AVENTURAS Y VIDA DE GUZMAN DE ALFARACHE, ATALAYA DE LA VIDA HUMANA, POR MATEO ALEMAN, CRIADO DEL REY NUESTRO SEÑOR, NATURAL Y VECINO DE SEVILLA. AL VULGO. No es nuevo para mí, aunque lo sea para ti (oh enemigo vulgo), los muchos malos amigos que tienes, lo poco que vales y sabes: ¿Cuán mordaz, envidioso y avariento eres? ¿Qué presto en disfamar, qué tardo en honrar, qué cierto á los daños, qué incierto en los bienes, qué fácil de moverte, qué difícil en corregirte? ¿ Cuál fortaleza de diamante no rompen tus agudos dientes? ¿Cuál virtud lo es de tu lengua? ¿Cuál piedad amparan tus obras? ¿Cuáles defectos cubre tu capa? ¿Cuál triaca miran tus ojos, que como basilisco no emponzoñes? ¿Cuál flor tan cordial entró por tus oidos que en el enjambre de tu corazon dejases de convertir en veneno? ¿Qué santidad no calumnias? ¿Qué inocencia no persigues? ¿Qué sencillez no condenas? ¿Qué justicia no confundes? ¿Qué verdad no profanas? ¿En cual verde prado entraste que dejases de manchar con tus lujurias? Y si se hubiesen de pintar al vivo las penalidades y trato de un infierno, paréceme que tú solo pudieras (verdaderamente) ser su retrato. ¿Piensas, por ventura, que me ciega pasion, que me mueve ira, ó que me despeña la ignorancia? No por cierto; y si fueses capaz de desengaño (solo con volver atrás la vista) hallarias tus obras eternizadas, y desde Adán reprobadas como tú. Pues ¿cuál enmienda se podrá esperar de tan envejecida desventura? ¿Quién será el dichoso que podrá desasirse de tus rapantes uñas? Huí de la confusa corte, seguísteme en la aldea; retiréme á la soledad, y en ella me hiciste tiro, no dejándome seguro, sin someterme á tu jurisdicion. Bien cierto estoy que no te ha de corregir la proteccion que traigo, ni lo que á su calificada nobleza debes, ni que en su confianza me sujete á tus prisiones; pues despreciada toda buena consideracion y respeto, atrevidamente has mordido á tan ilustres varones, graduando á los unos de graciosos, á otros acusando de lascivos, y á otros infamando de mentirosos. Eres raton campestre, comes la dura corteza del melon amarga y desabrida, y en llegando á lo dulce te empalagas. Imitas á la mosca importuna, pesada y enfadosa que, no reparando en oloroso, huye de jardines y florestas por seguir los muladares y partes asquerosas. No miras ni reparas en las altas moralidades de tan divinos ingenios, y solo te contentas de lo que dijo el perro y respondió la zorra: eso se te pega, y como lo leiste se te queda. ¡Oh zorra desventurada! que tal eres comparado, y cual ella serás como inútil corrido y perseguido. No quiero gozar el privilegio de tus honras, ni la franqueza de tus lisonjas, cuando con ello quieras honrarme, que la alabanza del malo es vergonzosa; quiero mas la reprehension del bueno por serlo el fin con que la hace, que tu estimacion depravada, pues forzoso ha de ser mala. Libertad tienes, desenfrenado eres, materia se te ofrece; corre, destroza, rompe, despedaza como mejor te parezca, que las flores holladas de tus piés coronan las sienes y dan la fragancia al olfato del virtuoso. Las mortales navajadas de tus colmillos, y heridas de tus manos, sanarán las del discreto, en cuyo abrigo seré (dichosamente) de tus adversas tempestades amparado. AL DISCRETO LECTOR. Suelen algunos, que sueñan cosas pesadas y tristes, bregar tan fuertemente con la imaginacion, que sin haber movido (después de recordados), así quedan molidos, como si con un fuerte toro hubieran luchado á fuerzas. Tal he salido del proemio pasado, imaginando en el barbarismo y número desigual de los ignorantes, á cuya censura me obligué, como el que sale á voluntario destierro, y no es en su mano la vuelta; empeñéme con la promesa deste libro, hame sido forzoso seguir el envite que hice de falso. Bien veo, de mi rudo ingenio y cortos estudios, fuera muy justo temer la carrera, y haber sido esta libertad y licencia demasiada; mas considerando no haber libro tan malo donde no se halle algo bueno, será posible que en lo que faltó el ingenio, supla el celo de aprovechar que tuve, haciendo algun virtuoso efecto, que seria bastante premio de mayores trabajos, y digno del perdon de tal atrevimiento. No me será necesario con el discreto largos exordios ni prolijas arengas; pues ni le desvanece la elocuencia de palabras, ni lo tuerce la