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amigo suyo y gran decidor, vino á leer un verso, que decía ansi:

Y aparté la nave,-bien como sin freno..... Respondió el que lo escuchaba, por tratalle de bestia: reso no es maravilla; mayor fuera con él.»

servicios, mandó á su tesoreró que le diese dos mil ducados. El tesorero, como estuviese algo de punta con el capitán, mando poner en la mañana una mesa al tiempo que el rey se habia de levantar en su aposento, y los dos mil ducados encima della en plata, pensando que en ver el rey tanto dinero, se arrepentiria de la promesa. Pero como el rey presumiese el negocio, dijo: «qué es esto?» Respondió el tesorero: «señor, los dos mil ducados que mandó dar al capitán.-¡Qué! ¿ tan poca cosa es? Dénle otros tantos.>>

CUENTO LIII.

Siendo un viejo demasiadamente avaricioso en las cosas del servicio de su casa, lo era en estremo y fuera de compás en esto: que si veia encendidas dos lumbres, mataba la una; y si candela fuera de la mesa ardia, hacia lo mesmo. Por tiempo vino à dolescer; y no dándole vida, y estando in extremis, encendióle una candela un hijo; y estándole diciendo: «padre, acordaos de la pasion de Dios,» le respondió: « ya me acuerdo, hijo; pero mira tú que te acuerdes, que acabando que acabe de dar el alma á Dios, mates la candela. »

CUENTO LIV.

Como están las habilidades repartidas entre los hombres, era uno tan certero en poner garbanzos, tirándole de lejos, por la boca de un cántaro, que una vez estando tirando delante de un príncipe, le pidió mercedes por ello, á lo cual le respondió, conosciendo la desaprovechada habilidad: «dénle una hanega de garbanzos.»

CUENTO LV.

Un caballero muy enamorado y grande poeta (por estas dos cosas, que la una era bastante) vino á ser loco en tanta manera, que un hermano suyo le tenia en su casa encerrado en un lugar apartado; y como una vez viniese á vello, viéndole hacer cosas no debidas, díjole : « hermano, ¿para qué haceis esas cosas? mirad que sois incomportable.» Respondióle: «y cómo, ¿es mucho que donde toda mi vida os he sufrido de nescio, que me sufrais vos á mi algunos ratos de loco?>>

CUENTO LVI.

Contendiendo un portugués y un castellano en Sevilla, sobre cuál era mejor rey, el de España ó el de Portugal, vino á desmentille el portugués; por do el castellano le dió una cuchillada. Déspués el mismo castellano aportó á Lisboa. El portugués, en verle, fué á tomar parescer de un presidente, que si le daria otra cuchillada al castellano; respondióle que no; pero que juntase con él, y que le dijese que cuál rey era mejor, el de España ó el de Portugal; y que si decia que el de España, que le diese una cuchillada, y si el de Portugal, que lo dejase estar. Ido el portugués, interrogó al castellano su demanda, el cual respondió que el rey de Portugal era mejor rey. Dijo el portugués: «¿por qué no defiendes tu rey, majadero? Respondió el casteIlano, porque cada gallo en su gallinero canta.»

CUENTO LVII.

Siendo preso y llevado un cosario delante el rey Alejandro, le dijo: « ven acá, rebelde, ¿no tienes vergüenza de ir ansí robando por la mar?» A lo cual respondió: « verdad es, rey, que por ir cual voy solo, me llaman ladron; mas tú, que te usurpas todo el mundo, por ir tan acompañado, te llaman señor; si fueses cual yo voy, llamarte ian como á mí.» Dijo el rey: «en fin, qué ¿yo robo?» Respondió: «<también yo, señor; pero yo por pobreza, y tú por codicia.»> Viendo el rey su animosidad, no solo le perdonó, mas hízole su capitán.

CUENTO LVIII.

Estando un poeta mostrando ciertas coplas á un otro

CUENTO LIX.

