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siempre podia residir á ella; y como le hubiese dado | cuenta de sus amores, cuando pasaba Dorido le daba cierta seña con que luego salia por verlo; y así recebian de su amante lo que con esta avaricia podia. Esto estuvo así por algun tiempo, que otra cosa no habia mas que mirarse de pasada; pero Dorido, impaciente, codicioso de mejorarse en los favores, buscó modo como con mas comodidad gozar de la dulce vista, ya que otro no le era permitido, y fué hacer amistad muy estrecha con el hermano, que se llamaba Valerio. Dióse tal maña, que no podia Valerio vivir sin Dorido, lo cual fué causa que muchas veces lo llevase á su casa, haciéndole señor della, donde á su placer contemplaba la hermosura de su dama.¶

Iban con estos cebos tomando los amores fuerzas, declarándose mas las voluntades con los ojos. Clorinia, como menos fuerte y por ventura mas encendida, se descubrió á una criada suya llamada Scintila, la cual, deseosa de servir á su ama, fué á buscar á Dorido, y le dijo: «ya, Dorido, no es tiempo que os escuseis de mí, pues no me es nuevo los amores que pasan entre vos y mi señora, y para que veais que no os engaño, sabed que ella mesma me los ha revelado, pidiéndome ayuda en que os declare su pecho y lo que os ama: y así me dió esta cinta verde, señal de esperanza, para que por su gusto os la pongais en el brazo bien creo estareis cierto que viene de su mano, pues muchas veces se la conocisteis revuelta en sus cabellos; de manera, que de hoy en adelante podreis fiaros de mí, que tanta gana tengo de serviros. » Oyendo aquesto Dorido, quedó espantado y mal contento, como aquel que siempre se habia recelado della, no teniéndola por capaz de negocio de tanta confianza, temiendo no fuesen descubiertos sus amores; mas visto que no habia otro remedio, habiéndolo hecho Clorinia, disimuló su poca satisfacion, y lo mejor que pudo le agradeció la buena voluntad y obras. Pasados algunos dias, y creciendo el deseo en Dorido de hablar á boca á su señora, y no hallando medios para ello, amor que todo lo puede y vence, acometiendo imposibles, le abrió camino, mostrándole modo de poder conseguir lo que tanto deseaba. Estaba pegado à la pared de la casa de Clorinia (que respondia por la calle pública) un pedazo de pared antigua, medio derribada, de altura que casi llegaba á una ventana de la casa, y un poco mas bajo della estaba un agujero tapado con una piedra movediza, que se quitaba y ponia. Este solia servir algunas veces à Clorinia de celosía, mirando por él (sin ser vista) los que pasaban por la calle : era bien conocido de Dorido, por las veces que en él habia visto á su señora; parecióle oportunidad favorable á su deseo, comunicólo á Scintila, y rogándole que le favoreciese, le dijo: <ya, Scintila, que quiso mi dicha que à nuestros amores os haya hallado dispuesta en mi gusto, no dejaré de ponerme en vuestras manos, con seguridad que pondreis en todo el cuidado que la voluntad de servir à vuestra señora y hacerme merced os obligan. Sabed que desde que á Clorinia dí el alma, haciéndola dueño verdadero della y de mi vida, no tengo alcanzado otra cosa mas de haberme respondido con la voluntad, significada por los ojos, por habernos faltado mejor comodidad. Cuanto mas me ha sido defendido, mas ha crecido el deseo, que siempre la privacion engendra el apetito: hame venido ahora un pensamiento, como con vuestra ayuda pueda quedar honestamente satisfecho mi deseo. Ya sabeis el agujero que está debajo de la ventana, ese será el lugar, y vos el instrumento de mi buena dicha. Direis á Clorinia, suplicándole por mí, corresponda en mi ruego, y cuando lo rehusase, podreis guiarle la voluntad, si acaso no se atreviere, para que aquesta noche, pues la oscuridad nos ayuda, que, ya después de su gente sosegada, se sirva de hablarme por él, que otra cosa no le pido ni pretendo. » A Scintila pareció cosa fácil y sin riesgo, dióle buena esperanza, prometióle su solicitud hasta ponerlo en

efeto, así lo cumplió, y señaló la hora en que pudiera ir, advirtiéndole de cierta señal que haria de la ventana. ¶

