba desde aquella capital á la Isla de Leon, nos dejaron por tres ó cuatro días casi sin Gobierno, y expuestos á una anarquía. En tan críticas circunstancias, y para que no faltase autoridad que dirigiese la defensa de esta plaza, se formó esta Junta Superior de Gobierno, que desde luego se ocupó en tomar medidas oportunas para rechazar al enemigo; pero felizmente vimos muy pronto que reunida la Junta Central en la Isla, y reconociendo la urgente necesidad de poner las riendas de la Monarquía en manos activas, que llenasen la confianza nacional, nombró un Consejo de Regencia que gobernase á nombre de nuestro amado Rey, señor Don Fernando VII, cuya disposicion análoga á lo que dictan nuestras leyes, y deseada de todos, fué recibida con el entusiasmo más vivo y como el anuncio más lisonjero de prósperos sucesos. Esta ciudad, siempre leal á los principios que ha jurado, se congratuló y dió prisa á reconocer en dicho Consejo de Regencia el depósito de la autoridad soberana, al que por tanto prestó esta Junta el homenaje de fidelidad y obediencia; y ocupada desde tan feliz momento en auxiliarlo con cuantos medios le sugiere su amor patriótico y le presta este noble vecindario, no hace

más que segundar las rectas intenciones de S. M., y deseosa de que en esos paises se consolide la union y fraternidad, incluye á U. S. la adjunta Proclama, en que, poniendo de manifiesto los notables sucesos que han ocurrido, se exhorta á todos á que, reuniendo sus voluntades y deseos á los del Supremo Consejo de Regencia, pongan en sus manos, así como nosotros lo hacemos, todos los medios que necesita para cumplir las grandes obligaciones que ha jurado de salvar la Patria y echar, con la reunion de las próximas Cortes, el cimiento seguro de nuestra independencia y fidelidad. Los vínculos de sangre, de relaciones y de intereses estrechan más que con ningun otro pueblo los de éste y ese Reino; y así, esta Junta se ve más obligada que ninguna otra á repetir á U. S. que la union, fraternidad y obediencia de las dos Españas, serán el presagio seguro de la victoria.

Nuestro Señor guarde á U. S. muchos años.

Cádiz, 28 de Febrero de 1810.

FRANCISCO VENÉGAS.

Señores Prior y Cónsules del Consulado de Cartagena de Indias.

XX.

PROCLAMA de la Junta superior de Cádiz á la América española.

PUEBLOS DE AMÉRICA:

En la peligrosa crisis que acaba de sufrir la Monarquía, cuando asaltada de una nube de desgracias en su defensa exterior, las facciones y el frenesí minaban interiormente sus cimientos para que se desplomase al suelo; cuando la confusion y el desórden no dejaban, al parecer, senda alguna que seguir en medio del laberinto de los sucesos y del movimiento tumultuario de las pasiones, el pueblo de Cádiz, que, puesto por la naturaleza y la fortuna inmediatamente al torbellino, ha tenido la suerte de ser una de las principales columnas en que se han sostenido la unidad y esperanzas del Estado, os habla ahora por medio de su Junta Superior, para enteraros de la verdad de los acontecimientos, manifestaros la serie de sus operaciones, y mostraros el rumbo por donde vuestra lealtad debe seguirnos para la salvacion de la Patria.

La fama llevará á vuestros oidos que los franceses han penetrado en la Andalucía, que han ocupado á Sevilla, que se han dilatado hasta el mar, que la autoridad soberana depositada en la Junta Central lo está ahora en un Consejo de Regencia, y que nuestros esfuerzos deben comenzar de nuevo á organizar la máquina de la resistencia contra el enemigo. La inmensidad de la distancia, la diversidad de lenguas por donde los hechos pasan, la malignidad que los vicia, el terror que los abulta, todo contribuirá á llenar de sorpresa y de dolor vuestros ánimos, y no cesareis de preguntar: ¿porqué medio, por cuál camino las lisonjeras esperanzas que antes se concibieron, se han convertido en una perspectiva tan triste de reveses é incertidumbres?

Sin duda los españoles no habiamos sido bastante castigados todavía de estos veinte años de degradacion, y los efectos deplorables de la tiranía que hemos consentido en este tiempo ominoso se dejan sentir aun en medio del gran carácter que hemos desplegado en nuestra revolucion. Esta es la causa original, de nuestros errores, de nuestros reveses, de que se hayan malogrado nuestras esperanzas, y de que se hayan oscurecido los albores de prosperidad con que de tiempo en tiempo nos ha halagado la fortuna.

