Imágenes de páginas
PDF
EPUB

fama al médico. Si pensara, señora, que tan de lijero habias de conjeturar de lo pasado nocibles sospechas, no bastara tu licencia para me dar osadía á hablar cosa que á Calisto ni á otro hombre tocase.

MELIBEA.

Jesú, no oiga yo mentar mas ese loco, salta-paredes, fantasma de noche, luengo como cigüeña, figura de paramento mal pintado; si no, aquí me caeré muerta. Este es el que el otro dia me vió (1), y comenzó á desvariar conmigo en razones, haciendo mucho del galán (2). Dirásle, bucna vieja, que si se pensó (3) que ya era todo suyo y quedaba por él el campo, porque holgué mas de consentir sus necedades que castigar su yerro, quise mas dejarle por loco, que publicar su atrevimiento. Pues a vísale que se aparte deste propósito, y serle ha sano; si no, podrá ser que no haya comprado tan cara habla en su vida. Pues sabe, que no es vencido sino el que se cree serlo; yo quedé (4) bien segura, y él ufano. De locos es estimar á todos los otros de su calidad; y tú tórnate con su misma razon, que de mí no habrás respuesta, ni la esperes; que por demás es ruego á quien no puede haber misericordia; y da gracias à Dios, pues tan libre vas desta feria. Bien me habian dicho quien tú eras, y avisado de tus propiedades, aunque agora no te conoscia,

CELESTINA.

(Mas fuerte estaba Troya, y aun otras mas bravas he yo amansado; ninguna tempestad mucho dura.)

MELIBEA.

¿Qué dices, enemiga? Habla que te pueda oir. ¿Tienes disculpa alguna para satisfacer mi enojo, y escusar tu yerro y osadía?

CELESTINA.

Mientras (5) viviere tu ira, mas dañarás (6) mi descargo, que estás muy rigurosa; y no me maravillo, que la sangre nueva poco calor ha menester para hervir.

MELIBEA.

Poco calor? Poco le puedes llamar, pues quedaste tú viva, y yo quejosa sobre tu gran atrevimiento. ¿Qué palabra podrás tú querer para ese tal hombre que á mi bien me estuviese? Responde; pues dices que no has concluido, y quizá pagarás lo pasado.

CELESTINA.

Una oracion, señora, que le dijeron que sabias de santa Apolonia para el dolor de las muelas; asimismo tu cordon, que es fama que ha tocado las reliquias que hay en Roma y Jerusalén. Aquel caballero, que dije, pena y muere dellas. Esta fué mi venida ; pero pues en mi dicha estaba tu airada respuesta, padézcale él (7) su dolor, en pago de buscar tan desdichada mensajera; y pues en tu mucha virtud me faltó piedad, también me faltara agua si á la mar me enviara (8). Pero ya sabes que el deleite de la venganza dura un momento, y el de la misericordia para siempre.

[blocks in formation]

la turbacion desmanda y altera la lengua, la cual babia de estar siempre atada con el seso; por Dios, que no me culpes. Y si él otro yerro ha hecho, no redunde en mi daño; pues no tengo otra culpa sino ser mensajera del culpado. No quiebre la soga por lo mas delgado; no semejes á la araña (1), que no muestra su fuerza sino con los flacos animales; no paguen justos por pecadores. Imita la divina justicia, que dijo: el ánima que pecare, aquella misma muera ; á la humana, que jamás condena al padre por el delicto del hijo, ni al hijo por el del padre. Ni es, señora, razon que su atrevimiento acarree mi perdicion; aunque segun su merescimiento, no tendria (2) en mucho que fuese él el delincuente, y yo la condenada; que no es otro mi oficio sino servir á los semejantes, y desto vivo, desto me arreo. Nunca fué mi voluntad enojar á unos por agradar á otros, aunque hayan dicho á tu merced en mi ausencia otra cosa. Al fin, señora, á la firme verdad el viento del vulgo no la empesce. Una sola soy en este limpio trato ; en toda la ciudad pocos tengo descontentos, con todos cumplo los que algo me mandan, como si tuviese veinte piés y otras tantas manos.

[blocks in formation]

Tanto afirmas tu ignorancia, que me haces creer lo que puede ser. Quiero pues en tu dudosa desculpa tener la sentencia en peso, y no disponer de tu demanda al sabor de lijera interpretacion. No tengas en mucho, ni te maravilles de mi pasado sentimiento, porque concurrieron dos cosas en tu habla, que cualquiera dellas era bastante para me sacar de seso. Nombrarme ese tu caballero, que conmigo se atrevió á hablar, y también pedirme palabra sin mas causa, ¿qué se podia sospechar sino daño para mi honra? Pero pues todo viene de buena parte, de lo pasado haya perdon; que en alguna manera es aliviado mi corazon viendo que es obra pia y sancta sanar los apasionados sy enfermos.

