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MELIBEA.

¡Oh mi vida y mi señor! ¿Cómo has querido que pierda el nombre y corona de virgen por tan breve deleite? ¡Oh pecadora de tí, mi madre! Si de tal caso fueses sabidora, ¡cómo tomarias de grado tu muerte, y me la darias (2) á mí por fuerza! ¡Cómo serias cruel verdugo de tu propia sangre! ¡Cómo seria yo fin quejoso de tus dias! ¡Oh mi padre honrado! ¡Cómo he dañado tu fama, y dado causa y lugar á quebrantar tu casa! ¡Oh traidora de mi! ¡Cómo no miré primero el gran yerro que seguia (3) de tu entrada, el peligro que esperaba!

SOSIA.

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Tristán, debemos ir callando (5), porque suelen levantarse á esta hora los ricos, los codiciosos de temporales bienes, los devotos de templos, monasterios (6), iglesias; los enamorados como nuestro amo, los trabajadores de los campos y labranzas, y los pastores que en este tiempo traen las ovejas á estos apriscos á ordeñar, y podria ser que cogiesen de pasada alguna razon, por do toda su honra y la de Melibea se turbase.

TRISTÁN.

¡Oh simple rasca-caballos! ¿ dices que callemos, y nombras su nombre della? Bueno eras para adalid, ó para regir gente en tierra de moros de noche: así que, prohibiendo, permites; encubriendo, descubres; asegurando, ofendes; callando, voceas y pregonas; preguntando, respondes. Pues tan sutil y discreto eres, ¿no me dirás en qué mes cae santa Maria de agosto? Porque sepamos si hay harta paja en casa que comas hogaño.

CALISTO.

Mis cuidados y los de vosotros no son todos unos. En

(1) A hombre.

(2) Y la darias.

(3) Que se seguia.

(4) Mas las noches. (5) Muy callando. (6) Monesterios.

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trad callando, no os sientan en casa; cerrad esa puerta, y vamos á reposar, que yo me quiero subir solo á mi cámara: yo me desarmaré, id vosotros á vuestras camas. ¡Oh mezquino (1) de mí! ¡Y cuánto me es agradable de mi natural la soledad (2) y silencio y escuridad! No sé si lo causa, que me vino á la memoria la traicion que hice hasta en me despedir de aquella señora que tanto amo, que mas fuera de dia, ó el dolor de mi deshonra. ¡Ay, ay! que esto es esta herida es la que siento agora que se ha resfriado, agora que está helada la sangre que ayer hervia: agora que veo la mengua de mi casa, la falta de mi servicio, la perdicion de mi patrimonio, la infamia que tiene mi persona de la muerte que de mis criados se ha seguido. ¿Qué hice? ¿En qué me detuve? ¿Cómo me puedo sufrir (3), que no me muestro (4) luego presente, como hombre injuriado, vengador soberbio y acelerado de la manifiesta injusticia que me fué hecha? ¡Oh mísera suavidad desta brevísima vida! ¿Quién es de ti tan codicioso, que no quiera mas morir luego que gozar un año de vida denostada y prorogarla con deshonra, corrompiendo la buena fama de los pasados? Y mayormente que no hay hora cierta ni limitada, ni aun un solo momento. Deudores somos sin tiempo, contino estamos obligados á pagar luego. ¿Por qué no salí á inquirir siquiera la verdad de la secreta causa de mi manifiesta perdicion? ¡Oh breve deleite mundano! ¡Cómo duran poco y cuestan mucho tus dulzores! No se compra tan caro el arrepentir. ¡Oh triste yo! ¿Cuándo se restaurará tan grande pérdida? ¿Qué haré? qué consuelo (5) tomaré? A quién descubriré mi mengua? ¿Por qué lo celo á los otros mis servidores y parienles? Tresquilanme en concejo, y no lo saben en mi casa. Salir quiero; pero si salgo para decir que he estado presente, es tarde; si ausente, es temprano; y para proveer amigos y criados antiguos, parientes y allegados, es menester tiempo, y para buscar armas y otros aparejos de venganza. ¡Oh cruel juez, cuán (6) mal pago me has dado del pan que de mi padre comiste! Yo pensaba que podia (7) con tu favor matar mil hombres sin temor de castigo. Inicuo falsario, perseguidor de verdad, hombre de bajo suelo! Bien dirán por tí que te hizo alcalde mengua de hombres buenos. Miraras que tú y los que tú mataste, en servir á mis pasados y á mí, érades compañeros; mas cuando elvil está rico no tiene parientes ni amigos (8). ¿Quién pensara que tú me habias de destruir? No hay cierto cosa mas empecible que el incogitado enemigo. ¿Por qué quisiste que dijesen, del monte sale con que se arde, y que crié cuervo que me sacase el ojo? Tú eres público delincuente, y mataste á los que son privados; pues sabe (9) que menor delito es el privado que el público; menor su calidad, segun las leyes de Atenas disponen. Las cuales no son escritas con sangre; antes muestran que es menos yerro no condenar los malhechores, que punir los inocentes. ¡Oh cuán peligroso es seguir justa causa delante injusto juez! Cuanto mas este esceso de mis criados que no carescia de culpa. Pues mira, si mal has hecho, que hay sindicado en el cielo y en la tierra: así que, á Dios y al rey serás reo, y á mí capital enemigo. ¿Qué pecó el uno por lo que hizo el otro, que por solo ser su compañero los mataste á entrambos? Pero ¿qué digo? ¿Con quién hablo? ¿Estoy en mi seso? ¿Qué es esto, Calisto, sueñas, duermes ó velas? Estás en pié ó acostado? Cata que estás en la cámara (10). ¿No ves que el ofendedor no está presente? ¿Con quién lo has? Torna en tí; mira que nunca los ausentes se ha(1) Yo! Cuánto. (2) La solitud. (3) Pude sufrir.