fuerza de la oracion à mas de lo justo, ni estriba su felicidad en que le capte la benevolencia: á su correccion me allano, su amparo pido, y en su defensa me encomiendo. Y tú, deseoso de aprovechar, á quien verdaderamente consideré cuando esta obra escribia, no entiendas que haberlo hecho fué acaso movido de interés ni para ostentacion de ingenio, que nunca lo pretendí ni me hallé con caudal suficiente. Alguno querrá decir que llevando vueltas las espaldas y la vista contraria, encamino mi barquilla donde tengo el deseo de tomar puerto; pues doyte mi palabra, que se engaña, y á solo el bien comun puse la proa, si de tal bien fuese digno que á ello sirviese. Muchas cosas hallarás de rasguño y bosquejadas, que dejé de matizar por causas que lo impidieron. Otras están algo mas retocadas, que huí de seguir y dar alcance, temeroso y encogido de cometer alguna no pensada ofensa; y otras que al descubierto me arrojé sin miedo, como dignas que sin rebozo se tratasen. Mucho te digo que deseo decirte, y mucho dejé de escribir que te escribo. Haz como leas lo que leyeres, y no te rías de la conseja, y si te pesa el consejo, recibe los que te doy y el ánimo con que te los ofrezco; no los eches como barreduras al muladar del olvido; mira que podrá ser escobilla de precio; recoge, junta esa tierra, métela en el crisol de la consideracion, dale fuego de espíritu, y te aseguro hallarás algun oro que te enriquezca. No es todo de mi aljaba; mucho escogi de doctos varones y santos: eso te alabo y vendo. Y pues no hay cosa buena que no proceda de las manos de Dios, ni tan mala, que no le resulte alguna gloria, y de todo tiene parte; abraza, recibe en tí la provechosa, dejando lo no tal ó malo, como mio; aunque estoy confiado que las cosas que no pueden dañar, suelen aprovechar muchas veces. En el discurso podrás moralizar segun se te ofreciere; larga márgen te queda; lo que hallares no grave ni compuesto, eso es el ser de un pícaro, el sujeto deste libro, las tales cosas (aunque serán muy pocas) picardea con ellas, que en las mesas espléndidas manjares ha de haber de todos gustos: vinos blandos y suaves, que alegrando, ayuden a la digestion, y músicas que entretengan. DECLARACION PARA EL ENTENDIMIENTO DESTE LIBRO. Teniendo escrita esta poquita historia para imprimirla en un solo volúmen, en el discurso del cual quedaban absueltas las dudas que agora pueden ofrecerse, me pareció seria cosa justa quitar este inconveniente, pues con muy pocas palabras quedará bien claro. Para lo cual se presupone que Guzmán de Alfarache, nuestro picaro, habiendo sido muy buen estudiante, latino, retórico y griego (como diremos en esta primera parte), después dando la vuelta de Italia en España, pasó adelante con sus estudios, con ánimo de profesar el estado de la religion; mas por volverse á los vicios los dejó, habiendo cursado algunos años en ellos. El mismo escribe su vida desde las galeras, donde queda forzado al remo, por delitos que cometió, habiendo sido ladron famosísimo, como largamente lo verás en la segunda parte. Y no es impropiedad ni fuera de propósito, si en esta primera escribiere alguna dotrina; que antes parece muy İlegado á razon darla un hombre de claro entendimiento, ayudado de letras, y castigado del tiempo, aprovechándose del ocioso de la galera; pues aun vemos á muchos ignorantes justiciados, que habiendo de ocuparlo en sola su salvacion, divertirse della por estudiar un sermoncito para en la escalera. Va dividido este libro en tres. En el primero se trata la salida que hizo Guzmán de Alfarache de casa de su madre, y poca consideracion de los mozos en las obras que intentan; y cómo teniendo claros ojos no quieren ver, precipitados de sus falsos gustos. En el segundo la vida de picaro que tuvo, y resabios malos que cobró con las malas compañías y ocioso tiempo que tuvo. En el tercero las calamidades y pobreza en que vino, y desatinos que hizo por no quererse reducir ni dejarse gobernar de quien podia y deseaba honrarlo. En lo que adelante escri biere se dará fin á la fábula, Dios mediante. ELOGIO de ALONSO DE BARROS, criado del rey nuestro señor, en alabanza deste libro y de Mateo Alemán, su autor. Si nos ponen en deuda los pintores que como en archivo y depósito guardaron en sus lienzos (aunque debajo de líneas y colores mudos) las imágenes