Dorido, venida la noche, disfrazado el vestido, fuése al determinado lugar, donde estuvo esperando; llegada la ocasion, cuando todos los de casa estaban sosegados, Scintila se fué á la ventana, y la abrió con achaque de verter un poco de agua; lo cual visto por Dorido, que ya estaba encima de la pared, y habiendo conocido à Scintila, dijo: « aquí estoy; ella le dijo que esperase, y cerrando la ventana se entró dentro. Dorido quedó saltándole el corazon en el pecho, que parecia querer salir de allí reventando con el deseo, cuidadoso de pensar qué palabras le poder decir á todo acudia con el pensamiento, y con los ojos á mirar por el agujero lo que la mal encajada piedra permitia. Ya veia cómo Clorinia hablaba con Scintila, ya con sus padres, ya cómo se levantaba de donde estaba y pasaba en otra parte, hasta que, sus padres acostados, la vió venir al puesto, y llegar tan turbada de vergüenza, que intentaba volverse; mas como la esforzase Scintila, llegóse. Luego que se vieron juntos, tanto se turbó Dorido, que aunque estaba prevenido de lo que pensaba decirle, quedó mudo, y ella no menos temblando, sin tener en tal coyuntura quien al uno ni al otro diese aliento para pronunciar palabra ; mal ó bien, poco a poco, cuando hubieron cobrado calor las lenguas heladas, formaron de ambas partes algunas con que se saludaron. Dorido le pidió la mano, y ella se la dió de buena gana; no pudo mas que besársela, trayéndola por todo su rostro sin alejarla punto de su boca. Después él alargó la suya, alzando á tentar el rostro de su dama, sin poderse gozar otra cosa, ni el lugar era mas dispuesto.

En esto se entretuvieron un gran rato: en cuanto las manos hablaban ellos callaban, que lo uno impedia lo otro; y como Scintila les daba priesa por el temor de no ser descubiertos, Dorido, con muchos encarecimientos, pidió á Clorinia que la noche siguiente á la misma hora, y él en el mismo lugar, pudiese gozar de aquel regalo ; ella se lo prometió, y así se despidieron cada uno lleno de contento, y él mucho mas, que no le cabia en todo el cuerpo; y con el deseo que pasasen presto aquella noche y el siguiente dia, se fué á su casa, donde si sentado no podia reposar, en levantándose buscaba en qué acostarse; y como allí no sosegaba, con inquietud y deseo paseabase, no hallaba descanso en cosa alguna. Desta manera padeció hasta la siguiente noche y punto señalado, que con ampolletas estaba midiendo el tiempo, haciéndosele todo perezoso. Fuése á su puesto, esperando que le diesen la seña, metióse en el hueco de una puerta antigua que estaba en el paredon muy cerca de la ventana; y estando para subir al agujero, vió que pasaron dos galanes de dos damas de la misma calle, los cuales anduvieron por ella dando vueltas, esperando que se desocupase por gozar de otra semejante ocasion. Eran grandes amigos de Dorido, y sabian que andaba enamorado de Clorinia. Conociéronse bien los unos á los otros; mas como en sus amores andaba tan recatado, no queria descubrirse, por la sospecha que pudiera dar de lo que no habia; y así, en cuanto aquellos por alli estuvieron paseando, no se atrevió á subir en el paredon por no ser visto, que aunque la noche fuera mas escura, se dejara muy bien reconocer el bulto por los que allí estaban, aunque por los que pasaran de largo no se advirtiera tanto; y así porque no lo conciesen, yéndose de allí, se puso mas lejos, esperando que se fueran ó entretuviesen en sus paradas para volver à la suya. Mas como vió que tardaban y llegase la hora, parecióle si su dama venia, y allí no lo hallaba, que ignorando la causa se lo tuviera por descuido y poco amor; esto llegó con la cólera en tal desesperacion, que estuvo determinado de acometerles, dándoles caza si no le aguardaran, y, si se defendian, matarlos. Pudiéralo bien hacer, así por su mucho esfuerzo, como porque iba bien apercebido; demás que

