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que la severidad de las costumbres políticas se trocó en la inmorali dad mas irritante, el dia en que las madres de los liberales lloraban por las vicisitudes de sus hijos, como si el negro pendon dsl rebelde de la corte de Oñate hubiera triunfado.

Fácil es comprender en vista de este cuadro, la resolucion y el entusiasmo con que Calvo Asensio habría abrazado las opiniones liberales en el momento en que sufrian una terrible proscripcion. Un impulso irresistible le arrastraba hacia la política. No leia, devoraba los periódicos políticos que entonces se publicaban, ya fuera para arrojar una mirada de desden á los sostenedores de aquellas situaciones, ya para dejar escapar desde el fondo de su corazon un grito de entusiasmo hácia los defensores de los derechos populares ó de la moralidad política, á la sazon escarnecida y vilipendiada.

Bulló en su mente á poco de fijarse en la corriente política, la idea, por entonces peligrosa, de publicar un folleto contra la administracion del general Narvaez. Brillaba este aciago hombre político en el lleno de su fnerza. Podia decirse entonces de él lo que se dijo de Atila donde ponia el casco su caballo no volvia á nacer yerba.

El peligro aguijoneaba mas y mas el propósito de Calvo, que manifestó á un amigo suyo, como él jóven, y ambos con la inesperiencia de la vida política, pero con el calor del entusiasmo y la fé de las ideas liberales el pensamiento de escribir un folleto político. ¿Sobre qué? Acaso los autores no podrian decirlo algunos años despues. Aquel folleto produjo irritacion fingida ó verdadera entre los corifeos del general Narvaez, entre aquella turba multa de espadas cortesanas que le rodeaban, y que querian acostumbrarse á leer en sus menores gestos los mas ligeros deseos de su señor.

La policía apeló á sus acostumbrados recursos para dar con los autores. Pero á la verdad ponia la vista demasiado alta, si la hubiera bajado algo mas, no le hubiese sido dificil dar con la huella de los dos jóvenes estudiantes, que habian lanzado una chispa alarmante en la atmósfera de la politica.

Los autores vieron á los oficiales hechuras del general Narvaez:

desgarrar con la punta de sus espadas los carteles del folleto que babian escrito, y oyeron con la sonrisa en los lábios fulminar contra ellos los apóstrofes mas espresivos.

Calvo Asensio tuvo por entonces que salir de Madrid; Narvaez habia puesto en alto su espada de Ardoz y parecia haber dicho: In hoc signo vincitur inimicus.

Pero pasadas semejantes circunstancias volvió á la Córte.

Cerradas como estaban las vías políticas, era necesario llevar su actividad á otros horizontes. Entró en el teatro como habia entrado en la política, asociado á Juan de la Rosa, eterno compañero suyo y del que no podia vivir separado.

Calvo Asensio escribia con fé y con actividad para el teatro, pero rara vez, quizá nunca, prescindió en la fábula de sus comedias y de sus dramas, del pensamiento político liberal que le impulsaba. Podia decir como Guerrazzi:-«Escribo un libro porque no puedo dar una batalla.

El teatro no bastaba sin embargo á satisfacer su actividad. Fundó un periódico de crítica médica, que tuvo una brillante acogida, y en el cual dejó su intencionado y punzante estilo. Tras de este periódico fundó otro sério de las clases farmacéuticas que alcanza vida y crédito en nuestros dias. Llenariamos muchas páginas si entrara en nuestro plan examinar á Calvo Asensio como autor dramático y como escritor científico. Hemos declarado que no era ese nuestro propósito. Entremos, pues, en el terreno en que le hemos visto destacarse; en el terreno de la lucha política.

IV.

Una de las esclamaciones que han podido escuchar de los lábios de Calvo los que le hayan tratado con intimidad durante los primeros años de su juventud, era la siguiente:

¡Si yo pudiera fundar un periódico político! Y añadia despues con resolucion:-Le fundaré.

Acariciaba esta, que era para él una preciada ilusion, á todas las horas del dia. Pasaban los años, pero la idea quedaba fija y clavada en su imaginacion.

Fundar un periódico en España, si bien es cosa corriente, suele no traer consigo otros resultados, que el aumento de algunas resmas que se venden al peso para las tiendas de ultramarinos, y es muy duro ciertamente, venir al mundo de la luz para descender al de las tinieblas, pasando casi sin intermision de las prensas á la trastienda. Fundar un periódico es en estremo fácil; sostenerlo con el apoyo del público, harlo dificil.

Las ilusiones forjadas al abrigo de planes en estremo halagueños, suelen verse muy pronto desvanecidas por la frialdad de un público, siempre severo con los advenedizos. Antes que un periódico consiga romper el hielo é identificarse con una gran parte de público, le son precisos largos y dolorosos dias de prueba. El público, tratándose de periódicos de partido, otorga su confianza de mala gana y teme verse burlado. Hasta los dos ó tres años de su aparicion, no empieza á fijar en él sus miradas, si en ese tiempo ha podido apreciar que su conducta es firme y decidida. Pero esos dos años comunmente de aislamiento, bastan para desesperar al mas paciente y para consumir una regular fortuna.