CELESTINA.

Y tal enfermo, señora. Por Dios, si bien lo conoscieses, no le juzgases por el que has dicho y mostrado con tu ira. En Dios y en mi alma, no tiene hiel; gracias dos mil; en franqueza Alexandre; en esfuerzo Hector; gesto de un rey gracioso, alegre; jamás reina en él tristeza ; de noble sangre, como sabes; gran justador; pues verlo armado, un san Jorje; fuerza y esfuerzo, no tuvo Hércules tanta; la presencia y facion (6), disposicion, desenvoltura, otra lengua habia menester para las contar; todo

(1) Telaraña.

(2) Ternia.

(3) Pides.

(4) La rece, y si la rezare no sea oida.

(5) Téngote.

(6) Otros. faicion. Otros, faciones,

junto semeja ángel del cielo. Por fe tengo que no era tan hermoso aquel gentil Narciso, que se enamoró de su propia figura, cuando se vido en las aguas de la fuente. Agora, señora, tiénele derribado una sola muela, que jamás cesa el quejar.

MELIBEA.

Y¿qué tanto tiempo (1) ha?

CELESTINA.

Podrá ser, señora, de veinte y tres años; que aquí está Celestina, que lo vido nascer, y lo tomó á los piés de su madre.

MELIDEA.

Ni te pregunto eso, ni tengo necesidad de saber su edad, sino qué tanto tiempo (2) ha que tiene el mal.

CELESTINA.

Señora, ocho dias, segun lo que he podido colegir, que paresce que ha un año en su flaqueza; y el mayor remedio que tiene, es tomar una vihuela, y tañe tantas canciones y tan lastimeras, que no creo que fueron otras las que compuso aquel emperador y gran músico, Adriano, de la partida del ánima, por sufrir sin desmayo la ya vecina muerte. Que aunque yo sé poco de música, paresce que hace aquella vihuela hablar. Pues si acaso canta, de mejor gana se paran las aves à le oir, que no aquel Amphion (3), de quien se decia (4) que movia los árboles y piedras con su canto. Siendo este nascido, no alabaran á Orfeo. ¡Mira, señora, si una pobre vieja como yo se hallara dichosa en dar la vida á quien tales gracias tiene! Ninguna mujer le ve, que no alabe à Dios, que así lo pintó ; pues si le habla acaso, no es mas señora de sí, de lo que él ordena. Y pues tanta razon tengo, juzga, señora, por bueno mi propósito, mis pasos saludables y vacíos de sospecha.

[merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][ocr errors][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small][merged small]

CELESTINA.

(Mas será menester, y mas harás, y aunque no se te agra. dezca.)

MELIBEA.

¿Qué dices, madre, de agradescer?

CELESTINA.

Digo, señora, que todos lo agradesceremos (1) y serviremos, y todos quedamos obligados, que la paga mas cierta es, cuando mas la tienen de cumplir

LUCRECIA.

Trastruécame (2) esas palabras.

CELESTINA.

Hija Lucrecia, ce; irás á casa, y darte he una lejía con que pares esos cabellos rubios mas que el oro. No lo digas à tu señora. Y aun darte he unos polvos para quitar (3) ese olor de la boca, que te huele un poco, que en el reino no los sabe hacer otra sino yo; y no hay otra cosa que peor en las mujeres (4) parezca.

LUCRECIA.

¡Oh! Dios te dé buena vejez, que mas necesidad tenia de todo eso que de comer.

CELESTINA.

Pues¿por qué murmuras contra mí, loquilla? Calla, que no sabes si me habrás menester en cosa de mas importancia. No provoques á ira á tu señora mas de lo que ella ha estado; déjame ir en paz.

MELIBEA.

¿Qué le dices, madre?

CELESTINA.

Señora, acá nos entendemos.

MELIBEA.

Dimelo, que me enojo cuando presente se habla cosa de que no haya partė.

CELESTINA.

Señora, que te acuerde la oracion, para que la mandes escrebir, y que aprenda de mí á tener mesura en el tiempo de tu ira, en la cual yo usé lo que dicen: del airado es de apartar por poco tiempo, del enemigo por mucho. Pues tú, señora, tenias ira con lo que sospechaste de mis palabras, no enemistad; porque aunque fueran las que tú pensabas, en sí no eran malas ; que cada dia hay hombres penados por mujeres, y mujeres por hombres; y esto obra la natura, y la natura ordénala (5) Dios, y Dios no hizo cosa mala. Y así quedaba mi demanda (como quiera que fuese) en sí loable, pues de tal tronco procede, y yo libre de pena. Mas razones destas te diria, sino porque la prolijidad es enojosa al que oye y dañosa al que habla.