(4) Mostre.

(5) Consejo tomaré.

(6) Qué.

(7) Pudiera.

(8) Pariente ni amigo.

(9) Y pues sabes.

(10) En tu cámara.

llaron justos: oye á entrambas partes para sentenciar. ¿No ves tú que por ejecutar la justicia, no habia de mirar amistad, ni deudo, ni crianza? ¿No miras que la ley tiene de ser igual á todos? Mira que Rómulo, el primer cimentador de Roma, mató á su propio hermano, porque la ordenada ley traspasó. Mira á Torcuato romano, cómo mató á su hijo, porque escedió la tribúnica (1) constitucion; otros muchos hicieron lo mismo. Considera que si aquí presente él estuviese, respondiera, que hacientes y consencientes merescen igual pena, aunque à entrambos matase por lo que el uno solo pecó; y que si aceleró (2) en su muerte, que era crímen notorio, y no eran necesarias muchas pruebas, y que fueron tomados en el acto del (3) matar: que ya estaba el uno muerto de la caida que dió; y también se debe creer que aquella lloradera moza que Celestina tenia en su casa, le dió recia priesa con su triste llanto; y él por no hacer bullicion (4), por no me difamar, por no esperar á que la gente se levantase y oyesen el pregon, del cual gran infamia se me seguia, los mandó justiciar tan de mañana; pues era forzoso el verdugo y voceador para la ejecucion y su descargo; lo cual todo, si así como creo es hecho, antes le quedé deudor y obligado para cuanto viva, no como á criado de mi padre, pero como á verdadero hermano. Y puesto caso que así no fuese, y puesto caso que no echase lo pasado á la mejor parte, acuérdate, Calisto, del gran gozo pasado; acuérdate de tu señora y tu bien todo. Y pues tu vida no tienes en nada (5) por su servicio, no has de tener las muertes de otros pues ningun dolor igualará con el rescibido placer. ¡ Oh mi señora y mi vida! Que jamás pensé en tu ausencia ofenderte; que paresce que tengo en poca estima la merced que me has hecho. No quiero pensar en enojo; no quiero tener (6) con la tristeza amistad. ¡Oh bien sin comparacion! ¡Oh insaciable contentamiento! ¿Y cuánto (7) pidiera yo mas á Dios por premio de mis méritos, si algunos son en esta vida, de lo que alcanzado tengo? ¿Por qué no estoy contento? Pues no es razon ser ingrato á quien tanto bien me ha dado, quiérolo conoscer; no quiero con enojo perder mi seso, porque perdido no caiga de tan alta posesion. No quiero otra honra ni otra gloria; no otras riquezas, no otro padre ni madre, ni otros deudos ni parientes: de dia estaré en mi cámara, de noche en aquel paraiso dulce, en aquel agradable verjel, entre aquellas suaves plantas y frescas verduras (8). ¡Oh noche de mi descanso, si fueses ya tornada! ¡Oh luciente Febo, date priesa á tu acostumbrado camino! ¡Oh deleitosas estrellas, apareceos ante de la continua (9) órden! ¡Oh espacioso reloj, aina te vea (10) yolla es Elicia, criada de Celestina y amiga de Sempronio: arder en vivo fuego de amor! Si tú esperases lo que yo, cuando das doce, jamás estarias arrendado á la voluntad del maestro que te compuso. Pues vosotros, invernales meses que agora estais escondidos: ¡ oh si viniésedes con vuestras muy cumplidas noches á trocarlas por estos pro