la ira en que ardia le ayudara, que semejante coraje acrecienta las fuerzas, y mas que los cogiera descuidados; pero considerando no el peligro, sino el estado de sus negocios, por no perderlos estuvo sosegado, mordiéndose los labios, torciéndose las manos, mirando al cielo, dando pisadas á la tierra como un loco. Viendo pues que el tiempo era pasado se fué tan disgustado, cuanto alegre la noche pasada.¶

dió muy encarecidamente desistiese de los amores de Clori-
nia y le diese lugar, pues el fin de ambos era tan diferente.¶
¶ Valieron mucho con Dorido las afectuosas palabras
y ruego licito de Horacio, y así le respondió ser muy
contento, prometiéndole, si su señora dello gustase,
desembarazaria el puesto, dejándole desocupada la plaza
sin contradicion alguna, y viviese seguro que no le seria
competidor, para lo cual haria dos cosas: la una, desen-
gañar á Clorinia, diciéndole cómo por cierto voto él no
podia ser casado con ella; y la otra, que para poderla
olvidar procuraria amar en otra parte; pero que por
la grande amistad que con Valerio tenia, no podia dejar
de visitarla, y dello podria resultarle algun provecho, y
de ninguna manera daño; pues entendia favorecerlo en
las ocasiones que se ofreciesen. Quedó con esto Horacio
contento, satisfecho y muy agradecido á Dorido, no con-
siderando que habiéndolo dejado á la eleccion de Clorinia,
hasta saber su voluntad, habia poco negociado; y el ba-
ber hecho Dorido la oferta, fué confiado que hablar á
Clorinia en ello fuera sacarle el corazon. Con estas varias
confianzas, Horacio pidió á Dorido hablase por él,
se lo prometió por conservar su amistad, no dando nota
ni escándalo en sus amores. Como lo ofreció lo hizo, que
viéndose con su dama, le relató una grande arenga de
todo lo pasado, diciéndole, que si su voluntad era amar á
Horacio, que nunca Dios permitiera que él impidiera su
honrado intento; mas á lo menos, cuando no lo quisiese,
tenia obligacion de agradecerle la voluntad, no mostrán-
dosele áspera, y si pasase por la calle no huille, que le
hiciese rostro alegre, aunque fuese fingido. A esto res-

y así

Luego el siguiente dia estos dos hombres fueron en busca de Dorido, y le dijeron: « ya, señor, sabeis que somos vuestros amigos, y como tales no es justo entre nosotros haya cosa oculta; lo mismo es justo, si lo sois nuestro, se haga de vuestra parte, diciéndonos la verdad que se os preguntare y fuere lícito. Ayer, á cuatro horas andadas después de anochecido, paseando por nuestra calle, que así la podemos llamar (pues en ella tenemos cada cual de nosotros el alma), buscando nuestra ventura, vimos un hombre que nos anduvo acechando, siguiéndonos los pasos sin perdernos de vista un solo credo. Tuvimos deseo de reconocer quién fuera, y lo dejamos de hacer por no causar un escándalo : no pudimos aun sospechar quién fuese, hasta después estar certificados, por lo que sucedió, ser vos; y fué que habiéndonos parado cerca de la ventana de vuestra dama, la sentimos abrir y ponerse á ella Scintila, que viendo los bultos y no conociendo, dijo: « Dorido, ¿por qué no subís?» Cuando aquello le oimos, con una impertinente curiosidad, fiados de vuestra amistad, le respondi: «¿por dónde?» A esta palabra, sin replicar otra alguna, cerrando la ventana se entró dentro de donde sospechamos debíades de haber hecho algun concierto, y por no impedirlo nos fuimos de allí luego y en vuestra busca, mas no pa-pondió Clorinia con enojo, diciendo que no le mandase recistes; y así no podimos deciros hasta ahora lo pasado. Mas porque deseamos serviros, y que, conservando nuestra amistad, nuestras pretensas vayan adelante, cada uno con la suya, sin que podamos impedirnos, partamos la noche nosotros tomaremos de la media hasta el dia, y si lo quereis al trocado, sea como gustáredes, que á nosotros todo nos viene á ser una cuenta. » Dorido quisiera disimular con ellos; mas hallándose atajado con razones, no pudo, y así escogió la primera que le ofrecieron, y con esta llaneza prosiguió la noche tercera su visita, bien falto de esperanza de hacerla, y que ella allí volviese por el suceso pasado. Mas como Clorinia amaba, nada se le ponia por delante, que con mucho cuidado solicitaba si volveria su galán, por alegrarse con su vista, y saber qué impedimento le hubiera hecho faltar la noche pasada.¶

