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También lo estaba mirando
La hermosa mora Zaida;

La cual dicen de Jerez
Que en las fiestas se hallara :
Vestida va de leonado
Por el luto que llevaba

Por su esposo tan querido,
Que el bravo Gazul matara.
Zaida bien le reconoce
En el tirar de la caña.

Acuérdase en su memoria
De aquellas cosas pasadas,
Cuando Gazul la servia
Y ella le fué tan ingrata.

Muy mal pagó sus serviclos,
Y lo mucho que él la amaba :
Siente tanto dolor de esto,
Que allí cayó desmayada."

Y al cabo que volvió en sí,
Su criada la hablara :

¿Qué es esto, señora mia?

¿Por qué causa te desmayas?»

Zaida respondiera asf,
Con voz muy baja y turbada:
Advierte bien aquel moro
Que arrojó ahora la caña.

Aquel se llama Gazul,
Cuya fama es bien nombrada;
Seis años fui dél servida,
Sin de mi alcanzar nada.

Aquel mató á mi marido,
Y de ello yo fui la causa ;
Y con todo esto le quiero,
Y le tengo acá en el alma.

Holgara que me quisiera,
Pero no me estima en nada
Adora una Abencerraje,
Por quien vive desmayada..

En esto se acabó el juego,
Y la fiesta aqui se acaba :
Gazul se parte á Sanlúcar
Con mucha honra ganada.

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Muy maravilla dos quedaron en Gelves de la bondad y fortaleza de Gazul, y cuán bien lo habia hecho en el juego de cañas; y de su valor quedaron muchas damas amarteladas, y se holgaron de ser amadas de tan buen caballero. Llegado Gazul á Sanlúcar, luego fué á ver á su dama Lindaraja, la cual no se holgó poco de su venida, y pregun tándole muy por estenso todo lo que en Gelves habia pasado, el enamorado Gazul la satistizo de todo con mucha alegría, contándola cuán bien le habia ido en aquel viaje; y por esto se hizo el siguiente romance:

De honor y trofeos lleno,
Mas que el gran Marte lo ha sid
El valeroso Gazul

De Gelves habia venido.
Vinose para Sanlúcar,
.Donde fué bien recebido
De su dama Lindaraja,
De la cual es muy querido
Estando ambos à dos
En un jardin muy florido,
Con amorosos regalos
Siendo cada cual servido;
Lindaraja aficionada,
Una guirnalda ha tejido
De clavellinas y rosas,
Y de un albell escogido.
Cercada de violetas.
Flor que de amantes ha sido,
Se la puso en la cabeza

A Gazul, y así le ha dicho:

Nunca fuera Ganimedes
De rostro tan escogido:
Si el gran Júpiter te viera,
El te llevara consigo.

El fuerte Gazul la abraza,
Diciéndola con un riso:

No pudo ser tan hermosa
La que el Troyano ba escogido,
Por la cual se perdió Troya,
Y en fuego se habia encendido,
Como tù, señora mia,
Vencedora de Cupido.

Si hermosa te parezco,
Gazul, câsate conmigo,
Pues que me diste la fe
Que serías mi marido :
Placeme, dice Gazul,
Pues yo gano en tal partido.

Estas y otras amorosas palabras pasaron entre Lindaraja y su amante Gazul; y así ordenaron de casarse, y Gazul se la pidió á su tio, en cuyo poder estaba Lindaraja. El tio se holgó mucho, por ser Gazul principal y valiente; y así se celebraron las bodas, y fueron muy costosas, y se hallaron en ellas muchos caballeros cristianos y moros, porque vinieron de Granada los cristianos Gazules, Abencerrajes y Venegas. También vino Daraja, hermana de Lindaraja, y su marido Zulema, que eran ya cristianos y muy queridos del Rey Católico, y hubo toros, cañías y sortija. Duraron estas fiestas dos meses, al cabo de los cuales todos los caballeros que habian venido de Granada se volvieron, llevando consigo á los desposados, los cuales en llegando fueron á besar las manos á los Reyes Católicos, de lo que holgaron mucho en verlos, y mandaron que todos los bienes del padre de Lindaraja se los entregasen á Gazul y su esposa. Tornóse cristiana Lindaraja, y llamóse doña Juana; él se llamó don Pedro Gazul cuando le bautizaron.

era nieta ó biznieta de los alcaides de allí, siendo Jerez tomada de cristianos, y quedando los moros en pleitesía, gozando de sus libertades, lengua y hábito, y viviendo en su secta, siendo los cristianos señores de la ciudad y for taleza. Lo mismo fué en Sevilla, que aquel moro rico que dice el romance que se casaba con Zaida, por ser alcaide en Sevilla; no porque lo era él, sino su abuelo, y el mòro vivia en Sevilla con los demás que en ella quedaron, y entre todos se trató el casamiento que dice el romance.

