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AMOR DIVINO.

¿Qué dices, falso Amor? ¿por qué te alabas
Con soberbia cruel sin entenderte?
Responde, engañador: ¿de quién te flas,
Pues todo lo que haces es sin tiento,
Engañando las gentes con mil vicios?
Pues, hombres, entended la maldad deste,
Y volved vuestros rostros á mi rostro;
Que yo soy el Amor santo y divino,
Por quien vencido Dios viño à la tierra
A dar muerte à la muerte y destruirla;
Y aquesta es la verdad, y asi se crea;
Lo otro es falsedad y gran mentira,
Si es dicho del amor carnal, mundano.
AMOR HUMANO.

Yo soy vida y solaz del mundo triste,
Yes grande mi poder sin ser vencido
De ninguno jamás; mas antes venzo
A todos cuantos quieren defenderse;
A los reyes derribo de sus sillas
Haciéndoles sentir amargos gustos;
Yo hago á los fuertes ser muy flacos,
Y levanto también los temerosos;
En los campos estoy entre las flores,
Y dentro de la mar hiero á los peces;
En los bosques me hallo entre las peñas,
Y en las selvas metido entre las aguas,
Por mi cantan las aves mil canciones,
Y van los animales dando gritos,
Y lloran los pastores por las breñas
Diciendo con sospiros mil cantares,
Tornando su rudeza en alto estilo;
Pues luego ¿quién se puede en esta vida
Alabar como yo puedo alabarme
Ninguno, pues yo soy Amor humano.

AMOR DIVINO.

Yo destierro y deshago la mentira, Y levanto sin alas á gran vuelo A los hombres que justamente viven, Haciéndoles gustar divinas cosas. Aquello que prometo nunca falta, Y si una vez lo doy, jamás lo quito, Y soy santo, eterno, puro y fuerte; Por eso piensa Amor, que no eres nada, Y es poco tu valor lleno de engaños; Y así se ha de creer sin poner duda, Pues viendo la maldad que tanto reina, Acorde de bajar con mis hermanas A dar aviso cierto de tal daño Que tú tienes sembrado por la tierra. AMOR HUMANO.

Yo no tengo temor de cosa alguna; Hermoso y rico soy, en todas partes Mi nombre se conoce alegremente; A David le vencí con mi potencia, Haciéndole hacer cuanto yo quise; También á Salomon, siendo prudente; Lo mismo fué Sanson por mí vencido, Con todos los demás que son pasados; Pues mira cómo soy de eterna fama, Y así puedo llamarme poderoso.

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Yo me doy ante ti por muy rendido;
No quieras pues de mi mayor venganza
Que verme à tus piés tan derrocado,
Lo cual nunca pensé jamás de verme.

A este tiempo, que el Amor divino hizo muestra de flechar el arco contra el Amor humano, él se rindió poniéndose por el suelo; y entonces el Amor divino llegóse à él, y quitándose una cadena de oro que al cuello traia, se la echó al Amor en señal de preso; y á este tiempo movieron las virtudes tañendo y cantando dulcemente contra los siete vicios; y ellos asimismo pareciendo que de las virtudes huian, asimismo tañendo y cantando, comenzaron á hacer hermosas mudanzas; y quitándose las cadenas que

á los cuellos traian, se las echaron á ellos, y, como que iban presos, con hermoso concierto de música se salieron del teatro, y así se dió fin á esta representacion. Luzmán y Belcaro se volvieron muy contentos de lo que se habia hecho. Pues así vido otras cosas Luzmán en Roma; y pareciéndole que ya era tiempo, acordó de irse á Nápoles, y despidiéndose de Belcaro que mucho sintió su partida, tomó la derecha vía de Gaeta, porque por allí determinó de hacer su camino y ver aquella ciudad; y así anduvo tanto que llegó á ella, y fuése á una posada de una honrada dueña, y ahí reposó algunos dias descansando y viendo aquella ciudad. Y aquí da fin este quinto libro.

LIBRO SESTO.

