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Y volviendo al caminante, le dijo: « decid, hermano, ¿ sabeis vos dese caballero alguna cosa que haya hecho notable? Muchas sé, dijo él, mas contaros he una por donde entendereis todas las demás. Este caballero fué primero alcaide de Antequera, y allí anduvo mucho tiempo enamorado de una dama muy hermosa, en cuyo servicio hizo mil gentilezas, que son largas de contar; y aunque ella conocia el valor deste caballero, amaba á su marido tanto, que hacia poco caso dél. Aconteció así, que un dia de verano, acabando de conier, ella y su marido se bajaron á una huerta que tenian dentro de casa, y él llevaba un gavilán en la mano, y lanzándole á unos pájaros, ellos huyeron, y fuéronse à acoger à una zarza ; y el gavilán como astuto, tirando el cuerpo afuera, metió la mano y sacó y mató muchos dellos. El caballero le cebó y volvió á la dama, y la dijo: «¿qué os parece, señora, de la astucia con que el gavilán encerró los pájaros y los mató? Pues hágoos saber, que cuando el alcaide de Alora escaramuza con los moros, así los sigue, y así los mata. » Ella fingiendo no le conocer, le preguntó quién era? Es el mas valiente y virtuoso caballero que yo hasta hoy ví; y comenzó hablar dél muy altamente, tanto que á la dama le vino un cierto arrepentimiento, y dijo: ¡pues cómo, los hombres están enamorados deste caballero, y que no lo esté yo dél, estándolo él de mí! Por cierto yo estaré bien disculpada de lo que por él hiciere, pues mi marido me ha informado de su derecho. » Otro dia adelante se ofreció que el marido fué fuera de la ciudad, y no pudiendo la dama sufrirse en sí, envióle á llamar con ⚫ una criada suya. Rodrigo de Narvaez estuvo en poco de tornarse loco de placer aunque no dió crédito á ello, acordándose de la aspereza con que siempre le habia tratado; mas con todo eso, á la hora concertada, muy á recaudo, fué á ver la dama que le estaba esperando en un lugar secreto; y allí ella echó de ver el yerro que habia hecho, y la vergüenza que pasaba en requerir à aquel de quien tanto tiempo habia sido requerida. Pensaba también en la forma que descubre todas las cosas; temia la inconstancia de los hombres, y la ofensa del marido; y todos estos inconvenientes, como suelen, aprovecharon para vencerla mas, y pasando por todos ellos le recebió dulcemente y le metió en su cámara, donde pasaron muy dulces palabras; y en fin dellas le dijo: «señor Rodrigo de Narvaez, yo soy vuestra de aquí adelante, sin que en mi poder quede cosa que no lo sea; y esto no lo agradez- | cais á mí; que todas vuestras pasiones y diligencias, falsas ó verdaderas, os aprovecharan poco conmigo; mas agradecedlo á mi marido, que tales cosas me dijo de vos, que me han puesto en el estado que agora estoy.» Tras esto le contó cuanto con su marido habia pasado, y al cabo le dijo: « y cierto, señor, vos debeis à mi marido mas que él á vos. » Pudieron tanto estas palabras con Rodrigo de Narvaez, que le causaron confusion y arrepentimiento del mal que hacia à quien dél decia tantos bienes; y apartándose afuera, dijo; «por cierto, señora, yo os quiero mucho, y os querré de aquí adelante; mas nunca Dios quiera que à hombre, que tan aficionadamente ha hablado de mí, haga yo tan cruel daño; antes de hoy mas he de procurar la honra de vuestro marido, como la mia propia, pues en ninguna cosa le puedo pagar mejor el bien que de mí dijo:» y sin aguardar mas, se volvió por donde habia venido. La dama debió de quedar burlada; y cierto, señores, el caballero, á mi parecer, usó de gran virtad y valentía, pues venció su misma voluntad. »

El Abencerraje y su dama quedaron admirados del cuento; y alabándole mucho, él dijo, que nunca mayor virtud había visto de hombre. Ella respondió: « por Dios, señor, yo no quisiera servidor tan virtuoso; mas él debia estar poco enamorado, pues tan presto se salió afuera, y pudo mas con él la honra del marido, que la hermosura de la mujer y sobre esto dijo otras muy graciosas palabras.