Pues viniendo al caso, Gazul servia á Zaida en tiempo que se trató el casamiento con el moro de Sevilla, y nunca pudo alcanzar Gazul lo que pretendia, porque sabia Zaida que sus padres no querian casarla con él, sino con el sevillano, por tener algun deudo con él, y por ser mas rico que Gazul; y por eso no le favorecia, aunque le amaba de secreto, y no lo manifestaba por no dar disgusto á sus padres. Pues estando ya tratado el casamiento, una noche en cierta zambra que se hacia en la casa de Zaida se halló Gazul, porque entonces habia licencia para entrar de paz los moros en las tierras de los cristianos á tratar ó á hablar con los demás moros que estaban en ellas. Pues como se halló allí, danzó la zambra con Zaida; y estando danzando asidos de las manos, como es costumbre en aquel baile, no pudo refrenarse Gazul tanto con el demasiado amor que á Zaida tenia, que al tiempo que acabó de danzar no la abrazase estrechamente; lo cual, visto por el moro sevillano, así como un leon, lleno y ciego de cólera, puso mano á su alfanje y fué á berir á Gazul, el cual se puso en defensa, y aun hubiera ofendido muy mal al desposado, si no fuera por la gente que se puso de por medio. Alborotada la sala de Zaida por esta ocasion, sus padres della se enojaron mucho con Gazul, y le dijeron que se fuese á su casa. Gazul, sin replicar en cosa alguna, se salió muy enojado de allí, y juró de matar al desposado, y para ello aguardó tiempo y lugar oportuno; y sabiendo cuándo se desposaba Zaida, ya que era hora, se aderezó muy bien, y subió en un muy buen caballo, y partió de Medinasidonia para Jerez, y entró al anochecer cuando salian Zaida y su desposado, acompañados de muchos caballeros así cristianos como moros, de su casa, para ir á otra donde se habian de celebrar las bodas; lo cual visto por Gazul, rabioso de celos y de cólera, echó mano á un estoque y embistió con el desposado y le dió una estocada, de la cual quedó muerto. Admirados los circunstantes de la tal hazaña, no sabian qué hacer, ni qué decir, salvo los parientes del muerto y los de Zaida, que acometieron à Gazul para matarle, diciendo : « muera el traidor; » pero el valiente Gazul se defendió de todos, hiriendo à algunos dellos, sin que a él le ofendiesen ; y así escapó de todos juntos. Por la muerte de Zaide, y por este hecho se dijo este romance que sigue, el cual se habia de poner primero que los ya dichos de Gazul; mas pues se ha declarado la causa, no importa que se ponga aquí, diciendo

desta manera:

Sale la estrella de Venus
Al tiempo que el sol se pone,
Y la enemiga del dia
Su negro manto descoge,
Y con ella un fuerte moro,
Sale de Sidonia armado;
De Jerez la vega corre,

Por do entra Guadalete

Al mar de España, y por donde
Santa María del Puerto
Recibe famoso nombre.

En esta historia de Gazul se quedó por poner otro romance que era primero que el de Sanlúcar; mas por no estar bueno, y no haberle entendido el autor que le hizo, Semejante à Rodamonte, se puso al principio, porque no causara confusion ; y porque no quede con aquella ignorancia, diremos la verdad del caso. El romance que digo, es aquel que dice: Sale la estrella de Venus, y el que le compuso no entendió la historia, porque no tuvo razon de decir que se casaba Zaida, hija del alcaide de Jerez, con el alcaide de Sevilla y su fuerza, porque el Gazul que mató al desposado de Zaida no fué en tiempo que Jerez ni Sevilla eran de moros, sino en tiempo de los Reyes Católicos, como se prueba por aquel verso del romance de Sanlúcar, cuando dice: Reliquias de los valientes; pues en este tiempo ya babian ganado los cristianos á Sevilla y Jerez. Mas base de entender desta manera el romance y su historia: Zaida la de Jerez

Desesperado camina,
Que aunque es de linaje noble,
Le deja su dama ingrata,
Porque se suena que es pobre,
Y aquella noche se casa
Con un moro, feo y torpe,
Porque es alcaide en Sevilla
Del alcázar y la terre.

Quejábase grandemente
De un agravio tan enorme,
Y á sus palabras la vega
Con el eco le responde:

Zaida, dice, mas airada
Que el mar que las nubes sorbe;
Mas dura é inexorable,

Que las entrañas de un monte.
¿Cómo permites, cruel,
Después de tantos favores,
Que de prendas que son mias
Ajena mano se adorne?

