Imágenes de páginas
PDF
EPUB

me hallaba la noche me entregaba al siguiente dia, y así, aunque los llevaba malos, la juventud resistía, teniéndolos por muy buenos.

donde quiera nos decian si teniamos en qué nos lo diesen; llevábamos un jarrillo como para beber, de algo menos de media azumbre, siempre nos lo henchian; luego en apartándonos de la puerta lo vaciamos en una bota, que no se nos caia, colgando atrás del cinto, en que cabian cuatro azumbres, y acontecia henchirla en una calle, que nos era forzoso ir á casa, y echarlo en una tinajuela para volver por mas.

De ordinario andábamos calzados descalzos, y cubiertas las cabezas yendo descubiertos; porque los zapatos eran unas chancletas muy viejas y muy rotas, y el sombrero de lo mesmo; pocas veces llevábamos camisa; porque pidiendo á una puerta con la humildad acostumbrada nuestra limosna, si decian : « perdonad, hermano, Dios os ayude, otro dia daremos;» volvíamos á pedir «unos zapatillos viejos ó sombrero viejo para este pobre que anda descalzo y descubierto, al sol y al agua: bendito sea el Señor, que libró á vuesas mercedes de tanto afán y trabajo como padecemos, que él se lo multiplique y libre sus cosas de poder de traidores, dándoles la salud para el alma y el cuerpo, que es la verdadera riqueza.» Si también decian: « en verdad, hermano, que no hay que daros, no lo hay ahora; » aun quedaba otro replicato pidiendo «una camisilla vieja, rota, desechada, para cubrir las carnes y curar las llagas deste sin ventura pobre, que en el cielo lo hallen, y los cubra Dios de su misericordia; por el buen Jesus se lo pido, que no lo puedo ganar ni trabajar, me veo y me deseo, bendita sea la limpieza de nuestra Señora la Vírgen María : » con esto ó con esotro, de acero eran las entrañas y el corazon de jaspe, que no se ablandaban. Escapábanse pocas casas donde no saliese prenda; y cualquier par de zapatos no podian ser tan malos, tan desechado el sombrero, ni la camisa que se nos daba tan vieja que no valiera mas de medio real: para nosotros era mucho, y á quien lo daba no era de provecho ni lo estimaba: era una mina en el cerro de Potosí.

[ocr errors]
[ocr errors]

CAPITULO IV.

En que Guzmán de Alfarache cuenta lo que le sucedió con un caballero, y las libertades de los pobres.

¶Una verdadera señal de nuestra predestinacion es la compasion del prójimo; porque tener dolor del mal ajeno, como si fuese propio, es acto de caridad que cubre los pecados, y en ella siempre habita Dios. Todas las cosas con ella viven y sin ella mueren; que ni el don de profecía, ni conocimiento de misterios, ni ciencia de Dios, ni toda la fe, faltando caridad, es nada. El amar á mi prójimo, como me amo á mí, es entre todos el mayor sacrificio, por ser hecho en el templo de Dios vivo; y sin duda es de gran merecimiento recebir uno tanto pesar de que su hermano se pierda, como placer de que él mismo se salve. Es la caridad fin de los preceptos: el que fuere caritativo, el Señor será con él misericordioso en el dia de su justicia; y como sin Dios nada merezcamos por nosotros, y ella sea don del cielo, es necesario pedir con lágrimas que se nos conceda, y hacer obras con que alcanzarla, humedeciendo la sequedad hecha en el alma y durezas del corazon, que no será desechado el humilde y contrito, antes le acudirá Dios con su gracia, haciéndole señaladas mercedes; y aunque la riqueza por ser vecina de la soberbia es ocasion á los vicios, desflaqueciendo las virtudes, á su dueño peligrosa, señor tirano y esclavo traidor; es de la condicion del azúcar, que siendo sabrosa, con las cosas calientes calienta, y refresca con las frias. Es al rico instrumento para comprar la bienaventuranza, por medios de la caridad; y aquel será caritativo y verdaderamente rico, que haciendo rico al pobre se hiciere pobre á sí, porque con ello queda hecho discípulo de Cristo. ¶

Yo estaba un dia en el zaguán de la casa de un cardenal, envuelto y revuelto en una gran capa parda, tan llena de remiendos, unos cosidos en otros, que tenia por donde menos tres telas, sin que se pudiera conocer de qué color habia sido la primera: tenia un canto como una tabla para el tiempo, harto mejor que la mejor frazada; porque abrigaba mucho, y no la pasara el aire, agua ni frio, ni estoy por decir, un dardo. Entrôle á visitar un caballero, parecia principal en su persona y acompañamiento, el cual como me vió de aquella manera, creyó debiera estar malo de liciones; y fué, que habiéndome quedado allí la noche antes, como era invierno y aventaba fresco, estábame quedo hasta que entrara bien el dia. Paróse á mirarme y llamóme, saqué la cabeza, y con el susto de ver aquel personaje junto à mi, no sabiendo qué pudiera ser, mudé la color; parecióle que temblaba, y

