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desempeñarle sin hacer el menor esfuerzo, como que le es natural, y le sale, por decirlo así, de adentro.

Pero vea Vd., por el contrario, á esos escarabajos del liberalismo que no saben más que recoger sus inmundicias. ¡Cuál se afanan por darse á sí mismos el nombre de liberales! ¡Qué de gestos y contorsiones se echan de ver hasta en su lenguaje para meterse en docena! ¡Y cómo logran vilipendiar un dictado de honor solo por verle empleado por semejantes in

sectos!

Ninguno de los que tanto babosean esa palabra deja de ser, ó un solemne mentecato, ó un grandisimo bribon, que adula servilmente las ideas reinantes, ó para adquirir lo que no tiene, ó para conservar lo que arrebató.

En efecto, en los pocos papeles públicos que hasta ahora han llegado á mis manos, veo algunos que en casi todos sus artículos hacen una especie de pregon de sus prendas liberales, que á mí me parece de todo inútil, á no ser que hagan lo que los curanderos y saltimbanquis, los cuales para deshacerse de sus drogas las ponderan y encomian para engatusar á los incautos.

-El caso es que, así en esto como en todo lo que se recalca con segunda intencion, se ve surtir un efecto absolutamente contrario; porque todo el que en las actuales circunstancias toma en sus manos un papel público, ya supone que ha de ser liberal, que si no lo fuese no se publicaria; pero al ver que echan tantas salvas por delante, y que los que lo dicen no presentan otra prueba que su propio testimonio, dudan y con razon de la verdad de tal aserto.

-¿Y por qué dice Vd. que todo cuanto se publique ha de ser liberal? Pues qué, ¿no es cada uno dueño de escribir en

el sentido que quiera, con tal que observe las leyes que rigen sobre este punto?

Jo

Yo tengo entendido que la Constitucion autoriza á todos los españoles para que puedan publicar libremente sus ideas, de palabra ó por escrito, segun ellos las conciban, y no segun Jo que agrade á los unos ó á los otros. Y sé tambien que la ley que rige en materia de imprentas no demarca el sentido en que se deba escribir, sino que castiga únicamente los escritos subversivos, sediciosos, obscenos, etc.; pero no se mete en si han de ser serviles, ó liberales ó moderados, ó como se les antoje. Yo de mí sé decir, que si conforme soy apasionado, por temperamento y educacion, á las justas libertades de todos los países, lo fuera á ciertas limitaciones de que gustan los serviles, me creeria con derecho á expresarlas en España, al mismo tiempo que guardaria las leyes así en eso como en todo.

Porque, ¿qué quiere decir libertad para escribir, si no se puede tomar la pluma sino para elogiar lo que ahora gusta? Esa libertad siempre la ha habido en España, y la hay y siempre la habrá en todas partes.

Yo diria, por ejemplo, que me agradaba mucho la Inquisicion, que se aumentase hasta lo infinito el número de frailes y monjas, que hubiese veinte beneficiados simples en ca da aldea, y que los canónigos tuviesen cada uno un millon de reales de renta: ¿qué importa? Vd. creerá lo contrario, y demostrará que yo me equivoco, que no sé lo que me digo, que cometo mil errores; péro Vd. no tendrá más derecho para hacer esta demostracion que el que yo tuve para publicar mis equivocaciones.

Y hay más; que si Vd. en lugar de demostrar con buenas

razones su opinion, se pone á decirme injurias y á interpretar siniestramente mis intenciones, además del crímen que comete de hecho, da una prueba terminante de que el verdadero servil es Vd. y no yo, por más que amontone párrafos y baladronadas de liberalismo.

