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V.

Hé aquí los fragmentos del discurso que pronunció en defensa de las Córtes de Cádiz:

<<No necesito asegurar al señor preopinante que yo no me personalizaré. Creo haber dado pruebas de que lo repugna mi carácter. Soy el primero á convenir, que por parte del Sr. Vera hay el mismo celo por la causa pública que en todos los demás señores diputados. Cualesquiera que sean sus opiniones son para mi muy respetables. La impugnacion que yo haga al papel que ha presentado, deja en su fuerza el espíritu patriótico que le anima. Estoy de él bien convencido. Pero aunque se presenta al Congreso bajo la firma de un diputado; aunque el mismo Sr. Vera, excitado á esponer las razones que ha tenido para presentarlas, asegura que son suyas, el carácter del papel en el todo de sus circunstancias, y el añadir que las ha estendido con arreglo á lo que tiene oido á sus amigos, y á otras personas con quienes ha tratado sobre la materia, todo esto, digo, me autoriza á examinarle con la libertad y desembarazo que conviene á un diputado que ve acusado públicamente al Congreso á la faz de la nacion por otro diputado. Señor, es triste y doloroso ver que sea necesario hacer la defensa de las Córtes. Aunque el señor diputado no lo crea así, el preámbulo de sus proposiciones es una acusacion formal contra el Congreso, hecha en sesion pública, provocada la atencion y espectacion ge. neral.

>Señores, no hay equivocacion, porque yo no hablo de lo ocurrido antes de leer las proposiciones. Ni lo sé, ni me im

porta saberlo. Es un hecho que se ha dado cuenta de este papel en sesion pública, de lo que yo me alegro, porque puntos de esta trascendencia deben discutirse y resolverse con publicidad; además hay una resolucion del Congreso para que se discuta en público toda proposicion relativa á poner en la Regencia una persona real; véase la resolucion. Prosigo. El papel del Sr. Vera concluye pidiendo que se inserte en las actas su papel. En ellas tambien debe constar el juicio que hagan de su mérito los diputados que le analizan. Todo el preámbulo de las proposiciones va dirigido á apoyar la segunda de ellas. Y todo el papel no tiene más objeto que entregar el gobierno de España á un príncipe extranjero, bajo el disfraz de poner al frente de la Regencia una persona real. El artificio con que está escrito el preámbulo; el estudio con que se presentan hechos aislados, inconexos; resultados de causas que preexistieron á la instalacion de las Córtes; el singular cuidado cen que se habla de la desnudez del soldado, de la pérdida de plazas, de derrota de ejércitos, y de todo cuanto pueda excitar más el interés, y aun las pasiones de los que lean este escrito ó sepan su contenido, exige que se examine, que se desentrañe con toda escrupulosidad un papel cuyas consecuencias, con la mejor buena fé por parte del señor diputado que le presenta, serian entregar el reino á nuestros enemigos. Hablo siempre bajo la suposicion de estar ausente el rey.

>>Dice el preámbulo que las Córtes no han llenado la espectacion pública. Si esta se estendia á que se terminase en pocos meses una guerra, por su naturaleza larga, difícil y tan arriesgada, que tal vez la imprudencia ó la inconsideracion hubieran acarreado un éxito mil veces más funesto,

puede ser así. ¡Ah! ¡A cuántos se oye maldecir el gobierno porque no consigue victorias, que se reian al principio de los que creian que se podia resistir á los franceses! ¡Cuántos otros hay que solo sienten que la lucha se prolongue tanto! Su lenguaje los descubre, y yo los he conocido cuando más creian ocultarse. Mas si la buena fé en reconocer el estado de la nacion al cesar la última Regencia; si el juicio y cordura de los hombres sensatos y verdaderos patriotas, han de entrar á rectificar la opinion pública en esta parte, la espectacion general no pudo tener aquella latitud.