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Tal era la empresa que Calvo Asensio acometia al fundar en Junio de 1854 el periódico La Iberia.

En el momento en que le fué posible realizar su ilusion, la realizó, y la realizó contra todo el torrente de las dificultades, que no eran pocas, las que á la sazon se oponian á la fundacion de un periódico liberal.

Calvo Asensio agrupó en torno suyo á sus amigos mas predilectos, y con ellos formó el cuerpo de redaccion que debia dar la sávia de su inteligencia y de su corazon al nuevo adalid de la libertad que se presentaba en el estadio de la prensa.

El título del nuevo diario no era caprichoso, respondia á una idea que ha sido, que fué y que creemos ha de ser una constante aspira cion de ese periódico; la unidad Ibérica.

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España y Portugal, separados geograficamente por una línea imaginaria, deben formar un solo cuerpo de nacion, y esa línea imaginaria se borrará el dia en que se borre la línea de division que ha quedado en la historia de ambos países, y que no puede resistír á necesidades superiores, ni al soplo del progreso, ni al mandato de la naturaleza.

El titulo indicaba de un modo claro la tendencia de La Iberia; sus atributos liberales y progresistas eran una consecuencia de aquella tendencia.

Abogar por la libertad y las franquicias comerciales, era trabajar si no á posteriori, á priori al menos por la unificacion de ambos países. Todos los pasos que se diesen en el sendero de la libertad contribuirian a acercarnos hácia aquel término; porque la fusion de ambos pueblos se halla sin duda detrás de la libertad de los dos.

La predicacion de la idea fusionista debia estar subordinada, y lo estuvo y lo está todavía, á una idea preanterior. Se hacia preciso desembarazar la senda de los ostáculos que la obstruían, y hé ahí por qué lo accesorio, siquiera fuese con carácter preventivo, tenia que convertirse en principal.

Pocos dias depues de la aparicion de La Iberia, la atmósfera política amenazaba tempestad. La situacion Sartorius iba à recoger el eastigo de las faltas y desmanes políticos, no tanto cometidas por ella como por sus antecesoras en la gobernacion del Estado. El conde de San Luis fué en efecto, como él propio ha confesado, el Luis XVI de la dinastia de los moderados, llamado á pagar en su cabeza los males que no habia él solo arrojado sobre el pueblo.

La sublevacion del Campo de Guardias no habia conseguido que la nacion la secundase. En tanto que la insurreccion se presentó con los caractéres de una aventura militar, la opinion pública permaneció. en una fria actitud de reserva. Los gefes de la sublevacion no se pro

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ponian interesar al pueblo hasta el último trance. El programa de Manzanares fué su grito de desesperacion.

De aquel grito arrancó la revolucion que estalló en Madrid, propagándose despues á toda España.

Calvo Asensio dió á esta revolucion por medio de La Iberia su bandera, la progresista, y lanzó un nombre; el del duque de la Victoria. Un nombre como el de Espartero en aquellos momentos, un nombre ceñido con el laurel de la libertad en cien combates, un nombre que habia sido arrojado al ostracismo por las situaciones que el pueblo queria derrocar, era indudablemente el nombre que mejor convenia escribir en la bandera, que iba á ser la enseña de los patriotas en las calles de Madrid.

Por fortuna la revolucion triunfó. En su lugar describiremos y apreciaremos este suceso político. Solo cumple decir ahora á nuestro propósito, que Calvo Asensio coadyuvó á aquella revolucion con la decision y energía que desplegó siempre en favor de sus doctrinas.

Su nombre hasta entonces oscurecido, empezó á ser objeto de las primeras distinciones de la popularidad y de la simpatía.

Las juntas patrióticas se apresuraban á hacerle un lugar en su senó; las comisiones populares à encomendarle la redaccion de proclamas y manifiestos.

La revolucion provocó el pensamiento de llamar unas Córtes constituyentes, que se encargasen de una reorganizacion política que pusiese término al escandaloso estado de cosas, que habia originado el levantamiento en masa de la nacion. Era ya hora, en efecto, de fundamentar la administracion sobre bases sólidas que afianzasen la libertad durante tanto tiempo hollada, y hora de conocer la voluntad del país, burlada con aquellos impúdicos simulacros de gobierno representativo y constitucional.

Las Cortes, hasta entonces convocadas, solo respondian á los in morales manejos de los ministros, que llevaron el escándalo y la corrupcion en materia electoral á un punto que tendriamos por inaudito, si acontecimientos de igual índole, no hubieran llegado mas

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