Deshecho en los campos de Ocaña el ejército más poderoso que se ha opuesto á los franceses en esta guerra, ajustada la paz entre Austria y Francia, Gerona rendida, y todas las fuerzas enemigas agolpadas á Sierra-morena, era claro que los enemigos, invadiendo la Andalucía y destruyendo el Gobierno, querian dar cima á sus perversos designios, y completar la ruina del Estado. Solo medidas de un carácter prodigioso por su celeridad y su fuerza podian servir á contener el torrente que amenazaba. Pero la Junta Suprema, ya desautorizada con las desgracias que habian seguido á todas sus operaciones, mal obedecida, perdida la confianza, y llevando consigo el desaliento de su mala fortuna, no tenia manos para obrar ni piés para caminar. La fuerza irresistible de las cosas la habia conducido á esta extremidad amarga, y cuando los franceces, excesivamente superiores en número á las tropas que defendian las Sierras, rompieron por ellas, el disgusto de los pueblos, ya manifiesto en voces y en querellas, anunciaba á la Junta el momento de su cesacion inevitable.

Pero esta cesacion que, por el bien del Estado y conservacion de su unidad, debia ser voluntaria y solemne, à fin de que la autoridad que se estableciese por ella fuese legítima y universalmente reconocida, estuvo á riesgo de perder estos caractéres necesarios y sagrados. Habia la Junta salido de Sevilla para trasladarse á la Isla de Leon, segun lo tenia anunciado anteriormente; los franceses se acercaban; y en este momento de crisis, el pueblo de aquella ciudad, agitado por el terror y por espíritu de faccion, se tumultuó desgraciadamente, clamó contra la autoridad establecida, y llenó con sus gritos los pueblos y ciudades de Andalucía.

el

Oyéronlos los buenos con espanto, los prudentes con indignacion. Temieron unos y otros ver el Estado flotando sin timon alguno al arbitrio del huracan de las pasiones, y deshecho en los horribles vacíos que le amenazan. En tal incertidumbre, disueltos al parecer los lazos políticos que unen los diferentes miembros de la República; cada Provincia, cada ciudad, cada villa tenia que tomar partido por sí sola, y atender por sí sola á su policía, conservacion y defensa. Cádiz desde este instante debió considerarse en una situacion particular y distinta de todas las demás ciudades de España. Su poblacion, su opulencia, las relaciones inmensas de su comercio, la singularidad y fuerza de su posicion debieron persuadirla de que en ella iban á constituirse las principales esperanzas del Estado. Creyóse, con razon, el objeto de mayor atencion para los patriotas españoles, el lazo más importante de unidad con la América, y el interes y la expectacion de toda Europa. El rumbo que ella siguiese, los sentimientos que manifestase, debian ser principios de conducta y sendero de confianza para otros pueblos. Mayores recursos la impo

nian mayores obligaciones: y puesto que por culpa de los hombres, ó por rigor de la fortuna, el incendio se acercaba á su recinto, era fuerza que para atajarle mostrase un carácter correspondiente á su dignidad y poderío.

Así fué. Desde el momento que oyó que los enemigos habian invadido la Andalucía y se encaminaban á Sevilla, el pueblo, en vez de abatirse, hizo ver una energía digna en todo de la augusta causa á cuya defensa se ha consagrado. Habló sola la voz del patriotismo, y callaron todas las ilusiones de la ambicion. Jefes y subalternos á porfía daban muestra de desprendimiento y generosidad. Dió el primer ejemplo de ello el Gobernador de la plaza, que al anunciar al Ayuntamiento la ventaja del enemigo y el peligro de Andalucía, se manifestó pronto á resignar el mando en quien el pueblo tuviese mayor confianza, reservándose servir á la Patria en calidad de simple soldado. No lo consintió el Ayuntamiento, ni á nombre del pueblo el Síndico que le representaba en él; y el General, que tantas pruebas de desinterés, de valor y de patriotismo ha dado en el curso de esta revolución, quedó nuevamente encargado de la autoridad militar y política de la plaza, por la voluntad del pueblo, que ama su carácter, confía en sus talentos y respeta sus virtudes.

Mas para que el Gobierno de Cádiz tuviese toda la representacion legal y todo la confianza de los ciudadanos, cuyos destinos más preciosos se le confían, se procedió, á peticion del pueblo y propuesta de su Síndico, á formar una Junta de Gobierno que, nombrada solemne y legalmente por la totalidad del vecindario, reuniese los votos, representase las voluntades y cuidase de los intereses. Verificóse así, y sin convulsion, sin agitacion, sin tumulto, con el decoro y concierto que conviene á hombres libres y fuertes, han sido elegidos por todos los vecinos, escogidos de entre todos, y destinados al bien de todos los individuos que componen hoy la Junta Superior de Cádiz: Junta cuya formacion deberá servir de modelo en adelante á los pueblos que quieran elegirse un Gobierno representativo digno de su confianza.