Estando Luzmán en esta ciudad de Gaeta, vino á su noticia de un hombre natural morador della, llamado el rico Argestes, el mas estraño en la vida de cuantos por gran tiempo fueron mentados en estrañas costumbres. Pues deseando mucho hablar con él, procurólo con toda diligencia, y ocho dias anduvo que nunca pudo cumplir su deseo; porque este avariento, que tan rico era, jamás salia de su casa sino era las fiestas á oir misa, y luego se volvia á ella; y esto tan de mañana, que apenas era visto de todas gentes, porque huia de la conversacion de los hombres. Pues como Luzmán tanto lo desease, determinó de ir á su casa, y asi lo hizo con una nueva astucia, y llamando á una puerta, se paró á una ventana una mujer vieja, y le dijo: «¿qué buscas, pelegrino, que tú eres el que ya otras veces aquí has venido? -Es verdad, respondió Luzmán, mas has de saber que yo no me puedo partir desta tierra sin hablar al señor Argęstes. No puedes, dijo la mujer ahora hablarle, espera cuando de casa salga, y allá le bablarás. Sí esperaré, dijo Luzmán, pues te digo que no me puedo ir sin hablarle; y sepas que es cosa de gran provecho suyo, y que mucho le va en hablar conmigo.» Argestes que escuchando estaba lo que Luzmán hablaba con su sierva, y oyó decir que era cosa de su provecho, púsose á la ventana, y dijo á Luzmán que le dijese lo que le queria. Hazme abrir, dijo Luzmán, que es cosa que conviene decirtela á tí solo. >>

Argestes entonces mandóle abrir, y Luzmán subió á una pequeña sala tan mal compuesta y pobre, que se maravilló, habiendo oido decir que este era el hombre mas rico que habia en cien leguas á la redonda; y era verdad, que pasadas de veinte arcas tenia llenas de moneda de oro y plata, porque su padre habia sido el mayor mercader que en gran parte se hallaba, y por tierra y por mar ganó grandes riquezas, el cual nunca compró heredades ni posesiones, sino todo cuanto podia era guardar dineros. No fué tan estraño como este su hijo, aunque fué muy miserable. Pues cuando Argestes se vió solo con Luzmán, cerrando él mismo su puerta se sentó sobre un banco, y hizo sentar á Luzmán, y díjole: «díme agora á lo que eres venido, y no tardes mucho, porque tengo que hacer. — Argestes, dijo Luzmán, has de saber, que yo no te vengo á demandar cosa ninguna; que aunque vengo en este hábito soy caballero, y traigo conmigo lo que he menester; mas es mi condicion andar á ver las cosas del mundo que mas estrañas son; y una de las que mas admiracion me han dado, fué oir decir de tí; pues siendo tan rico hombre, haces la vida del mas pobre y miserable que en la tierra hay.¿Quién te ha dicho á tí que yo soy rico? dijo Argestes, que no me tengo yo por tal, que para tan larga vida ¿qué se puede tener que no sea poco? -¿ Vida

T. III.

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-

larga llamas tú á esta, dijo Luzmán, pudiendose acabar agora ó mañana, ó á lo mas largo veinte ó treinta años? No hago caso deso, dijo Argestes, que mientras vivo menester he lo que tengo; pues vale mas que me sobre que no que me falte para pedirlo á ninguno.-Cómo estás tan solo? dijo Luzmán. A lo menos no ternías gentil casa como á tí conviene, y criados con quien pudieses vivir honrado? Déjate deso, dijo Argestes, que para un solo hombre bástame esta casa; y esas galas y ricos paños nunca holgué con ellos, ni menos me agradaron criados, que ya sabes que son enemigos forzosos, y con ellos viviera sospechoso, no sabiendo de quién me debiera fiar; y por no tener esa congoja y gastar con ellos mis dineros, me estoy de la manera que ves. Pues dí, respondió Luzmán, ¿cómo nunca te has casado? ¿No fuera buen tener mujer, y esa te regalara, diérate Dios hijos, á quien pudieras dejar lo que tienes? - Ya fuera muerto, dijo Argestes, si eso que dices hubiera hecho, ó estuviera tan pobre que nadie me conociera. ¿No sabes tú que las mujeres cada dia buscan nuevas galas, estrañas invenciones, y nunca se contentan? Después desto, la congoja de sus parientes, sin otras que ellas saben acarrear al hombre; pues hijos, no desean otra cosa sino la muerte de sus padres, por gastar en un dia cuanto ellos han guardado y ganado en muchos años; yo te digo que no quiero otra mujer ni hijos, ni criados, sino son aquellos que oyes dar gritos por salir donde yo estoy. >>