| lijos dias! Ya me paresce haber un año que no ví (1) aquel suave descanso, aquel deleitoso refrigerio de mis trabajos. Pero ¿qué es lo que demando? ¿Qué pido, loco, sin sufrimiento? Lo que jamás fué, ni puede ser. No apren den los cursos naturales á rodearse sin órden, que á todos es un igual curso, á todos un mesmo espacio para muerte y vida, un limitado término: á los secretos movimientos del alto firmamento celestial de los planetas y norte, y de los crescimientos y mengua de la menstrua luna: todo se rige con un freno igual, todo se mueve con igual espuela: cielo, tierra, mar, fuego, viento, calor, frio. ¿Qué me aprovecha á mí que dé doce horas el reloj de hierro, si no las ha dado el del cielo? Pues por mucho que madrugue, no amanesce mas aina. Pero tú, dulce imaginacion, tú que puedes, me acorre, trae á mi fantasía la presencia angélica de aquella imágen luciente. Vuelve a mis oidos el suave son de sus palabras: aquellos desvíos sin gana; aquel apartate allá, señor, no llegues á mí; aquel no seas descortés, que con sus rubicundos labrios veia sonar (2); aquel no quieras mi perdicion, que de rato en rato proponia; aquellos amorosos abrazos entre palabra y palabra; aquel soltarme y pren derme; aquel huir y allegarse (3); aquellos azucarados besos; aquella final salutacion con que se me despidió : ¡ con cuánta pena salió por su boca! con cuántos desperezos, con cuántas lágrimas, que parescian granos de aljófar, que sin sentir se le caian de aquellos claros y resplandecientes ojos!

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SOSIA.

Tristán, ¿qué te paresce de Calisto, qué dormir ha hecho? Que ya son las cuatro de la tarde, y no nos ha llamado, ni ha comido.

TRISTÁN.

Calla, que el dormir no quiere priesa: demás desto aquéjale por una parte la tristeza de aquellos mozos, por otra le alegra el muy gran placer de lo que con su Melibea (4) ha alcanzado. Así que, dos tan recios contrarios, verás qué tal paran (5) un flaco sujeto do estuvieren aposentados.

SOSIA.

¿Piénsaste tú que le penan á él mucho los muertos ? Si no le penase mas á aquella que desde esta ventana veo yo ir por la calle, no llevaria las tocas de tal color.

¿Quién es, hermano?

TRISTÁN.

SOSIA.

Allégate acá, y verla has antes que trasponga: mira aquella lutosa que se limpia las lágrimas de los ojos; aque

una muy bonita moza, aunque queda ahora perdida la pecadora, porque tenia à Celestina por madre, y á Sempronio por el principal de sus amigos; y aquella casa donde entra, allí mora una hermosa mujer, muy graciosa y fresca, enamorada, medio ramera (6), y llámase Areusa; por la cual sé yo que hubo el triste Parmeno mas de tres noches malas, y aun que no le place á ella su (7) muerte.

(1) He visto.

(2) Labrios via sonar.

(3) Llegarse.

(4) Con Melibea.

