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en cuanto esté de su parte, á la cesion de sus derechos á aquel trono, hecha ya por el rey su padre; reflexionando igualmente que el expresado emperador de los franceses se obliga en este supuesto á conservar la absoluta independencia y la integridad de la monarquía española, como de todas sus colonias ultramarinas, sin reservarse ni desmembrar la menor parte de sus reinos, á mantener la unidad de la religion católica, las propiedades, las leyes y usos, lo que asegura para muchos tiempos y de un modo incontrastable, el poder y la prosperidad de la nacion española; creen sus altezas dar la mayor muestra de su generosidad, del amor que la profesan, y del agradecimiento con que corresponden al afecto que la han debido, sacrificando en cuanto esté de su parte sus intereses propios y personales en beneficio suyo, y adhiriendo para esto, como han adherido por un convenio particular á la cesion de sus derechos al trono, absolviendo á los españoles de sus obligaciones en esta parte, y exhortándoles, como lo hacen, á que miren por los intereses comunes de la patria, manteniéndose tranquilos, esperando su felicidad de las sábias disposiciones y del emperador Napoleon, y que prontos á conformarse con ellas, creen que darán á su príncipe y á ambos infantes el testimonio mayor de su lealtad, así como SS. AA. se lo dan de su paternal cariño cediendo todos sus derechos, y olvidando sus propios intereses para hacerla dichosa, que es el único objeto de sus deseos.-Burdeos 12 de Mayo de 1808.»

Despues de esta indigna manifestacion, los reyes padres fueron á Fontainebleau con Godoy y Fernando y su hermano á Valencey.

España quedó á merced de Francia.

CAPÍTULO III.

Donde valiéndose el autor del específico usado por D. Gil, hace contar á un respetable anciano todo lo más intimo y curioso que pasó en España despues del Dos de Mayo y durante la guerra de la Independencia.

I.

Despues del terrible suceso del Dos de Mayo, dice un testigo ocular, ministro por más señas, que tendrá un lugar en esta galeria (B), habia quedado Madrid aterrado, pero á la par con el terror reinaba la ira. Los sucesos de Bayona, donde fué obligado el rey Fernando, locamente amado por lo mismo que era un enigma interpretado de modos diversos, todos favorables á ideas tambien diversas, fué compelido á hacer renuncia de la corona de su padre, para que éste la traspasase á Napoleon, estaban previstos y á nadie admiraron. Pero lo verdaderamente singular es que en la opinion general, aun contando la gente muy entendida é ilustrada, habia poco temor de que uno ú otro Napoleon reinase. Entre tanto menudeaban decretos y proclamas de Bayona: el trono habia quedado como vacante (aunque de oficio nunca lo estaba, pues fué cedido por Cárlos IV á Napoleon, y éste á su hermano José) España estaba tranquila: de ejército español solo habia cortas divisiones en lugares muy distintos unos de otros, de suerte, que ninguna esperanza fundada existia de

libertad á España del yugo francés: pero suplia completamente la falta de la esperanza lo vivo del deseo, ó diciéndolo con toda propiedad, era éste tal y tanto, que pasando más allá de esperanza llegaba á ser persuasion.

Todos tenian puesta la vista en las provincias, como decíamos en el lenguaje comun de aquellos dias, y de allí aguardábamos el remedio creyendo infalible su llegada y aun su eficacia. Habrá quien achaque esta locura patriótica á una causa por muchos creida innegable verdad, y es que en nuestra patria la gente superior en talento y ciencia, con raras excepciones, creia que debiamos aceptar de Francia con nuevo rey, leyes nuevas y un gobierno ilustrado; y que solo el vulgo ignorante ó los hombres de rancias doctrinas, deseaban ó esperaban el restablecimiento del trono de los Borbones, de lo cual y como es natural, se sigue que conformándose la fé con el deseo, y éste y aquella con la ceguedad intelectual, ofuscasen el ánimo visiones que representaban como fácil y seguro lo casi imposible.

Tan errada persuasion, originada en escritos y dichos de los franceses y sus parciales, acogida y fomentada por algunos ingleses, y á la cual dió valimiento la conducta del rey en 1814, está en contradiccion con los hechos.

II.

La tertulia de D. Manuel Quintana, por ejemplo, era el punto principal en que concurrian los hombres más señalados en España por su talento y saber, y tambien por sus ideas favorables à la libertad politica y religiosa en grado hasta excesivo.

Poco despues del Dos de Mayo, D. Nicasio Alvarez Cienfuegos, á quien nadie excedia en amor á las doctrinas despues llamadas liberales, habia sido por un artículo favorable á Fernando VII, inserto en la Gaceta de Madrid, llevado ante la autoridad francesa y amenazado con una condenacion á muerte.

da

Vivia en lo general de los españoles de aquellos dias hon

y vehemente el amor de la patria, juntamente con el de la libertad, confundiéndose en uno ambos afectos.

• De los pocos que disentian de la opinion popular, los unos eran odiosos al pueblo, y otros cedian á compromisos contraidos no sin dolor y vergüenza, que apenas, si acaso algo, disimulaban. A pesar de contarse tantas personas de entendimiento é ínstruccion entre los que padecian del achaque de una credulidad infundada en prometerse triunfos de la nacion española en la indudable existencia que suponian haria al poder francés, tal confianza parecia un desatino; pero más difícil que probar que lo era, venia á ser negar que existia. Disposicion tal en los ánimos explica como fué acometida casi unánime y simultáneamente empresa tan atrevida, cuanto era la de desafiar al poder francés una nacion falta de recursos, y cuyas plazas fuertes fronterizas y gran parte de su territorio, inclusa su capital, estaban en poder de los inva

sores.

Como estaban todos convencidos de que habia de haber insurreccion, bastó que algunos pocos hombres osados en varias capitales, todos ellos de corto valer, alzasen la voz para que fuesen seguidos, siendo la voz de tales hombres á modo de campana de reloj que dá la hora en que esté convenido que ha de hacerse alguna cosa, sea ó no de importancia.

TOMO II.

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III.

Los que viviamos en Madrid supusimos el levantamiento antes que sucediese; sucedido, le creimos superior en fuerza á la que tenia; apenas creimos sus ridiculeces perdonamos sus sucesos, nos figuramos triunfos y negamos reveses. No impedia el terror que siguió al 2 de Mayo, que se mostrase la opinion con poco rebozo. La tertulia de Quintana seguia no muy concurrida, pero no falta de gente, y toda ella era entonces anti-francesa, á pesar de que, andando el tiempo, hubieran de hacerse afrancesados unos pocos de los que la formaban.

En lugares mucho más humildes habia el mismo espíritu. En los pobres cafés de aquel tiempo, en que era costumbre leerse la Gaceta al lado de un brasero de sarten en invierno y cerca de la ventana en verano, se hablaba con el mismo desahogo, tal que parecia no se recelaba el peligro por parte de los dominadores. Al revés, en lo que habia miedo era en punto á negar victorias de los levantados sobre los franceses, y los incrédulos, que no lo eran por falta de patriotismo, sino por sobra de juicio, callaban medrosos cuando oian contar los hechos menos creibles. Así, un pobre levantamiento de Segovia, pronto vencido y sofocado, fué pintado como un gran suceso, en el cual los franceses, de quienes se ignoraba ú olvidaba que habian atravesado los Alpes, se habian quedado sin atreverse á subir por los puertos de la cordillera de Guadarrama. La gente más curiosa acudió á los cuarteles á averiguar cuántos soldados y oficiales habian desertado cada noche, esto es, idose á las provin

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