Decía esto el avariento Argestes, porque tenia cuatro feroces perros, los cuales le guardaban su casa, y á la sazon los tenia encerrados y ladraban fuertemente. Luzmán, maravillado de tan desventurado hombre, le replicó diciendo: «¿cómo puede ser que á lo menos no tengas amigos, que me dicen que no los tienes? -¿Para qué los he menester, dijo Argestes, pues ellos muchas veces hacen ser pobre al hombre? ¿Quién seria mi amigo, que no fuese por engañarme ó pedirme de lo que tengo? Y si lo diese, desharia mi hacienda, y vernia á ser pobre; y si no les quisiese dar, serian mis enemigos, y así desta manera no tratando con ninguno, estoy como Neron cuando dijo que no tenia amigo ni enemigo. Hanme dicho, dijo Luzmán, que jamas ninguno te ha visto reir: ¿de qué puede venir tan estraño estremo?-Pues ¿por qué quieres que me ría, dijo Argestes, que no tengo ningun contentamiento sino es cuando esos pocos dineros que tengo los meneo con estas manos, y me revuelvo algunas veces en ellos, revolviendo mi rostro por el oro y plata que tengo? Allí hablo con ellos, y formo mujer y hijos, parientes, amigos y criados, y fuera de allí no es en mi mano dejar de llorar, porque no tuve tantas riquezas que pudiera con ellas sembrar los campos, y que me quedaran muchas mas, de ma

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nera que lo que tocara fuera moneda de oro y plata. - Por cierto, Argestes, dijo Luzmán, que bien dijiste al principio cuando te llamaste pobre; que cierto lo eres, pues lo que tienes no es tuyo, mas eres tú sujeto à tu riqueza; acuérdate de la muerte, que yo me acuerdo que siendo mozo leí un dicho de un sabio, el cual tocaba acerca de tu vida, y quiérotelo decir. Dí, dijo Argestes, que pues be tenido paciencia para oirte tanto como me has dicho, también la terné para oir lo que mas me dijeres. » Luzmán comenzó á decir los siguientes versos, pensando que con el estilo de la poesía y su suavidad le traeria á entenderse y á conocer algo á Dios, doliéndose de su ánima, los cuales decian. así:

En la sagrada Escritura, Donde nuestra fe se sella Por manera de figura, Dice Dios hablando en ella Del rico y su desventura. Y es que Lázaro pidió Limosna al rico avariento, Y el triste no se la dió; Antes con maldito intento Soberbios perros le echo. Sucedió al desventurado, Sin valerle la riqueza, Sus vestidos ni grandeza, Que fué muerto y sepultado Dentro en la infernal tristeza. De allí los ojos alzó Cercado de crudo afán Y á Lázaro puesto vió En el seno de Abrahan, Al cual llorando pidió,

Sola una gota le diese
De agua para beber,
Con que el fuego deshiciese
De su crudo padecer,
Lleno de tierno interese.

Pero nunca le fué dada,
Porque no la merecia,
¡Oh muerte nunca acabada
La que este rico sufria
En el fin de su jornada!

Así tú debes mirar

Que esas riquezas que tienes
En la tierra han de quedar,
Y esos miserables bienes
Mas presto te han de matar.
Procura de despendellos
Con obras de caridad;
No pongas el alma en ellos,
Cata que no es cristiandad
Adorarlos ni querellos.

Reparte con los cuitados,
Casa las pobres doncellas,
Libra los encarcelados,
Porque aquestas son centellas
Que destruyen los pecados.

Procura sacar captivos,
Visita los hospitales;
Que con estas obras tales
Hallarás tesoros vivos
En las cumbres celestiales.
Busca la conversacion
De buenos y religiosos,
Mudando la condicion,
Con amigos virtuosos
Ensanebando el corazon.

Procúrate de casar,
Que es virtud tener mujer
Y podrás hijos tener;
Y así podrás alcanzar
Dos victorias en un ser.

