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eclesiásticos solo sean admitidos los de buena vida y costumbres, y los que solo se hayan casado una vez: que con los clérigos no viva muger alguna, sino las que permite el concilio Niceno ();» Asi decia ya San Gerónimo: «Hay algunos que solicitan el sacerdocio ó el diaconado para ver mas libremente á las mugeres. Cuidan mas principalmente de su vestido, de peinar la cabeza con mucho esmero y de perfumarse. Rizan los cabellos con el hierro: las sortijas brillan en sus dedos: andan de puntillas; de suerte que mas os parecerán jóvenes recien casados que clérigos (2).» Estiéndese el santo padre en otras descripciones de este género en prueba de la corrupcion que se notaba ya en las costumbres de los sacerdotes. Habia sin embargo un gran número que eran ejemplo de pureza y de virtud.

Tenia en aquel tiempo la doctrina ortodoxa para luchar con el politeismo y con la heregfa campeones ilustres, sabios elocuentes y vigorosos, obispos filósofos, prelados insignes en letras y en virtudes, apóstoles infatigables, que con la pluma, con la palabra y con el ejemplo, combatian enérgicamente los antiguos y los nuevos errores con que tuvo que lidiar el catolicismo, que desafiaban con valentía la persecucion, que hablaban con independiente entereza á

(4) Esta decretal es la primera que se encuentra en las colecciones antiguas de la Iglesia latina, y la primera que los sabios recono

cen por verdadera.

(2) Fleury, Hist. eccl. tom. 4, cap. XVIII.

príncipes y gobernantes, y que ilustraban al mundo y derramaban por todo el orbe la fé y la civilizacion. Desde el obispo Atanasio de Alejandría, el varon incontrastable, modelo de perseverancia y de firmeza, hasta el prelado de Hipona Agustin, el inimitable autor de las Confesiones y de la Ciudad de Dios, hubo una serie y sucesion de varones virtuosos y de clarísimos ingenios que imprimieron á los espíritus un movimiento prodigioso por todo el mundo entonces conocido, y le iluminaron con sus brillantísimos discursos y sus eruditas discusiones, enseñándole la verdad у encaminándole hácia el bien. Tales fueron los Crisóstomos, los Gregorios de Nazianzo y de Niza, los Osios, los Basilios, los Ambrosios, los Gerónimos, y otros ilustres y eminentes sabios, que recibieron el honroso nombre de Padres de la Iglesia, y que podríamos llamar tambien los santos filósofos del cristianismo. A ellos se debió en gran parte el triunfo de la doctrina civilizadora, y el descrédito en que fueron cayendo las antiguas creencias que habian tenido oscurecida la humanidad.

Volvamos ahora á Teodosio.

Le hemos visto como guerrero sostener el imperio sin dejar perder una sola provincia ni una sola pulgada de territorio, como favorecedor de la religion cristiana dejarse arrebatar muchas veces de su ardor hasta la violencia. Como legislador civil, dictó multitud de leyes, que le ganaron verdaderos títulos de

gloria. Descúbrese en muchas de ellas un espíritu de
sabiduría, de justicia y de humanidad, que merecen
cumplida y especial recomendacion. Puede ser vir de
ejemplo la siguiente: «En cuanto á los que se hallan
detenidos en las cárceles, ordenamos que no se omi-
ta medio para apresurar la libertad de los inocentes,
«y que no se cometa la injusticia de prolongar la de-
«tencion de los culpables, que seria agravar su pena
«A los carceleros y otros agentes de la justicia que se
«propa sasen á violencias ó estorsiones contra los pre-
«sos, queremos que se les imponga las penas mas
«severas. Los administradores de las casas de deten
«cion, que no presenten cada mes un estado exacto
«de los presos, con expresion de su edad, naturaleza
«de su delito y duracion de la pena á que cada uno
«está condenado, quedan obligados á pagar á nuestro
«tesoro una multa de veinte libras de oro: y el juez
«que por negligencia condenase un proceso, pagará
«una multa de diez libras de oro sin remision.» Ad-
mirable ley, que desearíamos ver cumplida despues
de mil quinientos años. Otras disposiciones no menos
recomendables de este ilustre príncipe pueden verse
en el Código Teodo siano.

A vueltas de los defectos que hemos hecho notar, amigos y enemigos solian hacer justicia á sus virtudes. Aun daba lugar su edad á concebir mas venturosas esperanzas, cuando falleció en Milan el último emperador que habia sabido dirigir con robusta mano

t

el imperio (395). Lo peor fué que le dejó encomendado á sus dos tiernos é inexpertos hijos, Arcadio y Honorio, al primero como emperador de Oriente, como emperador de Occidente al segundo: separacion que será ya definitiva (1).

(1) Orosio, Zosimo, Idacio, Marcelino, San Ambrosio, Aurel.

Victor que acabó con él su historia, y otros.

CAPITULO VII.

LOS BARBAROS.

De 395 á 414.

Arcadio, emperador de Oriente, Honorio de Occidente.-Debilidad de estos dos príncipes.-Irrupcion de bárbaros en el imperio.-Los godos. Alarico.-Sus primeras invasiones por Oriente.—Invade la Italia. Es derrotado dos veces por Estilicon, ministro y general de Honorio. Se retira.-Nueva irrupcion de bárbaros. Vándalos, suevos, alanos, borgoñones, godos.-Gran derrota de los bárbaros en Florencia.-Emperadores intrusos en las Galias y en España. Guerras civiles.-Nueva aparicion de Alarico en Italia.-Sitio de Roma.—Impuesto que exige á la ciudad. Humillacion de los romanos.-Segundo asedio de Roma por Alarico. Obliga al senado á aceptar un emperador que él nombra.-Sitia Alarico á Roma tercera vez.-Entran los godos en la ciudad de los Césares.-Horroroso saqueo y destruccion de estátuas y de preciosos objetos artísticos.-Manda Alarico respetar los templos cristianos. Conduce en procesion los vasos sagrados.-Retirada de Alarico.-Su muerte.-Sucédele Ataulfo.-Su matrimonio con Placidia, hermana del emperador romano.-Ruptura entre Ataulfo y Honorio.-Invasion de los bárbaros en España. Vándalos, suevos, alanos.-Gran desolacion en España.-Repártense las provincias.-Venida de Ataulfo y de los godos.-Disolucion moral del imperio romano.-Se inicia en España la dominacion de los godos.

Un solo hombre habia estado deteniendo la caida del imperio. Muerto este hombre, el viejo y minado edificio iba á venir á tierra, parte desmoronándose, parte desplomándose con estrépito.

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