(5) Pararán.

(6) Pero no se tiene por poco dichoso quien la alcanza por amiga sin grande escole, y llámase, etc.

(7) Con su.

ACTO QUINCENO.

ARGUMENTO.

Areusa dice palabras injuriosas á un rufián llamado Centurio, el cual se despide della por la venida de Elicia, la cual cuenta á Areusa las muertes que sobre los amores de Calisto y Melibea se habian ordenado; y conciertan Areusa y Elicia que Centurio haya de vengar la muerte (1) de los tres en los dos enamorados. En fin, despídese Elicia de Areusa, no consintiendo en lo que le ruega, por no perder el buen tiempo que se daba, estando en su casa (2).

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Pues mas mal hay que suena; oye á la triste, que te contará mas quejas. Celestina, aquella que tú bien conociste, aquella que yo tenia por madre, aquella que me regalaba, aquella que me encubria, aquella con quien yo me honraba entre mis iguales, aquella por quien yo era conoscida en toda la ciudad y arrabales, ya está dando cuenta de sus obras. Mil cuchilladas le vi dar á mis ojos en mi regazo me la mataron.

AREUSA.

¿Por qué jugaste el caballo, tahur, bellaco? Que si por mi no fuera (4), estarias tú ya ahorcado. Tres veces te he librado de la justicia; cuatro veces desempeñado en los tableros ¿por qué lo hago? por qué soy loca? por qué tengo yo fe con este cobarde? por qué creo sus mentiras? por qué le consiento entrar por mis puertas? qué tiene bueno? Los cabellos crespos, la cara acuchillada, dos veces azotado, manco de la mano de la espada, trein- ¡Oh fuerte tribulacion! ¡Oh dolorosas nuevas, dignas ta mujeres á la (5) putería. Salte luego de ahí; no te vea de mortal lloro! ¡Oh acelerados desastres! ¡Oh pérdida yo mas; no me hables; no digas (6) que me conosces, incurable! ¿Cómo ha rodeado tan presto la fortuna su si no, por los huesos del padre que me hizo y de la madre rueda? ¿Quién los mató ? ¿Cómo murieron? Que estoy que me parió, yo te haga dar dos mil palos en esas espal-embelesada, sin tiento, como quien cosa imposible oye; das de molinero, que ya sabes que tengo quien lo sepa no ha ocho dias que los ví vivos, y ya podemos decir, perhacer, y salirse con ello (7). dónelos Dios. Cuéntame, amiga mia, cómo es acaescido tan eruel y desastrado caso.

CENTURIO.

Loquear, bobilla; pues si yo me ensaño, alguna llorará ; mas quiero irme y sufrirte, que no sé quién entra, no nos oigan.

ELICIA.

Quiero entrar, que no es son de buen llanto, donde hay amenazas y denuestos.

AREUSA.

¡Ay triste yo! ¿Eres tú, mi Elicia? Jesú, Jesú, no lo puedo

(1) Las muertes.

(2) Asuela casa.

(3) Pónesme.

(4) Hubiese sido.

(5) En la.

(6) Ni digas.

(7) Y hecho salirse con ello.

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ELICIA.

Tú lo sabrás. Ya oiste decir, hermana, los amores de Calisto la loca de Melibea. Bien yerias cómo Celestina habia tomado el cargo, por intercesion de Sempronio, de ser medianera, pagándole su trabajo; la cual puso tanta diligencia y solicitud, que á la segunda azadonada sacó agua. Pues como Calisto tan presto vido buen concierto en cosa que jamás lo esperaba, à vueltas de otras cosas, dió á la desdichada de mi tia una cadena de oro; y como sea de tal calidad aquel metal, que mientras mas bebemos dello, mas sed nos pone, con sacrilega hambre, cuando se vido tan rica, alzóse con su ganancia, y no quiso dar parte á Sempronio ni á Parmeno dello; lo cual babią (1) Las entrañas mas negras.

me fatiga la punicion de los delincuentes, que el yerro cometido. ¿Qué mandas que haga, que todo carga sobre mi? ¡Pluguiera à Dios que fuera yo con ellos, y no quedara para llorar á todos! Y de lo que mas dolor siento es ver que por eso no deja aquel vil de poco sentimiento de ver y visitar, festejando cada noche à su estiércol de Melibea, y ella muy ufana en ver sangre vertida por su servicio.

