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Pero Chamorro y Ugarte y los demás individuos de la cas marilla influyeron para quedarse solos con el rey.

Escoiquiz recibió la órden de ir desterrado á Daimiel.

Ostolaza fué nombrado director de la Casa de niñas huérfanas de Murcia, donde este hombre, revestido con el carácter sacerdotal, sedujo á varias jóvenes.

El obispo de Cartajena le denunció, se le formó cuusa y fué encerrado en la Cartuja de Sevilla, de donde más tarde salió para contribuir á encender la guerra civil en España.

Mientras pasaban todas las escenas horrorosas que he descrito, mientras el pueblo yacia oprimido, el rey y su favorito, el duque de Alagon, continuaban frecuentando la casa de la Malagueña, y empleando la noche en aventuras amorosas y orgías.

XLVI

En una de las nocturnas fugas de Fernando, en que vestido de paisano, y acompañado únicamente de Alagon y Chamorro, salia de Palacio sin ser visto, porque el jefe de la guardia recibia órden de guardar el incógnito y de alejar los soldados del tránsito, tuvo la reina aviso de la salida de su esposo.

Dióle la noticia D. Cárlos, que temeroso de gravar su conciencia si no rompia el silencio, creyó de su deber atajar así los pasos de su hermano; pero Isabel apenas daba crédito á las palabras de su cuñado, porque el monarca le habia dicho que se dirigia á la secretaría de Hacienda.

El infante le acompañó al ministerio, recorriendo los cuartos del capitan de guardias y del travieso criado; y segura

la reina de la ausencia de ambos de que eu marido no estaba en Palacio, quiso aguardarlo en un sitio inmediato al mismo por donde debia entrar.

Trascurridas algunas horas, regresó el rey con sus dos compañeros, y poniéndosele delante la reina, sin poder reprimir los celos, le dijo:

-Me he desengañado por mi propia: viene Vd. de casa de su querida; sea enhorabuena. »

Alteróse Fernando y respondió con palabras destempladas afeando la conducta de su esposa, y amenazando á la persona que hubiese sido causa de aquel contratiempo.

XLVII.

Cuando despues supo ó adivinó por conjeturas que el motor habia sido D. Cárlos, denostó á su hermano, y el cómico diálogo que entre ambos pasó animóse en tales términos, que hubiera tenido distinto resultado á no mediar la infanta doña Francisca, que con su desenvuelto y osado carácter comenzaba á captarse en el ánimo real aquel ascendiente que gozó en adelante, y que tan funesto fué á los liberales.

Esta escena la cuenta un testigo ocular.

Tantos disgustos dió á su esposa que al fin murió la pobre. Pero para hablar de su muerte y de otros sucesos que prepararon el triunfo de la revolucion el año 20, necesito un instante de reposo, el que queda de capitulo á capítulo.

CAPITULO III.

La muerte de la reina.-Influencia del clero, y sobre todo de los jesuitas.La Hacienda y D. Martin Gáray.-Nuevo ministerio.-Situacion de América. -El ejército espedicionario.-Una conspiracion.-La Bisbal.-Su exhoneracion.-Levantamiento de Riego.-Situacion de España.-Escenas en Palacio, La reina Amalia.-Chispazos.-El tumulto de Madrid.-El juramento del rey á la Constitucion del año 12.

I.

He olvidado dar una noticia á mis lectores.

El infante D. Antonio, doctor complutense, murió de resultas de una pulmonía fulminante.

Miguel Agustin Príncipe no se conforma con que el pobre señor muriera de esta muerte.

-Los médicos debieron equivocarse, dice, ó le adularon: la pulmonía fué un torozon.

Dios le haya perdonado de todos modos.

Su muerte no fué llorada: no sucedió lo mismo con la de la reina Isabel.

Esta angelical princesa falleció súbitamente el 26 de Diciembre de 1818.

Su muerte causó una gran sorpresa.

Hallábase en cinta y en los meses mayores; fué, pues, preciso extraer la criatura de su seno.

Pocos fueron los que creyeron que su muerte habia sido natural.

TOMO 11.

66

II.

En las conversaciones particulares se decia en voz muy baja, que los individuos de la camarilla, convencidos de que su esposo la amaba mucho, y de que este amor mermaba mucho su influencia, le dieron jicarazo.

Contábase además, que cuando la extrageron del seno la niña que en breve debia dar á luz, lanzó un agudísimo quejido, lo que probaba que aun no estaba muerta.

Tambien se dijo que su hermana Francisca anhelaba ser reina, y no queria que Fernando tuviese descendientes.

El más profundo misterio vela este deplorable suceso: los médicos calificaron de alferecía la enfermedad de la reina..

La verdad es, que Fernando se enterneció por la primera vez de su vida; la verdad es, que sin la odiosa camarilla, aquella mujer hubiera dominado con el cariño al rey, y acaso, acaso le hubiera hecho más humano.

Pero los hombres que le rodeaban por un lado, y una parte del clero por la otra, le dominaban arrastrándole á la ruina.

III.

No he dado aun una idea de la actitud en que se presentó el clero, y es muy importante conocerla para encontrar en ella las principales causas de la indignacion del país.

De todos los jesuitas desterrados de la Península por Cár

los III, quedaban ya muy pocos retirados en Italia y de edad muy avanzada; mandaron, pues, reunir estos ancianos septuagenarios para que volviesen á España, recobrasen sus bienes y resucitasen una sociedad enteramente desconocida de la generacion actual.

No siendo posible diseminarse á la vez por todos los puntos del reino, reuniéronse en Madrid, donde entraron luego en posesión de la magnífica iglesia de San Isidro, mirando este suceso como una brillante victoria, obtenida sobre los discípulos de Jansenio. Los jesuitas se apoderaron tambien del Colegio, y suprimieron en el acto las cátedras de química y de historia natural, y cuantas tendian á extender la instruccion y el buen gusto, come incompatibles con sus propias doctrinas, porque la ignorancia de los buenos frailes era entonces tal, que ninguno de los que habian llegado de Italia pudo encargarse de ramo alguno de educacion.

En seguida comenzaron los recien llegados á maniobrar para aumentar su número y hacerse prosélitos. Para conseguir más fácilmente su objeto establecieron noviciados, en los que los alumnos, en vez de esperimentar mortificaciones, llenar deberes penosos y entregarse á la aplicacion y al estudio contínuos, como en las demás comunidades religiosas, se veian al contrario, rodeados de placeres y tratados con suma indulgencia. Su mesa podia competir con las más bien provistas: concedíanles con frecuencia ir á pasar dias enteros á las casas de campo de la Sociedad de Jesús, situadas en los contornos de la córte, donde se entregaban á la efervescencia natural de su edad, y á los placeres poco compatibles con los deberes de una profesion religiosa.

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