Teníamos mercantes para cada cosa, que nos ponian la moneda sobre tabla, zahumada y lavada con agua de ángeles llevábamos de camino unos asnillos en que caminábamos á ratos en tiempo llovioso, para poder pasar los arroyos; y si atisbábamos persona que representase autoridad, comenzábamos á plaguearle de muchos pasos atrás, para que tuviera lugar de venir sacando la limosna; porque si aguardábamos á pedir al emparejar, muchos dejaban de darla por no detenerse, y nos quedábamos sin ella; desotro modo se erraban pocos lances. Otras veces, que habia ocasion y tiempo, en divisando tropa de gente, nos aparecíamos á cojear, variando visajes, cargándonos á cuestas los unos á los otros, torciendo la boca, volteando los párpados de los ojos para arriba, haciéndonos mudos, cojos, ciegos, valiéndonos de muletas, siendo sueltos mas que gamos; metíamos las pier-díjome : « cúbrete, hijo, estáte quedo »; y sacó de las nas en vendos, que colgaban del cuello, ó los brazos en orillos, de manera que con esto y de buena labia, que Dios les diese buen viaje, y llevase con bien á ojos de quien bien querian, siempre valia dinero; y esta llamábamos venturilla, por ser en despoblado y por suceder veces muy bien, y en otras no llegar mas de lo que tasadamente nos era necesario para el camino. Teníamos por escelencia (bueno sobre todo) que no se hacia fiesta de que no gozásemos, teniendo buen lugar, ni aun banquete donde no tuviésemos parte: olíamoslo á diez barrios. No teníamos casa, y todas eran nuestras, que, ó portal de cardenal, embajador ó señor, no podia faltar; y corriendo todo turbio, de los pórticos de las iglesias nadie nos podia echar, y no teniendo propiedad, lo poseíamos todo. También habia quien tenia torreoncillos viejos, edificios arruinados, aposentillos de poca sustancia, donde nos recogíamos, que ni todos andábamos ventureros, ni todos teniamos pucheros; mas yo, que era muchacho, donde

faltriqueras lo que llevaba, que seria cantidad hasta trece reales y medio y diómelos; tomélos y quedé fuera de mí, tanto de la limosna como ver cuál iba levantando los ojos. Creo por sin duda debia de decir: « bendigante, Señor, >> los ángeles y tus cortesanos del cielo, todos los espíri>> tus te alaben, pues los hombres no saben y son rudos, » que no siendo yo de mejor metal, y no sé si de mejor >> sangre que aquel, yo dormí en cama y él en el suelo, yo » voy vestido y él queda desnudo, yo rico y él necesitado, >> yo sano y él enfermo, yo admitido y él despreciado, pu» diendo haberle dado lo que a mí me diste, mudando las >> plazas, fuiste, Señor, servido de lo contrario; tú sabes >> por qué y para qué; sálvame, Señor, por tu sangre, que » esa será mi verdadera riqueza, tenerte á tí, y sin ti no >> tengo nada. >>

Digo yo que aquel sabia verdaderamente granjear los talentos, que considerando á quién lo daba, sino por quien lo daba, viéndome y viéndose, me dió lo que lle

|

vaba con mano franca y ánimo de compasion. Estos tales ganaban por su caridad el cielo por nuestra mano, y nosotros lo perdíamos por la dellos, pues con la golosina del recebir, pidiendo sin tener necesidad, lo quitábamos al que la tenia, usurpando nuestro vicio el oficio ajeno. Andábamos comidos, bebidos, lomienhiestos; teníamos una vida, que los verdaderamente senadores y aun comedores, nosotros éramos, que aunque no tan respetados, la pasábamos mas reposada, mejor y de menos pesadumbre; y dos libertades aventajadas mas que todos ellos, ni que algun otro romano, por calificado que fuese. La una era la libertad en pedir sin perder, que á ningun honrado le está bien; porque la miseria no tiene otro mayor que hallarse un hombre tal obligado alguna vez á ello para socorrer lo que le hace menester, aunque sea su propio hermano, porque compra muy caro el que recibe, y mas caro vende quien lo da al que lo agradece; y si en esto del pedir he de decir mi parecer, es lo peor que tiene la vida del pobre, siéndole forzoso; porque aunque se lo dan, le cuesta mucho pedirlo. Mas te diré cuál sea la causa que el pedir escuece y duele tanto. Como el hombre sea perfecto animal racional, criado por eternidad, semejante á Dios (como él dice), que cuando lo quiso hacer, asistiendo á ello la santísima Trinidad, le dijo: hagámosle á nuestra imágen y semejanza (también se pudiera decir cómo se ha de entender esto, mas no es este su lugar); quedó el hombre hecho, saliendo con aquel natural, todos inclinados á querernos endiosar, avecindándonos cuanto mas podemos, y siempre andamos con esta sed secos, y con esta hambre flacos. Vemos que Dios crió todas las cosas, nosotros queremos lo mesmo, y ya que no podemos, como su Divina Majestad de nada, hacémoslo de algo, como alcanza nuestro poder, procurando conservar los individuos de las especies, en el campo los animales, los peces en el agua, las plantas en la tierra, y así en su natural cada cosa de las del mundo. Miró las obras hechas de sus manos, pareciéronle muy bien, como manos benditas y poderosas; alegróse de verlas que estaban á su gusto. Eso pasa hoy al pié de la letra.¶

