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rales; se obligó á jurar la Constitucion, no solo á la guarnicion de Madrid, sino á todos los ciudadanos, imponiendo penas á los que se resistiesen, y por el contrario, dando premios á los jefes militares que primero la habian publicado.

La historia de siempre; respiremos un poco para seguir narrando este período de la historia conocido entre los liberales por el Trágala.

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CAPÍTULO II.

Impresiones de D. Salustiano de Olózaga en 1820.-Camino llano.-Las Cór tes liberales declarando á Fernando VII padre de la patria, ó una tontería que nos ha costado muy cara.-Los oradores empiezan á hacer de las suyas.-Escritos reaccionarios.-El nuevo ministerio.-Las Córtes.-Division de los liberales ó sea la historia de siempre.-Jaleos parlamentarios.— Cuadros tristes.-Sociedades secretas.-Sorpresas.-Entre bobos anda el juego.-Nuevas Córtes.-Una mala pasada del rey.-Donde asoma la cabeza la Santa Alianza.-Donde verá el lector cómo empezó á enredarse la madeja que aun no hemos conseguido desenredar.

I.

Justo y legítimo es que al llegar al momento en que huyeron los serviles y triunfaron los liberales, en que Fernando juró con la boca chiquita la Constitucion, recuerde las palabras que describiendo este suceso ha escrito D. Salustiano de Olózaga.

«Ni la falta de gobierno, dice, ni las vacilaciones del rey, ni los últimos esfuerzos de la reaccion, fueron parte para que este pueblo cometiese ni consintiera ningun exceso (en 1820). ¡Ah! añade: ¡Si yo fuera capaz de decir algo de lo que mis ojos vieron aquel dia, que fué el último de la Inquisicion en España! Penetraban violentamente en confuso tropel ciudadanos de todas clases por sus vastos y tortuosos subterráneos; las luces que algunos llevaban servian apenas para ver su inmensa oscuridad, mas no bastaban para distinguir la entrada de los calabozos; del fondo de estos salian las voces de los

presos, que alarmados y temerosos de tanto estrépito servian, sin saberlo, de guia á sus libertadores: suenan los golpes que echan por tierra las últimas puertas: la vista de las víctimas enciende al pueblo en ira, pero ¡loado sea Dios! á nadie se le ocurre descargarle sobre los verdugos inquisidores, y se templa y se calma la furia popular solo con destruir las variadas y diabólicas formas de tormentos que por espacio de más de tres siglos habrian estado inventando y perfeccionando.

>Mientras tanto seguia el rey en su perplegidad, y no bastó á decidirle el paseo triunfal de los prescs de la Inquisicion que, arrancando por todas partes lágrimas de compasion y de ternura, desfilaban seguidos de inmensa muchedumbre por frente del palacio y las principales calles de la córte.

>> Ya no era posible, sin embargo, resistir más tiempo, y los que más comprometidos se veian por la parte que habian tomado en la persecucion de los liberales, eran los más afanosos en procurar que se accediese á sus deseos.

>>Así se juró al fin y se proclamó la Constitucion á gusto de todos, sin que hoy sea fácil de explicar ni de comprender siquiera la ciega confianza con que se oian y aplaudian aquellas memorables palabras de Fernando, que se han hecho proverbiales: <<Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional. >>

II.

Al principio, el camino era llano, y por ninguna parte se encontraban obstáculos.

El rey convino en admitir como ministros á Argüelles y á

otros de sus más dignos compañeros de persecucion, y no se oponia á ninguna de las medidas que le proponian para afianzar el naciente gobierno.

Se reunieron las Córtes, y como no se habia inventado aun, ó al ménos no se habia importado á España el arte de hacer las elecciones á gusto de los ministros, fueron libremente elegidos en todas las provincias los hombres más virtuosos, más doctos y más dignos que en ellas habia. Declararon aquellas Córtes á Fernando VII, padre de la patria, y sobre su sólio brillaba título tan pomposo.

III.

Pero sigamos haciendo historia general.

Elio, constante en su absolutismo, fué preso y encerrado en la ciudadela de Valencia.

Más tarde describiré su horrible fin.

Siguiéronse decretos y convocaciones de Córtes generales y extraordinarias.

La Junta consultiva auxiliar interina que antes he mencionado favoreció con sus exaltadas opiniones liberales la inauguracion de Sociedades patrióticas. Ea los cafés de Lorencini, la Fontana de Oro y otros se peroraba por más ó ménos elocuentes oradores en favor del nuevo régimen, y el pueblo de Madrid parecia ó absorto ó enloquecido por la rapidez de tantos sucesos como en un año solo habian cambiado la faz del gobierno.

Al mismo tiempo empezaban á manifestarse síntomas de reaccion contra el régimen constitucional.

En Zaragoza hubo un conato de avanzarle hasta el esta

blecimiento de la república, y por el contrario, en Madrid en favor del rey absoluto; chocaron los guardias de Corps contra el pueblo, y dicho cuerpo fué licenciado. Otra conspiracion, que tenia el nombre de conspiracion del cura de Tamajon, capellan de honor del rey y dignidad de arcediano, motivó la prision del que se creia su jefe. Dilatábase la sentencia; se decia que los jueces trataban de absolberle por no hallar suficientes pruebas de su complicidad, y exaltados los ánimos de varios grupos, determinaron sentenciarle por sí y ejecutar la sentencia atacando y forzando las puertas de la cárcel de la Corona, donde estaba el preso; en medio de una horrible gritería de ¡muera Tamajon! fué asesinado en su calabozo el infeliz Vinuesa, y su cadáver arrastrado por las calles y conducido á un muladar, de donde fué recogido para darle sepultura por un criado de su familia, que habia ido siguiendo á las turbas hasta que lo abandonaron.

IV.

Esta triste escena influyó mucho en los ánimos de las personas sensatas ó indiferentes á los partidos, y empezaron á desconfiar de la bondad que prometia el nuevo gobierno, cuyo primer ministerio lo compusieron:

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