Es posible que te abrazas
A las cortezas de un roble,
Y dejas el árbol tuyo
Desnudo de fruto y flores?

Dejas à un pobre muy rico,
Y un rico muy pobre escoges,
¡Y las riquezas del cuerpo
A las del alma antepones!
Dejas al noble Gazul,
Dejas seis años de amores;
Das la mano á Alabenzaide,
Que aun apenas le conoces.
Ala permita, enemiga,
Que te aborrezca y le adores,
Que por celos de él suspires,
Y por ausencia le llores;

Y en la cama le fastidies,

Y que en la mesa le enojes,
Y que de noche no duermas,

Y de dia no reposes;

Ni en las zambras,ni en las fiestas No se vista tus colores,

-Ni el almaizar que le labres,
Ni la manga que le bordes;

Y se ponga el de su amiga
Con la cifra de su nombre,
Y para verle en las cañas
No consienta que te asomes
A la puerta, ni ventana,
Para que mas te alborotes;
Y si le has de aborrecer,
Que largos años le goces;
Y si mucho le quisieres,
De verle muerto le asombres,
Que es la mayor maldicion
Que te pueden dar los hombres.
Y plegue Alá que te enfade
Cuando la mano le tomes. »
Con esto llegó á Jeréz

A la mitad de la noche;

Halló el palacio cubierto De luminarias y voces; Y los moros fronterizos Que por todas partes corren Con mil bachas encendidas, Y sus libreas conformes, Delante del desposado En los estribos se ponen;

Que también anda á caballo
Por honra de aquella noche.
Arrojándole una lanza,
De parte á parte pasóle;
Alborotóse la plaza;

Desnuda el moro su estoque,
Y por enmedio de todos
Para Medina volvióse.

No hay cosa tan rabiosa como es el mal de celos; y así están las escrituras llenas de casos acontecidos y desastrados por los celos; y con verdad dicen los que dellos tienen esperiencia, que es cruel mal de rabia: esto nace de los amantes que son mal considerados : no, mírese por Zaida la de Jerez, que después de seis años de amores, y "de otros dares y tomares que tuvo con Gazul, inconsideradamente le olvidó, y se casó con Zaide de Sevilla, por ser rico, y que Gazul no lo era tanto, no mirando el valor de las personas que eran diversas; porque Gazul, aunque no era rico, era noble de linaje, muy valiente y gentil hombre, como ya se ha dicho; y no era tan pobre, que no tuviese hacienda que valia mas de treinta mil doblas, y muy emparentado en Granada, y todos los de su linaje eran muy ricos y estimados; mas porque el moro Zaide era de mayor riqueza le escogió por su marido. Mal haya la riqueza, pues que muchas veces por ella pierden muchas personas nobles muy buenas ocasiones por no ser ricos, como ahora tenemos ejemplo en Gazul que le desecharon, porque decian que no era tan rico como Zaide, segun parece por el romance; pero á mi parecer no se puede creer que Zaida olvidase á Gazul por ser pobre, al cabo de seis años de amores, en el cual tiempo no podria ignorar Zaida su necesidad, y no podia ser perfecto amor, si fuera fundado en interés, porque por eso pintan á Cupido desnudo; que se entiende que los amantes han de estar desnudos de todo punto de materia de interés, porque si allí, como entre verdaderos amantes, de dos voluntades y de dos almas hacen una por la obediencia que el uno al otro se tienen, es fuerza que en lo menos, que es la hacienda, haya de haber la misma conformidad; y así digo, que no es posible sino que por causa de sus padres ó deudos dejó Zaida á Gazul; y así parece por aquel romance que trata del juego de cañas de Gelves, donde ella confesó á su criada querer á Gazul; por donde se colige que la casaron contra su voluntad. Este romance dicho y su principio va fuera del blanco de la historia, y ahora, salvo paz de su autor, va enmendado, declarando tielmente la historia; porque verdaderamente fueron los amores de Gazul en tiempo de los Reyes Católicos, y Sevilla y Jerez ya eran de cristianos; Sevilla, ganada por el rey don Fernando el tercero, y Jerez por el rey don Alonso XI; y así no faltó otro poeta que compusiese otro romance por el mismo tema, y no tan intrincado como el pasado, el cual dice así:

No de tal braveza lleno
Rodamonte el africano,
Que llamaron rey de Arjel,
Y de Zarza intitulado,
Salió por su Doralice
Contra el fuerte Mandricardo,
Como salió el buen Gazul
De Sidonia aderezado

Para emprender un hecho,
Tal, que nunca se ha intentado;
Y para aquesto se adorna
De jacerina y de jaco,

Y al lado puesto un estoque Que de Fez le fué enviado, Muy fino y de duro temple, Que le forjara un cristiano

Que allá estaba en Fez cautivo,
Porque del rey era esclavo:
Mas le estimaba Gazul

Que & Granada y su reinado.
Sobre las armas se pone

Un alquicel leonado:
Lanza no quiere llevar

Por ir mas disimulado.