Desde el momento de su instalacion vió las enormes dificultades que tenia delante de sí, y juró, sin embargo, corresponder á las esperanzas de sus comitentes. Despeñábanse los franceses con su impetuosidad acostumbrada á ver si podian sorprender este emporio que tanto codician. Delante de ellos, traidos en las alas del terror, ó sacudidos por el odio, venian millares de fugitivos que no tenian otro asilo ni otro refugio que Cádiz: dentro el pueblo, animoso sí y confiado en su bizarría y entusiasmo, pero receloso del atraso en que se hallaban las obras de defensa, incierto del éxito de sus esfuerzos, y expuesto por lo mismo á los peligros de la efervescencia; resistir y rechazar á los unos, acoger á los otros, asegurar y fortalecer al último; proveer á la seguridad exterior, mantener dentro la tranquilidad, cuidar de que no falte nada á una poblacion ya tan inmensa, fueron los objetos árduos y gravísimos á que la Junta tuvo que aplicar su atencion, y en que tiene la satisfaccion de asegurar que hasta ahora sus providencias y sus medidas han logrado un efecto correspondiente á su celo.

Dió al instante la mayor actividad al alistamiento general de todos los vecinos, excitó su entusiasmo para que concurriesen á la conclusion

de la gran batería que defiende exteriormente á la ciudad por la parte

del arrecife, mandó demoler el castillo de Santa Catalina, para que los franceses no pudiesen obstruir desde él la entrada y salida en la bahía, convocó con premios y recompensas á todos los hombres de mar para el armamento de las fuerzas sutiles que tanto deben contribuir á nuestra resistencia; y con las medidas y providencias tomadas por la policía alimentaria del pueblo, los víveres y mantenimientos de todas clases se hallan en un estado tal, que nuestros enemigos, dueños de la costa y árbitros de extenderse donde quieren, no los disfrutan ni con más baratura ni en mayor abundancia.

Mas estas atenciones, limitadas á la seguridad y defensa del pueblo de Cádiz, no disminuian el grave cuidado que desde el momento de su creacion aquejaba á la Junta. Contenida en los límites de su instituto, sin pretender dar leyes á los otros pueblos, y desechando toda idea de supremacía, tan ajena de su carácter y de sus principios como perjudicial á la causa pública, deseaba con ansia el instante en que la autoridad soberana apareciese con la debida fuerza y energía y se mostrase el centro de las operaciones de todo el Reino. No tardó este instante en llegar: los individuos de la Junta Suprema, á pesar de las contradicciones y aun desaires que sufrieron en su viaje de parte de los pueblos agitados, pudieron reunirse en la Isla de Leon. Allí vieron que el poder que habian ejercido hasta entónces, ya sin accion en sus manos, debia transferirse á otras, para que pudiese salvar la Patria. Convencida de esta necesidad, instruida por la voz de todos los buenos españoles y por la leccion de los sucesos mismos, la Junta Suprema terminó sus funciones con el acto solemne que á ella solo correspondia, creando un Consejo de Regencia, á quien trasladó la autoridad soberana de que estaba revestida. Los individuos nombrados para formarle fueron: el Reverendo Obispo de Orense, Don Pedro de Quevedo y Quintano, los señores Don Francisco de Saavedra, Don Francisco Javier de Castaños, Don Antonio de Escaño, y en representacion de las Américas el señor Don Estevan Fernandez de Leon, que habiendo renunciado su encargo por la debilidad de su salud, se sustituyó en el señor Don Miguel de Lardizabal y Uribe, electo en lugar suyo.

En medio de la incertidumbre y confusion de los dias anteriores, brilló por fin uno de alegría y de esperanza. Vió la Junta de Cádiz establecido un Gobierno más consiguiente á nuestras leyes y á nuestras costumbres, y sobre todo más á propósito para conducir el Estado en los tiempos borrascosos que nos afligen. Vióle compuesto de las personas más aceptas á los ojos del público, en quienes la Nacion está acostumbrada á respetar y admirar el celo, la confianza y la victoria. Vió en la eleccion del señor Lardizabal para Representante de la América (eleccion que ella habia invocado con sus deseos y preparado tal vez con el alto aprecio que hace de sus prendas eminentes) un nuevo y precioso lazo para estrechar la fraternidad de sus dominios con los dominios de España. Vió, en fin, á todas las autoridades, á todos los buenos ciudadanos contemplar esta gran novedad como la restauracion de nuestras cosas; y acorde con ellos y con sus propios principios, reconoció al Consejo de Regencia como depositario de la autoridad soberana, y juró obedecerle como al Monarca en cuyo nombre ha de mandar.

No teme la Junta que este tributo de respeto dado á los Supremos

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