Viniendo un soldado de Italia muy próspero, fué convi dado por un grande amigo suyo. Estando en la mesa, habia un estraño decidor que tenia fama de judio: el cual por tratar al soldado de puto, tomó con la punta del cuchillo el obispillo de la gallina, y púsoselo delante, diciendo: jaque. Entonces el soldado, de presto, tomó asimesmo una lonja de tocino, y púsosela delante, diciendo: mate. CUENTO LX.

Fué avisado un rey que un mancebo de su mesma estatura y edad se le parescia en grandísima manera. Desecso de ver si era ansí, mandóle llamar, y conosciendo ser verdad, preguntóle: «di, mancebo: ¿acuérdaste si por dicha tu madre por algun tiempo estuvo en esta ciudad?>> Respondió: « señor, mi madre no, pero mi padre sí.» CUENTO LXI.

Estando jugando el rey Argesilao con sus hijos, Ilevando una caña entre las piernas como caballo, por enseñarles á cabalgar, entró un amigo suyo, y como lo viese el rey, rogóle que no lo dijese à nadie hasta que también él fuese padre de hijos, por enseñarle que aquello no era liviandad, sino puro amor y voluntad.

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Un caminante entró en una viña por comer uvas. Estándolas comiendo vino la guarda, y pidióle prenda. Respondió el caminante: «hermano, yo no soy entrado aquí para comer, sino para cagar.» Dijo la guarda: «pues mostrad dónde habeis cagado.» Cansados los dos de ir por la viña, encontraron con un depósito de buey; dijo el caminante: «heis aquí dónde cagué. » Respondió la guarda : «no es verdad, porque esa mierda es de buey.» Dijo el caminante: «¡ fuerte cosa es! Si quiero cagar mierda de buey, ¿vedármelo heis ?>>

CUENTO LXVI.

Hurtando à un capitán en Flandes de su aposento unos

horceguies hechos de molde para sus piés, porque los tenia lisiados y tuertos, hallándolos menos, dijo: «¡plega á Dios que le vengan bien à quien me los hurtó!»

CUENTO LXVII.

Vendiéndose ciertos captivos en presencia de un rey, que estaba asentado en su tribunal, el cual por tener descosidas sus calzas, mostraba sus vergüenzas sin haber sentimiento dello, un captivo de los que se vendian dijo á voces muy altas : « perdóname, rey, cata que yo buen amigo fuí de tu padre. » Respondió el rey: «¿por dónde ó de qué manera fué esa amistad?» Dijo el captivo : « dame licencia que me llegue à tí, y yo te lo diré.» Dejándole que llegase, dijole en secreto: «rey, cubre tus vergüenzas....» Luego el rey disimuladamente se cubrió, y dijo á altas voces: dejadlo ir libre, pues tan servidor ha sido de mi padre. »

CUENTO LXVII.

Un tejedor de terciopelo, presumiéndose de muy hidalgo, dejó de requerir su oficio, diciendo que habia haHlado que era caballero, y así jamás se partia de entre caballeros. Vino una vez á hallarse en casa de una señora, que se hacia llamar doña Juana, la cual secretamente hacia placer á sus amigos; y como este le pidiese celos de un gentilhombre, haciendo mil fieros que lo habia de matar, por tratalle de hombre de baja esfera, le dijo ella: « señor, si le matais, no escapareis de ahorcado. » Respondió él: antes sí, con pedirme vuesa merced.>

CUENTO LXIX.

Tenia un aldeano mujer hermosa, la cual se revolvia con un criado de casa. Y como el marido lo sospechase, ella por deshacelle las sospechas, díjole un dia : « señor marido, habeis de saber que por haberme requerido de amores mi criado, y porque vos veais si es así, le he prometido esta noche aguardarle junto de la puerta del corral. Por tanto conviene que vos vistais de mis vestidos para aguardalle en el mismo lugar.» Dicho esto, fué al criado, y contado su negocio, díjole : « toma un palo, y en venir que le veas vestido, dale con él, diciendo: ¿ tan lijeramente me habeis de creer, perra traidora? que esto no lo hacia sino por probarte.» En fin, venidos al puesto, habiendo recibido los palos el cornudo, dijo á su criado : << al no ser tú tan fiel como lo has mostrado, se pudiera decir por mí, cornudo y apaleado. Mas no, dijo el criado, sino sobre cuernos penitencia.

