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Zascandil.

que una nube de verano?
¿No habeis oido decir
que soy el nudo gordiano
de los males de la China,
y que es preciso cortarlo,
ó prepararse á sufrir
la rüina del Estado?

¿No rabian todos los pueblos
de pensar que yo les mando?
¿No me dicen en mis barbas
que su muerte les preparo?
¿Y no veis que impasible
todo lo paso por alto?
¿Hay alguno entre vosotros
que haya sufrido otro tanto?
Todos (muy humildes.)

No, señor.

¿Y no es muy cierto que mil dias avergonzados de lo poco que os dijeron quisísteis dejar el mando, y yo con mis reflexiones la vergüenza os he quitado. haciéndoos inalterables y dejándoos consolados? Todos.-Sí, señor.

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que nadie lo llama aquí.

Tintinillo llorando.)

¿Pues no soy desvergonzado?

Zascandil.-Sí, señor: más que nosotros;

pero no tiene usted rango
para alternar en disputas

con sus señores y amos.
Siga usted como empezó
y algun dia será algo.

Tintinillo (á moco tendido.)

Pues yo quiero la manzana.

Zascandil.-No llores, que mil ducados te daré yo porque calles.

Tintinillo.-¡Mil ducados! ¡Qué regalo!

ya estoy lo mismo que un muerto.
(Grandes voces dentro que dicen):
<<Zurriagazo y venga abajo

ese señor sin vergüenza.»>
Todos.-¡Ay! ¿A quién será el amago?
Zascandil.-Tintinillo, ¿será á tí?
Tintinillo.-¿Pues soy yo señor acaso?
esto es á alguno de ustedes.
Más voces.-Caiga el más desvergonzado.
Zascandil.-¿Quién, quién quiere la manzana?
Todos.-Yo no.

(Se oye mucho tropel de gente y gritos.)
«Amigos, confundamos

á todos los que nos pierden.»>

Los ocho (de rodillas.)

¡Ay, qué susto!

¡Trance amargo!...

Moderacion, hijos mios...

¡Ay, ay! ya viene el zurriago.

(Todos se desmayan y cae el telon.)

Este ingenioso sainete nos sirve, no solo para formarnos una idea de la opinion que de los primeros ministros de la revolucion del año 20 tenian sus adversarios, sino para conocer un género de literatura, hijo de la libertad de imprenta, que

ha sido, es y será la causa principal de todas las desdichas de la nacion.

Aludo á los periódicos satíricos que, pinchando constantemente á los políticos en candelero, irritan su bílis, los ponen de un humor de los diablos, les hacen pensar en los que los martirizan y dedicar á ruines venganzas ó á sobornos deplorables el tiempo que de otra suerte dedicarian á la administracion del país.

Tendremos ocasion de ver probada esta opinion mia, porque me propongo reproducir lo más notable de esos periódicos célebres La Postdata, El Huracan, El Mata-moscas, El Guirigay, El Murciélago, El Padre Cobos, etc., etc., detrás de los cuales aparecen siempre aspirantes á ministros, hombres de talento que quieren hacerse temer para medrar, gentes que, andando el tiempo, son ministros y sufren justas represalias; siendo justo tambien que sufra las consecuencias de esto el público que, en vez de despreciar esas muestras de la prostitucion del talento, las protege y fomenta celebrando los chistes, propagando las calumnias y llenando de dinero á los propietarios de esos periódicos por solo el gusto de oir murmurar, de ver en ridículo á los personajes encumbrados, de satisfacer esas pasioncillas bajas que brotan en el corazon humano, como la mala yerba en los campos abandonados.

TOMO 11.

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CAPITULO III.

Misterios de la contrarevolucion llamada del 7 de Julio.

Ya hemos descrito la causa y los efectos de esta contrarevolucion en que los guardias reales quisieron sorprender á los custodios de la Constitucion para arrebatársela de las manos y destruir aquel Código, que era un verdadero dogal para su amo y señor.

En este suceso figuraron algunos personajes importantes, á los cuales veremos mejor en este cuadro que aisladamente en sus marcos como retratos particulares.

No cabe duda de que la agresion de los guardias obedecia á un plan reaccionario; el general Ballesteros con su energía y su pericia y los milicianos con su valor lo conjuraron, pero tambien es notorio que algunos de los generales con mando, y hasta algunos de los ministros, estaban comprometidos á dar el triunfo al rey.

Algunos párrafos entresacados de los periódicos de la época nos servirán para dar á conocer los misterios del suceso, y para ver en toda su desnudez las miserias de algunos de los personajes que figuran en esta tragedia.

Del hecho nada tengo que añadir.

Los guardias atacaron á los milicianos y estos los derrotaron, persiguiéndolos hasta extinguirlos.

Cuando los liberales, mandados por el general Ballesteros, se disponian á acometer á sus enemigos, un jefe de Estado mayor le intimó á que se detuviera en nombre del mo

narca.

La contestacion que dió el general Ballesteros le honrará eternamente.

Con ella dió la prueba más exacta de su patriotismo y decision á defender hasta el último aliento la santa causa de la libertad.

-Dígale Vd. al rey, exclamó, que haga rendir las armas inmediatamente á los facciosos que le cercan, pues de lo contrario las bayonetas de los libres penetrarán persiguiéndolos hasta su real cámara.

En efecto, el rey se vió obligado á sofocar del todo el entusiasmo que hácia su poder absoluto habian manifestado los guardias de su persona; pero aunque no lo hubiera hecho, la completa derrota que sufrieron sus parciales le habria obligado á tomar aquella resolucion.

El Zurriago, ya citado por mí, despues de reseñar el triunfo, añade:

<<Así concluyó esta célebre jornada; los libres recogieron en ella laureles inmarcesibles; los esclavos y sus detestables caudillos se cubrieron de oprobio.

>Muerden la tierra y en vano procurarian esconderse para evitar el castigo de que se han hecho dignos por su infamia si los vencedores quisieran sangre..... si no fueran liberales.

>¡Ah! cuánta diferencia hay del modo de pensar y de obrar de los unos y de los otros. Júzguenlo nuestros lectores, y

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