«Ves aquí, Argestes, cómo por estos versos que aquí te he dicho, los cuales siendo mozo aprendí, puedes claramente ver que si no obras en la vida con caridad del ánima, dando limosnas y haciendo que debes, perderás el ánima; así que, yo te ruego vuelvas sobre tí tomando en esto mi consejo, el cual no te lo doy porque deje de creer que á tí te falta; mas muchas veces los hombres yerran por no mirar en ello, y mas tú, que tan falto eres de quien te pueda aconsejar, no teniendo amigos ni leales criados; ni mujer ni hijos; ruégote que me perdones, que como cristiano te lo digo, y no movido por intereše ». Argestes, que muy atento estuvo á estas últimas palabras y mirase á Luzmán al rostro, por el cual le corrian algunas lágrimas salidas con el celo y caridad de hombre en quien habia gran virtud, dióle en el corazon una gran vuelta, á manera de gran confusion, y sintiendo en sí esta mudanza, respondió á Luzmán: «yo te digo, amigo, que nunca pensé, que hombre jamás pudiera emblandecer mi costumbre y estraña vida; y verdaderamente me has abierto los ojos del entendimiento con tus palabras, y conozco que he estado ciego, y que agora de nuevo veo mi perdicion y la brevedad de las cosas mundanas, y así quiero mudarme y hacerme otro de lo que hasta aquí he sido, que yo creo que tú no eres hombre sino angel, que en forma humana á mi casa has venido.» Y como esto dijo, comenzó á verter muchas lágrimas. Luzmán, que vió tan breve mudanza en un hombre que tantos años habia vivido sin entender á sí, ni conocer à Dios, muy alegre se levantó y se fué à Argestes con los brazos abiertos, diriendo no me agradezcas á mí, señor Argestes, lo que pretendes hacer, sino á Dios, que ha querido mirar lo que te convenia para salvarte; y ruégote que este buen propósito lo ejecutes, para que dés muerte á tu primera vida, cobrando otra mas nueva con la cual vivirás para siempre.» Argestes le abrazó diciendo: « tú verás que haré yo lo que me has aconsejado, y ruégote de mi casa no te vayas por algunos dias, hasta tanto que veas cómo comienzo á ser nuevo sembrador de obras.-Haré cuanto tú quieras, dijo Luzmán.»

Pues habeis de saber que tanto pudieron las virtuosas

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razones de Luzmán, que Argestes luego por su consejo se pasó á una gentil casa, y tomó de la ciudad hijos de hombres pobres y escuderos honrados, y se comenzó á tratar noblemente, haciendo muchas limosnas, y se casó con una noble doncella, aunque pobre; y edificó un monasterio entre dos peñas, que hasta hoy vive, llamado la Trinidad de Gaeta, y le dejó mucha riqueza; asimismo compró grandes posesiones y rentas para un hijo que tuvo, y sacó muchos cautivos, de manera, que en veinte años que vivió hizo tales cosas que gran fama alcanzó por toda Italia; y todo esto por el consejo de Luzmán, donde se da à entender cuánto puede la conversacion y compañía de un bueno, y el consejo cuando es dado por hombre virtuoso que no pretende humano interés y así Argestes dejó de ir por el camino de la perdicion y volvió á hacer tales obras, con las cuales se puede creer salvarse. Fué puesta grande admiracion en la ciudad de ver lo que Argestes bizo, y cada dia hacia, mudándose de colérico y triste en alegre y contento, hablando con todos, y repartiendo su hacienda; y sabiendo que Luzmán habia sido la causa, toda la ciudad le hizo gran honra, y á memoria suya edificaron un lugar llamado el Luzmano, y allí le retrataron al natural.

Aquí se detuvo tres meses, y á la partida, Argestes le daba tantas cosas ricas, que con ellas pudiera comprar gran renta;, mas él no quiso tomar cosa ninguna, antes se despidió dél, dejándole ya casado, y de todos los nobles de la ciudad, y se metió en una fusta con determinacion de ir á Nápoles; y ya que iba á vista della, con un poco de tormenta, dió al puerto de Baya, que es junto à la ciudad de Puzol, tres leguas de Nápoles, y allí acordó de salir del mar y irse por tierra. Pues como anduviese, habiéndose desembarcado, mirando las peñas y cuevas que por allí habia, vió entre dos peñascos una à manera de cueva muy estraña y unos pescadores que allí junto estaban pescando. Como le vieron que miraba à aquella cueva, uno dellos le dijo: «¿qué mirais, bermano? ¿Por ventura, vos venís á entrar ahi dentro como otros suelen hacer?» Luzmán le respondió: «no por cierto, que yo no sé nada en esta tierra; mas decidme ¿qué hay aquí dentro que entran á ver los que aquí vienen ?—Lo que hay ó no, dijo el pescador, no se sabe, salvo que llaman esta la cueva de la sábia Cuma: muchos quieren decir, que hay dentro grandes cosas de ver, mas no se sabe que ninguno haya podido entrar de cien pasos adentro.>