CUENTO LXX.

con un báculo que llevaba dió en los jarros y quebrólos, diciendo: « pues vosotros dañais mis obras, yo también dañaré las vuestras. »

CUENTO LXXIII.

Un ganapán, yendo cargado con un grande cargo á cuestas, encontró con uno que iba por la calle, y en habiendo encontrado con él, le dijo: «guardaos, señor. » Preguntóle el que habia recibido: «¡qué! ¿ otra vez me quieres dar ?>

CUENTO LXXIV.

A un señor de salva, en Castilla, un pobre.escudero demandábale socorro para casar á una hija suya. El señor, habiendo compasion de su trabajo, aunque no era de su condicion, le dijo que demandase lo que habia menester; pues conociendo el escudero no ser el señor muy largo en hacer mercedes, pidióle veinte y dos reales. Maravillándose desto mucho el señor, habló con su camarero así: «¿no mirais esto, pecador, que diciéndole yo que pidiese lo que habia menester, no ha querido pedir mas de veinte y dos reales?» Respondió el çamarero : << no se maraville vuestra señoría, que conosció la figura, y quedóse con veinte y dos. »

CUENTO LXXV.

Com naturalment es de práctica que cuant porten á enterrar algú, demanan alls capellans qui es lo que porten, saber si es home o dona, o persona coneguda, demaní un dia à un capellá portant una dona a soterrar : « diga, reverent, ¿qui es lo cos?» Respongué: « no es cos, sino faldetes. »

CUENTO LXXVI.

Antes que se baptizasen los moros del reino de Valencia, à un morisco de Alberique habíale hurtado un ladron no sé qué ropa, el cual se lo negaba. Venidos à juicio, buenamente delante de un juez para que lo averiguase, antes de ser oidos daba tan grandes voces el moro con el delincuente, que el juez, oyendo quien era, dijo: « has de callar, perro, ¿por qué diablo estas ladrando?» Respondió: « por ver un ladron. »

CUENTO LXXVII.

Un marqués, señor de salva, encontrándose un dia con el baile de Valencia, no le quitó el bonete, habiéndoselo quitado el baile á él, de lo cual quedó quejoso. Sabiendolo el marqués, topó un dia con el paje del baile que llevaba dos gorras nuevas en la mano. Preguntóle cuyas eran. Respondióle el paje: «de mi amo, señor. » Tomóselas el marqués, y dijo : « decid à vuestro amo el baile, que porque no quede quejoso que el otro dia no le quité una gorra, que agora le quito dos. »

Fallesciendo un mercader que por muy rico era tenido, hallaron que era mas lo que debia que no lo que tenia; y como los acreedores á quien él debia por justicia en pública almoneda le vendiesen la ropa, el rey de aquella tierra mandó á su mayordomo que le comprase una colcha con que dormia este mercader. Dijo el mayordomo : «¿ búrlase vuestra alteza?» Respondió: «no me burlo, porque tengo necesidad della para poder dormir. » Quisolla al rey Créso, é ya después de ser vencidos los eneminotar, que cómo podia dormir un hombre que debiese tanto, pues á él los cuidados le hacian velar.

CUENTO LXXI.

Estando en Salamanca muchos estudiantes en chacota, el uno dellos tiróse un pedo callado, ó de quistion, como suele decirse. Escusándose todos de lo hecho, dijo el mas resabido: «Fulano lo hizo, yo lo sé cierto sin falta. »> Respondió el acusado: «dice verdad, porque él tiene gustados mis pedos. »

CUENTO LXXII.

Filogeno, famosísimo poeta, viendo que unos cantareros cantaban sus versos trastrocando y quebrando dellos,

CUENTO LXXVIII.

Habiendo librado de la muerte un soldado en una bata

gos, y estando el rey en su tienda, quiso saber quién era el soldado que tanto bien le hizo; venido y traido que fué delante del rey con otros soldados que lo acompañaban, echóse la mano el rey á la bolsa, y dióle cinco talentos de merced. El soldado afrentado bajó su cabeza, y contó mu chas veces los talentos, de manera que le dijo un compañero andad acá, ¿de qué sirve eso?» Respondió el soldado: «< dejadme, que en un caso como este, nunca se ha de acabar de contar. >>

CUENTO LXXIX.