En tanto que sus padres estaban cenando, levantándose de la mesa fué al agujero podíalo hacer con seguridad, porque la chimenea, junto à la cual cenaban, estaba la una puerta de la sala, que era grande, y la ventana del agujero á la otra, cerca del rincon della, y en medio habia ciertos embarazos que impedian la vista de la una parte à la otra. Sus padres estaban de manera que fácilmente pudiera llegar y hablar bajo sin ser sentida de alguno; verdad es, que estaba sobre aviso de lo que pudiera suceder para quitarse presto. Ella llegó á tan buen tiempo, que ya Dorido la estaba esperando, porque desde la calle le pareció sentir pasos en la sala: fué cierta señal para él que serian de su dama; subió presto á verlo, y como era la segunda vez que se veian, ya no tuvieron el empacho que primero. Habláronse con mas osadía, lo que les dió lugar el tiempo (que fué aquella noche breve y como hurtado), despidiéronse con grandes ternezas, dejando concertado que en cuanto la luna les diese lugar con la menguante, gozasen ellos de su creciente, hasta que otro mejor medio se hallase. En este tiempo un mancebo, muy gran amigo de Dorido, que llamaban Horacio, se enamoró de Clorinia, servíala, no embargante que entendia ser prenda de su amigo; pero juntamente sabia que no trataba de casarse con ella, y él sí. Confiándose de su grande amistad en la justa peticion y causa honesta, le pi

tal ni hablase mas en ello; porque cuando por este fin él la dejase, antes gustaria de ser aborrecida, que ofenderle y ofenderse, poniendo su amor en otra parte ; que él habia sido el primero y seria el último en su vida, la cual desde luego le sacrificaba, para que no siendo caso de mandarle que lo olvidase, dispusiese de todo lo restante de su voluntad. ¶

¶No dejaba Dorido de recebir contento, por ser el verdadero crisol donde se afinaban sus amores, y la seguridad con que lo amaba; y así no se lo volvió á tratar, antes prosiguió sus visitas de dia y noche, habiendo primero desengañado à Horacio de lo pasado. El no lo quiso creer, entristecióse grandemente de oirlo, y con todo esto no dejaba de servirla; mas nunca la halló dispuesta en hacerle algun favor, antes áspera y rigurosa, de donde resultó que viéndose desdeñado y á Dorido preferido, el furor irritó la paciencia, encendiéndose de tal manera en una ira infernal, que el amor que le tenia trocó en aborrecimiento; y así como por lo pasado siempre deseó servirla, de allí adelante se desvelaba buscando su daño, poniendo en ello todo su estudio y diligencia, de tal manera, que como hubiese algunas veces acechado á Dorido, y supiera la hora, lugar y modo cómo subia por el paredon y se hablaban, una noche se anticipó á la venida del verdadero amante, y fingiendo ser él subió al puesto y hizo un pequeño ruido con la piedra que estaba en el agujero, segun lo habia visto hacer algunas veces; pues como Clorinia sintió la seña, y sin considerar el tiempo, que era muy anticipado, acudió al reclamo luego; quitando la piedra, recibió con dulces palabras al fingido amador, que callado estaba, lo cual incitó mas á Horacio en su traicion; y metiendo la mano por el agujero, asió de la de Clorinia y se la sacó afuera, fingiendo querérsela besar; así se la tuvo apretada con la suya izquierda, y con la derecha, sacando un afilado cuchillo que llevaba, sin mucha dificultad y con suma impiedad se la cortó y llevó consigo, dejando á la triste doncella en el suelo amortecida; porque el dolor que se habia de desfogar con voces y quejas, refrenólo, haciendo fuerzas á la flaqueza femenil; encerróse en el corazon, y ofendiendo los espíritus vitales, quedó casi muerta. ¶