A Luzmán le vino gran deseo de ver esta cueva; y des-7 pidiéndose de los pescadores comenzó á entrar por ella. Pues habiendo andado por un camino escuro, como cien pasos, hallóse en un verde y hermoso prado, al rededor dél grandes peñas que le cercaban, y pasando por él entró por otra angosta senda, y no tardó que se halló en un hermoso patio labrado de singulares piedras, cubierto de hermosa madera labrada sotilmente y de fino oro dorada, y al rede-j dor dél muchos aposentos. Pues estando así Luzmán maravillado de ver lo que veia, vió salir de un aposento una doncella vestida y tocada de muy blancos vestidos, y en fa mano un bordon de plata. Maravillado Luzmán de verla, con grande acatamiento se le humilló, y ella le dijo: «bien seas venido, Luzmán, á esta mi cueva : gran virtud es la tuya, pues tuviste poder de entrar en ella, y así yo te quiero mostrar esta rica morada; y porque sepas quién soy, decirtelo he. Has de saber que es mi nombre la sábia Cuma, señora desta ciudad que Puzol se llama, bija del sabio Quircio, que en su tiempo ninguno le igualó, do después de su muerte, que habrá doscientos años, aqui me dejó encantada, dejando aquí pintados todos los hechos del mundo, así los pasados como muchos de los presentes, y aun algunos alcanzó de los por venir, siendo Dios servido de darle gracia, porque él fué muy buen cristiano, y pues te he dicho quién soy, entra agora y mira con tus ojos las cosas estrañas que aquí están,»

Luzmán estaba maravillado de lo que oia, y estaba pensando si aquello era sueño, y así comenzaron á entrar por aquellos hermosos aposentos, en los cuales estaban retratados los príncipes y hombres famosos del mundo, desde Noé hasta aquel tiempo; y al fin de todo le metió en una sala la mas estraña y hermosa de todas; y parándose la Cuma, sábia doncella, le dijo: «¿ves aquel rey, que tan poderoso parece? No pasarán muchos dias que reinará en tu patria, siendo él de ajeno reino, y en su tiempo será destruida la ciudad que agora se llama Granada, y vuelta á la ley de Cristo con otras ciudades y villas, y este reino verná en su poder. » Luzmán míró lo que Cuma le decia, y vió encima de su cabeza su nombre, y junto á él una reina hermosamente retratada: el nombre dél era Hernando y el della Isabela. Mas adelante estaba un rey mancebo junto á una reina, y al rededor dél las tres parcas. «Ves allí el verdadero sucesor que será en tu patria por la parte de aquella reina que allí ves con quien será casado; mas su vida será en breve cortada de aquellas tres hermanas, cortadoras de la vida del hombre. » Mas adelante estaba encima de un poderoso caballo otro rey, y delante dél una corona de emperador. La sábia Cuma le dijo á Luzmán: «este, que aquí ves, sucederá por derecha línea en España y será emperador, uno de los famosos y poderosos principes que habrá basta su tiempo; y aquel animal que allí ves tan feroz será uno que se levantará en su tiempo, llamado la comun bestia; esta será destruida por los valerosos caballeros y altos hombres que en su tiempo habrá. » Mas adelante parecia estar sentado este mismo príncipe vestido de humildes paños, representando haber dejado la pompa y grandeza que tenia. La Cuma le declaró esto á Luzmán diciendo : « aquel que allí ves poderoso, catalo alli rendido al conocimiento de sí mismo, y esto es que renunciará sus estados y señoríos à aquel príncipe que allí ves armado de todas armas con el escudo verde y una Fe en él en señal que en su tiempo levantará la Fe, y destruirá á todos aquellos que fueren enemigos de la Fe,>> Luzmán miró al uno y al otro, y vió que el emperador se llamaba Carlos, y su hijo Felipe: al rededor del cual estaba gran copia de caballeros.

Y mas adelante iba en un carro un mancebo ricamente vestido, acompañado de muchos caballeros: «quiérote decir, dijo Cuma, porque de aquí vayas con mas claridad y certidumbre que tú piensas: aquel que allí va, sepas que es un heredero que, deste rey que aquí ves tan famoso, sucederá en España, llamado Carlos, en cuyo tiempo habrá poderosos hombres, valerosos y esforzados, de justos y leales corazones, muy amigos de la ley divina, y celosos del servicio de su rey.» Parecian adelante asimismo retratadas muchas dueñas y doncellas, de quien la Cuma dijo grandes loores en la bondad, cristiandad y hermosura que en su tiempo habian de tener.

