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á la córte en continua alarma, y que llevasen el temor y el desaliento at animo apocado y débil del monarca.

El dia que siguió á aquella revuelta noche se pasó casi tranquilamente, y decimos casi, porque la prision de un hermano de Godoy, coronel de Guardias españolas, descubierto por sus propios soldados que le arrancaron las insignias de su mando, procedentes de un origen tan. poco honroso, provocó de nuevo el motin. No obstante, el tumulto que se formó entonces fué de corta duracion, y los reyes se tranquilizaron todo lo que era compatible con la zozobra que sentian por ignorar la suerte que en aquellas revueltas habia cabido al privado.

Pero estaban destinados á no gozar paz ni reposo en aquellos dias. El Príncipe de la Paz, que habia podido guarecerse contra el furor popular en uno de los desvanes de su palacio, se vió obligado á presentarse forzado por el hambre y la sed, y los tumultuarios, que estaban siempre preparados para acudir adonde fuese precisa su presencia para prolongar la alarma, se presentaron en casa de Godoy, que solo pudo escaparse por la oportuna llegada de un escuadron de Guardias que enviaron inmediatamente los monarcas. Aun así, y yendo entre los caballos, recibió varias heridas y pedradas de parte de la amotinada multitud, que le siguió hasta las puertas del cuartel de Guardias.

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Entonces la efervescencia llegó a su colmo, y los temerosos reyes se humillaron á su hijo, que con su presencia, y con prometer que se garia al privado, convirtió como por encanto el furor de aquellas turbas en gritos de gozo y de entusiasmo hacia su príncipe, La complicidad de éste en todas estas escenas tumultuarias, debia hacerse todavía mas patente con los acontecimientos que siguieron..

Godoy quedó, á consecuencia de estos acontecimientos, encerrado en el cuartel de Guardias, esperando á los dos dias de haberse encontrado en el apogeo de su gloria, comparecer ante los tribunales en el bumilde banquillo de los acusados. Todos los que hasta entonces habian participado de su política, todos los que debian su elevacion á su generosidad indiscreta, le abandonaron en tan criticos momentos, y desde entonces solo pudo contar con enemigos, si exceptuamos á los

monarcas que continuaban dándole muestras inequívocas de su aprecio y cariño.

Parece que realizados todos estos planes por los fernandistas, el furor tumultuoso que se habia apoderado de ellos cesaria; ¡vana esperanza! era preciso dar el golpe supremo y obligar á Cárlos IV á una abdicacion. El terreno estaba bastante bien preparado. La mayor parte de los ministros, principalmente Caballero, comenzaron á hacer indicaciones en este sentido; le hicieron ver al monarca que la tropa estaba en mal sentido, y que solo el Príncipe de Asturias podria componerlo todo, y entences aquel débil monarca volvió á bajarse á su hijo que respondió de la tranquilidad si hablaba á los gefes de los cuerpos, llevando con estas indiscretas palabras su inhabilidad hasta el extremo de delatarse á sí propio. Pero esto ¿qué importa? No habia declarado en un documento público que era delator y que mentia; ¿qué mas podia añadir ya á esta confesion?

Las promesas del príncipe no se cumplierou, sin embargo. Por la tarde de aquel dia, tan lleno de emociones, apareció sin saber cómo un coche de viaje á la puerta del cuartel de Guardias, prision entonces de Godoy; la multitud cree, ó finje creer, que se trata de arrebatarles el objeto de su ódio sin que sufra el castigo debido á sus faltas, el motin vuelve á presentarse mas amenazador que nunca, y otra vez lambien es encargado de apaciguarle el Príncipe de Asturias, dando á conocer entonces á la córte, que no quedaba mas recurso que la abdicacion.

Carlos IV se vió obligado entonces, por la fuerza de los acontecimientos y por las intrigas humanas, á firmar el siguiente documento:

«Como los achaques de que adolezco, no me permiten soportar por mas tiempo el grave peso del gobierno de mis reinos, y me sea preciso, para reparar mi salud, gozar en un clima mas templado de la tranquilidad de la vida privada, he determinado, despues de la mas séria deliberacion, abdicar mi corona en mi heredero y en mi muy caro hijo Príncipe de Asturias. Por tanto, es mi real voluntad que sea reconocido y obedecido como rey y señor de todos mis reinos y dominios; y

para que este mi real decreto, de libre y espontánea abdicacion, tenga éxito y debido cumplimiento, lo comunicarcis al Consejo y demás á quien corresponda.-A. D. Pedro Ceballos. >>

Carlos IV firmó este documento en medio de los gritos del pueblo tumultuado, de los funestos augurios de su- ministros, que aparentaban servirle fielmente, pero que estaban vendidos á los fernandistas, y era esto mucho más de lo que necesitaba el ánimo apocado y débil de aquel monarca, para que sin vacilacion ninguna tomase en aquel momento cualquier determinacion que se le aconsejase. para conjurar el peligro.

Los motines, ya sabemos que estaban organizados por los partidarios del príncipe, que éste los excitaba ó apaciguaba á voluntad, y que no tuvo inconveniente en mantener el Real sitio de Aranjuez en contínua alarma durante tres dias, en llenar durante ellos á sus padres de morlales angustias y crueles zozobras, con tal que consiguiese el fin apetecido, que era sentarse en el trono, aunque fuese hollando con sus plantas la ancianidad de su padre.