¶ Allí acabara sin duda, si brevemente no acudieran, que como la hallasen menos, y llamándola nó respondiese á sus padres, alborotados dello salieron á buscarla, y la hallaron desangrándose en el suelo junto del agujero que quedó abierto; y en verlo ensangrentado, dió indicios de la causa de su muerte, que tal se juzgaba, pues en ella no habia señal de vida. Viendo los afligidos padres el cruel espectáculo triste, y el tronco del brazo sin su mano, no pudiendo refrenar el dolor, cayeron como muertos juntos á la sin ventura hija, no menos desalentados que ella estaba; mas volviendo luego en sí, con las mayores lástimas que nunca se oyeron, comenzaron á lamentar su mucha desventura y lastimoso caso; pero en medio del escesivo dolor, consideraron ya que la vida de la hija se perdia, que también perdian la honra, y no ser lícito aventurarlo todo junto. Parecióles ocultar el suceso, refrenando los suspiros y gemidos; así sosegaron la casa; y llevando á Clorinia, con los muchos beneficios que le hicieron la volvieron algo en si; la cual viéndose en medio de sus padres llorosos y de aquella manera, le fué otro tanto dolor, y acrecentado de la vergüenza, de nuevo se amorteció. Visto por ellos, creció su dolor, de manera que se les arrancaban las almas; y con las palabras mas tiernas que podian, regaladamente procuraban consolarla, diciéndole dulces amores, como padres que tanto la querian, para curarle con ellas la herida del ánimo, que era la que mas ella sentia. Con esto la afligida Clorinia se alentó algun tanto, y llorando su mal, que hasta entonces no habia podido, movia las piedras á sentimiento. Luego con gran secreto trataron de curarla. Valerio, su hermano, fué á llamar un cirujano amigo suyo, de quien podia secretamente fiarse. La noche hacia muy oscura, llevaba una lanterna, con la cual al atravesar una calle reconoció á Dorido, que muy descuidado venia para verse con su dama, ignorante de todo lo pasado; comenzólo á llamar con voz dolorosa y triste, y como volviese, le dijo: «¡ay, amigo verdadero! ¿dónde vais? ¿ Vais por ventura á llorar con nosotros nuestras desgracias, y el trágico dolor que nos acaba las vidas? ¿Habeis visto ó sentido desventuras como la nuestra, y de la desdichada Clorinia? ¡Ay! que á vos, que sois amigo verdadero no se podrá encubrir lo que á todo el mundo habemos de negar; porque sé que habemos de tener en vos compañero á nuestro duelo; y que como nosotros mismos hareis diligencia en la venganza, procurando saber quién sea el cruel homicida de mi hermana. »¶

Dorido quedó sin sentido de oir estas palabras, y fué maravilla poderse tener en pié, segun le hirieron en el corazon; pero cobrándose algo con el deseo de entender el caso, procurando esforzarse, con voz turbada preguntó lo que habia sido. Valerio le dijo por órden lo pasado, y cómo iba á llamar un cirujano; rogóle se fuese con él, pues corria peligro la tardanza con la vida de Clorinia. Dorido lo acompañó, y aunque le hacia mas menester ser consolado que dar consuelo, todavía lo menos mal que pudo dijo así: Valerio hermano, es tanto lo que siento vuestras lástimas, y de la desdichada Clorinia, que no menos que á vos me pueden dar el pésame de su desdicha: de tal manera lo siento, que estoy seguro y cierto que no me haceis ventaja; empero viendo cuán poco el dolor aprovecha ni el Ilanto importa, no acudo á mas que aconsejaros en lo que se debe hacer; y os digo que se busque al traidor que tal maldad ha hecho, para que en él se ejecute la mayor venganza que nunca se hizo. Yo me encargo dello, que para esta diligencia bien creo seré bastante à salir con ella, descubriendo rastros por donde lo halle. Vos id por el cirujano, que no es bien, donde à tanto se ha de acudir, que todos asistamos á una cosa, siendo la de mi cargo tan forzosa; cada uno haga la suya; idos con Dios, que no me basta la paciencia en detenerme punto; con esta se apartaron. A Dorido se le asentó en el ánimo, que otro que Horacio no pudo haber sido autor de tal maldad, por muchas ra