Luego llegaron á la fortaleza, y llamando á la puerta, fué abierta por los guardas, que ya tenian noticia de lo pasado; y yendo un hombre corriendo á llamar al alcaide, le dijo: señor, en el castillo está el moro que venciste, y trae consigo una genti dama. «Al alcaide le dió el corazon lo que podia ser, y bajó abajo. El Abencerraje, tomando á su esposa de la mano, se fué á él, y le dijo : « Rodrigo de Narvaez, mira si te cumplo bien mi palabra, pues te prometí traer un preso, y te traigo dos, que el uno basta para vencer otros muchos; ves aquí mi señora ; juzga si he padecido con justa causa; recibenos por tuyos, que yo fío mi señora y mi honra de ti. » Rodrigo de Narvaez holgó mucho de verlos, y dijo á la dama : » yo no sé cuál de vosotros debe mas al otro, mas yo debo mucho á los dos. Entrad y reposareis en esta vuestra casa, y tenedla de aquí adelante por tal, pues lo es su dueño. » Y con esto se fueron á un aposento que les estaba aparejado, y de ahí á poco comieron, porque venian cansados del camino. Y el alcaide preguntó al Abencerraje: «señor, ¿qué tal venís de las heridas? - Paréceme, señor, que con el camino las traigo enconadas, y con algun dolor.» La hermosa Jarifa, muy alterada, dijo: «¿qué es esto, señor? heridas teneis vos de que yo no sepa? · Señora, quien escapó de las vuestras, en poco terná otras ; verdad es que de la escaramuza de la otra noche saqué dos pequeñas heridas, y el camino y no haberme curado me habrán hecho algun daño. Bien será, dijo el alcaide, que os acosteis, y verná un zurujano que hay en el castillo. Luego la hermosa Jarifa le comenzó á desnudar con grande alteracion, y viniendo el maestro y viéndole, dijo que no era nada, y con ungüento que le puso le quitó el dolor ; y de ahí á tres dias estuvo sano.

Un dia acaeció que acabando de comer el Abencerraje, dijo estas palabras : « Rodrigo de Narvaez, segun eres discreto, en la manera de nuestra venida entenderás lo demás: yo tengo esperanza que este negocio, que está tan dañado, se ha de remediar por tus manos. Esta dueña es la hermosa Jarifa, de quien te hube dicho es mi señora y mi esposa ; no quiso quedar en Coin, de miedo de haber ofendido á su padre; todavía se teme deste caso; bien sé que por tu virtud te ama el rey, aunque eres cristiano; suplicote alcances dél que nos perdone su padre, por haber hecho esto sin que él lo supiese, pues la fortuna lo trajo por este camino. El alcaide les dijo: « consolaos, que yo os prometo de hacer en ello cuanto pudiere, y tomando tinta y papel escribió una carta al rey, que decia así:

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Carta de Rodrigo de Narvaez, alcaide de Alora,
para el rey de Granada.

Muy alto y muy poderoso rey de Granada: Rodrigo de Narvaez, alcaide de Alora, tu servidor, beso tus reales manos, y digo así que el Abencerraje Abindarraez el mozo, que nació en Granada, y se crió en Cartama en poder del alcaide della, se enamoró de la hermosa Jarifa, su hija; después tú, por hacer merced al alcaide, le pasaste á Coin; los enamorados, por asegurarse, se desposaron entre sí, y llamado él por ausencia del padre, que contigo tienes, yendo á su fortaleza, yo le encontré en el camino, y en cierta escaramuza que con él tuve, en que se mostró muy valiente, le gané por mi prisionero'; y contándome su caso, apiadándome dél le hice libre por dos dias. El se fué á ver con su esposa, de suerte que en la jornada perdió la libertad y ganó el amiga. Viendo ella que el Abencerraje volvia á mi prision, se vino con él, y así están agora los dos en mi poder. Suplícote que no te ofenda el nombre de Abencerraje, que yo sé que este y su padre fueron sin culpa en la conjuracion que contra tu real persona se hizo; y eu testimonio dello viven. Suplico á tu real Alteza, que el remedio de estos tristes se reparta entre ti y mí: yo les perdonaré el rescate

y los soltaré graciosamente; solo harás tú que el padre della los perdone y reciba en su gracia; y en esto cumplirás con tu grandeza, y harás lo que della siempre esperé. »

Escripta la carta, despachó un escudero con ella, que llegado ante el rey se la dió: el cual, sabiendo cuya era, se holgó mucho, que á este solo cristiano amaba por su virtud y buenas maneras. Y como la leyó, volvió el rostro al alcaide de Coin, que allí estaba, y llamándole aparte le dijo: «<lee esta carta, que es del alcaide de Alora: » y leyéndola recebió grande alteracion. El rey le dijo : « no te congojes, aunque tengas por qué; sábete que ninguna cosa me pedirá el alcaide de Alora que yo no lo haga; y así te mando que vayas luego á Alora y te veas con él, y perdones tus hijos, y los lleves á tu casa, que en pago deste servicio, á ellos y á tí haré siempre merced.» El moro lo sintió en el alma; mas viendo que no podia pasar el mandato del rey, volvió de buen continente, y dijo que así lo haria como su Alteza lo mandaba; y luego se partió á Alora, donde ya sabian del escudero todo lo que ha bia pasado, y fué de todos recebido con mucho regocijo y alegría.

