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mismo en que me encuentro, aquí en la ciudad de Vitoria, el rey y los que le acompañan deben considerarse prisioneros, pues no significa otra cosa el hallarse ocupados militarmente todos los puntos de parada.

Urquijo discutió en seguida cuál podia ser el objeto del viaje de Fernando y manifestó que le causaba profunda extrañeza que se tolerase semejante atentado público contra su dignidad, y se permitiese le condujeran á un reino extranjero, no solo sin las formalidades de costumbre, sino tambien sin haber sido reconocido por rey de España.

Los consejeros de Fernando replicaron que el viaje no tenia mas objeto que satisfacer la ambicion de Napoleon con algunas concesiones mercantiles y territoriales.

Le hicieron observar al mismo tiempo que si el emperador abrigaba intenciones hostiles, la guerra seria interminable entre ambas naciones, porque España se hallaba en estado de poder levantar formidables fortificaciones en los Pirineos y sostener sobre las armas un ejército de ciento cincuenta mil hombres.

XXVIII.

Fácilmente destruyó Urquijo tan quiméricas ilusiones, y sus consejos produjeron una sensacion más profunda en el ánimo del duque del Infantado que en el de las demás personas, por no creer aquel que Napoleon fuese capaz de eclipsar su ilustre nombre con un acto de tan inaudita perfidia.

Haciéndose cargo de la opinion del duque del Infantado, Urquijo se se apresuró á decirle:

-Abrid las obras de Plutargo, hojead sus brillantes pági

nas y encontrareis que todos los héroes de Grecia y Roma adquirieron su gloria pasando por encima de montones de cadáveres. No olvidemos tampoco, añadió, que Cárlos V destronó á más de un monarca, y que la violencia que empleó contra los reyes prisioneros no impidió, sin embargo, que se le prodigase con entusiasmo el título de héroe.

Los españoles, prosiguió Urquijo, han tratado del mismo modo á los indios que à los emperadores y reyes; y lo que en aquellos tiempos se hizo bajo el pretesto de religion, puede repetirse ahora por motivos de política. Además, la historia de España abunda en ejemplos de reyes asesinados por los usurpadores de su trono, y muchas dinastías de Europa deben su orígen á iguales acontecimientos. Bajo cualquier punto de vista que se consideren las circunstancias presentes, preveo la proximidad de una crisis terrible, crisis que probablemente destronará para siempre la familia real de Esрайа.

Pasó en seguida á ocuparse de otro asunto que en aquel momento merecia la más profunda atencion; habló de la abdicacion de Cárlos IV en Aranjuez, abdicacion que debia mirarse en su concepto como nula é ilegal, tanto más cuanto que se habia verificado en medio de la agitacion y del desórden de un levantamiento popular.

Citó el ejemplo de las abdicaciones de Cárlos V y Felipe V, verificadas en épocas normales, y manifestó tambien el temor de que Bayona no fuese el teatro de las quejas del padre contra el hijo y que resultase de ellas la pérdida del cetro de sus antepasados para ambos.

XXIX.

A estos argumentos, los que habian aconsejado el viaje creyeron responder de una manera victoriosa, manifestando que si Napoleon cometia semejantes atropellos, la Europa entera Ꭹ la misma Francia se levantaria simultáneamente contra el tirano, y que España podria destruir los belicosos planes del usurpador uniéndose á la Inglaterra.

-La Europa, repuso Urquijo contestando á tales objeciones, está pobre y sin medios para emprender nuevas guerras. Todas las naciones, añadió, se hallan separadas unas de otras por las miras ambiciosas y aisladas de sus monarcas. Por otra parte, continuó, la oposicion de los gabinetes del continente á los proyectos de Napoleon no ha producido hasta ahora sino planes mal combinados y vergonzosas derro tas. Unicamente el Austria se halla en estado de oponerse á las belicosas empresas de Bonaparte; pero esta potencia significa muy poco al lado de la Rusia y de los Estados de Alemania, que hoy más que nunca aparentan estar estrechamente ligados con la Francia, y resueltos à auxiliarla en todos sus proyectos y á seguir ciegamente la conducta que el emperador quiera prescribirles.

Demostró en seguida Urquijo que no debia esperarse nada de los franceses, nacion entusiasta por la novedad y la gloria, y cuyo espíritu público estaba como siempre á merced del impulso que quisiera imprimirle su gobierno.

Mediaba por otra parte, en concepto de aquel hombre de Estado, el interés de los franceses de que ambas diademas perteneciesen á dos soberanos de la misma familia, á causa

de las muchas ventajas que se prometian para el comercio de las dos potencias.

-En Francia, proseguia Urquijo, se han arraigado nuevos intereses ya consolidados, y enteramente opuestos á la dinastía de los Borbones. La generacion actual debe contemplar con regocijo la caida de la rama española de esta casa, porque con su ruina es mas probable que un miembro de la familia imperial venga á sucederla en el trono.

En cuanto á los medios con que contaba España para sostener una guerra con la Francia, Urquijo hizo observar que la nacion española habia desgraciadamente dejado de existir desde Cárlos V, porque carecia de un cuerpo representativo para discutir y coordinar los intereses comunes.

-La Península ibérica, decia, debe considerarse como un edificio gótico, formado de partes incoherentes y heterogéneas, tales, por ejemplo, como los derechos, los privilegios, las leyes y costumbres de diversas provincias. La España, proseguia, no tiene espiritu público, y el gobierno no cuenta con bastante solidez ni fuerza para hacer frente á las críticas circunstancias que lo dominan. La agitacion y el levantamiento del pueblo serán de corta duracion; y los desórdenes de las provincias originarán los más funestos resultados en las colonias españolas; porque el gabinete de Saint-James se aprovechará de las desgracias de nuestra patria para separar de la metrópoli sus posesiones de Ultramar.

Urquijo concluyó proponiendo se le enviase de embajador á la córte de Francia para procurar poner fin con la menor desventaja posible á las negociaciones, cuya base habia sido tan mal planteada.

Y finalmente, insistió en la necesidad en que se hallaba el

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monarca de escaparse de Vitoria, por conceptuar que su fuga haria cambiar de política al emperador.

XXX.

Las palabras de Urquijo asustaron á casi todos los personajes que las oyeron, y acordaron que en efecto el rey debia renunciar al viaje y evadirse de la persecucion que contra su persona podian dirigir las tropas francesas que le rodeaban.

Escoiquiz los dejó hablar.

Sus colegas creyeron inminente el peligro.

El plan de Urquijo para la fuga del rey fué examinado

atentamente.

Otros proyectos presentaron tambien D. Manuel Mazon Correa, jefe del resguardo de la línea del Ebro, y D. Miguel Ricardo de Alava, oficial de Marina, pero el más sencillo y seguro de todos era el del duque de Mahon, que aconsejaba saliese el rey por el camino de Bayona para mejor burlar la vigilancia de los franceses, y llegando hasta Vergara dejase en aquel punto la carretera real, y dirigiéndose hácia Durango pudiese al fin guarecerse en el puerto de Bilbao.

Este proyecto de evasion debia protegerlo un destacamento que se hallaba acantonado en Mondragon.

Pero en vano el duque insistió en apoyar su plan hasta el último instante. Escoiquiz se burló de sus temores, suponiéndolos de todo punto infundados, y tanto así lo creia, que la víspera de la partida le dijo poseido de la mejor buena fé: -Es negocio concluido, mañana salimos para Bayona; se nos han dado todas las seguridades que podriamos desear.

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