Una cortesana, siendo poco su caudal, y habiendo empleado todo su ajuar en guadameciles para un pequeño aposento que tenia, vino un galán á visitalla, y ella le dijo:

• ¿qué le paresce, señor, mi pobre posada? » Respondió: | parésceme que es como el lechon, que lo mejor que tiene son los cueros. »

CUENTO LXXX.

Una cierta dama valenciana, ultra que era muy sabia, tenia una tacha, y era que á veces hablaba mas de lo que era menester. Un dia estando en sarao, tomóle un desmayo, y fueron corriendo à decirlo á su marido, diciéndole que su mujer estaba sin habla, el cual como lo oyese dijo: « déjala estar, que si eso dura, será la mejor mujer del mundo. >>

CUENTO LXXXI.

Era un caballero, á quien no sabia mal el vino, y estando en conversacion con otros, después de haber comido, parescióle á él que fué afrentado de otro caballero, y por esto le desafió que se mataria con él con las armas que quisiese respondió su contrario, que él aceptaba el desafío con tal que no fuese en cueros.

CUENTO LXXXII.

Una señora, que siempre queria saber, á Fulana quién la sirve, y Fulano á quién sirve, y Fulana en qué entiende, y Fulano de qué vive, demandó á un caballero estando en conversacion, que le prestase un libro que tenia de las | vidas de los diez emperadores. Respondió: « señora, ya le vendi, porque soy muy enemigo de saber vidas ajenas. > CUENTO LXXXIII.

Traian á un sobrino de Garci Sanchez dos mujeres en casamiento, de las cuales la una era de muy buena parte, sino que habia hecho un yerro de su persona, y la otra era confesa, con la cual le daban un cuento en dote. Llegando este mozo á demandar consejo y parescer á su tio sobre cuál de aquestas dos tomaria por mujer, respondióle así: << sobrino, yo mas querria que me diesen con el cuento, que no con el hierro. »

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CUENTO LXXXIV.

Oyendo un presidente à un querellante fuera del juicio, ausente la parte contraria, atapóse con la mano el un oido; y después que el querellante hubo propuesto ante él su causa, y dicho todo lo que habia de decir, dijo al pre

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sidente: «¿hame oido bien vuestra señorta?» Respondió: « bien, por cierto; mas este otro oido guardo para oir à vuestro contrario. » Dando á entender que el juez no ha de determinar cosa ninguna sin primero oir las dos partes, para del todo quedar satisfecho.

CUENTO LXXXV.

Entró en los estrados con su espada un caballero, en la chancillería de Granada, por solicitar cierto pleito que tenia; y como en semejante lugar no se puede estar con espada, llegóse á él un portero que tenia un Dios te salve por la cara á tomatuelo, el cual le rogó que se la dejase. No aprovechando nada, quitósela él mismo de la cinta, y dijo: «tomad, hermano, pero yo os prometo, á fe de quien soy, que no tiene ella la culpa.»>

CUENTO LXXXVI.

Paseábase un músico tiple y capado, por delante de un ropavejero, famosísimo judío, viejo y relajado, el cual por burlarse del músico le dijo: «¿señor, cómo le va á su gavilán sin cascabeles?» Respondió el capado : « como al de vuesa merced sin capirote. »

CUENTO LXXXVII.

¿hay algunas coplas para vender? Diciéndole que no, tornó Preguntó un trapacero al autor un dia: decid, Fulano, á replicar; pues qué, ¿no hay alguna mentira que podamos decir por Valencia? Respondió: «sí, señor, decid que sois hombre de bien. »

CUENTO LXXXVIII.