El Abencerraje y su hija parecieron ante él con harta vergüenza, y le besaron las manos. El los recebió muy bien, y les dijo: « no se trata aquí de cosas pasadas; yo os perdono haberos casado sin mi voluntad, que en lo demás, vos, hija, escogisteis mejor marido que yo os pudiera dar. » El alcaide todos aquellos dias les hacia muchas fiestas; y una noche, acabando de cenar en un jardin, les dijo: « yo tengo en tanto haber sido parte para que este negocio haya venido à tan buen estado, que ninguna cosa me pudiera hacer mas contento; y así digo, que solo la honra de haberos tenido por mis prisioneros quiero por rescate de la prision. De hoy mas, vos, señor Abindarraez, sois libre de mi para hacer de vos lo que quisiéredes.» Ellos le besaron las manos por la merced y bien que les hacia, y otro dia por la mañana partieron de la fortaleza, acompañándolos el alcaide parte del camino. Estando ya en Coin gozando sosegada y seguramente el bien que tanto habian deseado, el padre les dijo: «< hijos, agora, que con mi voluntad sois señores de mi hacienda, es justo que mostreis el agradecimiento que à Rodrigo de Narvaez se debe por la buena obra que os hizo ; que por haber usado con vosotros de tanta gentileza no ha de perder su rescate, antes le merece muy mayor; yo os

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Carta del Abencerraje Abindarraez al alcaide de Alora.

<< Si piensas, Rodrigo de Narvaez, que con darme libertad en tu castillo para venirme al mio me dejaste libre, engañaste; que cuando libertaste mi cuerpo prendiste mi corazon. Las buenas obras prisiones son de los nobles corazones; y si tú por alcanzar honra y fama acostumbras hacer bien à los que podrias destruir, yo por parecer á aquellos donde vengo, y no degenerar de la alta sangre de los Abencerrajes, antes coger y meter en mis venas toda la que dellos se vertió, estoy obligado á agradecerlo y servirlo recebirás en ese breve presente la voluntad de

quien le envía, que es muy grande, y de mi Jarifa otra tan limpia y leal, que me contento yo della. »

El alcaide tuvo en mucho la grandeza y curiosidad del presente, y recebiendo dél los caballos, lanzas y adargas,

escribió á Jarifa así:

Carta del alcaide de Alora á la hermosa Jarifa.

« Hermosa Jarifa: no ha querido Abindarraez dejarme gozar del verdadero triunfo de su prision, que consiste en perdonar y hacer bien; y como á mí en esta tierra nunca se me ofreció empresa tan generosa, ni tan digna de capitán español, quisiera gozarla toda y labrar della una estatua para mi posteridad y descendencia. Los caballos y armas recibo yo, para ayudarle á defender de sus enemigos; y si en enviarme el oro se mostró caballero generoso, en recebirlo yo pareciera cobdicioso mercader. Yo os sirvo con ello en pago de la merced que me hecistes en serviros de mí en mi castillo; y también, señora, yo no acostumbro á robar damas, sino servirlas y hon

rarlas. »

Y con esto les volvió á enviar las doblas. Jarifa las recebió y dijo: «< quien pensare vencer á Rodrigo de Narvaez en armas y cortesía, pensará mal. »

Desta manera quedaron los unos de los otros muy satisfechos y contentos, y trabados con estrecha amistad, que les duró toda la vida.

FIN DE LA HISTORIA DEL ABENCERRAJE Y LA HERMOSA JARIFA, DE ANTONIO DE VILLEGAS.

GUERRAS CIVILES DE GRANADA,

POR GINES PEREZ DE HITA.

PARTE PRIMERA.

HISTORIA DE LOS BANDOS DE ZEGRÍES Y ABENCERRAJES, Caballeros MOROS DE GRANADA; DE LAS CIVILES GUERRAS QUE nubo EN ELLA Y BATALLAS PARTICULARES QUE HUBO EN LA VEGA ENTRE MOROS Y CRISTIANOS, HASTA QUE EL REY DON FERNANDO EL QUINTO LA GANÓ: AHORA NUEVAMENTE SACADO DE UN LIBRO arábigo, cuyo AUTOR DE Vista fué un morO LLAMADO ABEN HAMIN, NATURAL DE GRANADA, tratando desde su FUNDACION, TRADUCIDO EN CASTELLano por ginés PEREZ DE HITA, VECINO

DE LA CIUDAD DE MURCIA.

