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pero el 24 le confió el monarca la capitanía general de Galicia, y allí fué donde en 1829 le ocurrió una desgracia que horroriza.

Dirigióse por el correo de Astorga un pliego cerrado con el sobre para Eguía, el cual tenia la costumbre de despachar todos los asuntos por sí, en union de sus respectivos secretarios, y al abrirle en medio de ellos, estalló con grande estruendo, llevándole los dedos de ambas manos, la infernal composicion con que estaba cerrado, y lastimándole en su cara y cuerpo de un modo horrible y extraordinario.

Hé aquí cómo un testigo ocular, D. Francisco Linage, refiere este suceso en un documento tan curioso como interesante:

«Si los sucesos extraordinarios han sido en todos tiempos trasmitidos á la posteridad, parece no debe omitirse la narracion veraz y circunstanciada del hecho acaecido en la capital del reino de Galicia la mañana del 29 de Octubre de 1829, hecho el más inaudito de cuantos se han conocido hasta ahora.

>>Los acontecimientos de Portugal ofrecieron desde su desarrollo hasta su terminacion cuidados tan extraordinarios como los mismos sucesos, porque era consiguiente tratasen de difundir la misma anarquía en el reino fronterizo, y particularmente en las provincias limítrofes, contando para ello en Galicia con los que por dos ocasiones habian sido ya los agentes y colaboradores para promoverla. Pero la prevision del capitan general, sus prudentes medidas, la actividad constante, la vigilancia más exquisita y el tino con que dirigia todas sus acciones, conservaron la tranquilidad y el sosiego público, ya en el período de la emigracion de los realistas

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portugueses, ya durante su permanencia en Orense, mandando el ejército de observacion, y ya cuando de resultas del alzamiento de Oporto cayó sobre la frontera de Galicia todo el nublado de hombres que lo promovieron. Este último pasaje, capaz de confundir en su posicion al general más esperto, tuvo el éxito más feliz y el más interesante para la tranquilidad de uno y otro reino, por la prudencia y enérgicas disposiciones del capitan general D. Nazario Eguía, lo grando en virtud de ellas desarmar á más de seis mil hombres decididos y arrojados, dispersarlos en puntos donde pudiesen ser ménos perjudiciales, conducirlos á los puertos donde habian de realizar su embarque, y, en una palabra, hacer desaparecer como el humo á todos los cabezas de la rebelion de Oporto, y á las tropas con que la sostuvieron, convenciéndoles de que el apoyo con que contaban en Galicia, y por el que se dirigieron tal vez con preferencia á esta provincia, estaba ya reducido á la misma impotencia que sus calumnias, siendo una la accion del importante triunfo sin haber tenido que apelar á las armas.

>Una conducta tan rigida de suyo, ofrece la consecuencia del encono que conservarian los agentes revolucionarios contra el capitan general que habia trastornado sus planes y más halagüeñas esperanzas, que habia vencido obstáculos casi insuperables, y que por medio de su política los tenia tan á raya. Así es que, por una razon muy natural, debia temerse que aquellos apurasen todos los recursos para vengar la constante y fuerte oposicion con que el capitan general habia destruido sus proyectos y ejecutado operaciones que les eran tan contrarias, y más que todo para librarse de una persona que por sus principios, ni daba lugar á poner en práctica las

tramas, ni ofrecia la más leve esperanza de que llegasen á tener efecto; pero la misma impotencia á que habian quedado reducidos por la exquisita vigilancia dilató su ejecucion, frustrado ya un paso que se miró con indiferencia, siendo así que debió llamar la atencion y que tiene gran analogía con el suceso del 29 de Octubre.

>Pero entremos en el relato de este hecho que al principio se ofreció detallar, y que la precision de formar un juicio exacto sobre las verdaderas causas que le prepararon ha suspendido hasta ahora.