Tan embebecido estaba Luzmán en ver estas cosas que no se acordaba de otra cosa ninguna. La Cuma le dijo: bien será que vengas un poco á recrearte, que basta lo que aquí has visto, » y luego se metió por una puerta y Luzmán con ella, y así le llevó á un jardin que su hermosura ponia admiracion, con tantos árboles de todas frutas, que no podian ser contados, y por cada parte muchas fuentes, dando las yerbas y flores suave olor; y á una parte dél estaba una pequeña cuadra ricamente obrada, y en ella un estrado de brocado carmesí con muchos cojines de lo mismo. La sabia Cuma, tomando á Luzmán por la mano le dijo: penado Luzmán, siéntate aquí, y reposa un poco, que por tu gran virtud gozas y ves lo que muchos no han podido ver; y porque sé que eres muy amigo de oir tañer y cantar, yo quiero por amor de tí hacerlo.- Mi buena señora, respondió Luzmán, he visto y veo tales cosas en este lugar, que me tienen admirado el sentido; y pues tú, señora, me quieres hacer tanto favor que te oya cantar y tañer, yo recebiré dello gran contentamiento.- Pues sién

tate, dijo la Cuma, y él luego así lo hizo; y ella asimismo se asentó, y tomando una arpa que en aquel lugar estaba, comenzóla á tañer con gran suavidad, y desde à una pieza que en ella tañó, estando Luzmán muy atento, comenzó á decir desta manera:

Yo digo que muy poco alcanza y siente
En esta miserable y pobre vida
El hombre que presume ser prudente.
En todo puso Dios peso y medida;
Mediante su saber el hombre sabe-
En cosas que no sabe dar salida.

Con fuerza y artificio va la nave:
No solo son sus piés los duros vientos,
Ni puede sin las alas ir el ave.

Lijera cosa son los pensamientos;
Caminan sin mudarse todo el mundo
Y forman en el aire dos mil cuentos.
No dejan de bajar hasta el profundo,
Y luego sin moverse van al cielo
Gozando lo primero y lo segundo.

En todos los estados hay recelo.
¡Ob mundo miserable y tan amado,
Por quien olvida el hombre el mas consuelo!
Camina el labrador tras de su arado;
Perdiz le es la cebolla, el ajo y migas,
Y el tasajo, capon muy estremado.
Conocen cómo crecen las espigas
Del grano que sembró y a por la tierra
Y tiene por descanso sus fatigas.

¿Qué es ver un pastorcillo en una sierra
Decir con su zampoña mil cantares
Que solo de los lobos tiene guerra?
No desea haciendas ni lugares,

Ni aquellos sobresaltos de congoja
Que el mundo suele dar con mil pesares.
Por codicia virtud su nombre aйoja
Oh brava diferencia y guerra cruda
Que de sangre la tierra á veces mojaí

Mal va si la justicia está desnuda,
Pues luego en ese punto viene el daño,
Y el tiempo brevemente alli se muda.
Unos matan á otros por engaño
Huyendo la verdad, reina mentira
Por un falso querer, horrible, estraño.
El justo de dolor luego sospira
Buscando piedad, mas no castigo;
Mas el falso y traidor pretende ira.

Apenas en el mundo hay un amigo,
Ni el hijo tiene al padre amor perfeto
Ni aun el hombre lo tiene al fin consigo.
No reina lealtad; murió el secreto;
La lisonja y envidia van triunfando,
Teniendo mil maldades de su bando
Formadas y engendradas de un sujeto.

A la suavidad con que la sábia Cuma tañó y cantó estos versos, el enamorado Luzmán, aquella hora acordándose de su señora Arbolea, vertiendo algunas lágrimas se adurmió, viniéndole un pesado sueño, y parecíale estando así durmiendo que se hallaba en España, en la ciudad de Sevilla, y que entrando por la puerta del Sol, que era aque lla parte donde vivian sus padres y los de Arbolea, que topaba à un amigo suyo, y le preguntaba por nuevas de su señora, y él le respondia : « ya es casada, y si no lo es, está muy cerca de serlo», y parecíale á Luzmán que aquello era así verdad, y con grande dolor comenzaba á llorar; y en este tan triste sueño estuvo el tiempo que Cuma quiso allí detenerlo; y cuando recordó, hallóse á la ribera de la mar cerca de donde se habia desembarcado, sentado debajo de una peña. Pues como rocordó, y allí se vido, levantándose miró á todas partes, y conoció claro que estaba fuera de la cueva, y acordándose de lo que habia visto y soñado, entristecióse mucho, aunque tenia los sueños por vanidades; mas con todo le dió gran voluntad de volver á España por ver si su señora Arbolea era casada, y si lo fuese, irse á un lugar donde mas nadie le viese, y allí acabar su vida en servicio de Dios.