CAPITULO PRIMERO.

En que se trata de la fundacion de Granada, y los reyes que hubo en ella, con otras muchas cosas tocantes à la historia.

La inclita y famosa ciudad de Granada fué fundada por una muy hermosa doncella, hija ó sobrina del rey Hispán. Fué su fundacion en una bella y espaciosa vega, junto de una sierra llamada Elvira, porque tomó el nombre de la fundadora infanta, la cual se llamaba Liberia, dos leguas de donde ahora está, junto de un lugar que se llamaba Arbuler, que en arábigo se decia Arbulut. Después de pasados algunos años, les pareció á los fundadores della que no estaban allí bien por ciertas causas, y fundaron la ciudad en la parte donde ahora está, junto á Sierra-Nevada, en medio de dos hermosos rios, llamado el uno Jenil y el otro Darro, los cuales son de la nieve que se derrite en la sierra. De Darro se coge oro muy fino, de Genil plata; y no es fábula, que yo el autor desta relacion lo he visto coger. Fundóse aquí esta insigne ciudad encima de tres cerros, como hoy se parece, adonde se fundaron tres castillos: el uno está á la vista de la hermosa vega y el rio Genil, la cual vega tiene ocho leguas de largo y cuatro de ancho, y por ella atraviesan otros dos rios, aunque no muy grandes: el uno se dice Veiro y el otro Monachil. Comiénzase la vega desde la falda de la Sierra-Nevada, y vá hasta la fuente del Pino, y pasa mas adelante de un gran soto, que se llama el Soto de Roma, y esta fuerza se nombra Torres-Bermejas. Hizose allí una gran poblacion llamada el Antequeruela. La otra fuerza ó castillo está en otro cerro junto á este, un poco mas alto, la cual se llamó la Alhambra, casa muy fuerte, y aquí hicieron los reyes su casa real. La otra fuerza se hizo en otro cerro, no lejos del Alhambra, y llamóse Albaicin, donde se hizo gran poblacion. Entre el Albaicin y el Alhambra pasa por lo hondo el rio Darro, haciendo una ribera de árboles agradables.

A esta fundacion no la llamaron los moradores della Hliberia como la otra, sino Granata, respecto á que en una cueva junto á Darro fué hallada una hermosa doncella que se decia Granata, y por eso se llamó la ciudad así; y después de corrompido el vocablo se llamó Granada. Otros dicen, que por la muchedumbre de las casas y la espesura que habia en ellas, que estaban juntas como los granos de la granada, y la nombraron así. Hízose esta ciudad famosa, rica y populosa, hasta el infeliz tiempo en que el rey don Rodrigo perdió á España, lo cual no se declara por no ser á propósito de nuestra historia: solo diremos,

T. III.

cómo después de perdida España hasta las Asturias y confines de Vizcaya, siendo toda ella ocupada de moros, traidos por aquellos dos bravos caudillos y generales, el uno llamado el Tarif, y el otro Muza; asimismo quedó la famosa Granada ocupada de moros, y llena de gente de Africa. Mas hállase una cosa que de todas las naciones moras que vinieron á España, los caballeros mejores y principales, y los mas señalados de aquellos que siguieron al general Muza se quedaron en Granada, y la causa fué su hermosura y fertilidad, pareciéndoles bien su gran riqueza, asiento y fundacion; aunque el capitán Tarif estuvo muy bien con la ciudad de Córdoba, y su hijo Balagis con Sevilla, de donde fué rey, como dice la crónica del rey don Rodrigo. Mas yo no he hallado que en la ocupacion de Cór. doba, de Toledo, Sevilla, Valencia, Murcia, ni otras ciudades poblasen tan nobles ni tan principales caballeros, ni tan buenos linajes de moros como en Granada; para lo cual es menester nombrar algunos destos linajes, y de donde fueron naturales, aunque no se digan ni declaren todos, por no ser prolijo.