Pártese para Jerez,
Do lleva puesto el cuidado;
Toda la vega atropella,
Corriendo con su caballo.
Vadeando pasó el rio,
Que Guadalete es llamado,
El que da famoso nombre
Al Puerto antiguo nombrado,
Que dicen Santa María
De este nuestro mar hispano.
Así como pasó el rio,
Mas aprieta á su caballo

Para llegar á Jerez,
Ni muy tarde ni temprano;
Porque se casa su Zaida
Con un moro sevillano,

Por ser rico y poderoso,
Y en Sevilla emparentado;
Y biznieto de un alcaide
Que fué en Sevilla nombrado
Del alcázar y la torre;
Moro valiente, esforzado.

Pues de casarla con este
A su Zaida habian tratado;
Mas aqueste casamiento
Caro al moro le ha costado,
Porque el valiente Gazul
A Jerez habia llegado.
A dos horas de la noche,
Que así lo tiene acordado,
Junto à la casa de Zaida
Se puso disimulado.

Pensando está qué haria
En un caso tan pesado;
Determina entrar adentro
Por matar al desposado.

Ya que à esto estaba resuelto, Vido salir muy despacio Mucha caterva de gente Con mil hachas alumbrando.

Su Zaida venia en medio
Con su esposo de la mano,
Que los llevan los padrinos
A desposar á otro cabo,

El buen Gazul que los vido,
Con ánimo alborotado,
Como si fuera un leon
Se habia encolerizado.
Mas refrenando la ira

Se acercó con su caballo,
Por acertar en su intento,
Y en nada salir errado;

Y aguarda llegue la gente
Donde él estaba parado;
Y como llegaron junto,
A su estoque puso mano,

Y en alta voz que le oyeran, De esta manera ha hablado: No pienses gozar de Zaida, Moro bajo, vil, villano:

No me tengas por traidor, Pues que te aviso y te hablo; Pon mano à tu cimitarra, Si presumes de esforzado.. Estas palabras diciendo, Un golpe le habia tirado De una estocada cruel, Que le pasó al otro lado.

Muerto cayó el triste moro De aquel golpe desastrado: Todos dicen: muera, muera Hombre que ha hecho tal duño. El buen Gazul se defiende, Nadie se llega á enojarlo; De esta manera Gazul

Se escapa con su caballo.

Admirados quedaron todos los que iban acompañando á los desposados de lo que Gazul hizo, y algunos heridos, porque pretendieron vengar la muerte del desposado; y visto que no podian ofender á Gazul por ir á caballo y por ser valiente, alzaron el cuerpo del moro ya difunto, y le volvieron á casa de Zaida haciendo grandes llantos sus parientes y ella; la cual toda aquella noche no cesó de llorar á su amado esposo, y no le quedó de sus llantos otro consuelo, sino que seria posible que el enamorado Gazul tornaria á servirla como solia, y que se casaria con ella; lo cual sucedió muy diferentemente. La mañana venidera fué enterrado el difunto con mucha pompa, no sin faltar llanto de una parte y de otra. Los parientes del muerto se conjuraron de seguir á Gazul hasta la muerte por vía de justicia, porque de otra suerte no tenian remedio. Pues volviendo á Gazul, así como vió cumplido el fin de su deseo y juramento, como desesperado se fué á Granada donde tenia su hacienda y parientes; mas á pocos dias llegado, le fué puesta acusacion criminal delante del rey sobre la muerte del sevillano moro, que también se llamaba Zaide. Mucho le pesó al rey de la acusacion, porque amaba mucho á Gazul por su valor; mas vista y entendida la causa, no pudo menos de dar contento á los acusadores. Finalmente, el mismo rey puso la mano en este caso, y con él otros caballeros de los mas principales de Granada; y tanto hicieron en ello, que condenaron á Gazul en dos mil doblas para las partes, y así fué libre deste negocio.