Los pescadores que le vieron entrar en la cueva le esperaron, y miraron por ver si saldria hasta otro día á horas de comer, y maravillados desto, lo fueron à decir al gobernador de Puzol, el cual avisó al rey de cómo un pelegrino era entrado en la cueva de la sábia Cuma; y el rey le mandó tuviese gran aviso con saber cómo habia sido, y si era verdad que era entrado, y tuviese cuenta si saliese, y que le hiciesen venir ante él. Pues estando Luzmán á la orilla del agua, queriéndose ir á Nápoles en alguna barca, llegó el gobernador, que por los pescadores conoció á Luzmán, los cuales con él venian, siendo aquel el noveno dia desde el punto que entró en la cueva. Pues llegando á él le dijo: «amigo, en tu busca ando, díme si eres tú el

so á este tiempo los ojos en Esperanza porque mucho se le parecia.

que entraste en la cueva de la sábia Cuma.- Si soy,» dijo Luzmán.-Pues el rey, respondió el gobernador, te desea ver: por amor mio, que te vengas conmigo, que seis dias ha hoy que por aquí te ando esperando. — A mandamiento de tan alto hombre, dijo Luzmán, justo es no se ponga dilacion: vamos, que yo soy muy contento de ir en su presencia. » Pues así fué á Nápoles, y el rey le recebió muy bien, y Luzmán le contó grandes cosas segun las habia visto, y también le contó por ruego del rey quién era, y las otras grandes cosas que habia visto, las cuales por mandado del rey fueron escritas.

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Ella, que mirándole estaba muy contenta de sus palabras y gentileza, como le vió sus lágrimas y que la miraba, creyó que se habia enamorado della, y con disimulacion le dijo: « señor Luzmán, yo y mi hermana una condicion tenemos, y un propósito hemos tenido, mas yo no soy tan desamorada como ella; yo os digo que si ella se quisiese casar que me casase yo, ¿no os parece que me llego mas á la razon de amor que no ella?- Señora Esperanza, dijo Luzmán, el amor no se paga de palabras, sino de obras ; en él no hay fingimiento, que donde está firme firmeza le sobra: así que, el corazón enamorado siempre está sujeto, y él descubre brevemente sus efectos, en especial los ojos. Bien se ha parecido, dijo Esperanza, que dese amor habeis de estar herido; pues habeis hecho muestra de estarlo, yo os ruego, si se puede decir, nos digais quién es la causa. Señora, respondió Luzmán, nunca supe mentir, ni la verdad negué cuando me fué demandada; y así quiero que sepas que yo amé y amo una doncella, y en pago de grandes servicios me despidió de la esperanza; y hágote saber que de cuantas doncellas he visto en todo lo que he andado ninguna ví que tanto le pareciere como tú: pues acordándome con tu vista de la suya, y que tu nombre es Esperanza, de la que fuí despedido, ha hecho el corazon nuevo sentimiento, y á esta causa se habrá visto en mí alguna mudanza.>>

Detúvose Luzmán dos meses en Nápoles, esperando algun buen pasaje para irse en España. En este tiempo era muy honrado del rey don Alonso el Sabio y de todos los caballeros y principales de aquel reino, en especial del duque de Semenara, caballero mancebo cumplido, de muchas gracias, gran amigo del rey: este llevó consigo á Luzmán, y le tenia en su posada; llamábase Pompilo. Pues una noche le dijo: « en cuanto tiempo ha que estais aquí, señor Luzmán, no habeis visto una cosa que os queda por ver, de que mucho contento recebireis; y esta es, dos doncellas, hijas de una principal señora desta ciudad, tan hermosas que pocas igualan con ellas; son tan sábias y graciosas que traen á todos los que las pueden ver perdidos tras ellas; mas ellas son tales y tan buenas que no se dan por ninguno cosa ninguna, tan libres en amor que son llamadas las hermanas desamoradas; y yo alguna vez voy á visitarlas, porque de la una dellas anduve un tiempo muy enamorado, y viendo que era sembrar en tierra sin esperanza de fruto, heme olvidado. Es-Luzmán dijo, y luego el duque vuelto à Luzmán, le dijo : ta á quien yo amabå tiene por nombre Vitoria, y la otra Esperanza; así que, si os parece y holgais dello, enviarles he á pedir licencia para que váyamos á verlas, y creo yo que por veros á vos holgarán dello.- Señor, dijo Luzmán, yo holgaré de lo que vos holgáredes, y mas por ver esas dos hermanas que yo las he oido nombrar, y dícenme que tañen y cantan maravillosamente. Es gran verdad», dijo el duque, y luego llamó á un paje, y le mandó que fuese con aquel recado; y venido que fué, teniendo licencia, él y Luzmán se fueron juntos, y llegando á la posada de las dos hermanas, fué el duque dellas muy bien recebido, y á Luzmán honraron mucho, porque tenian nuevas dél, así de la mucha discrecion como en el babilidad de cantar y tañer.