>La mañana del referido dia 29 de Octubre recibió S. E. el correo de Castilla y el de Lugo: segun costumbre, llamó á los secretarios y oficiales de las respectivas oficinas, á fin de resolver aquel conforme iban abriendo los pliegos, atendiendo á la vez en los pequeños intérvalos que mediaban de la abertura de uno á otro á la resolucion de asuntos de que daban cuenta los oficiales. Se hallaban presentes en dicho dia los coroneles graduados secretarios de la subinspeccion de voluntarios realistas y de la capitanía general, D. Antonio Soto Alfeyran y D. Juan Valsa de la Vega: los capitanes don Francisco Linage, y los tenientes D. José Carrero y D. Mariano de la Torre. Estaba para terminarse la resolucion, como que solo faltaban tres pliegos, cuando tomó S. E. uno de ellos cerrado en octavo y del grueso de poco más de dos dedos. Al mismo tiempo de disponerse para abrirlo, dirigió la palabra levantando la cabeza al capitan Diaz, que se hallaba al lado opuesto de la mesa, un poco á la izquierda del frente de S. E., quien siguiendo hablándole, extendió los brazos á fin de abrir el pliego. Una espantosa detonacion y la sorpresa dejó como petrificados á los circunstantes, cuyo

asombro creció al ver á su general vertiendo sangre del rostro, sacar al frente la mano derecha, y observar la levita que tenia puesta enteramente derrotada por las bocas-mangas y parte que cubria el vientre.

>En aquellos momentos, cuya verdadera respectiva posi-. cion es imposible definir, porque el hombre más sereno cederia á la fuerza de los afectos é ideas encontradas, no hubo de los espectadores quien percibiese, ni remotamente sospechase, que la detonacion y su sensible estrago emanase del pliego que poco antes se vió en las ya aniquiladas manos de S. E. Un asesino introducido en la pieza fué lo que se ocurrió á todos ó á la mayor parte; y algunos, creyendo poderle dar alcance antes que se escapase de la casa, se precipitaron corriendo hasta el cuerpo de guardia, cuyos individuos habian tomado las armas por aquel estruendo, y aseguraron que inmediatamente á él nadie habia salido. El general, manifestando en su triste situacion un valor extraordinario, se levantó del asiento, y dejando el despacho salió al salon que le precede, donde se mantuvo algunos minutos regándole de sangre. Varios oficiales volaron en busca de facultativos, otros quedaron al lado de S. E., y despues de cortar las mangas de la levita y los pantalones para colocarle en la cama, se vió patente el horroroso estrago ocasionado en su cuerpo.

>>Tal fué, que por la violencia de un misto fulminante quedaron destrozados gran parte de los miembros de su persona, produciendo en él las gravisimas heridas que se dirán y que pusieron su vida en el último peligro, aun despues de haber tomado las precauciones más enérgicas, sin detenerse en medios, y olvidándose de la delicadeza individual, así para mutilarle como para las demás operaciones y curaciones doloro

TOMO II.

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sas que hubo necesidad de ejecutar y sucesivamente continuar para salvar su vida, no obstante la incertidumbre de conseguirlo. Por esta razon, antes de pasar á curar á S. E. se hizo preparar espiritualmente, y es bien seguro que á pesar de todo hubiera perecido á no ser por su buena naturaleza, serenidad, docilidad y asistencia esmerada, cual no cupo más.

>Apenas cundió por el pueblo tan horroroso atentado, casi todos los facultativos de esta ciudad, así médicos como cirujanos que en ella existian, acudieron al momento al auxilio. de tan digno jefe, presentándose en su casa y prestándose con sus personas y conocimientos. Pero como el caso en su clase era de tal delicadeza que solamente podia entregarse en manos conocedoras y diestras, con juiciosa y decoros franqueza, á una voz convinieron en que el doliente fuese exclusivamente auxiliado por D. José Manuel Lazcano y D. Sebastian José Suarez. Sin embargo, no se separaron de aquel punto durante las operaciones y curaciones de primera intencion á que ayudaron, y hasta que no se ahuyentó el peligro, alternaron en diarias guardias, acompañando á Lazcano, que estaba permanente.

>Trece fueron las más principales heridas que sufrió la persona de S. E. de S. E. diseminadas por el cuerpo, desde la cara hasta los muslos inclusive, además de un sin número de salpicaduras que se extendieron por todas partes, y los efectos de la explosion, que desfloraron la piel, y alcanzaron, no solamente á los parajes que estaban al descubierto, como la cara, sino al pliegue de la ingle izquierda, partes pudendas y vientre.

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