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zones que concurrieron, que cada cual era manifiesto indicio dello; y así determinó hacer en él un castigo igual á lo que su justo enojo le pedia. Con esta determinacion se fué à su casa, y entrando en su aposento, soltó las riendas al llanto, lamentando el áspero desastre : « Clorinia (le decia) de mis ojos, bien veo el mal que por mí te ha venido ; yo fuí la causa dello; engañóte el traidor Horacio; pensaste que era tu querido Dorido. ¡Ay desdichada señora de mi vida! Yo te truje á este paso tan amargo; yo te he muerto, pues te inquieté de tu reposo, yo te saqué de tu recogimiento. ¡Ay malditos ojos que te vieron ! ¡Ay maldita lengua con que pedí me bablases! Amada Cloninia, vida mia, ya no vida sino muerte, pues con la tuya vendrá la mia yo te hice este mal, mas viva yo hasta que te vengue; y vive tú hasta que sepas la venganza en el traidor, que será tan ejemplar como es justo, para que quedo por memoria en siglos venideros. Yo prometo sacrificar á tus cenizas la impía sangre del traidor Horacio; por un a mano que te quitó dará dos suyas: una cortó inocente, dos le cortaré sacrílegas. Déte tanta vida el cielo, que lo alcance y deje gozar el galardon que por ello te debo. Y tú, dulce Clorinia, perdona la culpa que tengo, que si fuese tu gusto mi muerte, con mis manos te lo hubiera dado.» ¶ ¶ Con estas y otras lastimosas palabras lloraba el caso digno de eternas lágrimas, y bien el dolor le acabara segun le apretaba; mas ibase sustentando con el deseo de venganza, y así entre muerte y vida pasó aquella noche. Luego el siguiente dia los fué à visitar; los padres y hermano de nuevo renovaron las lágrimas abrazando los unos á los otros; y el padre dijo: «¿qué desdicha tan grande, hijo Dorido, ha sido la nuestra? ¿Qué rigor de cielos contra mí se conjuraron? ¿Qué furia infernal intentó semejante delito? ¿Qué os parece de nuestra desgracia? ¿Cómo sentís nuestra honra? ¿Qué capa cubrirá mancha tan fea? ¿Y qué venganza podrá mitigar dolor semejante? Decidnos, ¿qué consuelo será el nuestro? ¿Cómo podremos vivir sin la que nos daba vida?» Dorido no pudiendo resistir las lágrimas, consolando á los affigidos padres y hermano, dijo: «no es tiempo,señores, de gastarlo lamentando, antes debemos ocuparlo en lo que mas á todos nos es importante; y aunque para lo que quiero proponer fue、 ra necesario no ser yo mismo, la ocasion y secreto me obliga que lo haga. Bien conoceis y habeis visto la general desdicha sucedida, tan vuestra como mia, y mas mia que vuestra. Por sentir vuestro dolor juntamente con el mio veo cortado el hilo de mi vida, que solo espero la muerte tan amarga, cuanto creí me fuera dichosa, si la acabara primero que Clorinia. Ya sabeis quien soy, y sé yo vuestro mucho valor y calidad, que cuando al mio no sobrepujára, lo hiciera la singular amistad que me habeis tenido, poniéndome en obligacion eterna. Este caso es propio mio, y para que así lo entienda el mundo, lo que después por otro tercero habia de suplicaros, quiero pediros de merced me deis á mi Clorinia por esposa, y con esto haceis dos cosas, rescatais vuestras honras, y ejecutais con mano propia la venganza. Si el cielo me fuere tan favorable que le conceda vida, conmigo quedará, no como merece su calidad, mas como se debe á mi deseo de servirla; y si otra cosa sucediere, bien es se sepa que hizo su esposo lo que estuvo obligado, y no Dorido amigo de sus padres ; concededme este bien, por lo bien que á todos podria resultar dello. » A los padres y hermano pareció justa y honrada peticion, agradeciéronselo mucho; mas porque quien mas en ello habia de ser parte era Clorinia, quisieron tomar su parecer, la cual cuando se lo dijeron le salieron las lágrimas de gozo, y dijo: «con sola esta espero tener vida, y si mas caro me costara la compraba barato; confío en Dios de vivir alegre y morir consolada; y así suplico se haga como mi esposo Dorido lo pide. » Luego lo llamaron, y viéndose juntos, en mucho rato no pudieron hablarse, con lo que las almas de los dos

