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La amenaza se hubiera llevado á efecto á no intervenir oportunamente algunos individuos del Estado mayor de Riego y varios oficiales de la Milicia.

Pero prosigamos.

Riego llegó al primer puesto de la nacion, y allí le pasó lo que les pasa á los que viven fuera de su elemento.

Era un soldado, no un político; incapaz de llevar adelante una intriga, se vió postergado por los intrigantes, y durante el mando de los liberales se ve á todos los políticos haciendo con Riego lo que hacen hoy con el ilustre general Serrano, llenándole de honores y consideraciones, alejándole de toda participacion en la marcha de los negocios.

Para mí y para todos los hombres imparciales, Riego fué un hombre de bien, un valiente; pero sin gran talento y con una sobra de candidez.

Sus últimos momentos, que voy á reseñar con la pluma de uno de los autores que más motivos de conocerle tuvo, prueban más y más la opinion que acabo de sentar.

Dejamos al desventurado Riego encerrado en Andújar, donde le habian conducido los franceses para libertarle del furor popular que contra él se despertó en la Carolina.

No tardó la regencia realista en reclamar al reo bajo pretexto de que habia caido en manos de los españoles; y el general francés, vizconde Foissac-Latour, entregó la víctima á los verdugos sin oponer la menor resistencia.

Guardado por fuerte escolta D. Rafael del Riego, y echado en un miserable carro al lado de sus compañeros de infortunio, tuvo que atravesar el largo camino de Andújar á Madrid entre las amarguras y tribulaciones de una muerte mil veces creida y deseada.

El frenético vulgo, atumultuado en todos los pueblos del tránsito, presentó la imágen de un motin continuado que, tomando principio en Andújar, no se apagó ni en la córte misma donde residia el gobierno.

Llenaban de dicterios á los infelices presos, apedreábanlos con la mayor inhumanidad, los escupian y golpeaban, y en Valdepeñas tuvo la escolta que luchar á brazo partido con los amotinados para librar á Riego la vida.

De este modo llegaron al puente de Toledo de Madrid el 2 de Octubre, víspera del dia en que se recibió la noticia de la libre salida del rey, y sin tocar en la villa y córte, donde hubieran sido despedazados por el fanático vulgo, los condujeron por las afueras al Seminario de Nobles, que era el edificio destinado hoy á hospital militar.

De allí, con nuevas precauciones, trasladaron á los presos á la cárcel de Córte, y el dia 27 del mismo mes se vió en la Sala de Alcaldes la causa formada contra Riego.

Limitábase la acusacion fiscal «al horroroso atentado cometido en calidad de diputado de las llamadas Córtes, votando la traslacion del rey y su real familia á la plaza de Cádiz, violentando la real persona y llevando la traicion al extremo de despojarle de la precaria autoridad que la rebelion le permitia, por cuyas razones y en virtud del real decreto del 23 de Junio, pedia la pena de horca y desmembramiento del cadáver.

Disponia que su cabeza se colocase en las Cabezas de San Juan, pueblo en donde dió el grito de libertad en 1820; y queria además que sus cuartos se colocasen, uno en Sevilla, otro en la isla de Leon, otro en Málaga y otro en Madrid. Los magistrados pronunciaron la siguiente sentencia:

TOMO 11.

94

«Se condena á D. Rafael del Riego á la pena ordinaria de horca, á la que será conducido arrastrado por todas las calles del tránsito; en la confiscacion de todos sus bienes para la cámara de S. M., y asimismo en las costas del proceso.>

El dia 5 de Noviembre, á las diez de la mañana, notificaron á Riego tan atroz sentencia y acto contínuo le pusieron en capilla.

<<Si en el trascurso de su carrera política, dice un publicista, no habia desplegado el general los talentos y la cordura que exigia el elevado carácter que deseaba representar en las revueltas de su patria, habia ostentado al ménos un valor á toda prueba. Mas el arrojo del campo de batalla no es aquella constancia filosófica que se requiere para padecer y despreciar el dolor, para experimentar sin horrorizarse las prolongadas agonías de una muerte que se siente venir á pasos contados.