Poblada Granada de las gentes mejores del Africa, no por eso dejó la insigne ciudad de pasar adelante con sus muy grandes y soberbios edificios, porque siendo gobernada de reyes de valor y muy curiosos, que en ella reinaron, se hicieron grandes mezquitas y muy ricas cercas, fuertes muros y torres, porque los cristianos no la tornasen á ganar; y hicieron muy fuertes castillos, y los reedificaron fuera de las murallas como hoy dia parecen. Hicieron el castillo de Bibatambién, fuerte con su cava y puente levadiza. Hicieron las torres de la puerta Elvira, y las del Alcazaba y plaza de Vibalbulut, y famosa torre del Aceituno, que está camino de Guadix, y otras muchas cosas dignas de memoria, como se dirá en nuestro discurso. Bien pudiera traer aquí los nombres de todos los reyes moros que gobernaron y reinaron en esta insigne ciudad, y los califas, y aun los de toda España; mas por no gastar tiempo, no diré sino de los reyes moros que por su órden la gobernaron, y fueron conocidos por reyes della, dejando aparte los califas pasados y señores que hubo, siguiendo á Esteban Garibay y á Camaloa.

El primer rey moro que Granada tuvo se llamó Mahomad Albamar; este reinó en ella veinte y nueve años y mas meses; acabó año de 1269. El segundo rey de Granada se llamó, así como su padre, Mahomad Mir Almuzmelin. Este labró el castillo del Alhambra, muy rico y fuerte, como hoy se parece; reinó treinta y seis años

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viel, Castilleja, y Caniles, y en otros lugares del reino. Estos Maliques Alabeces eran alcaides, por ser todos, como hemos dicho, caballeros de estima. Sin estos habia otros caballeros en Granada muy principales, de quien los reyes della bacian grande cuenta, entre los cuales habia un caballero llamado Abidbar, del linaje de Gomeles, caballero valeroso y capitán de la gente de guerra; y no hallándose sino en batallas contra cristianos, le dijo un dia al rey : « señor, holgaria que tu alteza me diese licencia para entrar en tierra de cristianos, en los campos de Lorca, Murcia y Cartagena, que confianza tengo de venir con ricos despojos y cautivos. El rey dijo: «conocido tengo tu valor, y te otorgo licencia como lo pides; pero temo mal suceso, porque son muy soldados los cristianos desas tierras que quieres correr.» Respondió Abidbar :" << no tema vuestra Alteza peligro, que yo llevaré conmigo tal gente y tales alcaides, que sin temor ninguno ose entrar, no digo en el campo de Lorca y Murcia, mas aun hasta Valencia me atreviera à entrar.- Pues si es tu parecer, sigue tu voluntad, que mi licencia tienes. >>

y murió año de 1302. El tercer rey de Granada se llamó Mahomad Abenhalamar : á este le quitó el reino un hermano suyo, y le puso en prision, habiendo reinado siete años; acabó año de 1309. El cuarto rey de Granada fué Ilamado Mahomar Abenazar: à este le quitó el reino un sobrino suyo llamado Ismael, año de 1315; reinó seis años. El quinto rey de Granada se llamó Ismael : á este mataron sus deudos y vasallos, mas fueron degollados los homicidas; reinó nueve años, y acabó año de 1324. El sesto rey de Granada se llamó Mahomad: á este también le mataron los suyos á traicion; reinó diez años, y acabó año de 1334. El sétimo rey de Granada se llamó Iusef Abenhamet: también fué muerto á traicion; reinó once años, y acabó año de 1345. El octavo rey de Granada fué llamado Mohomad Lagús á este le despojaron del reino después de haber reinado doce años, y acabó año de 1357, por aquella vez que reinó. El noveno rey de Granada se llamó Mabomad Abenhamar, sétimo deste nombre: á este le mató el rey don Pedro en Sevilla, sin culpa, habiendo ido á pedirle amistad y favor; matóle el mismo rey don Pedro por su mano con una lanza, y mandó matar á otros que iban con este rey; habiendo reinado dos años, acabó año de 1359. Fué enviada su cabeza en forma de presente á la ciudad de Granada.

