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Al dia siguiente de la llegada del infante pasó á cumplimentarle y le halló al lado del cardenal de Borbon.

Sin hacer caso de este personaje que representaba allí el poder constituido, pidió al infante D. Antonio el santo y su seña, dando lugar á que el cardenal le reprendiese ágriamente por aquella falta.

La reprension que recibió en presencia de D. Antonio irritó á Elío y recogió el guante que le arrojaron.

XVI.

Los ingleses que procuraban á toda costa dominar á Fernando para separarle de la influencia de Napoleon, secundaban los planes del déspota, y el mismo marqués de Wellesley, embajador de la Gran Bretaña, contribuyó á que Elio se pusiese á las órdenes del rey.

Cuentan las crónicas que por medio de un amigo de Gaztañaga ganó á este señor para que decidiese á Elío.

Escoiquiz formó en este asunto, y lo único que se sabe es que Elio se decidió, que Gaztañaga sembró una crecida suma y que más tarde fué premiado con el nombramiento de alcalde de Casa y Córte.

Hé aquí la alocucion que redactada por Gaztañaga aprendió de memoria Elío decirla al rey:

para

«Señor: El general en jefe del segundo ejército español, capitan general de las provincias de Valencia y Múrcia, es

el

que tiene la dicha de presentarse á V. M. mi rey y señor. »Mi lengua embargada con el júbilo, el respeto y el amor hácia V. M., no podrá acertar á esplicar lo que mi corazon siente; el segundo ejército que tengo la honra de mandar, es

el de los que más sangre han derramado, y más sacrificios han hecho para libertar á su patria y á su rey; considerad señor, cuál será su júbilo al ver recuperados ambos bienes.

>Llegue V. M. en hora dichosa á ocupar el trono de sus abuelos, y el Dios de los ejércitos, que por tan raros y prodigiosos caminos ha conducido á V. M. á restaurar la monarquía española que le concedió naturaleza, le dé tambien toda la fortaleza de alma y cuerpo que necesita para regirla dignamente; entonces, señor, no olvideis los bene méritos ejércitos; ellos en el dia, despues de haber abundantemente regado con su sangre el suelo que han libertado, se ven necesitados, desatendidos, y lo que es más, ultrajados; pero confian en que vos, señor, les hareis justicia.

>>Os entrego, señor, el baston; empuñadlo (aquí S. M. contestó diciendo que estaba bien en su mano, pero el Excmo. señor general en jefe continuó;) empuñadlo, señor, empúñelo V. M. un solo momento, y en él adquirirá nuevo valor, nueva fortaleza, (S. M. tomó y devolvió el baston.) »Dígnese V. M. darme su real mano á besar.»

XVII.

Las escenas que tuvieron lugar en el camino de Segorbe á Valencia, á donde fueron á recibir al rey el capitan general y el cardenal de Borbon, se encuentran referidas en una de las hojas volantes con que solemnizó la entrada en Valencia de Fernando VII, el empleado en Rentas que firmaba sus escritos con el pseudónimo de Lucindo.

Tanto para que se vea una muestra del estilo de este perillan, cuanto para que el lector oiga referida por un testigo

ocular la descripcion de dichas escenas, voy á reproducir la oda con que Lucindo saludó al rey su señor D. Fernando VII.

XVIII.