[blocks in formation]

ACTO QUINTO.

ARGUMENTO.

Despedida Celestina de Melibea, va por la calle hablando consigo mesma entre dientes; llegada a su casa, halló á Sempronio que la aguardaba. Ambos van (1) hablando hasta llegar á casa de Calisto, y vistos por Parmeno, cuéntalo á Calisto su amo, el cual le manda (2) abrir la puerta.

CELESTINA, SEMPRONIO, PARMENO, CALISTO.

CELESTINA.

¡Oh rigurosos trances! oh cuerda osadía! oh gran sufrimiento, que tan cercana estuve de la muerte, si mi mucha astucia no rigiera con el tiempo las velas de la peticion! ¡Oh amenazas de doncella brava! oh airada doncella! oh diablo à quien yo conjuré! cómo cumpliste palabra en todo lo que te pedi! En cargo te soy. Así amansaste la cruel hembra con tu poder, y diste tan oportuno lugar á mi hablar (5) cuanto quise, con la ausencia de su madre. O vieja Celestina, & vas alegre? Sábete que la mi¿ tad está hecho, cuando tienen buen principio las cosas. ¡Oh serpentino aceite, oh blanco hilado! cómo os aparejastes todos en mi favor! ¡Oh! yo rompiera todos mis atamientos hechos y por hacer, ni creyera en yerbas, ni piedras, ni en palabras. Pues alégrate, vieja, que mas sacarás deste pleito, que de quince virgos que renovaras. ¡Oh! malditas haldas, prolijas y largas, cómo me estorbais de llegar adonde han de reposar mis nuevas ! ¡Oh buena fortuna, cómo ayudas á los osados, y á los tímidos (4) eres contraria! Nunca huyendo huye la muerte el cobarde (5). ¡Oh cuántas erraran en lo que yo he acertado! ¿Qué hicieran en tan fuerte estrecho estas nuevas maestras de mi oficio, sino responder algo á Melibea, por donde se perdiera cuanto yo con buen callar he ganado? Por esto dicen: quien las sabe las tane; y que es mas cierto médico el esperimentado que el letrado; y la esperiencia y escarmiento hace los hombres arteros y la vieja, como yo, que alce sus faldas (6) al pasar del vado como maestra. ¡Ay cordon, cordon! Yo te haré traer por fuerza, si vivo, á la que no quiso darme su buena habla de grado.

SEMPRONIO.

O yo no veo bien, ó aquella es Celestina. Válala el diablo, qué haldear que trae ; parlando viene entre dientes.

CELESTINA.

¿De qué te santiguas, Sempronio? Creo que en verme.

SEMPRONIO.

Yo te lo diré : la raleza de las cosas es madre de la admiracion; la cual admiracion concebida en los ojos, desciende al ánimo por ellos; el ánimo es forzado descubrillo por estas esteriores señales. ¿Quién jamás te vido por la calle, abajada la cabeza, puestos los ojos en el suelo, y no mirar á ninguno como agora? ¿Quién te vido hablar entre dientes por las calles, y venir aguijando, como quien va á ganar beneficio? Cata, que todo esto novedad es para se maravillar quien te conosce. Pero esto dejado, dime por Dios, ¿con qué (7) vienes? Dime si tenemos hijo ó

(1) Se van. () Mando.

(3) Habla.

(4) Temidos

(5) Al cobarde

(3) Venerables faldas.

(7) Otros: con quien,

hija; que desde que dió la una te espero aquí, y no he sentido mejor señal que tu tardanza.

CELESTINA.

Hijo, esa regla de bobos no es siempre cierta, que otra hora me pudiera mas tardar y dejar allá las narices, y otras dos, narices y lengua ; así que, mientras mas tardara mas caro me costase.

SEMPRONIO.

Por amor mio, madre, no pases de aquí sin me lo contar.

CELESTINA.

Sempronio amigo, ni yo me podria parar, ni el lugar es aparejado. Vente conmigo delante Calisto, oirás maravillas; que será desflorar mi embajada comunicándola con muchos. De mi boca quiero que sepa lo que se ha hecho, que aunque hayas de haber alguna partecilla del provecho, quiero yo todas las gracias del trabajo.

SEMPRONIO.

