Imágenes de páginas
PDF
EPUB

de nuevos esponsales del rey el 24 de Setiembre con doña María Cristina de Borbon, princesa de Nápoles, las bodas el 9 de Diciembre en Aranjuez, son, con algunos cuantos ahorcados, los acontecimientos de más bulto en dicho período histórico.

Es posible que los sucesos que hemos trazado á grandes rasgos, hayan hecho formar á los lectores una idea respecto al espantoso declive en que rápidamente avanzaba la España en su estado moral, político y religioso, bases fundamentales del espíritu de nacionalidad que vivifica los pueblos, los mantiene y los conduce al apogeo cuando constantemente se conserva, ó á la esclavitud y completa ruina si llega á perderse.

XIII.

En efecto: ¿qué podia adquirir un pueblo en la moralidad de sus costumbres durante treinta años de continuadas guerras, ya extranjera, ya civil?

Las fuerzas militares más rigurosamente disciplinadas no siempre se conducen, cuando Marte las guía, con la templanza y moderacion que el ciudadano pacífico que en su hogar las recibe; necesita para juzgarlas, ó enemigos nobles y generosos, ó hermanos y amigos que solo le piden auxilio y descanso en pago de la sangre que vierten en su defensa.

¿Podrian tampoco cambiarse de repente las ideas políticas de un pueblo apegado en generalidad á las antiguas, y viendo en las nuevas inconstancia en sostenerlas, resultados opuestos y trastornos tan radicales, que solo prometian campo anchuroso para edificar despues de mucho tiempo, pues en el

presente ni lo tenian, ni aun siquiera materiales para reconstruir, por decirlo así, barracones donde se albergara toda una generacion?

¿Qué religion prospera ó se sostiene donde se aumentan las pasiones y los ódios, y los rencores se guardan para mejores y más seguras venganzas, y corre la sangre en las batallas y en los cadalsos, y se conspira en las tinieblas, y se predica á la luz, en vez de la paz evangélica, el exterminio y la division?

XIV.

Un país que tiene la desgracia de pasar por los períodos que en esta corta recapitulacion señalamos, pocas ó ningunas esperanzas puede dar de mejorar su futuro sin una especial ayuda de la Divina Providencia, compadecida de sus sufrimientos, pero que ha de ser pedida de veras por el pueblo y el sacerdocio, con reconocimiento de sus pasados yerros, pues sin ellos á ningun pueblo azota ni azotó el cielo, acogida con oportunidad y gratitud, y sobre todo, empleada en favor del futuro bien de los pobres hijos que va engendrando, y á los cuales, si así no lo hace, no legará otra herencia que la miseria, la esclavitud, las lágrimas, fruto del descuido en su buena educacion, ó de los yerros que causaron, fuese incompleta ó mala por no haber tenido en cuenta los desengaños que la experiencia debió proporcionar á sus mayores en los graves males que sufrieron por sus culpas.

Y aquí dejamos el hilo histórico para estudiar más á fondo á los hombres en el libro siguiente.

TOMO II.

84

LIBRO V.

VÍCTIMAS Y VERDUGOS.

CAPITULO PRIMERO.

El camino llano.-Programa.-Un ahorcado en tiempo de Fernando VII, relacion escrita por D. Salustiano de Olózaga.-Idea de lo que era la justicia y la policía en el reinado de Fernandito.-Purificaciones.-Martirologio.

I.

Ea, ya hemos llegado al camino llano y entretenido, sobre todo para los aficionados á las personalidades de la novela política.

He trazado á grandes rasgos los episodios más notables de los diez y seis años de reinado de Fernando, y ahora nos toca pasar revista en detall á las principales figuras que rodean en la historia al mónstruo.

Sí, bondadosos lectores; voy á ofrecer á Vds. retratos, caricaturas, perfiles, etc., etc., de las víctimas y de los verdugos, pero no con órden cronológico, porque esto no hace al caso, sino mezclados en artística confusion, para que dé una idea del caos que hubo en España por aquel tiempo.

Empezaremos por las víctimas, que al fin por serlo merecen esta preferencia, y entre las víctimas empezaré citando á un maestro de escuela, cuyo martirio ha escrito, como verá el lector, nada menos que D. Salustiano de Olózaga, que tuvo motivo para saber lo que habia de cierto en la causa de este infeliz.

II.

Despues de decir que al enviar á España Luis XVIII al duque de Angulema le encargó que trasmitiese á Fernando VII sus deseos con esta fórmula: «No más Inquisicion,> y de indicar que el rey se comprometió á darle gusto.

«Si la palabra real, dice, es de suyo sagrada, cuánto más lo será cuando á aquel á quien se dá es tambien un rey, y no un rey cualquiera, sino el monarca á cuya proteccion y á cuyas tropas, que todavía estaban en España, habia debido el vuestro la libertad.

>No pensó, por consiguiente, en faltar á lo ofrecido, y aunque los frailes, las monjas y hasta los generales con otros dignos vasallos le pedian el restablecimiento del Santo Oficio, siempre se negó á ello por tener empeñada su palabra.

»Ahora, si los obispos podian hacer que sin faltar á ella se establecieran ciertos tribunales de la Fé á la sordina, los que la Inquisicion habia de quemar se encargarian de ahorcarlos los tribunales ordinarios.»

Este fué el pacto que más ó ménos explícitamente hizo Fernando VII con los benditos eclesiásticos y seglares que fundaron una sociedad tan caritativa como lo indica el título que tomó de El Angel exterminador.

Se distinguió entre todos ellos por su celo, y segun autores decian, por su caridad, el arzobispo de Valencia, que estableció en aquella ciudad el Tribunal de la Fé, valiéndose al efecto de algunos antiguos inquisidores, que todavía se engalanaban con este título, y de otros eclesiásticos no ménos piadosos y caritativos. Los que eran ya prácticos en el oficio, que con razon llevaba este nombre, aunque se le llamara santo, restablecieron muy santamente el antiguo y tremendo espionaje de la Inquisicion.

Ayudábales oficiosamente una clase de penitentes tan timoratos y tan escrupulosos, que en vez de confesarse y arrepentirse de sus culpas, se complacian en denunciar, para descargo de su conciencia, los pecados del prójimo.

Las mujeres propenden más á esto, y hay motivos para creer que alguna consultó con su confesor, por supuesto bajo el sigilo de la confesion, si seria pecado lo que hacia un maestro de escuela que, en vez de exigir á sus discípulos que al entrar en ella dijesen Ave-María Purísima, les enseñaba á decir Alabado sea Dios; y que no los llevaba á misa, ni les hacía salir á la puerta cuando las campanillas anunciaban que pasaba el Viático por la calle. Estos escrúpulos mujeriles, manifestados en íntima y piadosa conversacion (que no merece llamarse confesion la revelacion de pecados ajenos), fueron el origen de la causa inquisitorial que se formó al desgraciado Ripoll.

III.

Vivia este desempeñando su magisterio en la huerta de Ruzaffa, tan ajeno á este temor como el maestro del mismo

« AnteriorContinuar »