Caminando un caminante por su camino, encontró con dos hidalgos que llevaban dos perdices; hízose con ellos, y en llegando á la posada, mucho como servicial aderezó las perdices, y cortadas por sus manos las puso en la mesa. Viendo su poquedad, en que no habian hecho proveer de otra cosa mas que de las perdices, usó desta maña con ellos: y fué, que haciéndole sentar para que comiese con ellos, sacóse un cuchillo, y con la punta dél tomaba el pedazo de la perdiz. Dijéronle: «tomad con la mano, y dejaos de cerimonias. » Respondió el caminante: «haríalo yo, señores, si lo sufriese mi oficio.» Dijéronle : « cómo, ¿qué oficio teneis?» Respondió: «verdugo, señores.- ¡Oh, pese á tal, dijeron ellos : « cómete tú solo las perdices!>

FIN DE LA PRIMERA PARTE DEL SOBREMESA Y ALIVIO DE CAMINANTES.

SEGUNDA PARTE

DEL

SOBREMESA Y ALIVIO DE CAMINANTES,

EN EL QUE SE CONTIENEN ELEGANTÍSIMOS DICHOS, Y SABIAS RESPUESTAS Y EJEMPLOS ACUTÍSIMOS PARA SABERLOS CONTAR

EN ESTA BUENA VIDA.

CUENTO PRIMERO.

Habia un epitafio escripto en latin en una pared, y parándose unos letrados á leerle, leíanlo tan bajo que nadie lo oia. A la sazon páróse un soldado detrás dellos, y con no saber leer ni entender lo que decia, estaba diciendo: «¡oh, qué bueno! ¡lindo está por cierto!» Volvióse un letrado de aquellos, y dijo:» ¿y qué es lo que vos entendeis desto, gentilhombre? Respondió el soldado: «nada; porque por no entendello es bueno, que si lo entendiese, maldita la cosa que valdria.»

CUENTÒ II.

Siendo un embajador prolijo en su razonamiento delante de un príncipe, al cabo que hizo su embajada, dijo: < perdóneme vuestra alteza, si he sido largo en mi relatar.>> Respondió el príncipe: « no teneis de qué pedirme perdon, porque verdaderamente yo no sé lo que habeis dicho. >> CUENTO III.

Un filósofo pobre vino una vez à pedir limosna á uno que era gran gastador, y tenia mucho dinero delante, que jugando ganó, y pidióle un ducado. Y como no sea costumbre de los pobres demandar la limosna tasada, díjole el jugador que por qué le pedia mas á él que á ninguno de los otros que estaban allí jugando. Respondióle así: hágolo porque de los otros pienso recibir limosna muchas veces, y de tí no mas desta. >>

CUENTO IV.

Acabando de hacer una hermosa casa, un hombre de mala vida y fama, puso un escripto encima de la puerta, que decia así: «no entre por esta puerta cosa mala.»> Visto y leido por un gran decidor, dijo á voces altas, porque algunos lo oyesen: «¿pues por dónde entrará el señor de la posada?»

CUENTO V.

Saliéndose el rey Chiquito de Granada y su madre con él, con mucha morisma de estima, por entregar la ciudad al rey don Fernando, subidos en un recuesto y volviéndose acia Granada, tomáronse todos à llorar. A lo cual dijo la madre del rey: «en verdad, señores, que haceis bien en llorar, que ya que no peleasteis como hombres defendiendo vuestra patria, conviene que lloreis agora como mujeres al dejarla.»>

CUENTO VI.

Queriendo un rey hacer mercedes à un criado suyo, llamóle y dijole así: « por los buenos oficios que de tí he recebido, he determinado y quiero que seas mi secretario.» Respondióle como sabio : « de buena gana recibiria |

T. III.

yo tus mercedes, con tal de que no fuese para descubrirmesecreto tuyo, porque es pesada carga, en especial secretos de reyes. »

CUENTO VII.

Viniendo de Grecia un sabio greciano á visitar á un rey que tenia division con su mujer é hijos, que no vivia con ellos, le preguntó el rey al sabio', si habia paz y concordia entre las ciudades y repúblicas de Grecia. Por decirle que sí, y que curase dél, le respondió: «pregúntalo á tu casa, y mira por ella. >>

CUENTO VIII.