En este tiempo Gazul puso los ojos en Lindaraja, y se dió à servirla, como ya hemos dicho, y ella le quiso bien; y acerca della Gazul y Reduán tuvieron aquella batalla que se ha contado. Finalmente, por respeto de Muza, Reduan se apartó de sus amores con Lindaraja, y quedó por Gazul, el cual la sirvió hasta que sucedió la muerte de los Abencerrajes, donde fué muerto el padre de Lindaraja; y por esto ella se salió de Granada como desterrada, y se fué à Sanlúcar, y con ella Gazul y otros amigos suyos. Estando en Sanlúcar estos dos amantes, se hablaban y visitaban con gran contento. Después, como el rey don Fernando cercó à Granada, fué Gazu! llamado de sus parientes para que se hallase con ellos en el tratado que se habia de hacer con el rey de Granada para que al rey cristiano se le entregase la ciudad. Gazul se partió á Granada, y no faltó quien dijo á Lindaraja los amores de Gazul y Zaida, y la muerte que le dió á su esposo; y aun le dijeron que Gazul estaba en aquella sazon en Jerez, y no en Granada, de lo cual Lindaraja recebió mucha pena y mortales celos en su ánima; y fué la causa principal que Lindaraja se mostró cruel á Gazul cuando volvió de Granada á Sanlúcar. Pues como vió tanta mudanza en Lindaraja, estaba muy confuso, por no saber la causa de aquellos desdenes, y pretendió hablarla para satisfacerla; pero ella no quiso escucharle, mostrándose cruel. A esta sazon se ordenaba en Gelves aquel juego de cañas : fué enviado á él

GINES PEREZ DE HITA.

Gazul, para lo cual se puso tan galán como habemos dicho. Antes de ir à Gelves quiso verla y hablarla; hablándola pasó lo atrás referido, y como dijimos fueron á Granada. Zaida se halló burlada, porque siempre entendió que Gazul volveria á pretenderla ; y cuando supo que se habia casado, le aborrecia; y dicen que se casó Zaida con un primo hermano de Gazul, que era muy rico y estimado, y vivia en Granada, y mediante esto cesó el rencor.

Pues dejándolo á un lado, y volviendo á nuestra historia, que todavía hay que decir, á pocos dias se rebelaron los lugares de la Alpujarra; por lo cual convino que el rey don Fernando mandase juntar á todos sus capitanes, y estando juntos les dijo: « bien sabeis cómo Dios nuestro Señor ha sido servido de ponernos en posesion de Granada y su reino, con tanta costa y trabajo nuestro. Ahora parece que no temiendo nuestro castigo se han rebelado los lugares de la sierra, y es menester irlos á conquistar de nuevo. Por tanto, ¿cuál se determina á ir á emprender esta hazaña, y poner mis reales pendones encima de las Alpujarras, que yo lo tendré á gran servicio, y aumentará la honra?» Con esto dió fin á sus razones el rey, aguardando respuesta de algunos de los capitanes : todos los cuales se miraban unos à otros, sin aceptar ninguno la oferta del rey, porque era una conquista muy dificultosa Y visto por el capitán don Alonso de Aguilar que todos estaban suspensos y nadie respondia, se levantó haciendo la reverencia debida, y dijo: «esa empresa, católica Majestad, confirmada está para mí, porque la reina me la tiene prometida. Admirados quedaron todos los demás caballeros de la aceptacion de don Alonso, con la cual el rey también se holgó mucho. Luego á otro dia mandó que se le diesen á don Alonso mil infantes, todos escogidos, y quinientos hombres de á caballo. Entendió el rey y los de su consejo, que con aquella gente habria harto para tornar á apaciguar aquellos pueblos levantados y rebeldes. Don Alonso de Aguilar acompañado de muchos caballeros deudos y amigos suyos, que en aquella jornada le quisieron acompañar, se partió de Granada y comenzó á subir la sierra.

Los moros, así que supieron la venida de los cristianos, con presteza se apercebieron para defenderse, y tomaron todos los pasos mas estrechos y angostos del camino, para impedir á los cristianos la subida; después marchando don Alonso con su escuadron y metidos por los caminos mas estrechos, los moros con grandes alaridos acometieron á los cristianos, arrojando gran muchedumbre de peñascos las cuestas abajo, con lo que hacian muy notable daño en la cristiana gente, y tanto, que mataban á muchos. La gente de á caballo fué desbaratada de todo punto, y se hubo de retirar atrás por no poder hacer ningun efecto, y allí murieron muchos dellos. Visto por don Alonso el poco provecho de sus caballos, y la destruccion total de los infantes, á grandes voces animaba su gente subiendo todavía; pero ningun provecho se les seguia desto, porque sin pelear los moros mataban muchos soldados con las peñas que arrojaban. Fué tal la matanza, que cuando don Alonso llegó á lo alto no tenia quien le ayudase, porque los que subieron con él eran pocos y mal heridos; y en la cumbre de la sierra, en un llano que habia, determinó de pelear con los moros, y cargaron tantos que en breve tiempo mataron á los cansados cristianos; y el último fué don Alonso, habiendo mostrado el valor de su animoso corazon, pues cuando él murió habia muerto mas de treinta moros. Algunos se escaparon y dieron la nueva al rey don Fernando de la pérdida de don Alonso de Aguilar y su gente; lo cual fué muy sentido en toda la corte, y por este suceso se hizo el siguiente romance :