El Príncipe de Asturias, tan pronto como estuvo firmado el documento que mas arriba dejamos trascrito, se retiró á sus habitaciones acompañado de los traidores y desleales ministros, la servidumbre, algunos miembros del Consejo, y allí se hizo la proclamacion de Fernando VII como rey de España é Indias. Como la noticia de la abdicacion habia cundido ya por todo el pueblo, éste se presentó debajo de los balcones del príncipe victoreándole con indecible entusiasmo.

Algunos minutos despues que Cárlos IV habia sido despojado de un cetro que nunca supo manejar, le tenia en sus manos su hijo, que habia de servirse de él en perjuicio de la nacion, en enconado ódio hacia toda idea de bieu, de libertad y de progreso.

Carlos IV, subido al trono sin las doles necesarias para gobernar por sí mismo á una nacion, encontróse además en las circunstancias mas dificiles, y en las cuales se hubiera necesitado mas idoneidad Y mas carácter y valor para colocarse á la altura de las circunstancias, para que en el caso inevitable de una lucha se encontrase la nacion en las condiciones mas favorables, no ocupada por el enemigo, postrada, al

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parecer, en el abatimiento y completamente agena de las intenciones de los invasores. Carlos IV, en circunstancias normales, prescindiendo de su ceguedad en lo que se refiere á su vida privada, hubiera sido un monarca adocenado como la mayor parte, con sus defectos y sus buenas cualidades; pero cuando una colosal ambicion se desarrollaba favorecida por la fortuna; cuando todos los pueblos de Europa habian doblegado la cerviz bajo sus plantas; cuando una continua amenaza pesaba sobre la cabeza de un monarca de tan apocado espíritu, sin resolucion ni arranque alguno de entusiasmo, no es extraño, por mas que sea en extremo censurable, que siguiendo una fatal pendiente se encontrase el pueblo español, cuando menos lo sospecbaba, amenazado de perder para siempre su existencia, su autonomía, su nacionalidad.

Al juzgar á los hombres, cualquiera que sea, por otra parte, la categoría á que pertenezcan, es menester tener en cuenta el estado del tiempo en que vivieron, en qué medios desarrollaron su carácter, formaron su espíritu, en una palabra, completaron su personalidad: Cárlos IV en tiempos normales, hubiera pasado casi desapercibido para la historia, porque así lo merecia por su ineptitud; pero en las circunstancias criticas en que vivió, hay derecho á achacarle todas las faltas de un ministro, á quien sostuvo tercamente contra todas las oposiciones.

Al propio tiempo, no debemos olvidar que Carlos IV tenia una idea desdeñosa del pueblo, al que consideraba como un rebaño de carneros, propiedad absoluta de la Corona, y cuyas quejas despreciaba, sin cuidarse tampoco de que la marcha política y económica empobrecia á la nacion y destruia todos los gérmenes de riqueza. En las cuestiones de política extrangera, cuando se hacia preciso tomar una determinacion, el criterio era el interés de la familia real, y no se dudaba en desangrar ni en destruir la riqueza nacional, declarando guerras anti-politicas, imposibles de sostener y de resultados deplorables.

Cuando Napoleon amenazaba desde las Tullerías, era preciso aplacarle, porque podia destruir el trono de los Borbones de España, como babia hecho en todas partes; y entonces se sacrificaba al pueblo para dar subsidios, donativos, y lo que es peor, legiones enteras Je su hijos,

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que fuesen á blanquear sus huesos lejos de la madre pátria, para realizar planes que en nada nos interesaban. Pero ¿qué importa? Napoleon estaba satisfecho aunque no fuese mas que por el momento; y aquella córte, como muchas, vivia sin dirigir una mirada hácia el porvenir, basta que una nueva exijencia, seguida de otra concesion, turbaba por algunos dias la tranquilidad y el reposo.

Por lo que respecta al favorito, principal agente é instrumento de aquel calamitoso reinado, la imparcialidad, á la que siempre hemos rendido culto, nos obliga á añadir algunas palabra que contribuyan á dibujar completamente su carácter, que basta ahora solo hemos podido considerar bajo el prisma político.

Con respecto al manejo de los negocios públicos y á la direccion de una política complicada, Godoy era muy inferior á los acontecimientos que ocurrieron durante su privanza. Sin falta de penetracion y talento, teniendo, aunque poca, alguna instruccion, era un pigmeo para luchar á brazo partido con el genio, acompañado al mismo tiempo de un colosal poder. En circunstancias normales, hubiera sido un ministro como hay muchos; però la dificultad de los tiempos, aumentaron su torpeza.

Por otra parte, el bastardo origen á que debía su fabuloso eneumbramiento, le habia enagenado justamente la voluntad de los hombres honrados y pundonorosos; los nobles, considerándole como un advenedizo, le odiaban, y conspiraron contra él, hasta que causaron sa ruina; el pueblo le achocaba, lo mismo las faltas que cometia, como las que tenian su origen en la casualidad; y de esta manera, los obstáculos se multiplicaban, las dificultades crecian, y el valido no era capaz de superarlas por medio de los recursos del genio.

Se le achaca tambien un escandaloso peculado, como medio de saciar su avaricia; pero aun quitando lo que haya de exajerado en esta imputacion, no puede tacharse á Godoy de avaro; todo lo contrario, era amigo del lujo, del fausto y de la ostentacion, hasta el extremo de que sus palacios y sus trenes eclipsaban á los del rey.

Debemos decir, en honor de la verdad, que su carácter era apacible; que protegió las ciencias y las artes, fundó la escuela de sordo-ruudos,

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