Tornó á reinar Mahomad Lagús en Granada, y reinó en las dos veces veinte y nueve años: la primera vez doce, y la segunda diez y siete ; acabó año 1376. El décimo rey de Granada se llamó Mahomad Ovadiz, y reinó tres años pacífico, y acabó año de 1379. El undécimo rey de Granada se llamó Iusef, segundo deste nombre, el cual murió con veneno que el rey de Fez le envió puesto en una aljaba ó marlota de brocado; reinó tres años, y acabó año de 1382. El duodécimo rey de Granada fué llamado Mahomad Abenhámar: reinó once años, acabó año de 594. Su muerte fué de una camisa que se puso emponzoñada con veneno. El décimo tercio rey de Granada fué llamado Iusef, tercero deste nombre: reinó quince años; murió año de 1409. El décimo cuarto rey de Granada fué llamado Mahomad Abenazar el Izquierdo. Habiendo reinado este cuatro años, le desposeyeron del reino año de 1413. El décimo quinto rey de Granada fué llamado Mahomad, el Pequeño; á este le cortó la cabeza Abenazar, el Izquierdo arriba dicho, porque le tornó á quitar el reino por órden de Mahomad Catraz, caballero Abencerraje : reinó este Mahomad el Pequeño dos años, y acabó año de 1415. Tornó á reinar Abenazar el Izquierdo, el cual fué otra vez despojado del reino por Iusef Abenalmo, su sobrino: reinó este rey tres años la última vez, y acabó año de 1418. El décimo sétimo rey de Granada se llamó Abenozin el Cojo. En tiempo deste sucedió aquella sangrienta batalla de los Alporchones, reinando don Juan el segundo. Y pues nos viene á cuento, trataremos desta batalla, antes de pasar adelante con la cuenta de los reyes moros de Granada: Es á saber: que segun se balla en las crónicas antiguas, así castellanas como arábigas, este rey Abenozin tenia en su corte mucha y muy honrada caballería de moros, porque en Granada habia treinta y dos linajes de caballeros, como eran Gomeles, Mazas, Zegries, Venegas y Abencerrajes: estos eran de muy claro linaje; otros Maliques Alabeces, descendientes de los reyes de Fez y Marruecos, caballeros valerosos, de quien los reyes de Granada siempre hicieron mucha cuenta, porque estos Maliques eran alcaides en el reino de Granada, por tener dellos mucha confianza, y así servian en las fronteras y partes de mayor peligro, como eran en Vera, el alcaide Malique Alabéz, bravo y valeroso caballero; en Velez el Blanco estaba un hermano suyo, llamado Mahomad Malique Alabéz; en Velez el Rubio habia otro hermano destos alcaides muy valiente, y amigo de los cristianos; otro Alabéz habia alcaide de Jimena, y otro en Tirieza, frontera de Lorca, y cercana de Orze y Cuellar, Benama

Abidbar le besó las manos por ello, y fué à su casa y mandó tocar sus añafiles y trompetas de guerra, al cual bélico son se juntó grande copia de gente bien armada para saber de aquel rebato. Abidbar, cuando vió tanta gente junta y tan bien armada, holgó mucho della, y les dijo: sabed, buenos amigos, que hemos de entrar en el reino de Murcia, de donde, placiendo al santo Alá, vendremos ricos por tanto cada cual con ánimo siga mis banderas. » Todos respondieron, que eran contentos; y así Abidbar salió de Granada con mucha gente de á caballo y peones; fué á Guadix, y habló al moro Almoradí, alcaide de aquella ciudad, el cual ofreció su compañia con mucha gente de á caballo y de á pié. También vino el alcaide de Almería, llamado Malique Alabéz, con mucha gente muy diestra en la guerra. De allí pasaron á Baza, donde estaba por alcaide Benariz, el cual también le ofreció su ayuda. En Baza se juntaron once alcaides de aquellos lugares á la fama desta entrada del campo de Lorca y Murcia, y con aquella gente se fué el capitán Abidbar hasta la ciudad de Vera, donde era alcaide el bravo Alabéz Malique, adonde se acabó de juntar todo el ejército de los moros y alcaides que aqui se nombrarán.

El general Abidbar; Abenariz, capitán de Baza; su hermano Abenariz, capitán de la Vega de Granada; el Malique Alabéz, de Vera; Alabéz, alcaide de Velez el Blanco; Alabéz, alcaide de Velez el Rubio; Alabéz, alcaide de Almería; Alabéz, alcaide de Cuellar; otro alcaide de Huescar; Alabéz, alcaide de Orze; Alabéz, alcaide de Purchena; Alabéz, alcaide de Jimena; Alabéz, alcaide de Tirieza; Alabéz, alcaide de Caniles.