-¡Ay, ay, ay, amigo, y cómo se le conoce á Vd. que viene de la Grecia, en donde todo lo más que ha quedado son las teorías de la libertad! Estamos por acá tan distantes de entender siquiera ese lenguaje, que no digo las ideas que usted acaba de expresar, mas con sola una ligera pincelada que diese en favor de esos objetos, pasaria en el mundo periodístico por el más abominable de los hombres. No haya miedo que ninguno descendiese á la menudencia de raciocinar con tino y con acierto para hacerle ver su error y los flacos fundamentos en que estribaba, nada menos que eso: ¡habia de perder un periodista bigotudo el tiempo y el espacio que necesita para amontonar reclamaciones, en hacer razonamientos, reunir pruebas y comprobar citas de escritores acreditados? Con veinte ó treinta desvergonzones pelados, que les vienen á la boca como llovidos, sabrian aterrar á Vd., de modo que se le quitase la gana de escribir, y hasta la de leer y

pensar.

le

Aun podria Vd. tenerse por muy dichoso si la persecucion se limitaha á los dicterios, porque no fuera maravilla que amenazasen con puñales, con martillos ú otros instrumentos alevosos.

V.

-Pero, señor, ¿no hay leyes que puedan contener esas amenazas y reprimir ese feroz lenguaje? prosiguió el comerciante algo mohino ya.

-Mucho que las hay, pero no falta más sino que se obedezcan y cumplan por todos y en favor de todos. Es preciso que Vd. se penetre bien de la idea de que en las grandes conmociones políticas, entre tanto que dura la fiebre de las pasiones y las cosas toman el asiento que deben tener, hay una cierta casta de hombres que creen que las nuevas leyes no se hacen sino para los demás, porque se les figura que su garrulería es una especie de inviolabilidad. Estos tales tienen siempre la ley en la boca, pero cuando les amenaza á ellos ó á sus paniaguados, ponen en movimiento todos los resortes para dejarla sin accion, y lo logran con bastante frecuencia.

-Pero eso bien conoce Vd. que es una verdadera tiranía, por más que se revista con el título que se quiera, y está en oposicion directa con el sistema que ha adoptado la nacion.

-De eso de las tiranías hablaremos algun dia más despacio, porque es materia muy vasta y seria una lástima interrumpirla. Mas por lo que hace á esa que Vd. indica, es tanto más violenta y ofensiva, cuanto ella sola ha hecho y hace más daño á las instituciones liberales que la cooperacion de todos los malévolos juntos.

Una sola vez que queden ilusorias las leyes, y más si á ello contribuyen los mismos que están encargados de cumplirlas, es una herida mortal que no se restablecen sino por una especie de milagro. Afortunadamente que tal género de tiranía

los

que

es por su naturaleza de muy corta duracion, y que ereen haber conseguido un triunfo de partido á costa de atropellar las leyes de su patria, no tardan en ser ellos mismos víctimas de otros atropellamientos ó del triunfo de la ley.

Las injurias personales pueden perdonarse ú olvidarse; pero las injurias hechas á la ley, que es la razon universal, duran eternamente, y tarde o temprano aquella ha de quedar vengada. No bastará entonces perdonar ese liberalismo ficticio con que ahora pretenden algunos justificar sus escandalosos desaciertos, sino que se les culpará tanto más cuanto más interesados se mostraban por sostener un régimen tan ventajoso.

-Mucha pena me causa ver que, segun todo lo que llega á mis oidos, el único obstáculo que experimentan las nuevas instituciones proviene del excesivo celo ó de la más disfrazada ambicion de los mismos que se llaman sus apasionados. Yo tenia formada en los años anteriores una idea muy ventajosa de los creadores de nuestra libertad, y nunca me persuadí que pudieran alucinarse hasta...

-Ni se lo persuada Vd. ahora tampoco, porque no son ellos ciertamente los que han causado este extravío. No le diré yo á Vd. que, así esos señores como otros muchos que se distinguen en las grandes épocas, sean tan dignos de admiracion en la fortuna próspera como en la adversa, porque en eso han pagado y pagan el tributo ordinario á la flaqueza humana. Pero sí puedo asegurarle que ellos son los que más lloran la indiscrecion de sus falsos amigos.

Repito á Vd. por última vez que los verdaderos liberales aborrecen los apodos, las canciones indignas, y sobre todo, las facciones de cualquier género y de cualquier color. Pa

TOMO II.

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