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CAPÍTULO II.

Primer ministerio liberal del año 1820.

I.

Para quitar la monotonía á los retratos, necesito presentarlos en artística confusion.

Por regla general todos son iguales: ministros y altos funcionarios absolutistas, se distinguen por su baja adulacion á los instintos sanguinarios del rey, por su persecucion desalmada contra los liberales, por su inaccion, reduciéndose todos sus actos á esquilmar al pueblo para favorecer el despilfarro del monarca y redondearse ellos para no hacerse mucho daño al caer; ministros y altos funcionarios progresistas, en la desgracia unidos, en la prosperidad separados, pagándose más de las formas que del fondo, repitiendo la fábula del grajo y el zorro, contentándose con que el pueblo aplauda sus discursos y dejándose quitar el mando por sus enemigos.

Sin perjuicio de ofrecer el bosquejo de los personajes del 14 al 20, que no he delineado todavía, voy á ofrecer en un grupo y pintados por el famoso Zurriago en un ameno sainete los retratos de los ministros que formaron el primer gabinete del rey despues de verse obligado este buen señor, gracias al triunfo de los liberales, á tragar la Constitucion del año 12.

Primero daré el retrato cómico, resúmen de la opinion que inspiraban los ministros, de las murmuraciones de que eran objeto.

Despues añadiré color á su fisonomía, con la imparcialidad del verdadero historiador.

De todos modos, mis lectores tendrán ocasion de ver en el Zurriago al maestro y padre del Guirigay, al abuelo del Padre Cobos y al visabuelo de La Gorda.

Dicho periódico satírico titula al cuadro en que presenta á los ministros La Manzana, y dice que es un sainete que se representó en el palacio imperial de Pekin por una compañía de aficionados.

La pasion política lleva á la injusticia y no son muy fieles los retratos; ya los daremos parecidos.

Por de pronto, y como aclaracion, recordaré que los ministros eran: D. Evaristo Perez de Castro, de Estado; don Manuel García Herreros, de Gracia y Justicia; D. José Canga Argüelles, de Hacienda; el marqués de las Amarillas, de Guerra; D. Agustin Argüelles, de Gobernacion; D. Juan Jabat, de Marina, y D. Antonio Porcel, de Ultramar. Hé aquí ahora los personajes del sainete:

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confidente.

TINTINILLO es un paje de Zascandil, ó sea su ayuda de cámara y

Oigamos ahora al Zurriago:

(La escena, dice, es en la habitacion de Zascandil. Se levanta el telon y aparece Tintinillo vestido de mequetrefe, limpiando una palangana).

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(Corre à coger la esponja, y al mismo tiempo entran Pelmazo, Recursos y el Geógrafo).

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Tintinillo.-Voy con permiso de ustedes. (Entra.)

Geógrafo.-¡Qué alhaja es este muchaho!

Pelmazo. Señor, yo no puedo estar

sino tendido ó sentado. (Se sienta.)

Recursos. -Sí, sí, sentémonos todos.

(Se sientan y salen el Marino, el Chino y el Militar.)

Militar.-Muy buenos dias, Pelmazo;

¿cómo es que tanto madrugas?

Pelmazo.-Preguntar es excusado.

En llamando Zascandil,

¿quién no corre como un gamo?

(Sale Zascandil en paños menores, y Tintinillo detrás. Todos se levantan y hacen mil costesías).

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(Zascandil se sienta al frente y los demás á sus costados).

Zascandil.-Tintinillo, vete tú á limpiar

aquellos mayores paños... (Vase Tintinillo.)

Lumbreras de aqueste imperio,

serafines humanados,

finos diamantes en bruto,

que brillais en el palacio

sin que el golpe del martillo
os haya pulimentado:
sabed el árduo negocio
para que os he congregado.
Abunda el imperio chino
de amos locos rematados,
que han jurado por sus vidas
de nuestras sillas echarnos.

(Todos se estremecen.)

¿Os espanta esta noticia?

¿Temblais? Pues no es este el caso,

sino que esa canallota
cada dia va aumentando;
en Pekin y las provincias
donde están esparramados,
atacan tanto á Yanki (1)

que ya lo han atolondrado,

(4) Alude á Fernando VII.

á fuerza de peticiones

para que nos eche abajo,

y aunque él nos quiere en el alma
y hace de ellos poco caso,

la cosa tiene pelillos,
pues puede llegar á tanto
el clamor universal,

que cuando más descuidados
estemos, sin saber cómo,
en la calle nos veamos.
En esta atencion, es fuerza
de tanto susto librarnos,
y sin andar con chiquitas
exterminar ese bando
de alborotadores fieros

de una vez, pues aunque hay varios
reunidos ya en calabozos,

nada hemos adelantado.
A este efecto espero oir

los ecos, consejos santos

con que ilustrarme podais

para salir de este paso.

(Aparece en los aires el génio de la discordia vestido de Censor. Deja caer una manzana de oro entre todos, y vuela.)

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(Tintinillo alarga la gaita por el bastidor, y dice):

¿Oro dijeron?... Sí... él es...

¿Ay, qué rubio y qué lozano!
¡Quién pudiera echarle uñas!

Zascandil.-Callad. ¡Qué caso tan raro!

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