vida, para qué lo guardan, responderían los unos que para sus herederos, otros que para sus almas, otros que para tener que dejar, y todos desengañados de que consigo no lo han de llevar. Pues ves cómo lo quieren dar, sino que es fuera de tiempo, como un aborto que no tiene perfeccion; mas al fin ese es nuestro fin y deseo. ¡Cuán endiosado se halla un hombre cuando con ánimo generoso tiene que dar y lo dá! ¡Qué dulce le queda la mano, alegre el rostro! ¡Qué descansado el corazon! ¡Qué contenta el alma! Quitansele las canas, refréscasele la sangre, la vida se le alarga, y tanto mucho (sin comparacion) mas cuanto sabe que tiene para ello, sin temor que le hará falta.¶

De donde queriendo hacer lo que hizo el que como á sí nos hizo, gustamos tanto en el dar, y sentimos el pedir, y aquellos con quien la divina mano fué tan franca, que habiéndolos hecho (y de ánimo noble, que es otro don particular), se hallan oprimidos, faltos de bienes, querrian padecer antes cualquier miseria, que pedir á otro que se la socorra. Destos es de quien se debe tener lástima, y estos son á los que á manos llenas habria todo el mundo de favorecer, y en esto se conoce quién les hace amistad y se la muestra, que viendo al necesitado lo socorran sin que lo pida, que si aguardan á este punto, ni le da ni le presta; deuda es que le paga, con logro le vende y con ventajas. Ese es amigo que socorre à su amigo, y ese llamo socorro con el que corro: yo he de darlo, que no han de pedirlo; con él he de correr, que no esperar ni andar.¶

Si me detuve y no te satisfice, perdona mi ignorancia, recibiendo mi voluntad. Así que, la libertad en pedir solo al pobre le es dada, y en esto nos igualamos con los reyes, y es particular privilegio poderlo hacer, y no ser bajeza, como lo fuera en los mas; pero aun hay diferencia: que los reyes piden al comun, para el bien comun por la necesidad que padecen, y los pobres para sí solos por la mala costumbre que tienen. La otra libertad de los cinco sentidos, ¿quién hay hoy en el mundo que mas licenciosa ni francamente goce dellos, que un pobre, con mayor segu│ridad ni gusto? Y pues he dicho gusto, comenzaré por él; pues no hay olla que no espumemos, manjar de que no probemos, ni banquete de donde no nos quepa parte. Dónde llegó el pobre que, si hoy una casa le niegan, maňana no le den? Todas las anda, en todas pide, de todas gusta, y podrá decir muy bien en cuál se sazona mejor. El oir: & quién oye mas que el pobre ? que como desinteresados en todo género de cosa, nadie se recela que los oiga: en las calles, en las casas y en las iglesias, en todo lugar se trata cualquier negocio sin recelarse dellos, aunque sea caso importante. Pues de noche durmiendo en plazas y calles, ¿qué música se dió que no la oyésemos?

¶ Queremos hacer ó contrahacer; cuán bien me parece el ave que en mi casa crio, el cordero que nace en mi cortijo, el árbol que planto en mi huerto, la flor que en mi jardin sale; cómo me huelgo de verla en tal manera, que aquello que no crié hice ó planté, aunque sea muy bueno, lo arrancaré, destruiré y desharé, sin que me dé pesadumbre; y lo que es obra de mis manos, hijo de mi industria, fruto de mi trabajo, aunque no sea tal, como hechura mia, me parece y lo quiero bien. Del árbol de mi vecino y del conocido, no solo quitaré la flor y fruto, mas no le dejaré hoja ni rama, y si se me antojare¿Qué requiebro hubo que no lo supiésemos? Nada nos fué cortaréle el tronco. Del mio me llega al alma, si hallo una hormiga que le dañe ó pájaro que le pique; porque es mio, y en resolucion todos aman sus obras; así en quererlas bien me parezco al que me crió, y dél lo heredé yo. En todos los mas actos es lo mismo: es muy propio en Dios el dar, y muy impropio el pedir cuando no es para nosotros mismos, que lo que nos pide no lo quiere para sí, ni le hace necesidad al que es remedio de toda necesidad y bartura de toda hambre. Mucho tiene y puede dar, y nada le puede faltar; todo lo comunica y reparte, cual tú pudieras dejar sacar agua de la mar, y con mayor largueza, lo que va de tu miseria á su misericordia. ¶

