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Napoleon reconocia á Fernando y sus sucesores como rey de España é Indias, y la integridad del territorio tal cual existia antes de la guerra.

Por su parte Fernando haria evacuar las provincias, plazas y territorios ocupados por los ingleses.

Reintegracion de derechos y honores á los españoles que hubiesen tomado parte á favor de los franceses si querian regresar, y á los que no quisiesen, se les daria diez años de término para que en ellos pudiesen gozar de sus rentas en el extranjero ó vender sus bienes, etc.

Fernando, despues de firmado por los representantes el tratado de paz con Napoleon, envió á España dos comisionados; uno con instrucciones reservadas en las que decia, que una vez en España cumpliria ó no, segun le conviniese, lo que en su nombre habia firmado su representante, y otro con comunicaciones oficiales y ostensibles para que pusiese en manos de la Regencia una copia de dicho tratado.

Respondió esta con una copia del decreto de las Córtes generales y extraordinarias, en el que se consignaba que no se reconocerian ninguno de los pactos ó estipulaciones que Fernando hiciese durante su cautiverio, é interin no estuviese en el libre ejercicio de su autoridad en el seno de la representacion nacional.

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Repitió Fernando otra carta y su contenido fué contestado recordándole su decreto de Bayona, en que habia ofrecido el restablecimiento de las Córtes para hacer libre á su pueblo ahuyentando del trono de España el mónstruo feroz del despotismo.

Este recuerdo le acusaba de inconsecuente por haber obrado por sí en el tratado de Valencey, y sus gestiones y

pasos, desde el momento fueron consideradas por las Córtes y el Consejo de Estado como un desafio á la Constitucion, y en 2 de Febrero del 14 reprodujeron en un decreto el de primero de Enero del año 11, en el cual se decia no se reconoceria la Soberanía del rey sin que prestase juramento á la Constitucion.

VIII.

Napoleon, más bien obligado por las circunstancias que por voluntad, y esperando sacar mejor partido de la conducta que Fernando observase una vez en el trono de sus mayores, que de la contínua hostilidad con que se habian manifestado siempre las Córtes contra él, y sobre todo las victorias con que durante su gobierno representativo, habian arrojado sus ejércitos de la Península, prefirió devolver su libertad sin condiciones á Fernando, ensayar entrar en tratos con sus vencedores.

Anunció Fernando á la Regencia su próximo regreso, y en su comunicacion indicó aunque embozadamente el restacimiento de las Córtes y aprobación de lo hecho por las actuales durante su ausencia.

Esta indicacion satisfizo á las Constituyentes, y la Regencia, creyendo ver en ella una formal promesa, y como el pueblo en general estaba, por decirlo así, enloquecido por el deseo de ver á Fernando, se unieron á sus alegrías, imprimieron y publicaron con profusion dicha comunicacion, y no se ocuparon ya sino de tomar las disposiciones para recibir al aclamado monarca en la frontera, para lo cual nombraron una comision presidida por el cardenal de Borbon, y las

Córtes se trasladaron á Madrid y mandaron disponer para. la ceremonia de la jura de la Constitucion, el edificio denominado teatro de los Caños del Peral.

IX.

Antes de pasar adelante, antes de entrar en la segunda parte de esta obra, paréceme del caso detenerme un momento y ofrecer en conjunto á la consideracion del lector la série de sucesos que hemos visto desarrollarse á impulso de los hombres y formar el periodo de la historia contemporánea que abarca esta primera parte.

Breves líneas nos bastarán para recordar los hechos y buscar su verdadera causa.

Esta tarea unida á un ligero boceto aislado de todos los ministros á quienes hemos visto figurar en esta primera parte formarán su último capítulo.

CAPÍTULO VIII.

Causas y efectos.-Galería de retratos.

I.

Como la obra que voy ofreciendo á mis lectores no es una de esas muchas narraciones que ven la luz á menudo para distraer el ánimo de los que las hojean, sino una exposicion de hechos reales y positivos, considerados bajo el punto de vista de sus actores, conviene que de cuando en cuando, sobre todo al final de cada jornada, nos detengamos á contemplar el camino andado, á recordar todas las impresiones del viaje, á evocar la fisonomía de todos aquellos á quienes hemos hallado; porque esta ocupacion si tiene en este caso mucho de ingrato y doloroso, tambien tiene mucho de elocuente y de útil.

¡Triste condicion la de los pueblos!

Desde la primera sociedad que se fundó, hasta la sociedad de que formamos parte Vds. y yo, no ha adelantado un solo paso la humanidad.

II.

Hay en las naciones una gran masa que se mueve siempre al impulso de las pasiones de unos cuantos hombres de talento, de audacia y de poca aprension.

Mientras son pocos éstos, domina en los pueblos ese sistema de gobierno que se llama absolutismo, ó lo que es lo mismo mientras hay empleos, honores, condecoraciones y cuartos para todos los hombres de talento que se dedican á la política, se unen al soberano sea varon ó hembra, le adornan con todas las bellezas y virtudes que su imaginacion haciendo las veces de estómago agradecido les inspira, y emplean su ingenio, su elocuencia, su voz, su pluma en decir á esa gran masa:

-Esto es la gloria: tenemos un rey que es un ángel, bendecidle, adorarle, hincaos de rodillas cuando pase, besad sus huellas, etc., etc.

Y la masa que vive cumpliendo el precepto divino que nos manda ganar el pan con el sudor de nuestra frente, cuando tiene cubiertas sus atenciones se cree felicisima gracias al soberano que debe á la Providencia, permitiéndose únicamente cuando sufre escaseces pensar, pero pensar muy bajo, que el mundo podia estar algo más arreglado.

Pero andando el tiempo, ocho ó diez individuos de los que observan al hombre de talento, audacia y poca aprension que está en candelero, aguijoneados por la envidia y viendo que tienen tantos elementos como él, aspiran á imitarlos en todo y por todo.

Entonces hay más candidatos que prebendas, y aquí tienen Vds., hablando en plata, el verdadero origen de todos los partidos, escuelas y matices que se disputan las riendas del poder para hacer la felicidad de la patria.

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