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Esta frase inspirada por el conocimiento profundo de la política, debida tambien al exacto estudio del carácter y circunstancias de la nacion española, ponen más en relieve el grosero error que cometió Napoleon I al acometer una guerra que no se parecia en nada á las que hasta entonces habia sostenido en medio de los repetidos triunfos y contínuas victorias.

En los siguientes capítulos veremos de qué modo se cumplieron los

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ropa, y esa guerra—prosiguió en tono profético,-ha de comenzar en España.» Si, señores, la España será el primer pueblo en donde se encenderá esa guerra patriótica que solo puede libertar á la Europa. Mis noticias sobre aquel país, y las tengo por muy exactas, son de que, si la nobleza y el clero han degenerado con el mal gobierno y están á los pies del favorito, el pueblo conserva toda su pureza primitiva y un ódio contra la Francia tan grande como siempre, y casi igual á su amor á sus soberanos. Bonaparte cree, y debe creer, la existencia de estos, incompatible con la suya; tratará de quitarlos, y entonces es cuando yo le aguardo con la guerra que tanto deseo.>>

Véase á TORENO: Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España.

CAPÍTULO XI.

JOSE BONAPARTE.

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Deseos del pueblo español.-Dupont en Andalucía.-Encuentro de Alcolea.-Recibe Dupont malas noticias.-Crítica situacion de los franceses.-Saqueo de Jaen. -El general Moncey se dirige á Valencia.-Preparativos.-Desastre de las Cabrillas. Decision de los valencianos. -Moncey sobre Valencia.-Heróica defensa.-Retíranse los franceses. - Castilla la Vieja. Un general del antiguo régimen.-Jornada de Cabezon.-Pretensiones de Cuesta.-El ejército de Galicia. -El general Blake. -Union de fuerzas.-El general francés Bessieres en Valladolid. Desastre de Rioseco.-Una frase de Napoleon el Grande.-La España olicial por José.-Sigue la farsa de Bayona.-Las Córtes y la Constitucion.-El ministerio. Nada falta.-Entra José Bonaparte en España. - Recibimiento del pueblo.

Ardia el pueblo español en deseos de medir sus armas con las orgulosas é invencibles legiones del Imperio, y era tal la confianza y osadía que desplegaba en todos sus actos, que Murat creyó llegado el momento de emprender las operaciones bajo cierto plan, dirigiéndose á los puntos en donde el peligro era mayor por su importancia ó por el carácter de sus habitantes.

Simultáneamente se prepararon dos espediciones, una destinada á sofocar el alzamiento de Valencia y demás regiones comarcanas, y otra á destruir la rebelion de las provincias meridionales, que tomaba cada dia mayores proporciones. Murat alimentaba grandes esperanzas de que sus veteranos vencerian fácilmente à aquellas masas informes

de voluntarios, cuyas derrotas servirian de eficaz ejemplo á las demás provincias, las cuales reconocerian al fin lo descabellado que era el arrojar el guante al vencedor del siglo.

Sus generales estaban animados de los mismos sentimientos, especialmente el general Dupont, que se dirigió á Andalucía, creyendo que con un solo paseo militar sujetaria al yugo del Imperio á los sublevados andaluces. Consistian sus fuerzas en seis mil infantes, tres mil caballos y la artillería correspondiente, con cuyos recursos creyó poder posesionarse de Cádiz para el 21 de junio.

Bien pronto tuvo ocasion de convencerse de que sus cálculos eran completamente erróneos. Es cierto que obtuvo una victoria en Alcolea, que penetró en Córdoba, en cuya ciudad sus tropas cometieron inauditos escesos; pero estos descalabros enardecieron el ánimo de todos los pueblos, de tal modo que las partidas pequeñas eran todas destruidas, y no tardó mucho en conocer Dupont, que no podia destacar sus fuerzas si no queria verlas desaparecer en detall.

A estas circunstancias hay que añadir la noticia que recibió de la sublevacion de Cádiz, de la rendicion de la escuadra francesa, y de los preparativos militares que en todas partes se hacian. Estas nuevas infundieron el pavor en su ánimo, tanto que no pensó más que en la retirada, puesto que no recibia los refuerzos que esperaba de Madrid.

En esta crítica situacion, ya que no podia emprender las operaciones en grande escala, trató de vengarse de la oposicion que habia encontrado en los habitantes de Jaen, contra cuya ciudad dirigió una espedicion, que se abandonó á los mayores escesos. No pasaria mucho tiempo sin que Dupont fuese humillado en aquellas mismas comarcas que habia tratado con tanta crueldad.