Queremos también parecerle en esto: à su semejanza me hizo, á él he de semejar, como á la estampa lo estampado. ¡Qué locos, qué perdidos, qué deseosos y desvanecidos andamos todos por dar! El avariento, el guardoso, el rico, el logrero, el pobre, todos guardan para dar; sino que los mas entienden menos, como he dicho antes de ahora, que lo dan después de muertos. Si preguntases á estos que llegan el dinero, y lo entierran en

secreto, y de lo público, mil veces lo sabíamos mejor que todos, porque oíamos tratar dello en mas partes que todos. Pues el ver: ¿cuán francamente lo podíamos ejercitar sin ser notados, ni haber quien lo pidiese ni lo impidiese? ¿Cuántas veces me acusé que, pidiendo en las iglesias, estaba mirando y alegrándome? Quiero decir (para mejor aclararme), codiciando mujeres de rostros angélicos, cuyos amantes no se atrevieran ni osaran mirar, por no ser notados, y á nosotros nos era permitido. Oler: ¿quién mas pudo oler que nosotros, que nos llaman oledores de casas ajenas? Demás, que si el olor es mejor cuanto nos es mas provechoso, nuestro ámbar y almizcle (mejor que todos y mas verdadero) era un ajo, que no faltaba de ordinario, preservativo de contagiosa corrupcion; y si otro olor queriamos, nos íbamos á una esquina de las calles donde se venden estas cosas, y allí estábamos al olor de los coletos y guantes aderezados, hasta que los polvillos nos entraban por los ojos y narices. El tactò: querrás decir que nos faltaba, que jamás pudo llegar á nuestras manos cosa buena; pues desengañáos,

|

ignorantes, que es diferente la pobreza de la hermosura. ¶gro, diciendo: «Fulano es mayor logrero ; » no hurtes y te Los pobres tocan y gozan cosas tan buenas como los consueles ó disculpes con que el otro es mayor ladron: ricos, y no todos alcanzan este misterio. Pobre hay que deja la conciencia ajena, mira la tuya; esto te importa á con su mendiguez y pobreza sustenta mujer, que el muy tí, aparte cada uno de sí lo que no es suyo, y los ojos del rico deseara mucho gozar, y quiere mas á un pobre que le pecado ajeno; pues ni la idolatría de Salomon, ni el sadé y no le falte, que á un rico que la infame; y cuántas crilegio de Judas desculpan el tuyo, á cada uno darán su veces algunas damas me daban de su mano la limosna (no castigo merecido. Como te inclinas á lo dañoso y malo, sé lo que los otros hacian), mas ya con mi mocedad trataba ¿por qué no imitas al bueno y virtuoso que ayuna, confiedella con las mias, y en modo de reconocimiento devoto, sa, comulga, hace penitencia, actos de santidad y buena no la soltaba hasta habérsela besado; mas esto es gran vida? ¿Es por ventura mas hombre que tú? ¿ Dejas como miseria y bobería; que sobre todas las cosas, gusto, vista, el enfermo lo que te ha de sanar, y comes lo que te ha de olfato, oido, tacto, el principal y verdadero de todos los dañar? Pues yo te prometo, que importará para tu salvacinco sentidos juntos era el de aquellas rubias caras de cion acordarte de tí y olvidarte de mí. Donde hay muchas los encendidos doblones, aquella hermosura de pataco- escuelas de niños, y maestros que guardan conciencias nes, realeza de Castilla, que ocultamente teníamos, y con (aunque, como digo, ninguna ciudad, villa ni lugar se essecreto gozábamos en abundancia; que tenerlos para pa- capa en todo el mundo) es en Sevilla, de los que se emgarlos ó emplearlos, no es gozarlos; gozarlos es tenerlos barcan para pasar la mar; que los mas dellos, como si de sobra, sin haberlos menester mas de para confortacion❘ fuera de tanto peso y valume que se hubiera de hundir el de los sentidos; aunque otros dicen que el dinero nunca navío con ellas, así las dejan en sus casas ó á sus huéspese goza hasta que se gasta. Traíamos los cosidos en unas des, que las guarden hasta la vuelta; y si después las coalmillas de remiendos, en lugar de jubones, pegados á las bran (que para mí es cosa dificultosa, por ser tierra larga, carnes. No habia remiendo, por sucio y vil que fuera, que donde no se tiene tanta cuenta con las cosas), bien; y si no valiera para un vestido nuevo razonable; todos maná- no, tampoco se les da por ellas mucho, y si allá, se quebamos oro; porque comiendo de gracia, la moneda que se dan, menos. Por esto en aquella ciudad anda la concienganaba no se gastaba, y este te hizo rico, que te hizo el cia sobrada de los que se la dejaron y no volvieron por pico, grano á grano hinche la gallina el papo. Llegába ella. No quiero pasearme por las gradas ó lonja, ni entrar mos á tener caudal, con que algun honrado levantara los en la plaza de San Francisco, ni anegarme en el rio, dépiés del suelo, y no pisara lodos. Descansa un poco en esta jese à una banda todo género de trato y contrato, que venta, que en la jornada del capítulo siguiente oirás lo seria, si comenzase, no salir dello; apuntado se quede; que aconteció en Florencia con un pobre, que allí falley como si lo dijera, piensen que lo digo, que quizá lo diré ció, contemporáneo mio, en quien conocerás el trato nues- algun dia. ¶ tro, si es como quiera bueno.

CAPITULO V.

En que Guzmán de Alfarache cuenta lo que aconteció en su tiempo con un mendigo que falleció en Florencia.

