Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO III.

Otros oradores notables.-Su carácter.-Sus aspiraciones.-Su biografía.

I.

No puede hablarse de las Córtes de Cádiz, sin que quien conozca su historia y sus detalles, deje de recordar involuntariamente el nombre de un orador americano, que trajo á la Asamblea el fuego de la tierra canicular en que habia nacido.

Orador fogoso, inspirado y diplomático, al par que sacaba partido de sus dotes oratorias, tenia el tacto político y diplomático de utilizar sus discursos y hacer de ellos aplicaciones prácticas, siempre ventajosas á las causas que defendia.

El era con justo título el jefe de los liberales americanos, y procuraba encontrar en todo una ocasion oportuna de beneficiar á su país, sin que lo conocieran quizá las personas que con él trataban, y á quien dirigian sus peticiones embozadas en el manto de una habilidosa astucia.

Y á pesar de sus brillantes dotes de orador, hacia decaer sus mejores discursos por cierto abandono de estilo, que puede llamarse mal gusto sin temor de equivocarse.

El Sr. Rico y Amat lo define perfectamente en su Libro de los Oradores, cuando dice que Mejia era uno de los que dan más valor á la oportunidad que á su talento.

Se distinguia tambien por la generalidad de sus conocimientos y por la serenidad con que improvisaba aun sobre los asuntos de que no tenia noticias muy exactas.

Debe citarse el consejo que dió á las Córtes cuando se hablaba de que la revolucion empezaba á minar los Estados de América:

-«Apague V. M. ese fuego, dijo, con el rocío de la justicia.»

Era, en fin, el primer improvisador de las Córtes de Cádiz.. Pero fué prematuramente arrebatado á la vida por la fiebre amarilla, que le sorprendió en aquel puerto, á la raiz misma en que se disolvian las Córtes.

II.

Gutierrez de la Huerta era hombre de pericia en las leyes y de práctica forense.

Así es que más que orador distinguido, era jurisconsulto ilustrado.

Por eso se esplica fácilmente su reputacion de orador, cuando en realidad no era tanto su mérito como su fama; teniendo en cuenta que en aquella época no abundaban los oradores porque no habia ocasion contínua de hablar en público.

Pero su práctica como abogado le dió cierta verbosidad y confianza en su palabra, que le permitian presentarse frente á frente en cuantas ocasiones creia oportuno, pues no le violentaba el improvisar.

Y entonces no eran muchos lo que á tanto se atrevian, pues gran parte de los discursos pronunciados en aquellas

Córtes, no solo no eran dichos por improvisacion, sino que ni aun tenian el mérito de confiarse á la memoria salvar las apariencias. Y así es que se escribian y se leian literal

mente.

Al principio se envalentonaba demasiado y hasta intentó rivalizar con Argüelles, pero se convenció al fin de que su intento era temerario.

Sin embargo, no se acreditó de modesto, pues afanoso de sobresalir, ya que no le era posible ser el rey de la palabra en aquella Asamblea, quiso ser el jefe de un partido, y á ese fin se encaminaron sus propósitos.

Y tambien en Gutierrez de la Huerta se operó ese fenómeno que acabamos de estudiar elevándolo á la categoría de ley, el fenómeno de que los hombres públicos más exaltados en sus opiniones, cuando avanzan en su causa ó avanzan en su edad, templan sus ideas y modifican sus doctrinas.

Así es que de apasionado y ardiente tribuno, se hizo defensor convencido del bando reaccionario.

Tal es el poder mágico é irrestible del principio de autoridad sobre quien lo ejerce algun tiempo.

Qué lejos estaban de suponer muchos liberales de aquella época, que su correligionario Huerta habia de convertise en su enemigo más implacable.

Y si bien es cierto que la oratoria parlamentaria requiere gran elocuencia, y no era esta actividad la que resplandecia en Huerta, le compensaba con la fuerza de su dialéctica y de sus hábiles razonamientos.

Tal vez sea el diputado que nos ocupa el tipo mas acabado de la metamorfosis que se opera en el hombre que avanza demasiado y que se reacciona en extremo.

Realista y ultramontano de una manera vehemente y pro

que

nunciada, parece imposible que fuera el mismo habia dicho: «El rey es rey por voluntad de la nacion.» Y que al atacar la prerogativa constitucional de que el monarca proveyese todos los destinoss civiles y militares, dijese: «La razon que tengo es la desconfianza que tiene y ha tenido la nacion y ha debido tener de los anteriores empleados, porque hasta ayer el rey ha sido árbitro de dar los destinos.» Y concluia con esta sentencia: «No debe perderse de vista que el rey es para los pueblos y no los pueblos para el rey.>

Los servicios que á la causa realista prestara, le fueron recompensados con la fiscalía del Consejo de Castilla.

III.

No es posible que en un libro de la naturaleza del que me ocupa se trate detenidamente de todos los oradores que más se distinguieron en las Córtes de Cádiz, pero bueno es historiar las figuras que más destacaron en aquella Asamblea y condensar, sus rasgos y circunstancias características.

Voy pues á terminar esta tarea describiendo y especificando, aunque en bosquejo, á los eminentes oradores García Herreros, Inguanzo y Calatrava.

IV.

No fué á la verdad demasiado pródigo de palabras el señor García Herreros, sino que por el contrario, solo hablaba cuando algun motivo especial lo requeria.

Así es, que su misma parsimonia le levantó en el concepto

de sus compañeros, quienes al par que le reconocian sus relevantes condiciones de orador, le respetaban como hombre de gobierno.

No sé lo que sucede con los hombres que hablan demasiado, aun cuando se espresen con elocuencia, pero es lo cierto que la reserva y la prudencia dan triunfos mas positivos que los triunfos esclusivos de la palabra.

Esto se observó perfectamente en Garcia Herreros.

Su carácter de abogado, de sólida reputacion y el haber sido antiguo procurador del reino, le daban cierta preponderancia y prestigio en la Asamblea; preponderancia y prestigio que aumenta considerablemente con sus discursos, en los que acreditaba no solo conocimientos especulativos, sino un gran caudal de provechosa esperiencia en el manejo de los negocios. Y su trabajo no era solo el del Parlamento, no era el de preparar discursos y engalanarlos con frases floridas y pensamientos ingeniosos, sino que como hombre acostumbrado á desentrañar cuestiones, se dedicó á las tareas preparatorias á que se consagraban cada comision en particular, y allí es donde esplicaba los principios, desenvolvia los espedientes, redactaba informes y prestaba, en fin, servicios muy importantes aunque de menos lucimiento que los discursos parlamentarios.

Eran Argüelles y García Herreros dos hombres singulares, que formaban el núcleo del partido reformador de las Córtes extraordinarias, distinguiéndose el último como filósofo y publicista, que profundizaba los problemas, y sobresaliendo el primero por la brillante forma en que esplicaba los pensamientos de sus compañeros.

No obstante la severidad de su carácter y la formalidad

« AnteriorContinuar »