¿Partecilla, Celestina? Mal me paresce esto (1) que dices.

CELESTINA.

Calla, loquillo, que parte ó partecilla, cuanto tú quisieres te daré. Todo lo mio es tuyo; gocémonos y aprovechémonos, que sobre el partir nunca reñiremos. Y también tú sabes cuánta mas necesidad tienen los viejos que los mozos, mayormente tú, que vas á mesa puesta.

SEMPRONIO.

Otras cosas he menester mas que de comer.

CELESTINA.

¿Qué, hijo? Una docena de agujetas, un torzal para el bonete, un arco para andar (2) de casa en casa tirando á pájaros, y aojando pájaras á las ventanas : muchachas (3) digo, bobo, de las que no saben volar, que bien me entiendes. Que no hay mejor alcabuete para ellas que un arco, que se puede entrar cada uno hecho mostrenco, como dicen: en achaque de trama, ¿está acá nuestra ama? Mas¡ ay, Sempronio, de quien tiene de mantener honra, y se va haciendo vieja como yo!

SEMPRONIO.

(¡Oh lisonjera vieja, ó vieja llena de mal! ¡Oh codiciosa y avarienta garganta! También quiere á mí engañar como á mi amo, por ser rica. Pues mala medra tiene ; no le arriendo la ganancia que quien con modo torpe sube en alto, mas presto cae que sube. ¡Oh, qué mala cosa es de conoscer el hombre ! Bien dicen, que ninguna mercaduría ni animal es tan difícil. Mala vieja falsa es esta, el diablo me metió con ella; mas seguro me fuera huir desta venenosa víbora que tomalla. Mia fué la culpa ; pero gané harto, que por bien ó mal no negará la promesa.)

CELESTINA.

¿Qué dices, Sempronio? con quién hablas? Viénesme royendo las haldas; ¿por qué no aguijas?

(1) Eso.

(2) Andarte.

(8) Mochachas.

SEMPRONIO. Lo que vengo diciendo, madre Celestina, es que no me maravillo que seas mudable, que sigas el camino de las muchas. Dicho me habias que diferirias es te negocio ; agora vas sin seso por decir á Calisto cuanto pasa. ¿No sabes que aquello es en algo tenido, que es por tiempo deseado, y que cada dia que él penase era doblarnos el provecho?

CELESTINA.

¿Qué quieres, loco?

CALISTO.

PARMENO.

A Sempronio y á Celestina veo venir cerca de casa, baciendo paradillas de rato en rato; y cuando están quedos, hace rayas en el suelo con la espada; no sé qué sea.

CALISTO.

¡Oh desvariado, negligente! Veslos venir, ¿y no puedes corriendo bajar á abrir la puerta? ¡Oh alto Dios! ¡Oh soberana deidad! ¿Con que vienen? ¿Qué nuevas traen? Que tan grande ha sido su tardanza, que ya mas esperaba su venida, que el fin de mi remedio. ¡Oh, mis tristes oidos, aparejaos á lo que os viniere, que en su boca de Celestina está agora aposentado el alivio ó pena de mi corazon! ¡Oh, si en sueños se pasase este poco de tiempo (1) hasta ver el principio y fin de su habla! Agora tengo por cierto, que es mas penoso al delincuente esperar la cruda y ca

El propósito muda el sabio, el nescio persevera. A nuevo negocio, nuevo consejo se requiere. No pensé yo, hijo Sempronio, que así me respondiera mi buena fortuna. De los discretos mensajeros es hacer lo que el tiempo requiere (1); así que, la calidad de lo hecho no puede encobrir tiempo disimulado. Y mas que yo sé que tu amo (segun (2) yo senti) es liberal y algo antojadizo; mas dará en un dia de buenas nuevas, que en ciento que ande penado, y yo yendo y viniendo ; que los acelerados y súbitos placeres crian alteracion, la mucha alteracion estorba el de-pital sentencia, que el acto de la ya sabida muerte. ¡Oh liberar. Pues ¿en qué podrá parar el bien sino en bien, y el alto linaje sino en luengas albricias? Calla, bobo, deja hacer á tu vieja.

[blocks in formation]

espacioso Parmeno, manos de muerto! Quita ya esa enojosa aldaba, entrará esa honrada dueña, en cuya lengua está mi vida.

CELESTINA.

¿Oyes, Sempronio? De otro temple anda nuestro amo. Bien difieren estas razones de las que oimos ȧ Parmeno y á él la primera venida ; de mal en bien me paresce que va. No hay palabra de las que dice, que no vala á la vieja Celestina mas que una saya.