Se hace necesario, si hemos de formarnos una exacta idea de las operaciones generales de aquella ençarnizada lucha, que tratemos sincronísticamente los acontecimientos, y siguiendo este sistema debemos voiver la vista á otro punto para pintar cuál era el éstado de la guerra en el mes de junio.

La espedicion que partió de Toledo, segun ya dejamos in licado, con

direccion à Valencia, se componia de nueve mil hombres, á los que debian agregarse por el camino algunos destacamentos. Moncey, uno de los generales mas humanos y comedidos de cuantos el Imperio envió á la Península, mandaba aquellas tropas, que siguieron su camino con direccion á Valencia, sin ser molestadas por los pueblos del tránsito.

La Junta valenciana, tan pronto como pudo tener conocimiento de la marcha de Moncey, hizo los preparativos para la defensa, y mandó algunas fuerzas á defender el desfiladero de las Cabrillas, limite de la provincia. Moncey venció fácilmente esta oposicion, así como derrotó tambien un segundo cuerpo de paisanos mandados por el célebre padre Rico; pero entonces pudo notar que la resistencia iba cada dia mas en aumento, y que aquellas turbas de paisanos no perdian las lecciones debidas á una costosa y cruenta esperiencia. La duda que se apoderó entonces del general francés le hizo fracasar en sus proyectos, porque en vez de marchar inmediatamente sobre Valencia, aprovechándose del pánico que debieron infundir las primeras derrotas, se detuvo esperando algunos refuerzos y la artilleria de sitio necesaria para las operaciones de ataque.

Entre tanto los valencianos se decidieron á defender la capital á todo trance, de suerte que cuando Moncey se presentó ante aquellas débiles murallas, las encontró cuajadas de heróicos defensores.

Atacaron entonces los franceses el ararbal de Cuarte, el cual, si bien cayó en sus manos, les detuvo un dia en su marcha y dió tiempo á que la ciudad aumentase los preparativos. Al dia siguiente (28 de Junio), intimó Moncey á la ciudad la rendicion; pero aun cuando las autoridades constituidas en Valencia dudaban sobre el partido que debian lomar, y aun algunos individuos de la Junta se inclinaban á entrar en negociaciones con el enemigo, pues conocian las prendas que adornaban al general Moncey, el pueblo, que habia verificado el alzamiento para aceptarle en todas sus consecuencias, intimó à las autoridades que se negaron entonces á todo arreglo.

Poco tiempo despues atacaba Moucey à Valencia con todas sus tropas. Repetidas veces intentó penetrar en la ciudad variando de punto de ataque segun le aconsejaba la esperiencia; pero en todas fué recha

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zado con pérdidas considerables, que dejaron reducido su ejército á seis mil hombres, rendidos por la fatiga y el desaliento que infunde la derrota. Al encontrarse en esta critica situacion, y no recibiendo los refuerzos que desde Cataluña debia conducirle el general Chabran, emprendió á la mañana siguiente su retirada hácia Albacete con el objeto de reponer sus fuerzas.

Es sensible que la falta de unidad en los movimientos de las tropas que salieron en su persecucion, haya impedido á los valencianos el sacar todo el fruto que podian de su brillante y denodada defensa; pero de todos modos, aquella importante ciudad habia librado á la comarca de incómodos huéspedes, é infundido con su heróico ejemplo el valor y el ardimiento en todos los corazones, abatiendo las orgullosas águilas del Imperio, que habían recorrido la Europa entera siempre precedidas de los laureles del triunfo.

Por este tiempo Murat habia regresado á Francia enfermo, y el emperador envió para reemplazarle al general Savary, conocido ya por las bajas arterias é innobles ficciones que habia empleado para conducir á Fernando VII à Bayona. Viendo este general el estado en que se encontraba la guerra, envió algunos refuerzos à las tropas de Dupont y Moncey, que se encontraban en difícil situacion.

Hé aquí ahora el aspecto que presentaba la guerra en Castilla la Vieja.

Alarmado Napoleon al tener noticia del levantamiento de toda la zona cantábrica, desde el cabo de Finesterre hasta la punta oriental de la provincia de Santander, envió órdenes al general Bessieres para que atacase esta última ciudad y ahogase en gérmen la rebelion. Destacó en efecto el cita lo general, que ocupaba á Búrgos, una fuerte columna bácia Santander; pero habiendo tenido à los pocos dias noticia de la insurreccion de Valladolid, desistió de su primeros proyectos por acudir á este último puntó, que juzgaba mas importante. Dió contraórden á las tropas que marchaban hacia Santander, para que en union de otras fuerzas atacasen al general Cuesta, que ya sabemos que aunque con repugnancia se habia puesto á la cabeza de la rebelion.

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