muerto. Luego Dorido, atándole los piés y brazos fuertemente á los de la misma silla, cerradas todas las puertas de la casa, y ellos dos en ella solos, le dió á oler una poma, con que luego recordó del sueño en que estaba sepultado; y viéndose de tal modo, sin ser señor de poderse menear, conoció ser castigo de su culpa. Dorido le cortó ambas manos, y en el canto de la silla le dió garrote, con que le dejó abogado; y esta madrugada lo trujo antes de amanecer delante de sí en la silla de un caballo, y poniendo un palo en el agujero donde cometió el delito, lo dejó ahorcado dél, y con una cinta las dos manos atadas al cuello. Con esto se ausentó de Roma, pareciéndole que sin su Clorinia, patria ni vida pudieran consolarlo. Hoy que amaneció este espectáculo ha fallecido Clorinia, y en este punto acaba de espirar. »¶

sentian; y así se juraron, quedando concertado el matrimonio, y hechas en él con todo secreto las diligencias que convino, entre tanto que pudieran ser desposados. En esto pasaron tres dias, y del contento parecia tener Clorinia alguna mejoría; mas era fingida, porque con la mucha sangre que le habia salido, poco a poco se acababa. ¶ Viendo Dorido ser imposible escapar su esposa con la vida, porque muriese de todo punto alegre y satisfecha (si tal puede haber en la muerte) al cuarto dia, pareciéndole tiempo conveniente á lo que tenia trazado, para el quinto convidó á Horacio como hacia otras veces, el cual confiado en el secreto con que cometió el delito, y que ni en la ciudad ni vecindad se hablaba ni entendia palabra, paseábase muy seguro como si tal no hubiera hecho, y así no se recelaba. Dorido, para mas desvelarlo, fingió no saber alguna cosa, mostróle el rostro alegre, la boca risueña, que asegurado también con esto aceptó el convite. Habia hecho Dorido conficionar un vino que daba profundo sueño siendo bebido, el cual secretamente mandó que le sirviesen á la mesa; hízose así, y habiendo comido, con el postrer bocado se quedó en la silla como un

Al embajador causó gran lástima y admiracion el caso; era hora de ir á palacio y despidiéronse; yo dí mil gracias a Dios, que no me hizo enamorado; pero si no jugué los dados, hice otros peores baratos como verás en la segunda parte de mi vida, para donde, si la primera te dió gusto, te convido. ¶

FIN DE LA PRIMERA PARTE DE GUZMAN DE ALFARACHE.

GUZMAN DE ALFARACHE.

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PARTE SEGUNDA.

LIBRO PRIMERO.

DONDE CUENTA LO QUE LE SUCEDIÓ DESDE QUE SIRVIÓ AL EMBAJADOR SŲ SEÑOR, Hasta que salió DE ROMA.

CAPITULO PRIMERO.

Guzmán de Alfarache disculpa el proceso de su discurso, pido atencion y da noticia de su intento.

Comido y reposado has en la venta ; levántate, amigo, si en esta jornada gustas de que te sirva, yendo en tu compañía, que aunque nos queda otra, para cuyo dichoso fin voy caminando por estos pedregales y malezas, bien creo que te se hará fácil el viaje, con la cierta promesa de llevarte á tu deseo. Perdona mi proceder atrevido, no juzgues á descomedimiento tratarte desta manera, falto de aquel respeto debido á quien eres ; considera que lo que digo no es para ti, antes para que lo reprehendas á otros, que como yo lo habían menester.