SEMPRONIO.

Pues mira que entrando (2) hagas que no ves á Calisto, y hables algo de bueno.

CELESTINA.

Calla, Sempronio, que aunque haya aventurado mi vida, mas meresce Calisto y su ruego y tuyo, y mas mercedes espero yo (3) de su franca liberalidad.

(1) Poco tiempo.
(1) En entrando.
(1) Del.

ACTO SESTO.

ARGUMENTO.

Entrada Celestina en casa de Calisto, con grande aficion y deseo Calisto le pregunta (1) de lo que le ha acontecido con Melibea. Mientras ellos hablan (2), Parmeno oyendo hablar á - Celestina de su parte, vuelto contra Sempronio á cada razon le pone un mote; reprehendiéndole Sempronio. En fin, la vieja Celestina le descubre todo lo negociado, y (3) un cordon de Melibea; y despedida de Calisto, vase á (4) su casa, y con ella Parmeno.

[blocks in formation]

PARMENO.

Temblando está el diablo como azogado; no se puede tener (1) en sus piés; su lengua le querria prestar para que hablase presto, no es mucha su vida; luto habremos de medrar destos amores.

CELESTINA.

¿Espada, señor, ó qué? Espada mala mate à tus enemigos y á quien mal te quiere; que yo la vida te quiero dar con la buena (2) esperanza que traigo de aquella que tú

mas amas.

CALISTO.

¿Buena esperanza, señora?

CELESTINA.

Buena se puede decir, pues queda abierta la puerta para mi tornada, y antes me recebirá á mí con esta saya rota, que á otra con seda y brocado.

PARMENO.

Sempronio, cóseme la (3) boca, que no lo puedo sufrir; encajado ha la saya.

SEMPRONIO.

¿Callarás, por Dios, ó echarte he (4) con el diablo? Que si anda rodeando su vestido, hace bien; pues tiene dello necesidad; que el abad de donde canta de allí se viste.

PARMENO.

Y aun viste como canta; y esta puta vieja querria en un dia por tres pasos desechar todo el pelo malo; cuanto en cincuenta años no ha podido medrar.

SEMPRONIO.

CALISTO.

Si no quieres, reina y señora mia, que desespere y vaya mi ánima condenada á perpetua pena, oyendo esas cosas, certificame brevemente si no hubo buen fin tu (1) demanda gloriosa, y la cruda y rigurosa muestra de aquel gesto angélico y matador; pues todo (2) es mas señal de odio que de amor.

CELESTINA.

La mayor gloria que al secreto oficio de la abeja se da, á la cual (3) los discretos deben imitar, es que todas las cosas por ella tocadas convierte en mejor de lo que son. Desta manera me he habido con las zahareñas razones y esquivas de Melibea. Todo su rigor traigo convertido en miel, su ira en mansedumbre, su aceleramiento en sosiego. Pues¿ à qué piensas que iba allá la vieja Celestina, á quien tú demás de su merescimiento magníficamente galardonaste, sino á ablandar su saña, á sufrir su accidente, á ser escudo de tu ausencia, á rescebir en mi manto los golpes, los desvíos, los menosprecios y desdenes que muestran aquellas (4) en los principios de sus requerimientos de amor, para que sea después en mas tenida su dádiva? Que à quien mas quieren, peor hablan ; y si así no fuese, ninguna diferencia habria entre las públicas que aman, à las escondidas doncellas, si todas dijesen sí á la entrada de su primer requerimiento, en viendo que de alguno eran amadas; las cuales, aunque están abrasadas y encendidas de vivos (5) fuegos de amor, por su honestidad muestran un frio esterior, un sosegado bulto, un apacible desvio, un constante ánimo y casto propósito, unas palabras

¿Todo eso es lo que te castigó, y el conocimiento que agrias (6), que la propia lengua se maravilla del gran suteníades à la que te crió?

[blocks in formation]
[blocks in formation]

Mira, señora, qué hablar trae Parmeno. Cómo se viene santiguando de oir lo que has hecho con tu gran diligencia. Espantado está, por mi fe, señora Celestina; otra vez se santigua. Sube, sube, sube y asiéntate, señora, que de rodillas quiero escuchar tu suave respuesta; y dime luego, ¿la causa de tu entrada qué fué?

CELESTINA.

Vender un poco de hilado, con que tengo cazadas mas

(1) De tu.

(2) Todo eso.

(3) A la que.
(4) Aquellas tales.

(5) Por vivos.

(6) Agras.

(7) Hablar.

(8) De su razon.

(9) Su perdida sangre.

« AnteriorContinuar »