Cosa muy ordinaria es á todo pobre ser tracista, desvelándose noches y dias buscando medio para su remedio y salir de laceria. En todas partes acontece, y aunque dicen que en materia de crueldad Italia lleva la gala, y en ella mas los de la comarca de Jénova, no creo que va en la tierra, sino en la necesidad y codicias; diciéndose destos, que lo tienen todo, sus mismos naturales ciudadanos vinieron á llamarlos moros blancos. Ellos, para vengarse y echarles las cabras, dicen que quien descubre la alcabala, ese la paga, que no se dijo por ellos, ni se ha de entender sino por los tratantes de Jénova, que traen las conciencias en faltriqueras descosidas, de donde se les pierde, y ninguno la tiene; uno dijo que no, que de mas atrás corria, y era que cuando los jinoveses ponen sus hijos á la escuela, llevan consigo las conciencias, juegan con ellas, hacen travesuras, unos las olvidan, otros, perdidas allí, se las dejan. Cuando barren la escuela y las ballan, dánlas al maestro, el cual con mucho cuidado las guarda en un arca, porque otra vez no se les pierdan; quien después la ha menester, si se acuerda donde la puso, acude à buscarla. Como el maestro guardó tantas y las puso juntas, no sabe cuál es de cada uno, dale la primera que halla y vase con ella, creyendo llevar la suya, y lleva la del amigo, la del conocido ó deudo. Dello resulta que no trayendo ninguno la propia, miran y guardan las ajenas, y de aquí quedó el mal nombre. ¡ Há, há,España, amada patria, custodia verdadera de la fe, téngate Dios de su mano, y cómo hay en tí mucho desto! También tienes maestros que truecan las conciencias, y hombres que las traen trocadas. ¡Cuántos olvidados de sí se desvelan en lo que no les toca! La conciencia del otro reprehenden, solicitan y censuran.

Hermano, vuelve sobre tí, deshaz el trueco, no espulgues la mota en el ojo ajeno, quita la viga del tuyo, mira que vas engañado; eso que piensas que descarga tu conciencia, es burla, y tú te burlas de tí; no disimules tu lo

Hubo un hombre, natural de un lugar cerca de Jénova, gran persona de invenciones y de sutil ingenio; llamábase Pantalon Castelleto, pobre mendigo, que como fuese casado en Florencia y le naciese un hijo, desde que la madre lo parió anduvo el padre maquinando cómo dejarle de comer, sin obligarle à servir, ni á tomar oficio. Allá dicen vulgarmente dichoso el hijo que tiene à su padre en el infierno, aunque yo lo llamo desdichado, pues no es posible lograr lo que le dejó, ni llegar á tercero poseedor.

Este me parece que, por dejar el suyo bien parado y reparado, se puso á peligro; y aunque por ser casado (que es particular granjería y largo de contar, casar pobres con pobres, y ser todos de un oficio) tenian razonablemente lo que les era menester para pasar su vida, y que poder dejar á su heredero para un moderado trato, no se quiso fiar de la fortuna; púsosele en la imaginacion la crueldad mas atroz que se puede pensar. Estropeólo, como lo hacen muchos de todas las naciones en aquellas partes, que de tiernos los tuercen y quiebran, como si fueran de cera, volviéndolos á entallar de nuevo, segun su antojo, formando varias monstruosidades dellos para dar mas lástima. En cuanto son pequeños, ganan de comer para su vejez, y después con aquella lesion les dejan buen patrimonio. Mas este quiso aventajarse con géneros nuevos de tormentos, martirizando al pobre y tierno infante: no se los dió todos de una vez, que como crecia, se los daba como camisas ó baños, uno seco y otro opuesto, hasta venirlo á dejar entallado segun te lo pinto.

Cuanto á lo primero, no le tocó ni pudo en lo que recibió de sola naturaleza. Tenia con toda su desdicha buen entendimiento, era decidor y gracioso. En lo que le dió. que fué la carne, comenzando por la cabeza, se la torció y traíala casi atrás, caido el rostro sobre el hombro derecho. Lo alto y bajo de los párpados de los ojos eran una carne. La frente y cejas quemadas, con mil arrugas. Era corcovado, hecho su cuerpo un ovillo, sin hechura ni talle de cosa humana. Las piernas vueltas por cima de los hombros, desencasadas y secas: tenia sanos los brazos y la lengua. Andaba como en jaula, metido en un arquetoncillo, encima de un borrico, y con sus manos lo regia,

[ocr errors]

|

salvo que para subir ó bajar, buscaba quien lo hiciese, y no faltaba. Era (como digo) gracioso; decia muchas y muy buenas cosas. Con esto andaba tan roto, tan despedazado, tan miserable, que toda Florencia se dolia dél, así por su pobreza como por sus gracias, le daban mucha limosna. Desta manera vivió setenta y dos años poco mas, al cabo de los cuales le dió una grave dolencia, de que claramente conoció que se moria. Viéndose en este punto y en el de salvarse ó condenarse, como era discreto, revolvió sobre sí, pareciéndole no ser tiempo de burlas ni de confesiones para cumplir con la parroquia: era la postrera, y quiso que fuese la valedera. Pidió por un confesor conocido suyo, de muchas letras y gran opinion en vida, costumbres y dotrina. Con él trató sus pecados, comunicando sus cosas; de manera que ordenó hacer su testamento con las mas breves y compendiosas palabras que se puede imaginar, porque hecha la cabeza, por ser oficio del notario, él en lo que le tocaba, dijo así:

<Mando á Dios mi alma que crió, y mi cuerpo á la tierra, > el cual entierren en mi parroquia.