<<Te has presentado, Fernando, en nuestro suelo, y á tu vista todo enmudece, tus enemigos forman planes, pero tu presencia los desvanece: cautivo saliste, y cautivo vuelves; cautivo te llevó Napaleon, y cautivo te llevan á Madrid las Córtes, segun el testimonio de Canga Argüelles en la sesion del 17 de Abril; las Córtes no quieren que te reconozcamos por nuestro rey, sin habernos relajado el juramento que expontáneamente prestamos; Napoleon te despojó de la soberanía; las Cortes han hecho lo mismo, y con la misma razon que Napoleon, Napoleon envió al pérfido Savary, las Córtes envian ́al inocente y candoroso cardenal, ó por mejor decir, á Luyando, ministro de Estado, para que igualmente te conduzca á las Córtes, y seas allí cuando menos el ludibrio y el escándalo de malvados, que no dejarán de concurrir á tu descrédito, y aun quizá á tu destruccion. No te quieren soberano, y los pueblos te reciben como tal, no te quieren rey, y los pueblos gritan: «Reine, y reine solo Fernando.» No se obedezcan tus leyes, dicen las Córtes, y los pueblos gritan: «Ya solo Fernando manda, nadie más. » Dánse instrucciones á los generales de los ejércitos para que no te permitan ejercer ningun acto de mando hasta que pises la Constitucion; y el general Elio sale á tu encuentro, se arroja á tus piés, te besa la mano, y te entrega el baston del mando de su ejército. Te resistes, y el intrépido Elio replica lleno de fuego: >Empúñelo V. M. aunque no sea más que un momento.>

TOMO M.

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>Lo empuñaste, y en este solo acto, el ejército todo te reconoce por su soberano, y Elío y toda la oficialidad te proclaman y renuevan el juramento que te prestaron en 1808.

» Esto mismo ha hecho por medio de un edecan el valiente La Bisbal con su ejército.

>Pero te diriges á Valencia, y á un cuarto de legua de Puzol, ves venir al cardenal encargado de entregarte la Constitucion y de notificarte el célebre decreto de 2 de Febrero. Ves, digo, llegar al cardenal, mandas que pase tu coche, te apeas y detienes, y el cardenal, que se habia parado esperando á que tú llegaras, se ve precisado á dirigirse á donde tú estabas. Llega, vuelves la cara como si no le hubieras visto; le das la mano en ademan de que te la bese. ¡Terrible compromiso! ¿Besará tu mano? ¿Faltará á las instrucciones que se supone que trae? ¿Quebrantará el juramento que ha prestado de obedecer los decretos de las Córtes? ¡Terrible compromiso! vuelvo á decir. Fernando quiere que el cardenal le bese la mano, y no se quiere que el cardenal se la bese. Esta lucha duró como seis ó siete segundos, en que se observó que el rey hacia esfuerzos para levantar la mano, y el cardenal para bajársela. Cansado sin duda el rey de la resistencia del cardenal, y revestido de gravedad, pero sin afectacion, estiende su brazo y presenta su mano diciéndole: Besa. El cardenal no pudo negarse á esta accion de tanto imperio, y se la besó: entonces díste cuatro pasos hácia atrás, y te besaron la mano varios guardias y criados.

>Triunfaste, Fernando; en este momento y desde este momento empieza la segunda época de tu reinado. Tú das el santo y la órden, y el cardenal enmudece porque espiró en los campos de Puzol su efímero reinado. >>

XIX.

Así escribia el empleado de Rentas

La historia no dice si acabó este jóven aprovechado siendo consejero de Estado. Pero no lo perderia todo.

El rey entró á Valencia el dia 16, y su poblacion en masa salió á su encuentro aclamándole con delirio.

Gran número de curiosos disputaron á los caballos la honra de tirar del coche de su rey, con cuyo motivo puede decirse que entró Fernando en la ciudad del Turia hecho un rey absoluto.

Desde el momento de su llegada, él fué quien dió el santo y seña, él quien dispuso lo que habia de hacerse.

Al dia siguiente se cantó en la catedral un magnífico Te Deum.

Por la tarde llevó el general Elio á su presencia á los oficiales de la guarnicion, y allí les preguntó:

-¿Juran Vds. sostener al rey en la plenitud de sus derechos?

-Si juramos, contestaron, besando acto contínuo la mano del ufano monarca.

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Fernando habia recibido cuatro millones de reales en calidad de préstamo, y muchos miembros de la nobleza, deseosos de ganar su favor, le llenaron de presentes y de dádivas, razon por la cual podian los agentes del absolutismo distri

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