Todos estos Alabeces Maliques eran parientes, como ya es dicho; se juntaron en Vera, cado uno llevando la gente que pudo. También se juntaron otros tres alcaides, el de Mojacar, el de Sorbas, y el de Lobrin: todos ya juntos, se hizo reseña de la gente que se habia juntado, y se hallaron seiscientos de á caballo, aunque otros dicen que fueron ochocientos, y mil y quinientos peones; otros dicen, que dos mil. Finalmente, se juntó grande poder de gente de guerra ; y determinadamente á 12 ó 14 de mayo, año de 1435, entraron en los términos de Lorca, y por la marina llegaron al campo de Cartagena, y lo corrieron todo hasta el rincon de San Ginés, y Pinatar, haciendo grandes daños. Cautivaron mucha gente y ahogaron mucho ganado, y con esta presa se volvian muy ufanos; y en llegando al Puntarón de la sierra de Aguaderas, entraron en consejo sobre si vendrian por la marina, por donde habian ido, ó si pasarian por la vega de Lorca. Sobre esto hubo diferencia, y muchos afirmaban que fuesen por la marina por ser mas seguro. Otros dijeron, que seria grande cobardia, si no pasaban por la vega de Lorca á pesar de sus banderas. Deste parecer fué Malique Alabéz, y con él

todos los alcaides que eran sus parientes. Pues visto por los moros que aquellos valerosos capitanes estaban determinados de pasar por la vega, no contradijeron cosa alguna; y así las banderas enarboladas, y la presa en medio del escuadron, comenzaron á marchar la vuelta de Lorca, arrimados à la sierra de Aguaderas.

Los de Lorca tenian ya noticia de la gente que habia entrado en sus tierras. Don Alonso Fajardo, alcaide de Lorca, habia escrito lo que pasaba á Diego de Ribera, corregidor de Murcia, que luego viniese con la mas gente que pudiese. El corregidor no fué perezoso, que con brevedad salió de Murcia con setenta caballos y quinientos peones, toda gente de valeroso ánimo y esfuerzo; y juntóse con la gente de Lorca, donde habia doscientos caballos, y mil y quinientos peones, gente muy valerosa. También se halló con ellos Alonso de Lison, caballero del hábito de Santiago, que era á la sazon castellano en el castillo y fuerza de Aledo. Llevó consigo nueve cabaIlos y catorce peones, que del castillo no se pudieron sacar mas. En este tiempo los moros caminaron á gran priesa, y llegando enfrente de Lorca, cautivaron un caballero llamado Quiñonero, que habia salido á requerir el campo; y como ya la gente de Lorca y Murcia venian apriesa y los moros los vieron, se maravillaron viendo junta tanta caballería, y no podian creer que en solo Lorca hubiese tanta lucida gente. Y Malique Alabéz, capitán y alcaide de Vera, le preguntó á Quiñonero, habiéndole quitado el caballo y armas, esta pregunta:

ALABEZ.

Anda, cristiano cautivo, Tu fortuna no te asombre, Y dinos luego tu nombre Sin temor de daño esquivo; Que aunque seas prisionero, Con el rescate, y dinero, Si nos dices la verdad, Tendrás luego libertad.

QUINONERO.

Es mi nombre Quiñonero;
Soy de Lorca natural,
Caballero principal;

Y aunque me sigue fortuna,
No tengo pena ninguna,
Ni se me hace de mai;

Que la guerra es condicion,
Que hoy soy tuyo, y ya confio
Mañana podrás ser mio,
Y sujeto a mi prision.

Por tanto pregunta, y pide,
Porque en toda tu pregunta
Satisfaré sin repunta,
Pues el temor no me impide.
ALABEZ.

Trompetas se oyen sonar,
Y descubrimos pendones,
Y caballos y peones
Junto de aquel olivar;

Y queria, Quiñonero,
Saber de ti por entero,
Qué pendones, y qué gente

Es la que aquí está presente, Con ánimo bravo y fiero. QUINONERO.

Aquel pendon colorado, Con las seis coronas de oro, Muy bien muestra su decoro Ser de Lorca, y es nombrado;

Y el otro que tiene un rey Armado por gran blason, Es de Murcia, y es pendon Que le conoce su rey.

Traen gente belicosa, Con gana de pelear; Si quieres mas preguntar, No siento desto otra cosa. Apercibete al combate, Porque vienen á gran priesa Para quitarte la presa, Y dar fin en tu remate.

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CAPITULO II.

En que se trata de la sangrienta batalla de los Alporchones, y la gente que en ella se halló de moros y cristianos.

Apenas el capitán Malique Alabéz acabó de decir estas palabras, cuando el escuadron de los cristianos acometió con tanta braveza y pujanza, que á los primeros encuentros, á pesar de los moros que lo defendian, pasaron la Rambla. No por eso los moros mostraron punto de cobardía, antes tuvieron mas ánimo peleando. Quiñonero, como vió la batalla revuelta, llamó à un cristiano que cortase la cuerda con que estaba atado; y siendo libre, al punto tomó una lanza de un moro muerto, un cabalio y una adarga, y con valor muy crecido, como era valiente caballero, hacia maravillas. A esta sazon los valerosos capitanes moros, en especial los Maliques Alabeces, se mostraron con tanta fortaleza, que los cristianos estuvieron á punto de pasar la Rambla contra su voluntad; lo cual visto por Alonso Fajardo, y Alonso de Lison, y Diego de Ribera, y los principales caballeros de Murcia y Lorca, pelearon tan valerosamente, que los moros fueron rompidos, y los cristianos hicieron muy notable daño en ellos.