Estando el rey don Fernando

En conquista de Granada, Donde están duques y condes, Y otros señores de salva,

Con valientes capitanes De la nobleza de España;

Después de haberla ganado,
A sus capitanes llama:
De que los tuviera juntos
Desta manera les habla :
Cuál de vosotros, amigos,
'i
Irá à la sierra mañana

A poner el mi pendon
Encima del Alpujarra ?
Miranse unos á otros,
Yel si ninguno le daba;
Que la ida es peligrosa,
Y dudosa la tornada.

Y con el temor que tienen,
A todos tiembla la barba,
Si no fuera á don Alonso
Que de Aguilar se llamaba.
Levantose en pié ante el rey;
Desta manera le habla :
Para mi estaba guardada;
Aquesta empresa, señor,

Que mi señora la reina
Ya me la tiene mandada..
Alegróse mucho el rey
Por la oferta que le daba.

Aun no era amanecido,
Don Alonso ya cabalga
Con quinientos de á caballo,
Y mil infantes llevaba.
Comenzó á subir la sierra
Que llamaban la Nevada :
Los moros cuando los vieron
Ordenaron gran batalla,

Y entre ramblas y mil cuestas
La batalla se comienza
Se pusieron en parada.
Muy cruel y ensangrentada,
Porque los moros son muchos,
Tienen la cuesta ganada;
Aquí la caballería
No podia pelear nada;

Y así con grandes peñascos
Fué en un punto destrozada;
Los que escaparon de aquí

Vuelven huyendo & Granada.

Don Alonso y sus infantes
Subieron una llanada,
Aunque quedan muchos muertos
En una rambla y cañada.
Tantos cargan de los moros,
Que á los cristianos mataban;
Solo queda don Alonso,
Su compaña es acabada.
Pelea como un leon,
Pero no le aprovechaba,
Porque los moros sun muchos,
Y ningun vagar le daban.

En mil partes está herido,
No puede mover la espada;
Por la sangre que ha perdido
Don Alonso se desmaya:
Al fin cayó muerto en tierra,
A Dios rindiendo su alma,

No se tiene por buen more
El que no le da lanzada,
Lo llevaron à un lugar
Que es Oxijeran nombrada.
Alli lo vienen á ver
Como á cosa señalada :
Miranle moros y moras,
Y de su muerte se holgaban.
Llorábale una cautiva,
Una cautiva cristiana,
Que de chiquito en la cuna
A sus pechos le criara.

A las palabras que dice
Cualquiera moro lloraba:

Don Alonso, don Alonso, Dios perdone la tu alma, Pues te mataron los moros, Los moros del Alpujarra.

Este fin lastimoso tuvo don Alonso de Aguilar : ahora sobre su muerte hay discordia entre los poetas que sobre esta historia han escrito romances, porque uno dice que esta batalla y otra de cristianos fué en la Sierra-Nevada; otro poeta que hizo el romance de rio Verde, dice que fué puede hacer esta eleccion, pues importa poco que mula batalla en Sierra-Bermeja. No sé cuál elija : el lector riera en una parte ó en otra, que todo se llama Alpujarra; meja, y así lo declara un romance que dice así: aunque me parece que la batalla dicha pasó en Sierra-Ber

Rio Verde, rio Verde,
Tinto vás en sangre viva :
Entre ti y Sierra-Bermeja
Murió gran caballería.

Murieron duques y condes,
Señores de gran valia;
Alli muriera Urdiales,
Hombre de valor y estima.
Huyendo va Sayavedra
Por una ladera arriba;
Tras él iba un renegado
Que muy bien le conocia.

Con algazara muy grande
Desta manera decía:

Date, date, Sayavedra,
Que muy bien te conocía.

Bien te vide jugar cañas
En la plaza de Sevilla,

Y bien conocí a tus padres,
Y a tu mujer doña Elvira,

Siete años fui tu cautivo,
Y me diste mala vida;
Ahora lo serás mio,
O me ha de costar la vida..
Sayavedra que lo oyera,
Como un leon revolvía;
Tirole el moro un cuadrillo,
Y por alto hizo la via.
Sayavedra con su espada
Duramente le heria;
Cayó muerto el renegado

De aquella grande berida.
Cercaron à Sayavedra
Mas de mil moros que habla;
Hiciéronle mil pedazos
Con saña que dél tenian.