>Item mando, que mi asno se venda, y con el precio dél » se cumpla mi entierro, y el albarda se le dé al gran du» que mi señor, á quien le pertenece, y es por derecho » suya, al cual nombro por mi albacea, y della le hago > universal heredero.>>

Con esto cerró su tęstamento, debajo de cuya disposicion falleció. Como todos lo tenian por decidor, creyeron que se habian emparejado muerte y vida, todo gracias, como suele acontecer á los necios; mas cuando el gran duque supo lo testado (que luego se lo dijeron), como conoció al testador y lo tenia por discreto, coligió no vacar la causa de misterio; mandó que le llevaran á palacio su herencia, y teniéndola presente, la fueron descosiendo pieza por pieza, y sacaron della de diferentes monedas y apartados en que estaban todas en oro, cantidad que montaba de los nuestros castellanos tres mil y seiscientos escudos de á cuatrocientos maravedís cada uno. Al pobre le aconsejaron, y le pareció que aquello no era suyo, ni se podia restituir de otra manera, que dejándolo al señor natural á cuyo cargo estaban todos los pobres, cón que descargaba su conciencia. El gran duque, como príncipe tan poderoso y señor generoso, mandó que de todo ello se le hiciesen algunas memorias perpetuas que le ordenó por su alma, como buen cabezalero y mejor caballero.

¶ ¿Qué dirás agora del tacto deste pobre? No es el tuyo tal ni con gran parte, aunque goces de otra Venus. Destas dos ventajas éramos dueños, que ninguno era tan franco en ellas, sin otras muchas que pudiera referir.

Cuando me pongo á considerar los tiempos que gocé y por mí pasaron, no porque se me antoje ni tenga olvidados los trabajos, para que los que agora padezco en esta galera me parezcan mayores ó no tales, mas no hay duda que sus memorias estimo en mucho. Aquel tener siempre la mesa puesta, la cama hecha, la posada sin embarazo, el zurron bastecido, la hacienda presente, el caudal en pié, sin miedo de ladrones ni temor de lluvias, sin cuidado de abril ni recelo de mayo, que son la polilla de los labradores; no desvelado en trajes ni costumbres, sin prevencion de lisonjas, sin composicion de mentiras para valer y medrar; ¿qué sustentaré para que me estimen? ¿Cómo visitaré para que no me olviden? ¿Cómo acompañaré para dejar obligados? ¿Qué achaque buscaré para hablarles porque me vean? ¿Cómo madrugaré para que me tengan por solicito, y mas cuanto es el tiempo mas riguroso? ¿Cómo trataré de linajes para encajar la limpieza del mio? ¿Cómo descubriré al otro su falta, para que quien oyere que la murmuro piense que yo no la tengo? ¿Cómo tendré conversacion para hacer ostentacion? ¿Por dónde rodearé para encajar mi dicho? ¿A qué còrrillos iré, que yo sea el gallo, y en saliendo dellos no me murmuren como hice de los otros? ¡Oh! ¡Esto de los corrillos y murmura

ciones, y cómo es larga historia! ¡Quién tuviera lugar de significar lo mal que parece un hidalgo ser sastre de tan mala ropa, que no hay religioso á quien no corten loba con falda, ni mujer honrada queda sin saya entera! Visten al santo y al pecador al talle largo. Quédese aquí, porque si vivimos, allá llegaremos. ¿A cuán derecha regla, recorrido nivel y medio compás, ha de ajustarse aquel desventurado pretendiente, que por el mundo ha de navegar, esperando fortuna de mano ajena ? Si ha de ser buena, qué tarde llega; si mala, qué presto ejecuta; por mas que se ajuste, ha de pecar de falso y falto: si no es bien quisto, todo se le nota; si habla, aunque bien, le llaman hablador; si poco, que es corto; si de cosas altas y delicadas, temerario, que se mete en honduras que no entiende; si de no tales, abatido; si se humilla, es infame; si se levanta, soberbio; si acomete, desbaratado y loco; si se reporta, cobarde; si mira, embelesado; si se compone, hipócrita; si se ríe, inconstante; si se mesura, saturnino; si afable, tenido en poco; si grave, aborrecido; si justo, cruel; si misericordioso, buey manso. De toda esta desventura tienen los pobres carta de guia, siendo señores de sí mismos, francos de pecho ni de rama, lejos de emuladores: gozan su vida sin almotacén que se la denuncie, sastre que se la corte, ni perro que se la muerda.¶