Sabiendo Dionisio tirano que, por ser tan cruel, todos le deseaban la muerte, y que una vejezuela rogaba por su vida; maravillado desto mandóla traer ante sí, y preguntóle qué era la causa que rogaba por él. Respondió: « has de saber, Dionisio, que siendo yo moza, tuvimos un tirano y cruel por señor; rogué à Dios por su muerte, y murió; después tiranizó la tierra otro muy peor, y rogando que Dios lo llevase, también murió. Agora has venido tú, muy peor que los pasados; tengo temor que si mueres verná otro mas malo; por eso ruego á Dios que te dé vida, y te sostenga por muchos años.» A esta respuesta se sonrió el rey, y la dejó ir libre : cosa fuera de su condicion.

CUENTO IX.

Yendo una vez un embajador del rey de Hungría con cierta embajada al gran turco, un sabio suyo, con licencia del mismo turco, en la sala do habia de entrar el embajador cristiano hizo pintar infinitísimas cruces. Llamado el embajador, y vistas tantas cruces por el suelo, quitóse el bonete antes de entrar en la sala, y arrodillóse, y á la primera besó y adoró, y de las otras no haciendo caso pasó adelante, é hizo acatamiento al gran turco. Viendo esto el sabio, dijo: «mal ha parescido, cristiano, pisar las cruces de tu Dios y no reverenciarlas. >> A lo cual respondió el embajador: «yo hice lo que debia, y tú no hablas como sabio, porque en una sola creo y adoro, do murió mi Redentor Cristo, que á las otras no las hago desacato en pisallas. »

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vió otro amigo suyo que pasaba por la calle. El que bebía, por no ser visto, se escondia acia dentro. Visto por el que pasaba, dijo: «eso es ponerte mas en ella.»

mar dineros sin contallos; y comenzar algun camino en ayunas; noto yo hay otras tres necedades. Y es la primera, estando en la cama con su mujer, para el multiplicate demandarle licencia; y en la mesa aguardar que le rueguen que coma; y teniendo sed, no pedillo.

CUENTO XII.

Porque ciertos criados del presidente de Cádiz llamaban traidores á unos reconciliados, fuéronsele á quejar, y en oir la causa respondió el presidente así, mostrando que estaba bien dicho: «no os maravilleis, amigos mios, que estos mis criados son tan torpes y rústicos de ingenio, que no saben decir sino al pan pan, y al vino vino. Id con Dios, que yo los castigaré. »

CUENTO XIII.

Siendo convidado un caballero por un grande amigo suyo á cenar, de camino se encontró con dos hidalgos, que los hubo de llevar, mas por fuerza que por grado. Y como entrasen en casa del huésped, conoció que se habia turbado, por no tener aparejado de cenar para tantos; por lo cual dijo á todos secretamente que no comiesen mucho de las primeras viandas, porque las habia para la postre primorosísimas. Persuadidos con este comer poco, bastaron las viandas, y burló á sus amigos, y socorrió la falla de su huésped.

CUENTO XIV.

Convidado á comer cierto alcalde en Castilla por un grande amigo suyo, y por causa que habia de juzgar cierto negocio después de haber comido, bebió muy templadamente. Conociéndolo el huésped dijo, ya después de comer: «si tan comedidamente bebiesen todos los hombres del mundo, barato saldria el vino. » Respondió el alcalde: << antes os digo de verdad, que mas caro, si cada uno bebiese lo que queria, como yo he bebido lo que he querido, y nada más. >>

CUENTO XV.

Sustituyendo el rey Filipo á un grande amigo suyo y letrado, por juez principal de sus reinos, este tal siendo viudo, y porque ya le saliesen canas, por parescer mancebo dábase pebradas. Sabiéndolo el rey, quitóle el oficio, diciendo a quien con sus cabellos no es fiel, menos lo será con el administracion del reino. » Quiso sentir, que quien engañaba sus cabellos también engañaria la república.

CUENTO XVI.

