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<Cárlos Leopoldo, baron de Kolly, dice, irlandés segun unos, y natural de Borgoña, al decir de Savary, jóven intrigante y astuto, versado segun él mismo confiesa en sus Memorias, en el desempeño de espionajes secretos, en recompensa de los cuales le habia regalado lord Wellesley un sable de honor, se presentó en Inglaterra al duque de Kent, y le propuso un plan para apoderarse de la persona de Fernando, conducirle á bordo de la escuadra inglesa, y trasladarle á un puerto de España. Ofrecia el baron poner en obra por sí mismo el pensamiento, y el duque que conoció la importancia de inflamar y estimular el entusiasmo de los españoles con la presencia de un príncipe tan querido, refirió al rey su padre la propuesta de Kolly.

>>Discutida la idea por los ministros y apoyada por el de negocios extranjeros Wellesley, dieron al baron una carta credencial para que desvaneciese con ella las dudas que se despertarian al principio en el ánimo de Fernando, pues consistia en la carta original escrita en latin por Cárlos IV al rey de Inglaterra cuando el mismo príncipe se casó en primeras nupcias con la princesa María Antonia de Nápoles. Encargóse igualmente Kolly de dos escritos del monarca de la Gran Bretaña para el augusto prisionero; y provisto de pasaportes fingidos, itinerarios, órdenes, estampillas y sellos, dió principio á su caballeresca aventura. Contaba con los fondos necesa

rios para la empresa, ya en diamantes, ya en letras contra la casa de Maensoff y Clanoy; y una escuadrilla con víveres para cinco meses, esperaba sus avisos y su regreso en la costa de Quiberon, donde habia desembarcado Kolly.

>Llegó á París, vendió parte de los diamantes y comenzó sus preparativos, pero, ó bien sea en el camino ó en aquella

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capital, la policía descubió la trama, cuyo hilo le habia entregado á un tal Alberto, secretario del mismo baron, quien se dió preso y encerrado en el castillo de Vincennes.

>El ministro de policía Fouché propuso á Kolly que siguiera representando su papel y sondeara el ánimo de Fernando; mas el agente inglés no cedió á sus promesas y prefirió los calabozos de Vincennes.

>Entonces Fouché encomendó aquel delicado encargo á un bellaco llamado Richard, quien fingiendo ser Kolly, y autorizado con sus credenciales y demás papeles, se introdujo en el palacio de Valencey vestido de buhonero en los primeros dias de Abril, pues con el pretesto de vender algunas joyas pensaba entregar al príncipe español los documentos usurpados á Kolly.

>Logró hablar al infante D. Antonio; mas Fernando, en cuya cabeza bullia entonces el deseo de emparentar con el emperador de los franceses, irritóse á las primeras palabras que oyó, dió gritos y mandó á Amezaga, su gentil-hombre, que diese cuenta de todo al gobernador Barthemy á quien despues escribió el relato del suceso.

>Cuando el gobernador pasó á ver á Fernando, díjole éste: -Los ingleses han causado graves daños á la nacion española tomando mi nombre, y ahora mismo son la causa de la sangre que se derrama.

>El ministerio inglés, falsamente persuadido de que estoy detenido aquí por fuerza, me propone medios para que me fugue, y me ha enviado un emisario que bajo el pretesto de venderme objetos curiosos, debia darme un recado de S. M. el rey de Inglaterra.»

V.

Kolly permaneció encerrado en Vincennes hasta la caida de Napoleon y obtuvo de Fernando un privilegio para introducir harina en la isla de Cuba con bandera extranjera, bajo la condicion de que desfigurase el hecho en la parte que tocaba al rey, en las Memorias que despues publicó en Francia.