de los que por sus hechos heróicos merecieron sus tablas, y de los que por sus indignas costumbres dieron motivo á sus pinceles, pues nos despiertan con la agradable pintura de las unas, y con la aborrecible de las otras, por su fama á la imitacion, y por su infamia al escarmiento; mayores obligaciones, sin comparacion, tenemos á los que en historias tan al vivo nos lo representan, que solo nos vienen á hacer ventaja en haberlo escrito; pues nos persuaden sus relaciones, como si á la verdad lo hubiéramos visto como ellos. En estas y en otras (si pueden ser mas grandes) nos ha puesto el autor; pues en la historia que ha sacado á luz nos ha retratado tan al vivo un hijo del ocio, que ninguno, por mas que sea ignorante, le dejará de conocer en las señas, por ser tan parecido á su padre, que como lo es él de todos los vicios, así este vino á ser un centro y abismo de todos, ensayándose en ellos, de forma que pudiera servir de ejemplo y dechado á los que se dispusieran á gozar de semejante vida, á no haberlo adornado de tales ropas, que no habrá hombre tan aborrecido de sí, que al precio quisiera vestirse de su librea, pues pagó con un vergonzoso fin las penas de sus culpas, y las desordenadas empresas que sus libres deseos acometieron. De cuyo debido y ejemplar castigo se infiere con términos categóricos y fuertes, y con aumento de contrarios, el premio y bien afortunados sucesos que se le seguirán al que ocupado justamente tuviere en su modo de vivir cierto fin y determinado, y fuere opuesto y antipoda de la figura inconstante deste discurso; en el cual, por su admirable disposicion y observancia en lo verosímil de la historia, el autor ha conseguido felicísimamente el nombre y oficio de historiador, y el de pintor en los lejos y sombras con que ha disfrazado sus documentos, y los avisos tan necesarios para la vida política y para la moral filosofía á que principalmente ha atendido; mostrando con evidencia lo que Licurgo con el ejemplo de los dos perros nacidos de un parto, de los cuales, el uno por la buena enseñanza y habitacion siguió el alcance de la liebre hasta matarla, y el otro, por no estar tan bien industriado, se detuvo á roer el hueso que encontró en el camino. Dándonos á entender con demostraciones mas infalibles el conocido peligro en que están los hijos, que en la primera edad se crian sin la obediencia y dotrina de sus padres; pues entran en la Ad Guamanum de Alfarache, VINCENTII SIPNELI De HERNANDO DE SOTO, contador de la casa de Epigramma. SPINELUS. Quis te tanta loqui docuit Guzmanule? quis te GUZMAN. Sic speciem humanæ vitæ, sic præfero solus, Castilla del rey nuestro señor, AL AUTOR. Tiene este libro discreto Dos grandes cosas, que son: Propiamente les concede, Guzmán de Alfarache & su vida, GUZMAN DE ALFARACHE. CAPITULO PRIMERO. PARTE PRIMERA. LIBRO PRIMERO. En que cuenta quién fué su padre. El deseo que tenia (curioso letor) de contarte mi vida, me daba tanta priesa para engolfarte en ella sin prevenir algunas cosas que, como primer principio, es bien dejarlas entendidas, porque siendo esenciales á este discurso también te serán de no pequeño gusto; que me olvidaba de cerrar un portillo por donde me pudiera entrar, cuando cualquier terminista de mal latin, redarguyéndome de pecado porque no procedí de la difinicion á lo difinido, y antes de contarla no dejé dicho quiénes y cuáles fueron mis padres y confuso nascimiento, que en su tanto, si dellos hubiera de escribirse, fuera sin duda mas agradable y bien recibida que esta mia: tomaré por mayor lo mas importante, dejando lo que me es lícito para que otro haga la baza. ¶(1) Y aunque á ninguno conviene tener la propiedad de la hiena, que se sustenta desenterrando cuerpos muertos, yo aseguro, segun hoy hay en el mundo censores, que no les falten coronistas; y no es de maravillar que aun esta pequeña sombra querrás della inferir que les corto de tijera, y temerariamente me darás mil atributos, que será el menor dellos tonto ó nescio, porque no guardando mis faltas, mejor descubriré las ajenas. Alabo tu razon por buena, pero quiérote advertir, que aunque me tendrás por malo, no lo quisiera parecer, que es peor serlo y honrarse dello; y que contraviniendo á un tan santo precepto, como el cuarto, del honor y reverencia que les debo, quisiera cubrir mis flaquezas