quedado entre ellos que partiesen lo que Calisto diese. I y los matadores me han acarreado esta cuita? No menos Pues como ellos viniesen cansados una mañana de acompañar á su amo toda la noche, muy airados de no sé qué cuestiones que dicen que habian habido, pidieron su parte á Celestina de la cadena para remediarse; ella púsose en negarles la convencion (1) y promesa, y en decir que todo era suyo lo ganado, y aun descubriendo otras cosillas de secretos; que, como dicen: riñen las comadres, porque dicen las verdades. Así que, ellos muy enojados, por una parte los aquejaba la necesidad, que priva todo amor; por otra el enojo grandė y cansancio que traian, que acarrea alteracion; por otra veian la fe quebrada de su mayor esperanza, y no sabian qué hacer. Estuvieron gran rato en palabras al fin viéndola tan codiciosa, perseverando en su negar, echaron mano á sus espadas, y diéronla mil cu

chilladas.

AREUSA.

AREUSA.

Si esto (1) es verdad, de quién mejor se puede tomar venganza? De manera que quien lo comió, aquel lo escote. Déjame tú, que si yo les caigo en el rastro, cuándo se ven, cómo y por donde, y á qué hora, no me hayas tú por hija de la pastelera vieja, que bien conosciste, si no hago que les amarguen los amores. Y si pongo en ello aquel con quien me viste que reñia (2), cuando entrabas, si no sea él peor verdugo para Calisto, que Sempronio de

¡Oh desdichada de mujer! En esto habia su vejez de Celestina. Pues ¡qué gozo habria ahora él, en que le pufenecer. ¿Y dellos qué me dices? ¿En qué pararon?

ELICIA.

Ellos como hubieron hecho el delito, por huir de la justicia, que caso (2) pasaba por allí, saltaron de las ventanas, y casi muertos los prendieron, y sin mas dilacion los degollaron.

AREUSA.

¡Oh mi Parmeno y mi amor! ¡Y cuánto dolor me pone tu muerte! Pésame del gran amor que con él en tan poco tiempo habia puesto; pues no me habia mas de durar. Pero pues ya este mal recaudo es hecho; pues ya esta desdicha es acaescida; pues ya no se pueden por lágrimas comprar ni restaurar sus vidas, no te fatigues tanto (3), que cegarás llorando, que creo que poca ventaja me llevas en sentimiento, y verás (4) con cuánta paciencia lo sufro y paso.

ELICIA.

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¡Ay, que rabio! ¡Ay mezquina, que salgo de seso! ¡Ay, que no hallo quien lo sienta como yo! No hay quien pierda lo que yo pierdo. ¡Oh cuánto mejores y mas honestas fueran mis lágrimas en pasion ajena, que en la propia mia! ¿Adónde iré, que pierdo madre, manto y abrigo; pierdo amigo, y tal que nunca faltaba de mí marido? ¡ Oh Celestina sabia, honrada y autorizada! cuántas faltas me encubrias con tu buen saber! Tú trabajabas, yo holgaba; tú salias fuera, yo estaba encerrada; tú rota, yo vestida; tú entrabas (5) como abeja por casa, yo destruia, que otra cosa no sabia hacer. ¡Oh bien y gozo mundano, que mientras eres poseido eres menospreciado, y jamás te consientes conoscer hasta que te perdemos! ¡Oh Calisto y Melibea, causadores de tantas muertes! Mal fin hayan vuestros amores; en mal sabor se conviertan vuestros dul. ces placeres. Tórnese lloro vuestra gloria, trabajo vuestro descanso; las yerbas deleitosas, donde tomais los hurtados solaces, se conviertan en culebras ; los cantares se vos tornen lloros; los sombrosos árboles del huerto se sequen con vuestra vista, sus flores olorosas se tornen de negra color.

