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XIII.

«El pueblo gaditano, dice un historiador contemporáneo, creyó contemplar en la graciosa fisonomía de Isabel y en sus hermosos ojos azules el iris de la paz, y se distinguió por el entusiasmo con que aclamó su nombre. Caminaron la reina y su hermana por debajo de frondosísimos arcos que, formados de rosas y arrayán, habia levantado el amor de los españoles: los hombres tiraban del coche y las doncellas les presentaban coronas de flores. Así llegaron á Aranjuez, y de alli se trasladaron á Madrid, donde entraron el 28 de Setiembre por la puerta de Atocha á las doce del dia, acompañadas del infante D. Antonio, y llevando á su lado, montados en soberbios caballos, á sus régios esposos, que habian salido á recibirlas á media hora de distancia, y que venian á la portezuela del coche. Magníficos y suntuosos arcos decoraban la carrera, adornada con gusto y aparato, porque los madrileños no cedieron en demostraciones amorosas à los pueblos que habian cruzado en su viaje las ilustres princesas.

>Aquella noche se verificó el matrimonio, siendo padrino D. Antonio, el badulaque de D. Antonio, y al dia siguiente se celebraron las velaciones en San Francisco el Grande, con toda la pompa y majestad debidas al cetro.»

XIV.

Qué triste vida aguardaba á la reina.

Su matrimonio fué para ella un poeme de dolor..

Ya asistiremos á su desenlace.

De cualquier modo, lo cierto es que las bodas reales despertaron grandes esperanzas en los que sufrian.

No hubo, sin embargo, perdon para los infelices desterrados.

Al contrario, los afrancesados y sus familias fueron objeto de otra real órden no menos cruel, y Fernando, á pesar de las cualidades de su esposa, no varió de conducta.

Reunamos en un solo cuadro todos los elementos que produjeron la segunda revolucion, la del año 20, página escrita con lágrimas y sangre en el libro inmortal de la historia de España.

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LIBRO II.

LA REVOLUCION DEL AÑO 20.

CAPÍTULO PRIMERO.

Cruces y galas.-Los agentes del rey en las provincias.-Negrete en Andalucía.-Elio en Valencia.-Los primeros mártires de la libertad.-Porlier. -Lacy.-Espediciones á América.—Situacion de Madrid.-La Sociedad del

triángulo.

I.

Ya tenemos al rey casado, y casado con una princesa que tiene la fortuna de despertar con sus ojos azules, con el carácter angelical que revelan sus facciones, un vehemente y entusiasta cariño en los vasallos de su esposo.

El pueblo, tan angelical como ella, aunque ménos bonito, acudió á verla pasar por debajo de los arcos de triunfo, con el mismo interés que cuando fué á tirar del coche de su deseado monarca.

Habia pasado el tiempo, y el pueblo habia podido convencerse de que no era oro todo lo que relucia, pero los españoles somos de buena condicion

¿Quién olvida las ofensas con más facilidad que nosotros? La llegada á palacio de las dos princesas, dió lugar á que se repartieran entre los aduladores que rodeaban al rey, grandezas de España, cruces, veneras, títulos y demás honores artificialés que suelen desear y alcanzan fácilmente los que no los tienen naturales.

Los frailes, tan fértiles en recursos, no fueron los que ménos sacaron. El prior del convento de Atocha de Madrid pidió al rey que le concediese permiso para crear cierto número de condes y de marqueses, y habiéndoselo concedido, el prior vendió á muy alto precio aquellos títulos, que algunos juzgaron muy honoríficos.

Semejante éspeculacion produjo al convento sumas considérables.

Pero en fin, esto es pecatta minuta.

II.

Decia

que la llegada á palacio de la reina María Isabel, despertó risueñas ilusiones en los hombres de buena fé Ꭹ de

órden.

-Es tan buena, se decian unos á otros, que por la bondad llegará á dominar á Fernando, y le impulsará á variar de conducta, á hacerle feliz.

Pero aunque en efecto María Isabel fuese un ángel, era un ángel perdido en el infierno, que infierno era el palacio entonces.

El negociador del matrimonio, Fray Cirilo, se equivocó de medio á medio.

En vez de unir á Fernando con Isabel, y á Cárlos con

TOMO II.

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Francisca, debió arreglar las cosas de manera, que Francisca se hubiera casado con Fernando.

y mo

Cárlos era un bendito, y hubiera hecho feliz á Isabel; de esta manera no hubiera muerto la infeliz reina física ralmente, herida por su esposo y Francisca y Fernando, cuyos génios eran endemoniados, se hubieran arañado y muerto á pesadumbres, con lo cual nos habríamos evitado la guerra civil.

Francisca era una mujer altiva, envidiosa, intransigente, entrometida, caprichosa y cruel.

No tardó en dominar á su marido, á su hermana Ꭹ hasta al mismo Fernando, pero á este le dominó porque descubrió en ella un lujo de amor á la tiranía superior al suyo. Quedamos pues en que las esperanzas alimentadas personas de buena fé salieron fallidas.

Madrid vivia al capricho del soberano.

por las

Los empleados servian gratis por que no les pagaban, solo los militares eran asistidos con esmero; ellos y los frailes eran los hombres de la situacion.

Pero si los habitantes de Madrid vivian en un contínuo potro, si no podian hablar, ni pensar, ni mirar siquiera á los hombres que mandaban, ó á sus agentes más crueles aun que ellos por estar más bajos en la gerarquía social, no eran menos felices los habitantes de las provincias.

III.

Negrete, estimulado por Fernando, era en Andalucía un bajá de tres colas, un dictador á la manera de Tiberio.

De tal modo ejercia sus funciones de capitan general de

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