Léese de un señor de salva, valenciano (que por humildad se calla su nombre), que rogó á su camarero que secretamente le trujese alguna señora que durmiese con él. Al fin, siendo ya muy tarde, le trujo una muy hermosa. Díjole en verla : «señora, ¿cómo habeis venido tan tarde?»> Respondió ella: «sepa su señoría, que la causa ha sido esperar que mi marido se acostase. » Respondióle él: «pues id, buena mujer, y aguardad que se levante.» Y volviéndose á su camarero, le riñó, porque tenia por muy grande pecado echarse con mujer ajena.

CUENTO XVII.

Teniendo el rey Alejandro determinado de destruir la ciudad de Lamsaco, y con juramento de no hacer cosa que le rogasen, sabiéndolo el filósofo Anaxímenes, maestro del rey, salióle al encuentro, y postrándosele por tierra, dijo: « yo te suplico, ó rey, que destruyas la ciudad de Lamsaco. » Viendo el rey la cautela deste sabio, por no quebrar el juramento, hubo de usar de misericordia.

CUENTO XVIII.

CUENTO XIX.

Como se casase un viejo al cabo de setenta años, y reprochándoselo algunos amigos suyos, que había hecho gran locura, respondió: que decian verdad, que el hombre en hacerse viejo perdia el seso, y que mientras le tuvo, siendo mozo, nunca le pudieron hacer casar.

CUENTO XX.

A un mancebo, trayéndole para que escogiese dos casamientos, el uno de una doncella loca con cinco mil ducados de dote, y otra muy sabia con cuatro mil, escogió la loca, diciendo: «vengan los cinco mil ducados, que yo no he hallado un ducado de diferencia de la mas sabia á la mas loca.>

CUENTO XXI.

Habiendo presentado á un caballero un plato de cerezas por fruta nueva, estando sobre mesa, el cual tenia dos hijos, el uno bastardo y el otro legitimo, que comian en otra mesa apartados, viendo el bastardo que no le daban dellas, alzó la mano y dió un bofeton al legítimo. Viéndolo el padre dijo: «ladron, ¿por qué has hecho eso? -Señor, porque me estaba diciendo no te darán cerezas, no. » En gustar el caso el padre, dióles cerezas á los dos; pues el uno las demandaba con astucia, y el otro llorando.

CUENTO XXII.

Estando el duque de Calabria en el castillo de Játiva, vino á visitallo un dia el marqués de Cenete, y al pasar de una parte, siguiendo el duque y el marqués sus acostumbradas cortesías, dijo el duque al marqués : «pase vuestra señoría.» Respondió el marqués: «pasaré como á escudero, por obedecer á su escelencia. »

CUENTO XXIII.

Viendo uno que era tan buen razonador, que él mesmo no se entendia: tanto que estando en conversacion muchos amigos suyos, sobre mesa, contando cuentos, y que en acabar de contallos todos se reian, púsose á contar un cuento, que cuando le hubo acabado, quedó tan frio, que ninguno se riyó. Viendo que ninguno se conmovió á reir, dijo: «ya os podeis comenzar á reir, señores, que yo he acabado de contar mi cuento. »

(Los siguientes cuentos en la presente edicion se han colocado al fin del SOBREMESA por la circunstancia que les distingue de contener cada uno de ellos la declaracion de un dicho ó frase proverbial.)

CUENTO XXIV.

Por qué se dijo. — Tanto que peor.

Hablándole à un mancebo labrador, si queria casarse con una moza del mesmo pueblo, respondió que no, porque le habian dicho que era grande comedora de pan, y que no podria él mantenerla, por no tener mas de lo que ganaba cada dia con sus manos. Sabido por la moza, encuentra con él en la calle, y dicele: «sabido he que no quereis casaros comigo, porque dicen que soy gran comedora de pan; ; sabeis cuánto lo soy, que me obligo con este solo mendruguillo de pan, que traigo en el remango de la saya, beber un cántaro de vino?» Respondió el mancebo: «tanto que peor. »

CUENTO XXV.

Por qué se dijo.-Corta-bolsas, y gran matador. Estaba un astrólogo mirando, al tiempo que su mujer

Bebia un filósofo en una taberna, y de tal manera que le andaba de parto, en qué signo nasceria la criatura, y halló

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