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cuencia de sus excesos, dejó el mundo (138), no sin recitar al tiempo de morir unos chistosos versos de su composicion que se han conservado por su rareza, asi en la idea como en la estructura (1).

Habia adoptado á Antonino, que le sucedió, y recibió el nombre de Pio, ó el Piadoso, por el afecto que á su padre adoptivo mostró siempre. Fué Antonino uno de los mejores príncipes de que hace mencion la historia. Religioso, justo, benéfico, fué el mas amado de todos los emperadores, el mas querido de sus pueblos, y nadie tampoco lo habia merecido mas que él. Cerca de veinte y tres años duró su pacífico reinado, y en este largo período no hay que decir de España sino que gozó de venturosa tranquilidad. Antonino dejó por sucesor á Marco Aurelio (161), oriundo tambien de familia española y pariente de Adriano (2).

«Dichosos los pueblos, se ha dicho siempre, cuyos reyes son filósofos y cuyos filósofos son reyes.>> Esta dicha se realizó con Marco Aurelio, llamado con justicia el Filósofo. «Vosotros no sabeis, les decia á sus amigos cuando supo su elevacion al imperio, cuantas

(4) Hé aqui aquellos singulares versos:

Animula, vagula, blandula,
Hospes comesque corporis,
Quæ nunc abibis in loca.
Palidula, rigida, nudula,
Nec ut soles, dabis yocos.

Spartiano, vida de Adriano.

(2) Su bisabuelo paterno era de de Itálica. Ucubi, ciudad de la Bética, no lejos

espinas crecen en las gradas de un trono.» Y cuando dejó los jardines de su madre para ir á habitar el palacio de los Césares, las lágrimas corrieron de sus ojos al compás de los unánimes trasportes de alegría á que se entregaba el pueblo. Uno de sus primeros actos fué asociarse al imperio á su hermano Lucio Vero. Por primera vez se vió con sorpresa en Roma á dos emperadores con igual ejercicio de poder. Pero la muerte de Lucio no tardó en dejarle solo en la silla imperial. Esto y las calamidades públicas que sobrevinieron hicieron que resplandecieran mas sus virtudes. Los horrores del hambre acosaban al pueblo, y Marco Aurelio supo aliviarlos. Como su esposa Faustina se quejára de que hubiese gastado la mayor parte de sus bienes en socorrer á los menesterosos, la riqueza de un principe, le respondió, es la felicidad pública. Regularizó los impuestos, selló con la nota de infames á los calumniadores, y afirmó la autoridad vacilante del senado. El reinado de Marco Aurelio era el solo capaz de hacer que no se llorára el de Antonino Pio. El imperio gozaba de felicidad; el mas desgraciado era el emperador, cuya vida acibaraban los desórdenes de su esposa, la impúdica Faustina.

En el año décimo de su reinado (171), los africanos de la Mauritania pasaron el estrecho, vinieron á devastar las provincias meridionales de la Península, y pusieron sitio á Singilis (Antequera la vieja); pero los gobernadores Vallio y Severo los obligaron á le

vantarle y los lanzaron de España, persiguiéndolos hasta las costas de Tánger.

Otras guerras mas terribles turbaron la filosófica tranquilidad de Marco Aurelio. Las fronteras del imperio comenzaron á ser asaltadas por los pueblos bárbaros del Norte, como si fuesen la vanguardia de los que, tiempo andando, habian de concluir por derrocarle. En todas partes los arrolló, rechazándolos mas allá del Danubio, que ya habian franqueado. Por consecuencia de aquellas victorias que le valieron el título de Germánico, devolvieron los bárbaros á Roma cien mil prisioneros; prueba grande de cuánto era ya su poderío. Aconteció en el curso de aquellas guerras un suceso que hizo gran ruido en el mundo. Hallábase Marco Aurelio allende el Danubio cercado por los marcomanos. La falta de agua tenia á su tropas, devoradas por la sed, en un estado de desesperacion (174). De repente se oscurece el cielo, y á poco rato comienza á caer á torrentes la lluvia, que los soldados reciben con ansia poniendo sus cascos para recogerla. Cuando estaban entretenidos en esta ocupacion consoladora, caen de improviso los bárbaros sobre ellos y ejecutan horrible matanza. Mas luego aquella misma nube descarga sobre los enemigos un diluvio de granizo, acompañado de truenos, que los llena de terror, y alentados á su vez los romanos, los vencen, los arrollan y los ahuyentan. Gentiles y cristianos todos tuvieron aquel suceso por milagroso. Lo

que hace mas á nuestro intento, fué que el emperador lo creyó así, y escribió al senado indicando, aunque muy circunspectamente, que debia aquella victoria á los cristianos, y es lo cierto que ordenó fuesen castigados los que profiriesen calumnias contra ellos (1). Citámoslo como prueba de lo que ya entonces habian cundido las doctrinas del cristianismo.

Volvieron no obstante á mover despues nuevas guerras las hordas salvages del Norte, y Marco Aurelio murió antes de acabar de sujetar á los bárbaros (180). Con él perdió Roma el príncipe mas cumplido y cabal que se habia sentado en el trono de los Césares, y España lloró la pérdida del que le habia dado otros diez y nueve años de paz y de ventura. Llegó el imperio romano con Marco Aurelio al punto culminante, de que no hará ya sino descender.

(1) El hecho le atestiguan casi todos los historiadores, y Tertuliano en su Apología habla de la carta

de Marco Aurelio como de una cosa conocida.

CAPITULO III.

DESDE MARCO AURELIO HASTA CONSTANTINO.

De 180 á 306 de J.

Comienza á sentirse la decadencia del imperio.-Cómodo.-Su depravacion é iniquidades.-Abyeccion del senado.-Reinados de Pertinaz, Didio Juliano, Septimo Severo, etc.-Monstruosidades de Eliogabalo.-Alejandro Severo sostiene por algun tiempo con dignidad el decadente imperio.-Otros emperadores ú oscuros ó malvados. Guerras civiles.-Decio.-Primeras irrupciones de los bárbaros.-Godos, francos, escitas.-Trágica y afrentosa muerte de Valeriano. Los treinta tiranos.-Frecuentes asesinatos de emperadores. -Interregno de ocho meses.-Tácito y Probo.-Sus virtudes.-Diocleciano. Division del imperio.-Cruda persecucion contra los cristianos.-Constancio y Galerio.-Daciano.-Martirios en España.Maximiano.-Constantino.

Hemos recorrido esta galería de ilustres príncipes, los Flavios y los Antoninos, que dieron á España, al imperio y al mundo cerca de un siglo de paz y de ventura, no interrumpida sino por el reinado de Domiciano, que fué como una mancha que cayó en medio de aquellas púrpuras imperiales. La firmeza de Vespasiano, la dulzura de Tito, la generosidad de Nerva, la grandeza de Trajano, la ilustracion de Adriano, la piedad de Antonino y la filosofía de Marco Aurelio,

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