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siese yo en algo por mi servicio, que se fué muy triste de verme que le traté mal! Y veria él los (3) cielos abiertos en tornalle yo á hablar y mandar. Por ende, hermana, dime tú de quién puedo yo (4) saber el negocio cómo pasa, que yo le haré armar un lazo con que Melibea llore cuanto agora goza.

ELICIA.

Yo conozco, amiga, otro compañero de Parmeno, mozo de caballos, que se llama Sosia, que le acompaña cada noche; quiero trabajar de le sacar (5) todo el secreto, y este será buen camino para lo que dices.

AREUSA.

Mas hazme placer, que me envíes acá este (6) Sosia : yo (7) hablaré y diré mil lisonjas y ofrescimientos hasta que no le deje en el cuerpo cosa hecha (8) y por hacer; despues á él y á su amo haré revesar el placer comido. Y tú, Elicia, alma mia, no rescibas pena, pasa á mi casa tus ropas y alhajas, y vente á (9) mi compañía, que estarás allí mucho sola, y la tristeza es amiga de la soledad. Con nuevo amor olvidarás los viejos. Un hijo que nasce restaura la falta de tres finados; con nuevo sucesor se cobra alegre memoria, y placeres perdidos del pasado tiempo. De un pan que yo tenga ternás tú la mitad. Mas lástima tengo de tu fatiga, que de los que te la ponen. Verdad sea, que cierto duele mas la pérdida de lo que hombre tiene, que da placer la esperanza de otra (10) tal, aunque sea cierta (11). Pero ya lo hecho es sin remedio, y los muertos irrecuperables, y como dicen: mueran y vivamos. A los vivos me deja á cargo, que yo te les daré tan amargo jarope å beber, cual (12) ellos á tí han dado. ¡Ay prima! ¡Cómo sé yo, cuando me ensaño, revolver estas tramas aunque soy moza! Y de ál me vengue Dios, que de Calisto Centurio me vengará.

ELICIA.

Cata, que creo que aunque llame al que mandas, no habrá efecto lo que quieres; porque la pena de los que murieron por descubrir el secreto, porná silencio al vivo para guardarle. Lo que me dices de mi venida á tu casa te agradezco mucho, y Dios te ampare y alegre en tus necesidades, que bien muestras el parentesco y hermandad no servir de viento, antes en las adversidades aprovechar; pero aunque lo quiera hacer por gozar de tu dulce compañía, no podrá ser por el daño que me vernia. La causa no

(1) Eso.

(2) Me viste reñir.
(3) Y veria los.
(4) Pueda yo.
(5) Sosacar.
(6) Ese.

(7) Le.

(8) De lo hecho y.
(9) En.

(10) Otro.

(11) Cierto.

(19) Que ellos,

es necesario decir, pues hablo con quien me entiende; que allí, hermana, soy conoscida (1). Jamás perderá aquella casa el nombre de Celestina, que Dios haya; siempre acuden allí mozas conoscidas y allegadas, medio parientas de las que ella crió: allí hacen sus conciertos, de donde se me asegura (2) algun provecho (3), y también

(4) All estoy aperrochada. (2) Se me seguirá. (3) Algun provechuelo.

esos pocos amigos que me quedan no me saben otra morada; pues ya sabes cuán duro es dejar lo usado, y que mudar costumbre es á par de muerte, y piedra movediza que nunca moho la cobija. Allí quiero estar, siquiera porque el alquiler de la casa, que está pagado por hogaño, no se vaya en balde: así que, aunque cada cosa no bastase por sí, juntas aprovechan y ayudan. Ya paresce que es hora de irme; de lo dicho me llevo el cargo. Dios quede contigo, que me voy.

ACTO DECIMOSESTO.

ARGUMENTO.

Pensando Pleberio y Alisa tener su hija Melibea el don de la virginidad conservado, lo cual, segun ha parescido, está en contrario, están razonando sobre el casamiento de Melibea; y en tan grande cantidad le dan pena las palabras que de sus padres oye, que envía á Lucrecia para que sea causa de su silencio en aquel propósito.

PLEBERIO, ALISA, LUCRECIA, MELIBEA.

PLEBERIO.