Don Alonso en este tiempo
Muy gran batalla le hacian;
El caballo le habian muerto:
Por muralla le tenia,

Y arrimado à un gran peñon
Con valor se defendia.
Muchos moros tiene muertos;
Mas muy poco le valia,

Porque sobre él cargan muchos,
Y le dan grandes heridas;
Tantas, que allí cayó muerto
Entre la gente enemiga.
También el conde de Ureña,
Mal herido en demasia,
Se sale de la batalla
Llevado por una guia,
Que sabia bien la senda
Que de la sierra salia :
Muchos moros deja muertos
Por su granda valentía.

También algunos se escapan,
Que al buen conde le seguían;
Don Alonso quedó muerto,
Recobrando nueva vida
Con una fama inmortal
De su esfuerzo y valentía.

Teniendo noticia algunos poetas que la muerte de don Alonso de Aguilar fué en Sierra-Bermeja, alumbrados de los cronistas reales, habiendo visto el romance pasado, no faltó un poeta que hizo otro nuevo, que dice así:

Rio Verde, rio Verde
¡Cuánto cuerpo en ti se bafia
De cristianos y de moros
Muertos por la dura espada!

Y tus hondas cristalinas
De roja sangre se esmaltan;
Entre moros y cristianos
Muy gran batalla se traba.
Murieron duques y condes,
Grandes señores de salva;
Murió gente de valía
De la nobleza de España.

En ti murió don Alonso,
Que de Aguilar se llamaba;
El valeroso Urdiales
Con don Alonso acababa.
Por una ladera arriba
El buen Sayavedra marcha;
Natural es de Sevilla,
De la gente mas granada;

Tras él iba un renegado,
De esta manera le habla :

Date, date, Sayavedra, No huyas de la batalla:

Yo te conozco muy bien, Gran tiempo estuve en tu casa, Y en la plaza de Sevilla Blen te vide jugar cañas: Conozco á tu padre y madre, Y a tu mujer doña Clara; Siete años fui tu cautivo, Malamente me tratabas; Y ahora lo serás mio, Si Mahoma me ayudara, Y también te trataré Como tú á mi me tratabas.» Sayavedra que le oyera Al moro volvió la cara; Tiróle el moro una flecha, Pero nunca le acertaba. Hiriérale Sayavedra De una herida muy mala; Muerto cayó el renegado Sin poder hablar palabra.

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Aguilar; y, como hemos dicho, les pesó mucho á los Reyes Católicos, los cuales, como viesen la brava resistencia de los moros por estar en tan ásperos lugares, no quisieron enviar por entonces contra ellos mas gente. Mas los moros de la serranía, viendo que no podian vivir sin tratar en Granada, los unos pasaron à Africa, y los otros se dieron al rey don Fernando, el cual los recebió muy bien, lleno de clemencia y gozo. Este fin tuvieron los bandos y guerras de Granada, á honra y gloria de Dios nuestro Señor.

FIN DE LA PRIMERA PARTE DE LAS GUERRAS CIVILES DE GRANADA.

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GUERRAS CIVILES DE GRANADA,

POR GINES PEREZ DE HITA.

PARTE SEGUNDA.

CAPITULO PRIMERO.

En donde se ponen las causas por qué se torno á levantar Granada y su reino esta última vez, y la órden que se tuvo entre los moriscos para hacer de secreto un alarde de toda la gente de guerra del reino, y

otras cosas.

Rematadas las prolijas y sangrientas guerras que los reyes cristianos de Castilla y Leon tuvieron con los moros que ocupaban á España, desde el infante don Pelayo hasta don Fernando V y reina doña Isabel, reyes de gloriosísima memoria, habiéndose pasado en la conquista ochocientos años; acabada de todo punto por estos dos esclarecidos monarcas la toma de Granada, como ya tenemos tratado en la primera parte desta historia, y habiendo los mismos puesto y adornado á esta ciudad con toda aquella grandeza que la pertenecia, con una real chancillería y corte, y otras cosas de mucha nobleza, haciendo una real y suntuosa capilla, lugar diputado para su enterramiento, y quedando ya la ciudad y reino quietos y sosegados; después de hechas muchas y muy grandes mercedes á los caballeros moros que en aquella conquista les habian sido propicios y favorables, así como también á sus grandes y á otros que se señalaron en la tal guerra, se tornaron para Castilla, dejando á Granada muy poblada de valerosos cristianos, y la famosa y real Alhambra con muy buena y segura guarnicion de soldados. Pusieron por alcaide della al valeroso conde de Tendilla, llamado don Iñigo Lopez de Mendoza. Pero no habian pasado aun dos meses que los Católicos Reyes habian partido de Granada, cuando ciertos lugares de las Alpujarras se tornaron á levantar y tomar armas contra los cristianos. Esta rebelion fué presto apaciguada, porque los cristianos, haciendo armas con los moros inquietos, los sojuzgaron y oprimieron, y á los principales promovedores castigaron cruelmente.