Terminado este episodio, edificante por más señas, hé aquí lo que en vista de sus descalabros pensó el omnipotente capitan del siglo:

-La Inglaterra, se dijo Napoleon, aspira á dominar moralmente á España, devolviéndole su rey, coaligada con la Europa; quiere por este medio inflamar el ánimo de los españoles y cerrarme esa salida. Pues bien, saldré á su encuentro, dominaré á Fernando, le pondré en libertad, le sentaré en su trono y él que no tiene rival en eso de pagar los beneficios con ingratitud, me ayudará á destruir la influencia de los britanos.

Y

para realizar este plan maquiavélico envió á Fernando la siguiente carta:

«Primo mio: Las circunstancias actuales en que se halla mi imperio y mi política, me hacen desear acabar de una vez con los negocios de España. La Inglaterra fomenta en ella la anarquía y el jacovinismo procura aniquilar la monarquía y la nobleza para establecer una república. No puedo menos de sentir en sumo grado la destruccion de una nacion tan vecina á mis Estados, con la que tengo tantos intereses marítimos y comunes. Deseo, pues, quitar

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á la influencia inglesa cualquier pretesto, y restablecer los vínculos de amistad y de buenos vecinos que tanto tiempo han existido entre las dos naciones. Envio á V. A. R. al conde de Laforest con un nombre fingido, y puede V. A. dar asenso á todo lo que diga. Deseo que V. A. esté persuadido de los sentimientos de amor y estimacion que le profeso. No teniendo más fin esta carta, ruego á Dios guarde á V. E., primo mio, muchos años. San Cloud 12 de Noviembre de 1813.-Vuestro primo, Napoleon.»

El 17 del mismo presentó el encargado la carta, en Valencey, á Fernando VII y á los infantes D. Cárlos y D. Antonio, ampliando de palabra los pensamientos indicados en aquella. Sorprendido Fernando por este escrito y por las aseveraciones del embajador, contestó por el pronto que el asunto era sério y necesitaba pensarse. Al siguiente dia pidió y obtuvo Laforest otra entrevista, y en ella expuso que deseaba saber explícitamente si Fernando aceptaba ó no la corona de España que le queria devolver Napoleon, y que si la aceptaba se pasase á concertar los medios de que saliesen de España los ingleses.

VI.

No se le ocultaba á Fernando la situacion desventajosa en que los sucesos habian puesto á Napoleon; pero los hechos pasados y su cautiverio mismo le habian hecho desconfiado y en todo veia lazos; no es pues de extrañar sea cierto lo que sobre esta escena particular de Valencey se publicó en 1814, por Escoiquiz, diciendo que el príncipe habia contestado: «Estimo mucho al emperador, pero nunca haré cosa

en contra de mi nacion y su prosperidad, y por último declaro á Vd. que sobre este asunto nadie podrá mudar mi dictámen. Si el emperador quiere que yo vuelva á España, trate con la Regencia, y despues de haber tratado y hechomelo constar, lo firmaré: pero para esto es necesario que vengan aquí diputados de ella que me enteren de todo. Dígaselo usted así al emperador, y añádale que esto es lo que me dicta mi conciencia.>

Una contestacion por escrito fué tambien entregada al embajador, y la cual no copiamos por contener los mismos pensamientos expresados verbalmente, ampliándolos con manifestar que estaba resignado con su suerte del momento, y que habiendo pasado en ella cinco años y medio, pasaria todo el resto de su vida, si el cambiarla habia de ser con perjuicio de los intereses de España.

No cejó Napoleon en sus propósitos, á pesar de la firmeza manifestada por Fernando, y conocedor desde las conferencias de Bayona de la influencia que sobre él tenian los consejos del duque de San Carlos confinado á la sazon en Laons, lo envió á Valencey y se renovaron las conferencias con el rey, los infantes y Laforest, dando por resultado un tratado que firmaron en Valencey el 8 de Diciembre de 1813. Laforest en nombre del emperador, y San Carlos en nombre de Fernando.

VII.

Sus principales artículos fueron:

La

paz entre Fernando y sus sucesores, y Napoleon y los suyos, cesando en consecuencia las hostilidades por mar y

tierra.

TOMO 11.

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