Tal era la mia, si el tiempo y la fortuna (consumidores de las cosas, que no consienten permanecer en un estado alguna) no me derribaran del mio, declarando por el color de mi rostro y libres miembros, estar de salud rico, no llagado ni pobre, segun lo publicaban mis lamentaciones; porque como una vez me sentase á pedir limosna en la ciudad de Gaeta, en la puerta de una iglesia, donde por curiosidad quise ir á ver si su caridad y limosna igualaba con la de Roma, descubrí mi cabeza, como recién llegado y no prevenido de lo necesario: para luego y presto valíme de tiña que sabia contrahacer por escelencia. Entrando el gobernador, pasó por mí los ojos, dióme limosna, fuéme razonable algunos dias; y como la codicia rompe el saco, parecióme un dia de fiesta sacar nueva invencion; hice mis preparamentos, aderecé una pierna, que valia una viña. Fuíme à la iglesia con ella; comencé á entonar la voz, alzando de punto la plaga, como el que bien lo sabia; quísolo mi desgracia ó mi poco saber, que siempre de la ignorancia y necedad proceden los acaecimientos. No tenia yo para qué buscar pan de trastrigo, ni andar hecho truecaborricas en pueblo corto: pasara con mi tiña, que me daba de comer, y estaba recebida, sin andarme buscando mas retartalillas, ni ensayando invenciones. Vino el gobernador aquel dia en aquella iglesia para oir misa, y como me reconoció, hízome levantar, diciéndome: vente conmigo, daréte una camisa que te pongas; creílo, fuíme con él á su posada: si supiera lo que me queria, no sé si me alcanzara con una culebrina, ni me asiera en sus manos, por buena maña que se diera. Cuando allá estuve, miróme al rostro, y dijo: «con esos colores y frescura de cuerpo, que está gordo, recio y tieso, ¿cómo tienes así esa pierna? no acuden bien lo uno á lo otro. » Respondile turbado: « no sé, señor; Dios ha sido servido dello. » Luego conocí mi mal, y atisbaba la salida, para si pudiera tomar la puerta; No pude, que estaba cerrada; mandó llamar un cirujano que me examinase; vino y miróme de espacio : á los principios turbélo, que no sabia qué fuese, mas luego se desengañó, y le dijo: « señor, este mozo no tiene mas en su pierna que yo en los ojos; y para que se vea claramente, lo mostraré. » Comenzó á desenfardelarme, y desenvolviendo adobos y trapos, me dejó la pierna tan sana, como era verdad que lo estaba.

Quedó el gobernador admirado en verme de aquella manera, y mas de mi habilidad; yo pasme, sin saber qué decir ni hacer, y si la edad no me valiera, otro que Dios no me librara de un ejemplar castigo; mas el ser muchacho me reservó de mayor pena, y en lugar de camisa que me

prometió, mandó que el verdugo en su presencia me diese | y la mereciere. No seas especulador ni hagas elecciones; un jubon para debajo de la rota que yo llevaba, y que saliese de la ciudad luego al momento; mas aunque no me lo mandara, en cuidado lo tenia, que allí no quedara si señor della me hicieran. Fuíme temeroso, temblando y encogido, volviendo de cuando en cuando atrás la cabeza, sospechoso, si pareciéndoles no llevar bastante recaudo, quisieran darme otra vuelta: con esto me fuí á la tierra del papa, acordándome de mi Roma, y echándole á millares las bendiciones, que nunca reparaban en menudencias, ni se ponian á espulgar colores; cada uno busque su vida como mejor pudiere. Al fin tierra larga, donde hay que mariscar y por donde navegar, y no por estrechos, siempre por la canal, donde à pocos bordos, con poca tormenta darás en bajíos, quedando roto y desbaratado.

CAPITULO VI.

Cómo vuelto à Roma Guzmán de Alfarache, un cardenal, compadecido dél, mandó que fuese curado en su casa y cama.

que si bien lo miras, no son sino avaricia y escusas para no darla yo lo sé, alarga el ánimo para ello, y que veas el efeto de la limosna. Oye lo que cuenta Sofronio, á quien cita Canisio, varon docto: teniendo una mujer viuda una sola hija, muy hermosa doncella, el emperadorCenon se enamoró della, y por fuerza (contra toda su voluntad) la estrupó, gozándola con tiranía. La madre, viéndose afligida por ello y ultrajada, teniendo gran devocion á una imágen de nuestra Señora, cada vez que á ella se encomendaba, decia: «Virgen María, venganza y castigo te pido desta fuerza y afrenta que Cenon, tirano emperador, nos hace.» Dice qué oyó una voz que le dijo: « ya estarias vengada, si las limosnas del emperador no nos hubieran atado las manos. » Desata las tuyas en favorecer los mendigos, que es tu interese, y te va mas á ti en darlo que à ellos en recebirlo. No hizo Dios tanto al rico para el pobre, como al pobre para el rico: no te atengas con decir quién lo merece mejor. No hay mas de un Dios, por ese te lo piden, á él se lo das; todo es uno y tú no puedes entender la necesidad ajena cómo aprieta, ni es posible conocerla lo esterior que juzgas, pareciéndote uno estar sano y no ser justo darle limosna: no busques esca

cargo el exámen, jueces hay á quien toca; si no, míralo por mí, si hubo descuido en castigarme; lo mesmo harán los demás.¶

