Biblioteca de autores españoles, Volumen3

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Bonaventura Carles Aribau
Ediciones Atlas, 1876

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Página 82 - Y más te hago saber, porque te huelgues: que he alquilado otra casa y en esta desastrada no hemos de estar más de en cumpliendo el mes. ¡Maldita sea ella y el que en ella puso la primera teja, que con mal en ella entré! Por nuestro Señor, cuanto ha que en ella vivo, gota de vino ni bocado de carne no he comido ni he habido descanso ninguno; mas, ¡tal vista tiene y tal obscuridad y tristeza! Ve y ven presto y comamos hoy como condes.
Página 81 - Y así él me ayude como ello me parece bien, y solamente te encomiendo no sepan que vives conmigo, por lo que toca a mi honra. Aunque bien creo que será secreto, según lo poco que en este pueblo soy conocido. ¡Nunca a él yo hubiera de venir!
Página 75 - ... le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.
Página 84 - Y ellos, muy enojados, procurándose desembarazar de los que en medio estaban para se matar, Mas como la gente al gran ruido cargase y la casa estuviese llena della, viendo que no podían afrentarse con las armas, decíanse palabras injuriosas.
Página 76 - ¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas. Reíme entre mí y, aunque muchacho, noté mucho la discreta consideración del ciego Mas, por no ser prolijo, dejo de contar muchas cosas, así graciosas como de notar, que con este mi primer amo me acaecieron y quiero decir el despidiente y con él acabar. Estábamos en Escalona, villa del duque della, en un mesón, y dióme un pedazo de longaniza que le asase.
Página 16 - Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras, por la sangre de aquella nocturna ave con que están escritas, por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen...
Página 80 - Y mi amo comenzó a sacudir con las manos unas pocas de migajas, y bien menudas, que en los pechos se le habían quedado, y entró en una camareta que allí estaba, y sacó un jarro desbocado y no muy nuevo y, desque hubo bebido, convidóme con él. Yo, por hacer del continente, dije: — Señor, no bebo vino.
Página 81 - Volvíme a la posada, y al pasar por la tripería pedí a una de aquellas mujeres, y dióme un pedazo de uña de vaca con otras pocas de tripas cocidas. Cuando llegué a casa, ya el bueno de mi amo estaba en ella, doblada su capa y puesta en el poyo y él paseándose por el patio.
Página 83 - Dios!, si al conde topo en la calle y no me quita muy bien quitado del todo el bonete, que otra vez que venga me sepa yo entrar en una casa fingiendo yo en, ella algún negocio, o atravesar otra calle si la hay, antes que llegue a mí, por no quitárselo.
Página 84 - Y helos do vuelven luego con ellos y toman la llave y llámanme y llaman testigos y abren la puerta y entran a embargar la hacienda de mi amo hasta ser pagados de su deuda. Anduvieron toda la casa y halláronla desembarazada, como he contado, y dícenme: — ¿Qué es de la hacienda de tu amo, sus arcas y paños de pared y alhajas de casa?

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