>Debilitado por los padecimientos físicos y morales, aterrada su imaginacion con aquel cuadro de peligros y de humillaciones que le asaltaron durante su amarguísimo viaje, Riego habia perdido la fuerza de ánimo necesaria para mirar de cerca el fin de la existencia entre los lúgubres pronósticos y amenazas de los frenéticos frailes. Entregóse, pues, en la capilla, no á los dulces consuelos de, la religion, sino al desaliento, y púsose en manos de sus enemigos, que le tendieron mil redes para degradarle y envilecerle.

>Un generoso extranjero le facilitó con gran riesgo el medio de morir con dignidad.

» El héroe lo rechazó.

»Por el contrario, en la noche del 16 copió una declaracion dictada por su confesor, en la cual, como verán mis

lectores, se declaraba culpable y pedia perdon de sus culpas. >>Hé aquí el escrito á que me refiero:

<Exposicion que de su puño y letra escribió D. Rafael del Riego la víspera de sufrir el último suplicio, y de que por orden del rey se ha sacado un facsímile.

>> Yo D. Rafael del Riego, preso y estando en la capilla de la real cárcel de Córte, hallándome en mi cabal juicio, memoria, entendimiento y voluntad, cual su Divina Majestad se ha servido darme, creyendo, como firmemente creo todos los misterios de nuestra santa Fé propuestos por nuestra madre la Iglesia, en cuyo seno deseo morir, movido imperiosamente por los avisos de mi conciencia, que por espacio de más de quince dias han obrado vivamente en mi interior; antes de separarme de mis semejantes, quiero manifestar á todas las partes donde haya podido llegar mi memoria que muero resignado en las disposiciones de la soberana Providencia, cuya justicia adoro y venero, pues conozco los delitos que me hacen, merecedor de la muerte.

>>Asimismo publico el sentimiento que me asiste por la parte que he tenido en el sistema llamado constitucional, en la revolucion y en sus fatales consecuencias; por todo lo cual, así como he pedido y pido perdon á Dios de todos mis crimenes, igualmente imploro la clemencia, de mi santa religion, de mi rey y de todos los pueblos é individuos de la nacion á quienes haya ofendido en vida, honra y hacienda, suplicando, como suplico, á la Iglesia, al trono y á todos los españoles, no se acuerden tanto de mis excesos como de esta exposicion sucinta y verdadera, que por las circunstancias aun no corresponde á mis deseos, con los cuales solicito, por último, los auxilios de la caridad española para mi alma.

>Esta manifestacion que hago de mi libre y espontánea voluntad, es mi deseo que por la superioridad de la Sala de señores alcaldes de la real casa y córte de S. M. se le dé la publicidad necesaria, y al efecto la escribo de mi puño y letra, y la firmo ante el presente escribano de S. M., en la real cárcel de Córte y capilla de sentenciados, á las ocho de la noche del dia 6 de Noviembre de 1823.-Sistema. -Entre líneas.-Valga.-Rafael del Riego.-Presente fuí de órden verbal del señor gobernador de la Sala.-Julian Garcia. Huerta.-Gaceta de Madrid de 27 de Diciembre de 1823.

Este documento es la mejor prueba de la debilidad, del desaliento que se apoderó del alma del héroe de las Cabezas de San Juan.

<Arrastrado en una misera estera, cuenta un testigo ocular, besando de contínuo una estampa de la Vírgen que llevaba en la mano, abatido y moribundo, llegó al patíbulo el general D. Rafael del Riego; imprimió sus lábios en los escalones de la horca y espiró entre los vitores al rey absoluto, en que al tiempo de la ejecucion prorumpió, para escarnecer su muerte, la despiadada muchedumbre. >

Ahora bien, ¿saben Vds. qué es lo que dijo Fernando cuando le contaron que Riego habia espirado en el patíbulo?Pues exclamó frotándose las manos, y parodiando los gritos de la plebe cuando el héroe entró triunfante en Madrid: -¡Viva Riego!

Este es un rasgo más para el retrato de Fernando VII.

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