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aquel antiguo reino, que la gente huia de él como de una epidemia, y los que no podian huir, ni aun salian de su casa. Era natural que obrase de este modo.

El rey le escribia muy amenudo y le decia en sus cartas:

«Si quieres que te estime, nunca me escribas sin darme cuenta de que has quitado de enmedio á una buena porcion de pícaros liberales. >

Y Negrete que no necesitaba mucho estímulo se ensañaba con los honrados y pacíficos habitantes, con tal de poder decir al rey: <ya hay una docenita menos.>

Tantos escesos cometió que hasta los mismos favoritos del rey le aconsejaron que le atase corto.

En Andalucía, le decian, hay más liberales que en el resto de España; si los irritan demasiado, van á levantarse á impulsos de la desesperacion; si se levantan será preciso enviar tropas y entonces menudearán las insurrecciones en todas partes.

Fernando le dijo:

-Afloja un poco las riendas.

-No puedo, señor, contestó Negrete: esta gente me ódia, y si me vé un poco blando me va á devorar.

IV.

En vista de esta respuesta, llamó el rey á su ministro de Hacienda D. Felipe Gonzalez Vallejo:

-Vas á ir á Andalucía, le dijo.

-Iré á donde V. M. quiera.

-Te voy á confiar una mision muy delicada.

-V. M. dirá.

1

-Sin que nadie lo sepa, saldrás para Sevilla.

-¿Cuándo?

-Mañana mismo.

-Bien está.

-Llevarás órdenes mias para que te obedezcan todos los militares que están á las órdenes de Negrete.

-¿Y qué haré?

-Sorprender al capitan general, arrestarle, incomunicarle, enviarle á Madrid, apoderarte de todos sus papeles, y traerme, sin leerlas tú siquiera, todas las cartas mias que éstén en su poder....

་་

-V. M. quedará servido..

-Te doy una gran prueba de amistad al confiarte esta mision; el premio será digno de ella; pero la menor indiscrecion de tu parte te alcanzará mi ódio.

-Descuide V. M..

V.

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Gonzalez Vallejo partió dé incógnito, y enterado de que en Sevilla no le obedecerian las tropas, se trasladó á Cádiz para no comprometer su pellejo.

Allí llamó á los jefes, y cuando menos lo esperaba Negrete se vió cogido en el lazo.

Su prision fué saludada con inmenso júbilo por los andaluces.

Trasladado á Madrid, le mandó el rey partir al extranjero.
Gonzalez Vallejo entregó á Fernando sus cartas.

-¿Las has leido? le preguntó Fernando.

-Señor, soy un vasallo obediente. ...5

ANTE LA REVOLUCION.

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Poco despues condenó el rey á Gonzalez Vallejo á diez años de presidio en Ceuta.

Así pagó los servicios de Negrete y los de su ministro de Hacienda.

Andalucía no fué más feliz con la ausencia de su opresor..

VI.

Pero volvamos nuestros ojos á otra provincia de las más importantes de España, á la de Valencia.

La conducta de Elio en ella fué todavía más cruel y más sanguinaria.

Ejercia suma influencia en el ánimo del rey despues de su vuelta á España, y hemos visto ya el uso que de ella hizo en una ocasion memorable.

Puesto á la cabeza de un partido que tan completamente habia triunfado, dueño absoluto de una provincia agitada de contínuo, y que durante el corto espacio del gobierno representativo habia manifestado con tanta energía su amor á la libertad, hallábase Elío en las circunstancias más favorables para satisfacer á la vez sus resentimientos públicos y par ticulares, y así lo hizo con toda la violencia y la crueldad que eran propias de su carácter.

No es posible comparar el sistema de policía que estableció en Valencia, sino á las pesecuciones contínuas de los dictadores romanos ó de los decenviros franceses: poblaban la ciudad numerosos espías, cuyo empleo consistia en ir á caza de víctimas, y que para este objeto interpretaban de un modo criminal las acciones más inocentes, convirtiendo en

crímenes las relaciones de la amistad y los desahogos de la confianza.

Los jueces de aquella audiencia, los individuos del ayuntamiento, el intendente, los oficiales de la guarnicion, y en una palabra, cuantos dependian de Elio, servian de agentes de sus injusticias.

De dia en dia, las cárceles rebosaban más y más de hombres honrados, cuyos delitos nadie conocia; y á consecuencia de sentencias inicuas, motivadas generalmente por la acusacion de un enemigo ó de un agente secreto del gobierno, trasladábanlos á los presidios de Africa, consumando su pérdida con la confiscacion de los bienes que poseian.

Se violó entre las tinieblas de la noche el domicilio de los vecinos más respetables y más pacíficos: hombres del más infame carácter arrancaban los secretos de las familias y penetraban en el retiro más sagrado de la vida doméstica.

El servicio militar se ejecutaba cómo en una ciudad sitiada; ningun forastero podia residir en ella sin ser conducido antes delante de las autoridades subalternas, las que le examinaban rigurosamente, y algunas veces bajo los pretestos más frívolos le negaban la entrada y le mandaban acompañar por la policía fuera de las murallas.

VII.

Todos los dias se anunciaban nuevas conspiraciones, y á tan fatídicos anuncios seguian siempre nuevos ultrajes y nuevas medidas de policía las más rigurosas y absurdas; por, fin hasta la apariencia misma de la alegría, de la tranquilidad, de la seguridad, desaparecieron de aquel pueblo, y no

existia un solo vecino que no temiese á cada instante la llegada de la órden fatal que debia arrancarle del seno de su familia y privarle de sus bienes y de su libertad.

El resultado que se proponia Elío con sus violentas medidas, era cansar la paciencia de los valencianos, para obligarlos á precipitarse á algun acto de sedicion, y valerse de aquel pretesto para mayores crueldades, como en efecto sucedió. Algunos jóvenes entusiastas, aburridos con tan pesado yugo, formaron el plan de asesinar á Elío, y ganaron con sus promesas parte de la guarnicion, que ofreció favorecer la trama.

Esto era de esperar.

Los individuos de las lógias de Valencia habian urdido, de acuerdo con sus hermanos de Madrid, una vasta conspiracion para derrocar el gobierno de Fernando, debiendo representarse la primera escena del drama en la capital que baña el Turia, el dia 1.° del año nuevo de 1819.

D. Joaquin Vidal, uno de los jefes conjurados, acababa de regresar de Castilla, donde habia atado los cabos de la intriga, mientras D. Diego Calatrava los estendia á la provincia valenciana. Vidal, de regreso de la córte, habia almorzado con O'Donnell, segundo cabo de la capitanía general, quien poseia el secreto de lo que se trataba; muchos oficiales de la guarnicion se habian alistado en el partido liberal, y el éxito parecia asegurado por el acierto con que estaban tomados todos los caminos.

VIII.

Elio solia concurrir al teatro, y los conjurados se habian apoderado de los billetes correspondientes á los palcos veci

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