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puerta de Alcalá y se retiraba solo con algunos guardias. Pues colocados los conjurados de trecho en trecho darian la señal de la explosion asesinando al rey y á los que le acompañaban, sin que estos pudieran presentar gran resistencia.

Prevaleció la opinion de los segundos; y ya se acercaba el dia señalado Ꭹ cada cual tenia destinado el punto que habia de ocupar, cuando la estrella protectora del monarca desvaneció la tormenta con sus benéficos rayos.

XIV.

sargen

Los dos iniciados del eslabon de Richard eran dos tos de marina, que desde el principio habian desplegado el mayor celo, y á los cuales habia confiado el comisario un puesto peligroso para el momento terrible.

Aterrados con la magnitud de la empresa, ó seducidos con la brillante perspectiva que les proporcionaria el servicio que prestaban al rey descubriendo la conjuracion, corrieron á delatar á Richard y á los demás compañeros que cono

cian.

Sabida en palacio la nueva de tan importante descubrimiento, los iniciados avisaron á sus cómplices, y circulando. ei aviso eléctricamente por la cadena, no tardó en llegar á oidos del comisario de guerra.

Como el nombre de los delatores era todavia un misterio, voló Richard en busca de los sargentos para que se salvasen; Ꭹ asiéndole estos y poniéndole una pistola en el pecho, condujéronle á la cárcel á disposicion de las autoridades.

Richard pereció en la horca sin abrir los lábios, no obstante el tormento que le aplicaron, sin que sus enemigos pu

diesen arrancarle una palabra; y colocaron su cabeza en la puerta de Alcalá, teatro destinado para la tragedia.

Así es que solo pudo traslucirse que existia una conspiracion, y que sus autores habian tratado de quitar la vida al rey; pero solo dos eslabones se habian roto, y sus individuos, á excepcion de Richard y del cirujano Baltasar Gutierrez, habíanse escondido ó fugado; los demás, á quienes por despecho de no poder encontrar el centro de la trama condenó al patíbulo el bando dominante, estaban inocentes.

XV.

En este número se contaban D. Vicente Plaza, sargento mayor del regimiento de Húsares, y un ex-fraile sevillano llamado fray José, que habiendo empuñado las armas en el alzamiento de 1808, habia ascendido á capitan en el trascurso de la guerra.

Perdido el gusto á la vida monacal y apremiado por decretos terminantes del gobierno á volver á su convento, habia venido á solicitar el permiso de seguir la carrera militar, pues aunque profeso, no tenia órdenes sagradas.

Negáronle la gracia que pedia, y escondido en Madrid, despechado y sin medios de subsistencia, conoció por su desgracia á uno de los delatores, quien le presentó á Richard.

Compadecido el comisario de la situacien y miseria de fray José, sin descubrirle el plan que llevaba entre manos ni decirle su objeto, le anunció solo que no le faltaria remedio en su infortunio si se unia á los buenos ciudadanos.

Prometiólo así el fraile, y Richard le facilitó dinero, ci

tándole para una próxima entrevista, que no se verificó por el contratiempo de la delacion.

Preso el desgraciado jóven y formada la causa de los doce jueces que entendieron en ella, cinco votaron en su favor y siete le sentenciaron al suplicio de la horca: mandó el rey que se fallase el proceso en revista, y segunda vez obtuvo votos favorables.

A

pesar de tan grave circunstancia, y de haber ignorado el fin de los conjurados, el monarca ordenó que se ejecutase la muerte en horca, porque lo que se queria eran víctimas que expiasen el crímen, brillase ó no en ellas la inocencia. ¿Qué tal este cuadrito?

Pues aun me quedan otros varios por el estilo que ofrecer al paciente lector.

CAPÍTULO II.

Los primeros chispazos.-Porlier.-Lacy.-El Gran Oriente.-Vanhalen.—La Inquisicion.-La verdad al rey.-Tormentos.-Una muchacha de quince años. Las lecciones de francés.-La evasion.-Ocaso de unos cuantos hombres importantes.-El rey de bureo.-La reina y el rey, escena trágico-cómica, representada por SS. MM. á media noche en la puerta de Palacio.

I.

Tantos desastres, tantas calamidades como pesaban sobre el desdichado pueblo debian tener...

-¿Término?

-No, amigo lector, término, no; pero el enfermo debia cambiar de postura.

Esto es lo que viene haciendo España, cambia de postura y en los primeros momentos se anima, le alegra, le sonrie la esperanza.

-¡Gracias a Dios! exclama, ahora sí que creo que voy á

curarme.

Pero al poco tiempo continúan los dolores.

Para aliviarla, habria que sacarle de raiz la causa de su mal.

-¿Y qué causa es esa?

-Cuando hayan Vds. leido toda la historia de los ministros en España desde 1800 á 1869, la sabrán Vds.

Con que, ánimo, que no hay enseñanza más saludable que esta.

Vamos á ver cómo empezaron los liberales á levantar el ánimo de los que vivian en la esclavitud.

En España el ejército es el agente principal de todos.

En el tiempo á que me refiero, las guarniciones de algunnas ciudades, y principalmente la de Ceuta, se hallaban reducidas á tal estado de desnudez, que por falta de vestidos y para no ofender la decencia pública, les prohibian salir á la calle, y algunos hubieran muerto de frio, sino les hubiese ocurrido la idea de calentarlos en los hornos en que se cocia

el pan.

Cuanto más aumentaban estas desdichas y se perdia la esperanza de verlas remediadas, desarrollábanse rápidamente en el ejército los sentimientos de ódio contra el gobierno. Siempre el interés personal.

II.

Los guerreros que se habian distinguido en la guerra de la Independencia y que se habian encumbrado á los más altos grados, comenzaron á ser el objeto de la atencion y de las esperanzas de los descontentos, y todos los ojos se fijaron en Morillo, que habia sido nombrado general en jefe de un ejército de 10.000 hombres, destinado á someter las colonias americanas.

Hallábanse las tropas descontentas; engañaron á varios regimientos los jefes, y bajo falsos pretestos los condujeron al punto donde debian embarcarse. Tambien se vieron obligados á desarmar otros para lograr que se dieran á la vela.

TOMO II.

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