Alisa, amiga mia (1), el tiempo, segun me paresce, se nos va, como dicen, de entre las manos; corren los dias como el agua del rio (2); no hay cosa tan lijera para huir como la vida; la muerte nos sigue y rodea, de la cual somos vecinos, y acia su bandera nos acostamos segun natura. Esto vemos muy claro, si miramos (3) nuestros hermanos y parientes en derredor: todos los come ya la tierra, todos están en sus perpetuas moradas. Y pues somos inciertos cuándo habemos de ser llamados, viendo tan ciertas señales, debemos echar nuestras barbas en remojo, y aparejar nuestros fardeles para andar este forzoso camino; no nos tome de improviso ni de salto aquella cruel voz de la muerte. Ordenemos nuestras ánimas con tiempo, que mas vale prevenir que ser prevenidos: demos nuestra hacienda á dulce sucesor, acompañemos nuestra única hija con marido, cual nuestro estado requiere, porque vamos descansados y sin dolor deste mundo. Lo cual con mucha diligencia debemos poner desde agora por obra, y lo que otras veces habemos principiado en este caso, agora haya ejecucion; no quede por nuestra negligencia nuestra hija en manos de tutores, pues paresceria (4) ya mejor en su propia casa que en la nuestra. Quitarla hemos de lenguas del vulgo, porque ninguna virtud hay tan perfecta que no tenga vituperadores y maldicientes. No hay cosas (5) con que mejor se conserve la limpia fama en las virgines, que con temprano casamiento. ¿Quién rehuirá | nuestro parentesco en toda la ciudad? ¿Quién no se hallará gozoso de tomar tal joya en su compañía? En quien caben las cuatro principales cosas, que en los casamientos se demandan, conviene á saber: lo primero, discrecion, honestidad y virginidad; lo segundo, hermosura; lo tercero,

el alto origen y parientes; lo final, riqueza. De todo esto la dotó natura: cualquiera cosa que nos pidan hallarán bien cumplida.

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pienso que faltará igual á nuestra hija, segun su virtud y su noble (1) sangre, que no sobrarán muchos que la merezcan. Pero como esto sea oficio de los padres, y muy ajeno á las mujeres, como tú lo ordenares, seré yo alegre, nuestra bija obedescerá, segun su casto vivir, y honesta vida y humildad.

LUCRECIA.

(Aun si bien lo supieses, reventarías: ya (2) perdido es lo mejor; mal año se os apareja á la vejez; lo mejor CaJisto se lo lleva (3). No hay quien ponga virgos, que ya es muerta Celestina: tarde acordais; y mas habíades de madrugar.) Escucha, escucha, escucha, señora Melibea.

MELIBEA.

¿Qué haces abí escondida, loca?

LUCRECIA.

Llégate aquí, señora, oirás á tus padres la priesa que traen por te casar.

MELIBEA.

Calla, por Dios, que te oirán : déjalos parlar, déjalos devaneen, un mes ha que otra (4) no hacen, ni en otra cosa entienden. No paresce sino que les dice el corazon el gran amor (5) que á Calisto tengo, y todo lo que con él un mes ha he pasado; no sé si me han sentido; no sé qué se sea aquejarles mas agora este cuidado que nunca. Pues mándoles yo trabajar en vano? Que por demás es la citola en el molino. ¿Quién es el que me ha de quitar mi gloria? quién apartar (6) mis placeres? Calisto es mi ánima, mi vida, mi señor, en quien yo tengo toda mi esperanza: conozco dél que no vivo engañada. Pues él me ama, ¿con qué otra cosa le puedo pagar? Todas las deudas del mundo resciben recompensacion en diverso género: el amor no admite sino solo amor por paga. En pensar en él me alegro; en verlo me gozo; en oirlo me glorifico. Haga y ordene de mí á su voluntad. Si pasar quisiere la mar, con él iré; si rodear el mundo, lléveme consigo; si venderme en tierra de enemigos, no rehuiré su querer. Déjenme mis padres gozar dél, si ellos quieren gozar de mi; no piensen en estas vanidades ni en estos casamientos, que mas vale ser buena amiga que mala casada. Déjenme (1) Tu noble.

(2) Ya, ya. (3) Llevo.

(4) Cosa.

(5) El amor. (6) Apartarme de.

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