Los valientes Alabéz, y Almoradí, capitán de Guadix, tornaron á juntar gente, y con grande ánimo volvieron sobre los cristianos con bravo ímpetu y fortaleza. ¡Quién viera las maravillas de los capitanes cristianos! Era cosa de ver la braveza con que mataban y herian en los moros. Abenariz, capitán de Baza, hacia gran daño en los cristianos, y habiendo muerto á uno de una lanzada, se metió por enmedio de la batalla haciendo cosas muy señaladas; mas Alonso de Lison, que le vió matar aquel cristiano, de cólera encendido, procuró vengar su muerte, y así con grande presteza fué en seguimiento de Abenariz, llamándole á grandes voces, que le aguardase. El moro revolvió á mirar quién le llamaba; y visto, reconoció que aquel caballero era de valor, pues traia en su escudo aquella encomienda de Santiago, y entendiendo llevar dél buenos despojos à Baza, le acometió con gran impetu; pero el caballero Lison se defendió con gran destreza, y ofendió y acosó de suerte al moro, que en poco rato le hirió en dos partes; y como se vió tan herido, se encendió en mas cólera, y procuró la muerte del contrario; mas muy presto halló en él la suya, porque Lison le cogió en descubierto de la adarga un golpe por los pechos, tan fuerte, que no aprovechando la cota le metió la lanza por el cuerpo, y al momento cayó el moro muerto del caballo. El caballo de Lison quedó mal herido; por lo cual le convino tomar el caballo del alcaide de Baza, que en estremo era bueno, y se entró en el mayor peligro de la batalla, diciendo à voces: Santiago, y á ellos.

El famoso Alonso Fajardo andaba entre los moros, y el corregidor de Murcia asimismo, que era cosa de maravilla; y tanto pelearon los de Murcia y Lorca, que los moros fueron segunda vez rompidos; mas el valor de los caballeros granadinos era grande, y pelearon fuertemente; y como tenian tan fuertes caudillos, asistian á la batalla con mucho ánimo; y era tan grande el valor y esfuerzo de Alabéz, que en un punto tornó á juntar su gente, y volvió a la lid, como si no hubieran sido rotos alguna vez. La batalla estaba tan sangrienta, que era admiracion, porque habia tantos cuerpos de hombres y caballos muertos, que apenas podian andar; pero no por eso dejaban de pelear con mucho esfuerzo ambos ejércitos. El valiente Alabéz hacia por su persona grandes estragos en los cristianos; lo cual visto por Alonso Fajardo, valeroso soldado y alcaide de Lorca, se maravilló de ver la pujanza del moro, y arremetió con él con tanta braveza, que el moro se espantó, y sintió bien su valor; pero como no habia en él cobardía, resistió con ánimo la fortaleza de Fajardo, dándole grandes botes de lanza, que á no ir bien armado el alcaide, muriera allí, porque le sirvieron de poco las fuerzas, por ser mayores las de Alonso Fajardo; y habiendo el invencible y valiente alcaide quebrado su lanza, en un instante puso mano á su espada, y con un valor nunca visto se fué para Alabéz, y con tanta velocidad y presteza, que no pudo el gallardo moro aprovecharse de la lanza, y la perdió, y puso mano al alfanje para herir á Alonso Fajardo; mas el valeroso alcaide, no mirando el peligro que le seguia, cubierto con su escudo arremetió con Alabéz, y le dió un golpe sobre la adarga, que le cortó gran pedazo della, y asiósela tan fuertemente con la mano izquierda, que casi le desencajó de la silla; y Alabéz, que le vió tan cerca, le tiró un golpe à la cabeza pensando acabar con él, y si Fajardo no le hurtara el cuerpo, le hiriera; y en esta ocasion cayó el caballo del moro, porque estaba desangrado, y no se podia tener. Apenas Alabéz estuvo en el suelo, cuando los peones de Lorca le cercaron maltratándole. Alonso Fajardo como vió al moro en tal estado, se apeó y fué á él, y echóle los brazos encima con tal fuerza, que Alabéz no pudo ser señor de sí. Los peones entonces arremetieron con él y le prendieron, y Alonso Fajardo mandó que le sacasen de la batalla, y así lo hicieron.

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