¶ Hablando voy á ciegas, y dirásme muy bien, que estoy muy cerca de hablar á tontas, pues arrojo la piedra sin saber dónde podrá dar, y diréte á esto lo que decia un loco que arrojaba cantos: cuando alguno tiraba daba voces, diciendo: guarda aho, guarda aho, todos me la deben, de donde diere. Aunque también te digo, que como lengo las hechas, tengo sospechas. A mi me parece que son todos los hombres como yo, flacos, fáciles, con pasiones naturales y aun estrañas, que con mal seria, si todos los costales fuesen tales; mas como soy malo, nada juzgo por bueno: tal es mi desventura; y de semejantes convierto las violetas en ponzoña, pongo en la nieve manchas, maltrato y sobajo con el pensamiento la fresca rosa. Bien me hubiera sido en alguna manera no pasar con este mi discurso adelante; pues demás que tuviera escusado el serte molesto, no me fuera necesario pedirte perdon para ganarte la beca, y conseguir lo que mas aquí pretendo; que aun muchos, y quizá todos los que comieron la manzana, lo juzgarán por impertinente y superfluo, empero no es posible; porque aunque tan malo, cual tienes de mi formada idea, no puedo persuadirme que sea cierta, pues ninguno se juzga como le juzgan; yo pienso de mí lo que tú de tí: cada uno estima su trato por el mejor, su vida por la mas corregida, su causa por justa, su honra por la mayor y sus elecciones por mas bien acertadas. Hice mi cuenta con el almohada, pareciéndome, como es verdad, que siempre la prudente consideracion engendra dichosos acaecimientos, y de açelerarse las cosas nacieron sucesos infelices y varios, de que vino á resultar el triste arrepentimiento, porque dado un inconveniente, se siguen dél infinitos. Así, para que los fines no se yerren, como casi siempre sucede, conviene hacer fiel exámen de los principios, que hallados y elegidos está hecha la mitad principal de la obra, y dan de sí un resplandor que nos descubre de muy lejos con indicios naturales lo por venir. Y aunque de suyo son

en sustancia pequeños, en virtud son muy grandes y están dispuestos á mucho; por lo cual se deben dificultar cuando se intentan, procurando todo buen consejo; mas ya resueltos una vez por acto de prudencia, se juzga el seguirlos por osadía; y tanto mayor, cuanto fuere mas noble lo que se pretende con ellos. Y es imperfecion, y aun liviandad notable, comenzar las cosas para no fenecerlas, en especial si no las impiden súbitos y mas graves casos, pues en su fin consiste nuestra gloria. ¶

¶ La mia (ya te dije) que solo era de tu aprovechamiento; de tal manera, que puedas con gusto y seguridad pasar por el peligroso golfo del mar que navegas. Yo aquí recibo los palos, y tú los consejos en ellos; mia es la hambre y para ti la industria, para que no la padezcas. Yo sufro las afrentas de que nacen tus honras; y pues has oido decir que aquese te hizo rico que le hizo el pico, haz por imitar al discreto yerno, que sabe con blandura granjear del duro suegro, que le pague la casa, le dé mesa y cama, dineros y esposa con que se regale, abuelos, que como esclavos y truhanes críen, sirvan y entretengan á sus hijos. Ya tengo los piés en la barca, no puedo volver atrás; echada está la suerte, prometido tengo, y como deuda, debo cumplirte la promesa en seguir lo comenzado. El sujeto es humilde y bajo; el principio fué pequeño; lo que pienso tratar, si como buey lo rumias, volviéndolo á pasar del estómago á la boca, podria ser importante, grave y grande. Haré lo que pudiere, satisfaciendo al deseo, que hubiera servido de poco alborotar tu sosiego, habiéndote dicho parte de mi vida, dejando lo restante della. Muchos creo que dirán, ó ya lo han dicho mas valiera que ni Dios te la diera, ni así nos la contaras, porque siendo notablemente mala y distraifuera para da, mejor callarla, y para los otros no saberla. Lejos vas de la verdad, no aciertas con la razon en lo que dices, ni creo ser sano el fin que te mueve: antes me causa sospecha, que como te tocan en el ax, y aun con solo el amagarte, sin que te lleguen, te lastiman; que no hay cuando al disciplinante le duela, y sienta mas la llaga que se hizo él propio, que cuando se la curan otros.¶ 10 te digo verdades, ó mentiras ; mentiras no, y á Dios pluguiera que lo fueran, que yo conozco de tu inclinacion que holgaras de oirlas, y aun hicieras espuma con el freno; digo verdades, y hácensete amargas. Picaste dellas, porque te pican: si te sintieras con salud, y á tu vecino enfermo; si diera el rayo en cas de Ana Diaz, mejor lo llevaras, todo fuera sabroso, y yo de tí muy bien recebido. Mas para que no te me deslices como anguila, yo buscaré hojas de higuera contra tus bachillerías, no te me saldrás por esta vez de entre las manos. Digo, si quereis

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