Mas muy poco aprovechaban estos ejemplares castigos, porque todavía los moros no dejaban de hacer gran daño á los cristianos de secreto, matando al que cogian, de tal forma que estos no osaban andar por la ciudad de noche, ni salir á las huertas siendo menos de cuatro ó seis de camarada, pues si iban de otra suerte, los moros los mataban. Duró esto todo el tiempo que los moros estuvieron en el reino, y no eran parte los crueles castigos que en ellos hacia la justicia para que no usasen sus maldades y odios contra los cristianos. Levantóse entre los moros uno muy bravo, llamado Arroba, el cual con trece compañeros, tan malos y endiablados como él, hacian tanto daño y causaron tantas muertes de cristianos, que pasaron de cuatro mil los que mataron en los caminos de AguasBlancas, entre Granada y Guadix. Mas Dios fué servido de que al fin él y los suyos fueran presos y hechos piezas, y sus cabezas puestas en una torre; la de Arroba un palmo mas alta que las otras, porque fuese conocida. Sin este hubo otros muchos moros que hicieron grandes males, y se pasaron en Africa. Otro muy bravo y cruel, llamado el

Cañarí, tomando por guarida el espeso Soto de Roma con varios compañeros de su traza, hizo muchos daños en los cristianos que pasaban por los caminos; pero también quiso Dios que él y su compañía fuesen presos y hechos cuartos.

Con todo eso, aprovechaban muy poco estas diligencias, porque de secreto eran muchos cristianos muertos y hechos pedazos, y amanecian puestos en la plaza Nueva y en la de Vivarambla, lo que fué causa de que los cristianos, no pudiendo sufrir semejantes maldades, acordaron de pagarles en la misma moneda; y juntándose en cuadrillas muchos, muy bien aderezados, salian de noche, y amanecian los muertos tendidos por la ciudad y por las al moro que encontraban luego le mataban, y al otro dia huertas. Así vino á tal estado el negocio, que dentro de la misma ciudad se renovaron las guerras civiles de tal forma que nadie osaba andar por las calles, y convino que estuviese puesta en arma muchos dias, hasta que fué aplacándose aquella furia infernal por los crueles castigos que hacia la justicia, tanto en los cristianos como en los moros. Mas, aunque se aplacó, no paró por eso el mortal odio de los moros contra el bando cristiano, ni quedó jamás desarraigado de sus ánimos, no olvidando las ofensas recebidas con la pérdida de su antigua ciudad: así se puede decir con verdad, que Granada y su reino no fueron acabados de ganar segun las cosas sucedian, porqué siempre los moros tuvieron deseo de tornar en su libertad, y recobrar su dominio, procurándolo por muchas vías y modos, y teniendo para ello en varias partes armas y bastimentos escondidos, que después fueron hallados, como diremos mas adelante.

Desta suerte el estado granadino estuvo setenta y siete mente, que bien se puede decir que en España no habia y mas años, floreciendo sin embargo la ciudad tan altaotra, por populosa y grande que fuera, que la hiciese venbios edificios. Hizose en ella uno de los mas famosos temtaja en tratos y comercios, grandes bastimentos y soberplos del mundo, el cual se puede tener por una de las siete maravillas dél, y además otras muchas y muy famosas iglesias y conventos de todas las órdenes, especialmente el del glorioso San Jerónimo, donde está el enterramiento del duque de Sesa, adornado de inmortales gloriosas victorias suyas y de sus pasados, especialmente trofeos, banderas y estandartes, señal de las famosas y Córdoba, claro sol del hispano suelo, cuya gloria inmortal de aquel famoso y gran capitán Gonzalo Fernandez de será para siempre viva entre los hombres.

En este tiempo pues el católico y serenísimo rey don y por la honra de Dios, que los moros de Granada siendo Felipe, segundo deste nombre, mandó con piadoso celo, bautizados y cristianos, para que mejor sirviesen á Dios nuestro Señor, mudasen de hábito, no hablasen su lengua ni usasen sus leylas y zambras, ni hiciesen las bodas á su

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