Pues estando así asentados en buena conversacion dijo el duque à Luzmán: «veis aquí, mi buen amigo, las dos hermanas mas hermosas y mas crueles de cuantas hay en el mundo, á lo menos la señora Vitoria, que por llevarla ella de todos los hombres como la lleva á todas las damas, me ha dejado à mí sin ella.» Luzmán, que muy contento estaba de la hermosura destas dos doncellas, en especial de la de Esperanza, que algo se parecia á su señora Arbolea, respondió al duque diciendo: « verdaderamente, señor, no quisiera por muy gran cosa haber deja do de ver lo que al presente veo; mas poniendo aparte vuestra queja y mi contentamiento, quiero preguntar á la señora Vitoria, qué es la causa que así es descuidada, pues no ama ni precia à ninguno de cuantos la aman.» -Señor Luzmán, respondió ella, yo sí amo; mas es mi amor con el celo que debe de amarse la criatura hecha por Dios á su imágen; mas no para que yo pretenda esas locuras que los enamorados pretenden. — Señora, dijo Luzmán, no es locura ni amor malo el que va atado para el servicio de Dios; à lo menos ¿no amarias á quien contigo pretendiere casarse? Si amaría, respondió la hermosa Vitoria, cuando yo tuviese intencion de casarme; mas no tengo tal pensamiento; libre nací, y libre me crió Dios, á él quiero solo, y no á otro ninguno. Luzmán le trujeron estas palabras las lágrimas á los ojos, acordándose que desta manera habia su señora Arbolea desechado sus ruegos y despreciado sus servicios, y pu

A

Mucho holgaron las dos hermanas de las palabras que

yo quiero, señor Luzmán, decir un soneto que el otro
dia hice en alabanza desta mi señora, y á su nombre yo
determino de tañer y cantarlo, con condicion que vos, mi
buen amigo, digais otra á la señora Esperanza, pues os
toca por lo que habeis visto.» Luzmán holgó dello, y res-
pondió: «aunque yo estoy mas para llorar que para cantar
ni tañer, haré, señor, vuestro mandado.» Luego el duque
mandó traer una vihuela, de que no poco placer recebie-
ron las dos hermanas por oir á Luzmán, que tanto habian
oido alabar; pues tañendo el duque comenzó á decir:
Si sola sois de todas la Vitoria,

Vitoria mereceis por nombre cierto :
De mi ya la teneis, pues me habeis muerto,
Y muerto como soy recibo gloria.
¡Oh nuevo vencimiento, altiva historia
Que lleva mi querer à claro puerto!
¡Oh victorioso bien que está encubierto
Debajo de beldad que es tan notoria!
No piense contra vos tener Cupido

Poder para os vencer, que es gran locura,
Mas solo lo hará como atrevido.

Mas vos, Vitoria mia, estad segura

Que si él querrá vencer será vencido
Al tiempo que verá vuestra figura.

Acabando el duque de cantar este soneto, que en estremo lo hacia bien, Luzman tomó la vihuela, y comenzando á tañer suavemente en ella, dijo los siguientes ver

SOS:

¿Qué culpa me darán por bien amaros?

¿Qué culpa me pornán por bien quereros?
¿Qué culpa recebi triste por veros?
¿Qué culpa tengo yo por contemplaros?
Culpado yo no soy por desearos:

La culpa debe ser no mereceros,

Y en desculpa del mal vine à perderos
Sin tener esperanza de cobraros.
Mas ya que la ventura me trujese
A ser tanto dichoso que os hallase,
Seria renovar mi perdimiento.
Porque me forzaria à que tornase
A ver esta esperanza, y si la viese
Seria comenzar nuevo tormento.

Con tanto primor y gentileza cantó Luzmán este soneto, que las dos hermanas quedaron en estremo maravilladas, alabándole mucho, tanto que él habia vergüenza, y así les dijo: «mis buenas señoras, no quiero que me alabeis, sino que en pago desta alabanza me hagais merecedor en que yo goce de oiros tañer y cantar alguna cosa. Vergüenza será muy grande, respondió Vitoria, querer agora mostrar lo que es feo y de poco valor, delante de lo

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