>Nada más natural que el que reclame contra las desgracias, el que sufre el peso de ellas en su persona ó familia, que se desentienda y aun desconozca las verdaderas causas que las han acarreado, los insuperables obstáculos que se oponen á su pronto remedio. Pero nada es más de admirar que el que un señor diputado, que lo conoce todo, que ha visto al Congreso de que es individuo, afanarse dia y noche en buscar medios, arbitrar recursos, examinar proyectos, desvivirse, en fin, por hacer cuanto estaba de su parte para conseguir el objeto de su gloriosa reunion, halla condescendido en presentar contra las Córtes una denuncia tremenda por todas sus circunstancias, sin ofrecer comprobantes, sin declararse dispuesto á hacer bueno el cargo sosteniendo la acusacion, como debia esperarse del aparato y estruendo con que se anuncian las proposiciones en el preámbulo.

>>El señor diputado, ó se ha olvidado de cuanto ha ocurrido en el Congreso en sesiones públicas y secretas, ó no son suyas las proposiciones. Yo creo esto último, porque para ello le he oido lo bastante, cuando dijo que sus amigos y otras personas, y varios impresos, le han sugerido las ideas que

contienen. Su coincidencia con la doctrina y deseos de algunos, manifestados en otras ocasiones fuera del Congreso, me señala el rumbo que debe seguir mi impugnacion. Lo que yo aseguro, sí, al señor diputado, es que sin la instalacion del Congreso y sin su permanencia hasta el dia, esas plazas perdidas de que habla el preámbulo que nos ha traido, no hubieran sido defendidas con tanta gloria. Esas derrotas de ejércitos tan exageradas hubieran servido de pretesto para capitular con el enemigo; esa desnudez del soldado tan artificiosamente ponderada, no estaria en parte cubierta con el lisonjero prospecto de una reforma que está próxima á verificarse bajo los auspicios de una Constitucion libre; en una palabra, sin esas mismas Córtes, que tan poco han correspondido á lo que esperaban de ellas los autores del preámbulo, el pabellon enemigo tremolaría hoy sobre los muros de Cádiz.

>Es preciso ignorar la historia de las usurpaciones, y señaladamente las ocurridas en España; es preciso no tener el menor conocimiento del corazon humano para creer que un príncipe victorioso gobernando el reino dejase pacíficamente el trono á nuestro desgraciado y cautivo rey. La ambicion de mandar, el atractivo de la corona son más poderosas que la virtud de la moderacion. Y la ley de Castilla, que prohi be la guarda del rey menor al que tenga derecho á sucederle, acusaria siempre al Congreso de imprudencia y aun de temeridad. El rey es todavía de peor condicion que un menor. Este podria estar en el reino, criarse entre sus súbditos, confirmar con su presencia de tanto en tanto su obediencia y lealtad. Mas el Sr. D. Fernando VII está ausente, está cautivo y sobre todo es desgraciado. Se halla en poder de un infame usurpador para quien la virtud y el pundonor

TOMO II.

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son un juguete y un motivo de ejercitar su inmoralidad. ¿Qué de ardides no formaria su fecunda depravacion para dividirnos y desacreditarnos para con nosotros mismos y para con los extraños? ¿Cuánto no perderia la nacion en el concepto de los soberanos de Europa, que tanto han (sabido apreciar la generosa resolucion que hemos tomado de vengar á toda costa el ultraje cometido en la persona del rey, si viesen que las Córtes incurrian en el desacuerdo de dar ocasion á que un príncipe más ó ménos extraño le suplantase al favor de un tratado secreto, de una victoria, de un partido, de una guerra civil ó de una intriga doméstica?

>Yo anhelo más que nadie, si se quiere, por poder contribuir aunque sea en un ápice á la libertad de mi patria. No. tengo otro objeto ni otras miras. Fortalecido con el sentimiento intimo de mi conciencia, yo, yo pido al Congreso que no se disuelva hasta ver asegurada la ejecucion de la Constitucion.»

De esta manera enérgica terminaba el orador su discurso..

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