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ta de una de mis visitas á Bayona: «Napoleon ha ido hoy á la ciudad; solo unos veinte pillos corrian delante de su caballo, gritando: ¡viva el emperador! y éstos pagados por la policia.»> Por fin, en otra carta le daba este consejo: «Procura que los malditos franceses no hagan contra ti algunas de sus maldades. Todos estos y algunos otros datos, no menos fehacientes, prueban que los sucesos de Madrid han sido preparados por vuestro hijo desde Bayona, con el propósito de despertar en los españoles el odio contra los franceses, y esta

conducta merece un correctivo.

XXV.

Los padres de Fernando dieron crédito á las sospechas de Napoleon.

El príncipe de la Paz se hallaba presente, y el rey le dijo:
-Manuel, manda llamar á Cárlos y á Fernando.
Napoleon comenzó á pasearse por la estancia.
Los reyes se sentaron.

Godoy hizo otro tanto, apenas desempeñó el encargo que habia recibido.

Poco despues compareció Fernando ante sus jueces.

Su hermano Cárlos no pudo asistir á aquella edificante escena de familia por hallarse indispuesto.

XXVI.

Fernando dió algunos pasos, y se detuvo con los ojos clavados en el suelo.

TOMO 11.

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-¿Supongo que sabrás lo que ha pasado en la córte de España? le preguntó su padre.

-Nada sé, contestó.

-Pues yo te lo diré, añadió el anciano, y le dió cuenta del despacho que acababa de leer.

Fernando permaneció impasible.

-¿Crees por ventura, añadió Cárlos IV, que podrás persuadirme de que ninguna parte habeis tenido, tú ó los miserables que te aconsejan, en ese motin? ¿Te has apresurado á destronarme para perder á mis vasallos? ¿Quién te ha aconsejado esa carnicería? ¿Aspiras solamente á la gloria de que la posteridad te coloque en el número de los tiranos?

Fernando se mordió los lábios, y no profirió uno sola palabra.

María Luisa le miró de hito en hito, y no pudiendo contenerse,

-Ya te habia presagiado tu perdicion, le dijo: mira en qué abismo te despeñas y nos despeñas á nosotros. ¡Ah! nos hubieras hecho morir si no hubiésemos salido de España.

Esperó que hablase algo su hijo, y al ver que continuaba silencioso,

-Y qué, añadió, ¿te has propuesto no responder? No olvidas tus antiguas mañas: nunca que cometias un desacierto sabias cosa alguna.

-Habla, responde, dijo el rey levantándose enfurecido y

levantando el baston.

Maria Luisa quiso tambien lanzarse sobre él.
Godoy los contuvo.

XXVII.

Napoleon, que se paseaba sin perder un detalle de esta lastimosa escena, se detuvo de pronto, y encarándose á Fernando que se mordia los lábios de rabia al verse humillado delante de su ennemigo,

-Principe, le dijo, he tomado una resolucion respecto de los acontecimientos que os han conducido á Francia; la sangre derramada en Madrid fortalece mi resolucion. Esa carnicería no puede ser obra sino del bando que os ha proclamado su jefe, y nunca reconoceré por rey de España al que ha roto el primero la antigua alianza de las dos naciones, y ordenado el asesinato de los soldados franceses en el momento mismo en que me pedia que sancionase la accion impía de destronar á un padre. Tal es el resultado de los malos conconsejos que os han arrastrado al precipicio: culpad á vuestros consejeros. Ningun compromiso tengo sino con vuestro padre, y si lo desea, le restituiré su trono y le acompañaré á su córte.

-¿Yo? No quiero, repuso Cárlos IV con viveza. ¿Qué podria hacer en un país donde han armado las pasiones contra mí? En todas partes encontraria vasallos sublevados: y despues de haber sido bastante feliz para haber presenciado sin menoscabo de mis reinos el trastorno de la Europa entera, ¿iria ahora á deshonrar mi vejez haciendo la guerra á las provincias, y condenando, á mis vasallos al cadalso? No, no quiero: mi hijo se encargará con más placer que yo.

Y mirándole con majestad mezclada de ternura, le interrogó.

--¿Piensas que nada cuesta reinar? Has seguido consejos pérfidos; ni aspiro á volver á mandar, ni puedo nada por mí; sal como te plazca del precipicio.

Napoleon puso fin á aquella acalorada entrevista declarando al príncipe que su resistencia á la renuncia era de todo punto inútil, y que solo lograria con ella empeorar su

suerte.

XXVIII.

Al dia siguiente, 6 de Mayo, Fernando abdicó sin restriccion alguna en favor de su padre, quien á su vez abdicó en Napoleon por medio de un tratado que firmaron el príncipe de la Paz y el mariscal Duroc.

De este modo vendieron á la España sus reyes.

Fernando y sus hermanos enviaron desde Burdeos á España esta declaracion:

<D. Fernando, príncipe de Asturias, y los infantes D. Cárlos y D. Antonio, agradecidos al amor y á la fidelidad constante que les han manifestado todos los españoles, los ven con el mayor dolor en el dia sumergidos en la confusion, y amenazados de resultas de una de las mayores calamidades, y conociendo que esto nace en la mayor parte de ellos de la ignorancia en que están, así de las causas de la conducta que SS. AA. han observado hasta ahora, como de los planes que para la felicidad de la patria están ya trazados, no pueden menos de procurar darles el saludable desengaño que necesitan para no estorbar su ejecucion, y al mismo tiempo el más claro testimonio del afecto que les profesan.

No pueden en consecuencia dejar de manifestarles que las circunstancias en que el príncipe, por la abdicacion del rey su padre, tomó las riendas del gobierno, estando muchas provincias del reino y todas las plazas fronterizas ocu padas por un gran número de tropas francesas, y mas de sententa mil hombres de la misma nacion situados en la córte y sus inmediaciones, como muchos datos que otras personas no podrian tener, les persuadieron que rodeados de escollos no tenian más arbitrio que el de escoger entre varios partidos el que produjese menos males, y eligieron el de ir á Bayona.

<Llegados SS. AA. á dicha ciudad, se encontró impensadamente el príncipe (entonces rey,) con la novedad de que el rey su padre habia protestado contra su abdicacion, pretendiendo no haber sido voluntaria. No habiendo admitido la corona sino en la buena fé de que lo hubiese sido, apenas se aseguró de la existencia de dicha protesta, cuando su respeto filial le hizo devolverla, y poco despues el rey su padre la renunció en su nombre y en el de toda su disnatía, á favor del emperador de los franceses, para que éste, atendiendo al bien de la nacion eligiese la persona y dinastía que hubiesen de ocuparla en adelante.

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<En este estado de cosas, considerando SS. AA. la situacion en que se hallan, las críticas circunstancias en que se ve la España, y que en ellas todo esfuerzo de sus habitantes en favor de sus derechos parece, no solo inútil, sino funesto, y que solo serviria para derramar rios de sangre, asegurar la pérdida cuando menos de una gran parte de sus provincias y las de todas sus colonias ultramarinas; haciéndose cargo tambien de que será un remedio eficacísimo para evitar estos males el adherir cada uno de SS. AA. de por sí

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