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personajes miraron instintivamente hácia la puerta como quien busca una salida.

Todos exclamaron unánimes: «¡Estamos perdidos!>

Ceballos por un lado y Escoiquiz por otro, entablaron negociaciones con los ministros de Napoleon, para evitar que este arrebatase la corona á su rey.

Los ministros del César jugaron con los españoles entreteniéndolos, porque lo que queria Napoleon era reunir en Bayona á todos los individuos de la familia real de España, para llevar á cabo su propósito con más comodidad.

III.

Mientras tanto, Murat secundaba en la córte los planes de su cuñado, jugaba con la Junta suprema, arrebataba á Godoy de las garras de Fernando, y hacia creer á Cárlos IV y á María Luisa que Napoleon les devolveria el trono, y que el mejor partido que podian tomar para librarse de las asechanzas de sus enemigos, era trasladarse á Bayona.

Así lo hicieron, como indiqué someramente en el libro anterior, y del mismo modo que su hijo, desoyeron la voz del patriotismo.

En Villareal se presentó el duque de Mahon á cumplimentar á los reyes.

La reina le preguntó qué rumores corrian.

-Se asegura, contestó el duque, que el emperador de los franceses reune en Bayona á todas las personas de la familia real de España, para privarlas del trono.

-No lo creas, duque, respondió vivamente María Luisa; aunque Napoleon ha sido siempre un enemigo grande de

nuestra familia, ha hecho á Cárlos tan reiteradas promesas de protegerle, que no le creo capaz de una perfidia tan escandalosa como la que le imputan.

IV.

Prosiguieron su marcha, y apenas traspasaron la frontera fueron recibidos con los honores de reyes.

Una salva de 120 cañonazos anunció su llegada.

Las tropas formaron en la carrera que siguió la comitiva, y en el Palacio de Marrac, donde les esperaba su alojamiento, hallaron en el vestíbulo á todos los personajes de la córte francesa, y en la escalera á sus dos hijos Fernando y Cárlos. El rey apartó los ojos del primero y se limitó á decir al segundo:

-¡Buenos dias, Cárlos!

María Luisa tendió los brazos á éste, pero pasó al lado de Fernando sin mirarle.

Fernando, que era hipócrita por naturaleza, se adelantó hácia su padre en ademan de abrazarle.

El viejo Cárlos IV le miró de hito en hito y alzó el baston en que se apoyaba dominado por la ira.... despues, conteniéndose:

-No.... no.... balbuceó; un hijo como tú no merece ni mi indignacion.

Este disgusto se templó con la presencia del príncipe de la Paz.

¡Con qué efusion le abrazó Cárlos IV!

TOMO 11.

8

V.

No quiero dejar de salpimentar este capítulo con la descocada y donosa descripcion que D. Miguel Agustin Príncipe hace en sus Tirios y Troyanos de la escena que tuvo lugar entre el emperador y sus víctimas, despues de un banquete que asistió Godoy.

al

Este fué despachado y se llamó á Fernando.

Cárlos IV, María Luisa, Fernando y Napoleon quedaron solos.

>Cárlos, dice el autor que traza este cuadro, pide la corona á su hijo, y este responde que ya, que pues, y nada sacamos en limpio.

>>Reiterada la exigencia de nuevo, dice el otro que pues, pero que ya, y estamos lo mismo que antes.

>Cárlos entonces bufa y se enfurece, y amenaza tratarle como emigrado ó como traidor, que es lo mismo, si persiste en hacerse el remolon.

>>Fernando, ni por esas.

>>Asegura que ha subido al trono con unánime asentimiento del pueblo español y que no habrá quien se lo haga soltar mientras el pueblo le apoye.

>>Ahí vereis si el mocito es demócrata y si sabe acordarse del pueblo cuando le tiene cuenta hacerlo así.

>>El padre, que no entiende de retórica, le echa en cara su ambicion y le habla no sé qué de parricidio.

»A esta acusacion siguen ciento y tras un denuesto cien mil.

>El palacio de Marrac se convierte en un figon.

>>Fernando sufre injurias y venablos disparados á quema ropa, y hasta banderillas de fuego, que no son otra cosa las voces con que le saluda su madre. »

VI.

Hasta aquí el ligero sumario de la escena, segun Agustin Príncipe.

Historiadores verídicos añaden que María Luisa al ver la calma con que Fernando contestaba, la fingida é irritante resignacion con que sufria las acusaciones de que era objeto, no pudo contenerse, y además de regalarle una sonora bofetada en presencia del emperador, pidió á este que castigase los crímenes de su hijo nada menos que en un cadalso público.

Autores hay tambien que dicen que olvidada la reina de todo, ciega de cólera al oir decir á su hijo que la causa de las desdichas de su familia era Godoy, llegó á declarar á Fernando que Godoy era su padre, ó en otros términos, que él, príncipe de Asturias, no era hijo del rey.

Esto me parece una impostura.

El mismo autor francés que la dita, añade: «Yo creo que la reina se calumniaba: Fernando procuró despues legitimarse, mostrando en su conducta y en su modo de ser que era digno hijo de Cárlos IV.»

Despues de la desastrosa escena que saboreó Napoleon con el gusto que pueden figurarse mis lectores, Fernando se retiró.

Que acaben de devorarse, dijo el emperador, y permitió que durante algunos dias sostuviesen entrambos una animada correspondencia.

Ceballos escribia para Fernando VII..
Godoy para Cárlos IV.

El primero consentia en renunciar á la corona, exigiendo á su padre condiciones.

El segundo no le reconocia derecho para limitar su poder.

VII.

Napoleon no perdia el tiempo entre tanto, y mientras padre é hijo disputaban sus derechos, él buscaba un pretesto. para dominar á la huérfana nacion é imponerle un rey.

La carta en que Fernando VII ofrecia á su padre su renuncia de una manera condicional, llevaba la fecha del 1.o de Mayo de 1808.

El dia siguiente, el DOS DE MAYO, fué el primer grito de dolor y de rabia del pueblo oprimido.

go.

Mis lectores saben lo que pasó en este memorable dia, pero yo no puedo prescindir de trazar en esta galería de bernantes de España la fisonomía del pueblo, que entregado á sí mismo, supo ocultar con la abnegacion y el heroismo la vergüenza y el ludibrio de los que en vez de asegurar su gloy su independencia, los abandonaban inícuamente. Además aumentaré esta breve reseña con datos nuevos mayor interés.

ria

del

El incendio que estalló el DOS DE MAYO fué preparándose poco á poco.

El pueblo queria engañarse, queria adormecerse en los brazos de la ilusion pero no podia.

Monárquico hasta el delirio, disgustado de la debilidad de Cárlos IV, de los vicios de María Luisa y del favoritismo

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