con las de mis mayores, pues nace de viles y bajos pensamientos tratar de honrarse con afrentas ajenas, segun de ordinario se acostumbra; lo cual condeno por necedad solemne de siete capas, como fiesta doble, y no lo puede ser mayor, pues descubro mi punto salvando mi yerro, el de mi vecino ó deudo. Siempre vemos vituperado el maldiciente, mas á mí no me sucede así; porque adornando la historia (siendome necesario) todos dirán: bien haya el que á los suyos parece, llevándome estas bendiciones de camino. Demás que fué su vida tan sabida, y todo á todos tan manifiesto, que pretenderlo negar seria locura, y á resto abierto dar nueva materia de murmuracion: antes en tiendo que les hago (si así decirse puede) manifiesta cortesía en espresar el puro y verdadero testo con que desmentiré las glosas que sobre él se han hecho; pues cada vez que alguno algo dello cuenta, lo multiplica con los ceros de su antojo, una vez mas y nunca menos, como acude la vena y se le pone en capricho: que hay hombre, si se le ofrece propósito para cuadrar su cuento, desbará las pirámides de Egipto, haciendo de la pulga gi (1) Con esta señal se han notado los párrafos, en que la narracion se interrumpe con reflexiones que pueden omitirse sin perjuicio de la integridad de la novela. (Véase la advertencia preliminar á este tomo.) gante, de la presuncion evidencia, de lo oido vísto, y ciencia de la opinion, solo por florear su elocuencia, y acreditar su discrecion. Así acontece de ordinario, y se vió en un caballero estranjero que en Madrid conocí, el cual, como fuese aficionado á caballos españoles, deseando llevar á su tierra el fiel retrato, tanto para su gusto como para enseñarlo á sus amigos, por ser de nacion muy remota, y no siéndole permitido ni posible llevarlos vivos, teniendo en su casa los dos mas hermosos de talle que se hallaban en la corte, pidió á dos famoses pintores que cada uno le retratase el suyo, prometiendo demás de la paga cierto premio al que mas en su arte se estremase. El uno pintó un overo con tanta perfeccion, que solo faltó darle lo imposible, que fué el alma. Porque en lo mas (engañando à la vista, por no hacer del natural diferencia) cegara de improviso cualquier descuidado entendimiento. Con esto solo acabó su cuadro, dando en todo lo del restante claros y oscuros en las partes y segun que convenia.¶ ¶El otro pintó un rucio rodado, color de cielo, y aunque su obra muy buena no llegó con gran parte á la que os he referido; pero estremóse en una cosa de que él era muy diestro, y fué, que pintando el caballo, á otras partes en las que halló blancos, por lo alto dibujó admirables lejos, nubes, arreboles, edificios arruinados, y varios encasamentos. Por lo bajo del suelo cercano cantidad de arboledas, yerbas floridas, prados y riscos; y en una parte del cuadro colgando de un tronco los jaeces, y al pié dél estaba una silla jineta, tan costosamente obrado y bien acabado, cuanto se puede encarecer. Cuando vió el caballero sus cuadros, aficionado (y con razon) al primero, fué el primero á que puso precio, y sin reparar en el que por él pidieron, dando en premio una rica sortija al ingenioso pintor, lo dejó pagado, y con ventaja, de su pintura. Tanto se desvaneció el otro con la suya y con la liberalidad franca de la paga, que pidió por ella un escetanto, y que apenas pudiera pagarle, dijo: vos, hermano, sivo precio. El caballero, absorto de haberle pedido ¿por qué no considerais lo que me costó aqueste otro lienzo, á quien el vuestro no se aventaja? En lo que es el caballo (respondió el pintor) vuesa merced tiene razon; pero árbol y ruinas hay en el mio que valen tanto como el principal dese otro. El caballero replicó: no me conve nia ni era necesario llevar á mi tierra tanta balumba de árboles y carga de edificios, que allá tenemos muchos y muy buenos. Demás, que no les tengo la aficion que à los caballos, y lo que de otro modo que por pintura no decir: en lienzo tan grande pareciera muy mal un solo puedo gozar, eso huelgo de llevar. Volvió el pintor á caballo; y es importante y aun forzoso para la vista y ornato, componer la pintura de otras cosas diferentes que la califiquen y den lustre, de tal manera, que pareciendo así mejor, es muy justo llevar con el caballo sus guarniciones y silla, especialmente estando con tal perfeccion |