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rás, el célebre director que precedió en el gobierno de la Francia á Napoleon, y despues se casó con el príncipe de Chimaí.

Era Cabarrús de mediana estatura, grueso, de rostro vivo, de mirada perspicaz, de fácil palabra, de talento claro y de una actividad admirable.

Dormia poco, estudiaba mucho y marchaba á la cabeza del movimiento intelectual de su época.

Sus Cartas politicas y económicas son hoy consultadas con provecho por todos los hombres que aspiran á encontrar soluciones sociales en el vasto y productivo campo de la economía política.

La vida íntima de Cabarrús fué un tanto licenciosa.

D. ANTONIO CORNEL.

Primer ministro de la Guerra del ministerio con que inauguró Godoy sus funciones. Duró poco en su puesto, y la historia no hace más que nombrarle. Fué reemplazado por Olaguer.

No he hallado ni datos íntimos de su vida, ni retrato alguno para leer en su fisonomía algo de su carácter, de su capacidad y de sus sentimientos.

D. ANTONIO VALDÉS.

Ministro de Marina de Carlos IV, pertenecia á la ilustre familia de marinos de este nombre. En el ramo de su direc

cion lució sus grandes conocimientos, y contribuyó á fomentar aquella magnífica escuadra que pereció con honra en Trafalgar.

D. GONZALO O‘FARRIL.

Militar distinguido en las guerras de Francia y Portugal, estaba al frente del ejército español que guarnecia á Toscana y regresó á España algunos dias antes de la insurreccion de Aranjuez. Se unió á los partidarios del príncipe de Asturias fué nombrado ministro de la Guerra.

y

Firmó con Azanza la carta que he insertado en el bosquejo de este ministro, y fué todo menos buen ministro y ferviente español.

D. DOMINGO DE GRANDALLANA.

Ministro de Marina durante la segunda época de poderío del príncipe de la Paz. Habia sido consejero de Estado y gozaba de buena reputacion, pero fué un político pasivo.

En 1806 fué reemplazado por D. Francisco Gil y Lemus, y se retiró á la vida privada, cargado de años, de servicios particulares y de veneras y pensiones.

Su paso por el gobierno careció de interés y de influencia.

D. ANTONIO OLAGUER FELIU.

Ministerio de la Guerra de Cárlos IV patrocinado por Godoy. Militar más de salon que de campaña, sumamente en

tendido en las costumbres cortesanas, administraba la fuerza de la nacion, no la dirigia. Cayó con el favorito, sin dejar huellas de su estancia en el gobierno.

La historia no hace más que mencionarle.
Imitemos á la historia.

D. SEBASTIAN DE PIÑUELA.

Ministro de Gracia y Justicia de Fernando VII despues de su exaltacion al trono en Aranjuez.

Era consejero real, sus relaciones con los parciales del príncipe le hicieron abrazar su causa y reemplazó al famoso marqués de Caballero, quedando formando parte de la Regencia cuando el rey partió á Bayona.

Su figura carece de color.
Ocupó un puesto y nada más.

D. FRANCISCO GIL Y LÉMUS.

Anciano y respetable ministro de Marina le llamó Lafuente. Fué en efecto un hombre entendido en el ramo que dirigia y de más carácter que sus compañeros..

Recto en su modo de obrar, no aprobó siempre la conducta de Godoy ni la de los amigos de Fernando.

Pero estos, al sublevarse, buscaron figuras respetables que enseñar al público á su lado, y aceptaron á este venera

ble funcionario, quien por debilidad ó falta de luces, no supo hacer nada para evitar el viaje de Fernando á Francia y la conducta de los franceses en España.

Memorable en los fastos de la Marina el bailío Gil y Lémus, en el cuadro de la política general su figura aparece en segundo término.

Fué, sin embargo, un hombre á quien todos los partidos respetaron.

D. NICOLÁS MARÍA DE SIERRA.

Durante las dos Regencias que gobernaban la España independiente, mientras la España afrancesada servia al rey José, hubo ministerios efímeros y de escasa importancia.

En uno de ellos, en calidad de ministro de Gracia y Justicia, figuró el Sr. Sierra, al cual no citaria si no tuviese la triste gloria de haber sido el primer ministro de España que aplicó á las elecciones de diputados á Córtes lo que despues se ha llamado y se llama influencia moral.

Con efecto, al hacerse en el año 10 las elecciones de los diputados constituyentes, dirigió una órden á la Junta de Aragon, y le envió una lista recomendándole candidatos, entre los que figuraban su excelencia el oficial mayor de su Secretaría D. Tadeo Calomarde y su colega el ministro de Estado D. Eusebio Bardají.

¡Cuántos imitadores ha tenido despues!

Verdad es que la Regencia interpeló al ministro, se asombró de su atrevimiento y anuló la eleccion.

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