Bien es verdad natural en los de poca edad tener corta vista en las cosas delicadas, que requieren gravedad y peso, no por defeto del entendimiento, sino por falta de prudencia, la cual pide esperiencia, y la esperiencia tiempo: como la fruta verde, mal sazonada, no tiene sabor per-patorias para descabullirte, déjalo á su dueño: no es á tu feto, antes acedo y desabrido, así no le ha llegado al mozo su maduro, fáltale el sabor, la especulacion de las cosas y conocimiento verdadero dellas; y no es maravilla que yerre, antes lo seria si acertase. Con todo esto, el buen natural de ordinario siempre tiene mas capacidad para las consideraciones. Conocí del mio, que muchas veces me levantó el espíritu mas de lo que pedian mis años, poniéndome (como el águila sus pollos) los ojos clavados en el sol de la verdad, considerando que todas mis trazas y modos de engañar era engañarme á mí mesmo, robando al verdaderamente necesitado y pobre lisiado, impedido del trabajo, á quien aquella limosna pertenecia, y que el pobre nunca engaña ni puede, aunque su fin es ese; porque quien da no mira al que lo da, y el que pide es el reclamo que llama las aves, y él se está en su percha seguro.

El mendigo con el reclamo de sus lamentaciones recibe la limosna, que convierte en útil tuyo, metiendo á Dios en su voz, como que lo hace deudor obligándole á la paga. Por una parte me alegraba cuando me lo daban, por otra temblaba entre mí cuando me tomaba la cuenta de mi vida; porque sabiendo cierto ser aquel camino de mi condenacion, estaba obligado á la restitucion, como hizo el florentin; mas cuando algunas veces via que algunos hombres poderosos y ricos con curiosidad se ponian á hacer especulacion para dar una desventurada moneda, que es una blanca, no lo podia sufrir, gastábaseme la paciencia, y aun hoy se me refresca con ira, envistiéndoseme un furor de rabia en contra dellos, que no sé cómo lo diga. Rico amigo, ¿no estás harto, cansado y ensordecido de oir las veces que te han dicho, que lo que hicieres por cualquier pobre que lo pida por Dios, lo haces por el mismo Dios, y él mismo te queda obligado á la paga, haciendo deuda ajena suya propia? Somos los pobres como el cero; guarismo que por sí no vale nada, y hace valer á la letra que se le llega, y tanto mas cuantos mas ceros tuviere delante. Si quieres valer diez, pon un pobre par de ti, y cuantos mas pobres remediares y mas limosnas hicieres, son ceros que te darán para con Dios mayor merecimiento. ¿Qué te pones á considerar si gano si no gano, si me dan si no me dan? Dame tú lo que te pido, si lo tienes y puedes, que cuando no por Dios, que te lo manda, por naturaleza me lo debes; y no entiendas que lo que tienes y vales es por mejor lana, sino por mejor cardada, y el que á tí te lo dió y á mí me lo quitó, pudiera descruzar las manos, y dar su bendicion al que fuera su voluntad

No te pongas, ó tú de malas entrañas, en acecho, que ya te veo. Digo que la caridad y limosna su órden tiene; no digo que no la ordenes, sino que la hagas, que la dés, y no la espulgues, si tiene, si no tiene, si dijo, si hizo, si puede, si no puede; si te la pide, ya se la debes, caro le cuesta, como he dicho, y tu oficio solo es dar. El corregidor y regidor, el prelado y su vicario abran los ojos y sepan cuál no es pobre, para que sea castigado. Ese es oficio, esa es dignidad, cruz y trabajo; no los hicieron cabeza para comer el mejor bocado, sino para que tengan el mayor cuidado; no para reir con truhanes, sino para gemir las desventuras del pueblo ; no para dormir y roncar, sino para velar y suspirar, teniendo como el dragon continuamente clara la vista del espíritu. Así que, á tí te toca solamente el dar de la limosna, y no pienses que cumples, dando lo que no te hace provecho y lo tienes á un rincon para echarlo al muladar, que como si el pobre lo fuese, das en él con ello; no tanto por dárselo, como por sacarlo de tu casa, que así fué el sacrificio de Cain. Lo que ofrecieres, lo mejor ha de ser, como lo hizo el justo Abel, con deseo y voluntad que fuera mucho mejor y que haga mucho provecho; no como de por fuerza ni con trompetas, antes con pura caridad, para que saques della el fruto que se promete aceptándote el sacrificio.¶

Alejado voy de Roma para donde caminaba. Cuando allá llegué, me reventaron las lágrimas de gozo; quisiera fueran los brazos capaces de abrazar aquellas santas murallas. El primer paso que dentro puse fué con la boca, besando aquel santo suelo; y como la tierra que el hombre sabe, esa es su madre, yo sabia bien la ciudad, era conocido en ella, comencé como antes á buscar mi vida, vida la llamaba siendo mi muerte: aquel me parecia mi

centro.

¡Cuán casados estamos con las pasiones nuestras, y cómo lo que aquello no es nos parece estraño, siendo lo verdadero y cierto! Así me pareció la suma felicidad, juzgando á desventura lo demás; y aunque todo lo miraba, inclinábame á lo peor, y eso tenia por mejor. Levantéme una mañana, segun tenia costumbre, y mi pierna que se pudiera enseñar á vista de oficiales: púseme con ella pidiendo á la puerta de un cardenal, y como él saliese para el palacio sacro, reparóse á oirme, que pedia la voz levantada, el tono estravagante, y no de los ocho del canto llano, diciendo : « dame, noble cristiano, amigo de

« AnteriorContinuar »